jueves, 3 de noviembre de 2016

Todo quedó en un limbo

El limbo es esa dimensión donde todo está en suspenso.

No es el cielo ni el infierno.

No es ni una cosa ni otra.

Allí, en ese estado de suspenso e indefinición, quedaron el revocatorio, las elecciones de gobernadores y la liberación de los presos políticos, por solo citar algunos de los reclamos de la oposición venezolana.

Esta pausa o tregua política, como prefieren llamarla algunos, tiene sentido en la medida que signifique un replanteo del estado del conflicto para lograr salidas que beneficien a la sociedad en su conjunto.

Sin embargo, todo parece indicar que poner los reclamos más urgentes del país en suspenso sólo busca congelar la protesta y darle al régimen un precioso tiempo sin el cual estaría irremediablemente perdido.

El limbo es una dimensión muy peligrosa y engañosa para la oposición.

Es un estado etéreo donde se pierde la noción del tiempo y el espacio.

La oposición dio un plazo de 10 días al gobierno para ver los resultados de la negociación.

Pero 10 días en el limbo puede ser una eternidad o un suspiro.

En esa dimensión pueden quedar atrapadas las oportunidades para un cambio político.

Sin que nos demos cuenta.


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