jueves, 29 de julio de 2021

Solidaridad con Javier Tarazona

            Los operadores del estado chavista tienen la certeza que el régimen no será depuesto por negociaciones ni elecciones. Esto deja por defecto el tema militar y lo relacionado con las fuerzas armadas chavistas como objetos de especial atención e interés porque se piensa que será por allí donde reviente una crisis que podría ser terminal para el régimen.

Por eso el régimen puede jugar al gato y al ratón con la falsa oposición para hacer el amague de una cierta contención que nunca termina de resolverse porque ambos apuestan a sostener el mismo sistema político. Pero una confrontación o crisis militar que amenace al régimen, interna o externamente, tienen el potencial de derrocarlo aunque solo sea para cambiar unos chavistas por otros.

Los presos políticos militares, y los civiles acusados de ayudarlos, tienen un tratamiento diferente dentro del esquema represivo del estado chavista. Para estos presos no hay garantías ni consideraciones. A ellos se les niegan las visitas médicas y familiares. Es usual que no se les permita designar a un abogado o se les asigne arbitrariamente a un defensor público que actúa incluso con más saña para lograr la condena de su defendido. Estos militares presos políticos están literalmente muertos en vida, a diferencia de otros presos políticos que no sufren las mismas privaciones y hasta se les permite escapar milagrosamente de sus celdas.

En esta situación parece encontrarse el luchador social y director de Fundaredes Javier Tarazona quien, sin ser militar, fue acusado por el régimen chavista como terrorista y traidor a la patria. La acusación pública de Nicolás Maduro contra Tarazona buscaba ejecutar el linchamiento moral primero para luego justificar su detención arbitraria. El propio Vladimir Padrino López, ministro de la defensa del régimen, habría declarado a Javier Tarazona como enemigo de las fuerzas armadas chavistas.

Lo que hay tras la acusación de traición a la patria contra Tarazona es en realidad un extraordinario trabajo sistemático y metódico para documentar y denunciar cómo la mediocridad y la negligencia del liderazgo de las FANB chavistas han puesto en riesgo la vida de sus propios efectivos. Gracias al trabajo de Javier Tarazona y su equipo se pudo conocer, por ejemplo, que militares venezolanos fueron emboscados por las FARC-Gentil Duarte en Apure, situación que fue ocultada por el ministro Padrino López hasta que las pruebas aportadas por Fundaredes lo desmintieron.

Los abusos de las fuerzas armadas chavistas contra la población de La Victoria en Apure y hasta el estado caótico y desorganizado de ese grupo militar pudieron ser conocidos por videos y testimonios suministrados por Fundaredes. En la zona esto contribuyó a aumentar la desconfianza de los habitantes que huían de Venezuela para buscar refugio en Colombia. En lo interno de las fuerzas armadas chavistas estas evidencias provocaron un movimiento telúrico cuya onda expansiva aún sigue en movimiento.

El régimen chavista le cobra a Javier Tarazona el poner en evidencia las profundas e insuperables deficiencias de sus fuerzas armadas plagadas de corrupción y comandadas por los peores de cada promoción. A Tarazona ahora lo tienen detenido e incomunicado, bajo un procedimiento judicial sin ningún tipo de garantías y de hecho, aunque el estado chavista lo haya sometido a su justicia civil, está recibiendo el tratamiento de un preso político militar con todos los rigores y privaciones que esto significa.

Los operadores de la diplomacia internacional, que redundan en declaraciones retóricas e inútiles sobre las violaciones de los derechos humanos en Venezuela -¿La Bachelet?- deberían tomar nota de este caso y emprender acciones urgentes para proteger la vida de Javier Tarazona antes que sea demasiado tarde. El estado chavista es muy conocido no solo por dejar morir a sus presos sino por liquidarlos físicamente. La salud de Tarazona es precaria y esto se agrava con un diagnóstico de diabetes e hipertensión. Esto lo sabe el régimen para quien solo bastaría negarle atención médica y así ejecutar otra sentencia de muerte. La vida y los derechos de todos los presos políticos, civiles y militares, importan. Pero Javier Tarazona no es un preso político cualquiera. Este es uno muy especial cuya perseverancia y método logró crearle una crisis interna a las fuerzas armadas chavistas de la cual aún no han podido recuperarse.- @humbertotweets

 

 

lunes, 19 de julio de 2021

La oposición domada

            Hay que admitir que la maestría política de Hugo Chávez para asegurar la implantación de su modelo de estado estuvo en la articulación de una estrategia para la creación de una oposición a su medida. Al igual que Acción Democrática, URD y Copei en 1958 diseñaron una política para asegurar el sostenimiento del estado de partidos, que luego fue consagrada en la Constitución de 1961, el chavismo plasmó su política de estado de partido único en la constitución de 1999 tomando las previsiones para más nunca entregar el poder. Parte esencial de este modelo es la coordinación de una fuerza política que a través de varios partidos diluya la energía de las protestas en eternas negociaciones y elecciones presentándose a sí misma como una oposición al régimen, aun cuando solo sea una de las patas que lo sostiene y lo valida.

            Una vez desmantelada formalmente la estructura del estado consagrada en la Constitución de 1961 y reducidos los poderes públicos al papel de serviles del estado chavista la única forma de participar políticamente en Venezuela, sin arriesgar la vida, es respetando rigurosamente las reglas de juego impuestas por el régimen chavista en su constitución de 1999. Y por supuesto se trata de un juego donde el resultado ya se conoce con anticipación. Se podrán hacer 100 elecciones en los próximos 100 años. Mientras el chavismo controle el aparato del estado el resultado siempre será el mismo.

            Por eso el chavismo y sus operadores se llenan la boca con una prédica que aparentemente alienta la oposición y la disidencia. El mismo Chávez no se cansaba de repetir que durante su mandato se habían hecho más elecciones que durante el llamado período democrático. Y efectivamente bajo el chavismo se han realizado más elecciones que bajo ningún otro régimen político en Venezuela. Por supuesto el control total del Consejo Nacional Electoral y el de todas las demás instancias del poder público le permite al chavismo disponer de una inmensa fábrica para manufacturar resultados electorales. Aun tomando en cuenta pequeñas adjudicaciones a la falsa oposición y hasta algunos errores de diseño como el resultado de las elecciones de 2015 no hay forma que se pueda alterar la ecuación de poder del chavismo siguiendo su juego electoral.  

            Pero este diseño, para que funcione, requiere de un actor cómplice que le permita operar. Sin una contraparte dispuesta a asumir el papel de ser esa oposición colaboradora y complaciente con el régimen, esta estrategia no podría funcionar. Este es el espacio reservado con todos sus privilegios y prebendas, para los operadores y partidos políticos de la falsa oposición. A ellos les toca el papel de crear la apariencia de una fuerza que supuestamente se opone al régimen e intenta cambiarlo cuando en realidad todos sus esfuerzos y retórica van dirigidos a validarlo.

            La falsa oposición ha sido muy bien entrenada por el chavismo para, cual perro de Pavlov, salivar y responder a ciertos estímulos que condicionan y controlan su conducta, en este caso adecuada a los convenientes intereses del régimen chavista. La mejor evidencia de esto es la trinidad de los temas Constitución, negociaciones, y elecciones. Estos son temas recurrentes que van, vienen y desaparecen por un tiempo para luego regresar nuevamente y así seguir un ciclo que no termina.

            La defensa irracional de la constitución chavista de 1999, la insistencia en una fantasiosa salida negociada y la urgencia por participar en cuanta elección convoque el chavismo es lo que define políticamente la agenda de la falsa oposición. Esta “hoja de ruta” es adornada con falacias para maquillar un vil acto de traición y presentarlo como el más soberbio acto de patriotismo. Esa es la tarea que el régimen chavista le ha dado a la falsa oposición: Crear la apariencia que sólo mediante una adoración fetichista a la constitución chavista de 1999 y su régimen político será posible que algún día el cambio llegue a Venezuela, como por arte de magia. A esto se reducen estas dos décadas de combate donde los venezolanos no solo han tenido que luchar contra la tiranía chavista sino también contra sus cómplices de la falsa oposición.

            A veces no resulta fácil explicar a extraños y desprevenidos la verdadera naturaleza de la relación establecida entre el régimen chavista y la falsa oposición. Por ejemplo, la persecución y encarcelamiento selectivo de unos opositores y no de otros podría llevar a pensar que aquellos representan un grave peligro para el régimen y por eso son perseguidos. Pero no hay tal peligro para el régimen por parte de elementos que con su conducta lo que hacen es contribuir a su sostenimiento. Pero, si es así, ¿Por qué los encarcelan? Primero porque al hacerlo le dan más credibilidad a la retórica electorera que ellos defienden y luego porque se trata de una forma eficiente de validar a la falsa oposición como la única que habría que apoyar por efecto de su sacrificio y de su martirio.

            De esta forma el régimen chavista con su política de garrote y zanahoria ha logrado amaestrar a su falsa oposición. Con una balanceada dosis de castigos y recompensas el chavismo ha logrado que la falsa oposición adecue su conducta a lo que realmente le importa al régimen: Defensa perruna de su Constitución, eternas negociaciones y cotillón electoral. Entonces, es necesario y legítimo preguntar sobre el tratamiento selectivo que el régimen chavista le da a unos y otros opositores. ¿Por qué unos opositores pueden transitar libremente por Venezuela y otros son perseguidos? ¿Por qué a unos opositores se les deja escapar y a otros no? Más aún, hay que preguntarse, incluso con más vehemencia y rigor, ¿Por qué los presos políticos militares no reciben el mismo trato ni tienen la misma suerte para milagrosamente escapar de sus celdas?.- @humbertotweets

 

 

jueves, 15 de julio de 2021

La hora de la intervención militar de los EEUU en Cuba

            Nuevamente estalla una ola de protestas y acciones pre-insurreccionales en Cuba que ponen en riesgo la estabilidad del régimen castro comunista. Es inevitable para quienes tratamos de explicar la crisis venezolana establecer comparaciones y paralelismos entre lo que ocurre en ambos países. Se trata de dos estados de naturaleza esencialmente criminal soportados por las fuerzas militares y articulados por  numerosas mafias que conforman la burocracia estatal.

Al igual que en Venezuela, en Cuba las fuerzas militares están al servicio de la camarilla gobernante para linchar a la población civil desarmada. En los dos países la incontenible protesta popular es romanizada e idealizada como un brote que en forma milagrosa y espontánea podría cambiar abruptamente el estado de cosas. Los cubanos ya tienen 62 años con esa historia y los venezolanos ya vamos para 20.

Al alentar la protesta popular como la forma legítima para lograr el cambio político,  tanto en Venezuela como en Cuba, parece olvidarse que en ambos países la lucha es definitivamente desigual. No hay simetría. No hay garantías ni políticas ni de ninguna naturaleza para canalizar la protesta y el descontento. Solo hay represión y tortura por parte de un estado policial cuya única finalidad es aplastar la disidencia y la oposición.

Cada vez que han ocurrido estas protestas, tanto en Venezuela como en Cuba, se producen movimientos diplomáticos que tras protocolares y retóricas declaraciones de solidaridad solo pretenden enmascarar la ausencia de voluntad política para intervenir en esos países y corregir el desbalance existente entre el estado criminal policial y la población civil desarmada. Resulta fácil y hasta conveniente invocar la tesis de la soberanía de los pueblos para argumentar que los problemas de Venezuela y Cuba deben resolverlos sus propios ciudadanos. Pero esto oculta el desbalance en una ecuación donde si se mantienen las proporciones el resultado seguirá siendo el mismo.

La solidaridad de los protocolos diplomáticos con la lucha de los pueblos de Venezuela y Cuba es tan inútil como la propuesta de una intervención militar por parte de una comunidad internacional difusa e inexistente como cuerpo orgánico. Desde el punto de vista de la geopolítica y de la dialéctica de imperios le corresponde específicamente a los Estados Unidos evaluar si debe o no intervenir en forma directa con otros aliados en la región en la defensa de sus propios intereses o para corregir el desbalance que existe entre las fuerzas que controlan a esos estados criminales y el resto de la población que carece de las armas y las garantías para defender sus derechos.

No es una discusión sobre si los Estados Unidos son o no el policía del mundo y que en nombre de su supremacía militar e imperial se asigne el derecho de poner orden en el resto de los países. Se trata de una serie de crisis políticas, sociales y militares que se han desencadenado a lo largo de Hispanoamérica promovidas y financiadas por el estado venezolano y el estado cubano y que amenazan con desafiar la estabilidad misma del sistema norteamericano y por ende su influencia en la región.

El nexo entre los regímenes de Venezuela y Cuba con las acciones desestabilizadoras en la región es evidente y ha sido suficientemente documentado y denunciado. Ambos gobiernos usan operadores propios y locales para avanzar su estrategia de debilitar a los países aliados de los Estados Unidos y hasta otros que juegan a una neutralidad aparente. Si a estas alturas la elite política gobernante en los Estados Unidos, demócratas y republicanos, no ha entendido que debe dejar a un lado su obsesión con el medio oriente y ocuparse de su entorno en Sudamérica entonces estos políticos y diplomáticos norteamericanos no entienden nada de geopolítica. La proliferación de regímenes hostiles a los EEUU y a la libertad tales como Venezuela, Cuba y Nicaragua en Sudamérica debería preocupar al departamento de estado norteamericano

Sería una idea romántica pensar que los Estados Unidos van a intervenir en el derrocamiento de los estados venezolano y cubano solo por amor a la libertad y solidaridad con los ciudadanos de esos países. Pero eso nunca ha ocurrido, ni ocurrirá. Los estados no tienen amigos sino intereses. Y menos aún atienden a sentimientos metafísicos como la solidaridad. Si alguna razón necesita los Estados Unidos para intervenir en el derrocamiento de los regímenes de Venezuela y Cuba es la salvaguarda de su propia estabilidad y hegemonía en la región. Y la presenta coyuntura presente una oportunidad única. No importa que lo haga por razones egoístas o por puro pragmatismo. El beneficio colateral de esa acción sería tan grande que los ciudadanos de esos países no tendríamos reparo en agradecerlo como una acto de solidaridad, aunque en el fondo no lo sea.- @humbertotweets

 

 

lunes, 12 de julio de 2021

La República chavista del hampa

            En el fragor de la lucha política que se libra en Venezuela en contra del régimen chavista a veces se establecen premisas que conducen a análisis y acciones equivocadas. Por ejemplo, decir que el chavismo no tiene políticas no es correcto. El régimen dispone de una serie de políticas que buscan el establecimiento definitivo del estado chavista pagando el precio del desmembramiento de la república de Venezuela. Pero lo cierto es que si hay políticas y planes que han multiplicado el caos nacional porque precisamente es en el caos donde el chavismo divide a la sociedad y se impone.

            La grave situación de orden público interno e inseguridad que se vive en Venezuela es quizás la mejor demostración de que efectivamente el régimen tiene planes y programas, aunque sus efectos sean nefastos para el resto de la población. Desde tiempos de Hugo Chávez se articularon alianzas con grupos terroristas internacionales y con las nacientes megabandas locales con propósitos muy concretos.

            La coordinación del chavismo con grupos terroristas como las FARC en Colombia siempre ha buscado la forma de influir directamente en los conflictos internos del vecino país. La presencia del chavismo en Colombia a través de estos grupos le permite modular la intensidad de varios conflictos que buscan crear puntos de tensión al estado colombiano y mantenerlo en la raya para que no forme parte de una coalición militar internacional contra Venezuela.

Algunos políticos colombianos quizás sin saberlo ayudan al chavismo al hacerse eco de la falacia según la cual actuar contra el estado chavista sería venezolanizar la política colombiana. No se dan cuenta que a través de sus secuaces locales el chavismo ya les ha penetrado el poder judicial y hasta las fuerzas armadas.

La alianza del régimen con las bandas criminales locales fue inspirada en la idea de que estos vagos y maleantes no son enemigos de la sociedad sino enfermos sociales que necesitarían tratamiento y no cárcel. De allí se derivaron los planes de las zonas de paz que con el tiempo se convirtieron en zonas controladas por las megabandas en todo el país. Esta política también elevó la categoría de los centros penitenciarios de Venezuela a hoteles de 5 estrellas desde donde con comodidad y seguridad los pranes pueden operar sus negocios.

El chavismo tiene clara conciencia que el capítulo final de este debate será dirimido no por votos o negociaciones sino por vías de fuerza en sus más variados escenarios. Por eso Hugo Chávez siempre buscó organizar grupos y fuerzas paramilitares como un seguro en caso que sus propias fuerzas armadas le dieran la espalda. Interpretando literalmente el pensamiento de su comandante Iris Varela convenció al gobierno de Maduro de armar más de 30 mil delincuentes comunes con el argumento que los antisociales estarían prestos a defender al régimen emulando los batallones de la dignidad de Noriega en Panamá.

El resultado es que hoy hay un inmenso parque de armas en manos de las megabandas que fue entregado por las fuerzas armadas chavistas. No hay manera de inventariar la cantidad y el tipo de armas que el gobierno le entregó a los antisociales, pero seguramente fue una cantidad suficiente para armar un ejército paralelo de 30 mil efectivos. Estas son las mismas armas que exhiben los pranes en las cárceles y las que hoy son usadas por las megabandas en enfrentamientos como los ocurridos en la Cota 905, El Cementerio y la Vega en Caracas.

Para el estado chavista el crimen no solo es un fenómeno con el cual se puede convivir. El crimen se ha convertido en la esencia misma de la política donde no hay diferencias entre lo recto y lo retorcido. Con la justificación que todo lo que conduzca a sostener al estado chavista es aceptable entonces no solo se tolera sino que se estimulan las más variadas prácticas de corrupción que van desde el saqueo que perpetran los miembros del alto gobierno y dirigentes del PSUV contra el tesoro nacional hasta el cobro de comisión de que le hace un General a cualquier ciudadano para llenar el tanque de gasolina. En el medio de esa amplísima gama de actividades ilícitas y criminales está el narcotráfico, el lavado de dólares, el mercado negro de armas, sobornos, prostitución, extorsión, contrabando y un sinnúmero de ilícitos que implican a niveles y sectores que hacen del estado chavista un perfecto ecosistema para el crimen y la impunidad.

La descomposición moral y social al amparo del chavismo es tal que en un plano hipotético es plausible que los comandantes militares y policiales que han dirigido los operativos en la Cota 905, El Cementerio y la Vega en Caracas sean los mismos que le han suministrado las armas a la megabanda de alias “El Coqui” No hay contradicción porque ambos viven del estado criminal. Es imposible que el estado chavista pueda derrotar al hampa porque el crimen está en su ADN. Eso sería como si el chavismo se declarara la guerra a sí mismo.- @humbertotweets

 

 

jueves, 8 de julio de 2021

Desmantelamiento de la FANB chavista dará paso a la milicia

            Este podría ser un momento inmejorable políticamente hablando para el régimen chavista. La falsa oposición se ha declarado en defensa de la agenda electoral del régimen. La llamada comunidad internacional sigue perdida en los pasillos diplomáticos cuyas veredas todas conducen a alargar la vida del estado chavista. Los Estados Unidos y Colombia no parecen tener una estrategia clara para confrontar o al menos detener al régimen chavista y su influencia en la región. El régimen se prepara para una nueva etapa en la cual el chavismo sea aceptado como un hecho irrevocable e irreversible como lo ha sido hasta ahora el modelo cubano. Nada podría ser mejor para el chavismo de no ser por la crisis palpitante en el seno de sus propias Fuerzas Armadas.

Se trata de una crisis difícil de caracterizar porque no es la confrontación entre militares aliados y enemigos del régimen. Las FANB han sido reducidas a ser el brazo armado y policial del gobierno para lo cual ha sido necesaria una purga donde hoy el 99.9% de sus efectivos se consideran a sí mismos chavistas y defensores del socialismo del siglo XXI. Entonces estamos frente a una confrontación entre unos grupos militares chavistas contra otros donde lo que se discute no es la recuperación de la república sino la conducción del régimen y una redistribución de las cuotas de poder.

Nicolás Maduro y Vladimir Padrino López, quienes han llevado adelante el proceso de prostitución y desmadre sistemático de las Fuerzas Armadas están conscientes de la naturaleza clientelar y oportunista de sus oficiales. Por eso para controlarlas han apelado al recurso de fomentar amplia y masivamente la corrupción en sus filas. La podredumbre y la pestilencia es hoy día parte esencial de la cultura del militar venezolano. Todo egresado de la academia militar sabe que para ascender hay que ser adulante y mediocre, todo lo demás sobra. Para estos militares hay toda clase de prebendas, cargos y ascensos que les permitan disfrutar de privilegios que les son negados a millones de venezolanos.

Esta práctica ha sido ejercitada desde tiempos de Hugo Chávez, pero adquirió más fuerza con Nicolás Maduro quien cuenta incondicionalmente con Vladimir Padrino López para llevarla a cabo en el seno de la organización. El precio que paga el régimen por tener a su servicio a una fuerza armada servil es el sacrificio del profesionalismo y la calidad de sus militares. Además la obsesión en su control ha llevado al régimen a un proceso de desmantelamiento de la estructura piramidal tradicional de un ejército para crear un remedo donde lo que proliferan son generales sin tropa. Estimaciones no confirmadas aseguran que las FANB chavistas podrían tener hoy más de 2500 generales ocupando cargos diversos en el gobierno.

Es cierto que los privilegios que el régimen chavista les ofrece a sus militares son un poderoso incentivo para que sean incondicionales y así vacunarlos contra el virus de la conspiración. Si todos están comiendo bien ¿para qué rebelarse? El problema que el régimen parece no detectar es que la política de ascensos indiscriminados basados en compadrazgo y complicidad, y la creación de numerosos cuerpos paramilitares ha multiplicado  problemas estructurales en las FANB chavistas que ya no son capaces de gobernarse a sí mismas sin la compleja negociación entre grupos y mafias donde cada uno controla un territorio o una parte de la organización.

Esta fuerza armada aun con una dirección mediocre puede tener un rendimiento medianamente aceptable al tratar asuntos de orden público interno, es decir para linchar y someter a la población civil. Pero las debilidades y falencias de ese cuerpo armado quedan en evidencia cuando tienen que enfrentarse a cuerpos armados con similar o igual capacidad de fuego tales como las FARC-Gentil Duarte en Apure o las megabandas de El Coqui en Caracas. Es muy probable que su papel sea peor al enfrentar a cuerpos militares profesionales como los ejércitos de los Estados Unidos y Colombia, por ejemplo.

Descartada por ahora una intervención militar internacional el régimen chavista parece dispuesto a pagar el precio de quedarse con una fuerza armada incompetente que lo sostenga. Pero es precisamente en el seno de esa fuerza militar mediocre donde se ha fomentado la angustia de pertenecer a un cuerpo cuyo poder se ha diluido de tal forma que muy bien podría implosionar y desaparecer en un futuro cercano y con él las bondades asociadas a la vida militar. Quizás sea esa precisamente la agenda oculta de Nicolás Maduro y Vladimir Padrino López quienes parecen buscar el desmantelamiento de sus FANB para sustituirlas por una milicia chavista armada. @humbertotweets

 

 

lunes, 5 de julio de 2021

Los grados de lealtad en la FANB chavista

            Si algo ha de ocurrir que perturbe la estabilidad del régimen chavista no será precisamente resultado de unas elecciones. Ni de un estallido social espontáneo como tantas veces se ha invocado. Los operadores de la falsa oposición se han convertido en los mejores abogados del régimen y apuestan por su sostenimiento. El resto de la población venezolana está depauperada luchando por su propia supervivencia diaria y sin una dirección política capaz de dirigir la protesta social. Las opciones de fuerza, vía intervención internacional o fractura interna, lucen inciertas e inviables en este momento. 

            Sin embargo, en un régimen que desde el principio le ha dado beligerancia al factor militar habría que contemplar la crisis interna de las fuerzas armadas chavista como una derivación de las opciones de fuerza que podrían afectar al régimen sin que esto signifique necesariamente que su estabilidad se vea comprometida. No se trataría propiamente de una opción por vías de fuerza para sustituir al régimen sino más bien de una lucha intestina que por vías de fuerza trata de dirimir quien dirige al estado chavista en la nueva etapa.

            Para varios grupos y componentes que operan en las Fuerzas Armadas chavistas Nicolás Maduro es un Comandante en Jefe a quien se le tolera, pero no se le respeta. No es solo el hecho que en un régimen de gobierno militar su jefe no haya salido de las Fuerzas Armadas sino que la percibida y comprobada torpeza del comandante pone en peligro los negocios de las mafias que operan en el régimen. Esta preocupación ha aumentado en las FANB chavistas luego de la derrota militar en Apure, la cual es atribuida directamente a Nicolás Maduro, Vladimir Padrino López y todo el CEOFANB por tomar partido por uno de los grupos de las FARC.

            El justificado temor que podría tener Nicolás Maduro no es a unos falsos opositores que se embarcan en torpes remedos conspirativos y menos aún a los pocos militares que por tomarse en serio la carrera militar están sometidos a la más estricta vigilancia y espionaje por parte de los servicios secretos cubanos. Lo único que en este momento podría inhibir y desanimar a Maduro de participar en desfiles y actos militares en espacios públicos es el temor real a sus propios militares chavistas con acceso a armas, logística e inteligencia para ejercitar su propia agenda.

La desconfianza mutua entre Nicolás Maduro y grupos de las fuerzas armadas chavistas no es nueva y comenzó desde el día que Hugo Chávez lo escogió como su sucesor haciendo a un lado al candidato natural preferido por los militares, el teniente Diosdado Cabello. Las señales no dejan margen a la duda. La seguridad personal de Nicolás Maduro y su familia le fue entregada desde un principio a los cubanos. Además de promover el espionaje de unos grupos sobre otros el régimen usa asesoría y tecnología de marca rusa y china para espiar y controlar a sus propios militares chavistas.

            Desde hace tiempo se incorporó un protocolo de seguridad que obliga a altos oficiales a despojarse de sus armas y teléfonos celulares antes de entrar en contacto directo con Maduro para evitar el riesgo de un atentado. Ni siquiera en aquellas negociaciones entre la falsa oposición y el régimen celebradas en Miraflores con la presencia de Maduro se atrevieron a cachear a los participantes o quitarles sus teléfonos. Tal es la desconfianza que tiene Maduro de sus militares. No debería extrañar que en el futuro les exijan a los altos oficiales despojarse no solo de sus armas y sus teléfonos sino también de todo su uniforme antes de verle la cara a Nicolás Maduro quien quizás así se sentiría más seguro.

            Si algo le ha permitido a Maduro atravesar las traicioneras e impredecibles aguas del mundo militar chavista durante todos estos años ha sido el papel estelar de su incondicional operador Vladimir Padrino López. El Ministro de la Defensa le ha ido limpiando el camino a Nicolás Maduro neutralizando a quienes le adversan e incluso a quienes aun jurando lealtad no lucen lo suficientemente incondicionales. A pesar de las purgas periódicas y sistemáticas para tratar de segregar a oficiales inconformes el rechazo a Maduro y Padrino López sigue ahí latente como un virus que se reproduce y se traspasa de unas promociones a otras en una cadena que parece no tener fin.         

            Aunque el mismo Nicolás Maduro diga que hay normalidad en las FANB chavistas su propio subconsciente lo traiciona. Hace tan solo unos días en el acto de los ascensos militares de este año Nicolás Maduro le pedía a los oficiales militares ser “...cada vez más leales” con el y con su revolución. ¿Más leales? La lealtad es una virtud que se ejercita o no. Igual que el patriotismo. No se puede ser más o manos leal o más o menos patriota. Se es o no se es leal. Al pedirle a los militares chavistas “más lealtad” Nicolás Maduro admite que en las FANB la lealtad tiene diferentes gradaciones que irían de lo  más leal a lo desleal. Esta sería si se quiere su primera e inédita confesión pública que las fuerzas armadas chavistas están, efectivamente, divididas aunque la división sea entre los menos leales, los leales y los más leales a Maduro.- @humbertotweets

 

 

jueves, 1 de julio de 2021

Las luchas intestinas del chavismo

            Los más conspicuos voceros del chavismo Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, quienes además encarnan una guerra, feroz y silenciosa, por el control del estado chavista y del PSUV, son los mejores propagandistas de la presunta unidad monolítica del chavismo. Ambos han contribuido al relato de una fantasiosa y mágica unidad entre los chavistas por encima de las ambiciones y las pasiones. Como si los chavistas envueltos en las luchas por el control del régimen fuesen distintos al resto de los mortales y hasta indiferentes frente a las mieles del poder. Sobre todo a las de un poder descontrolado e ilimitado como el que ha acumulado el chavismo en los últimos veinte años.

Pero la realidad que desafía el relato es la de insalvables y profundas guerras intestinas que se libran en las entrañas del régimen donde a diario se decide cuál facción se queda con el control del estado chavista. No existe tal unidad del chavismo. Lo que hay son complejas alianzas entre mafias que se coordinan para liquidarse unas a otras y en esa guerra a muerte mantener el equilibrio y la operatividad de un régimen que trata desesperadamente de moverse al terreno de la nueva normalidad antes de implosionar. Nicolás Maduro encabeza la facción que hasta ahora se ha impuesto sobre las demás pero su capacidad para mantener funcionando el ecosistema criminal chavista está siendo gravemente cuestionada desde grupos militares.

            Y si queremos encontrar más pistas de donde podría comenzar el desmoronamiento del régimen habría que examinar lo que está ocurriendo en las fuerzas armadas chavistas donde los asuntos partidistas y los militares son una misma cosa. La pelea entre Nicolás Maduro y Diosdado Cabello ha permeado a todos los sectores y niveles del chavismo forzando un  realineamiento de los militares chavistas obligados a escoger entre uno u otro porque ya no hay espacios para una neutralidad que solo podría ser percibida como coqueteo con el adversario.

            Para muchos podría resultar inexplicable que Vladimir Padrino López continúe al frente del Ministerio de la Defensa como militar activo, aunque ha debido ser retirado desde hace ocho años. Pero en el mundo del chavismo se sabe y se entiende que Padrino López es incondicional de Nicolás Maduro y es quien en definitiva le garantiza cierto equilibrio entre los diferentes grupos en pugna en las fuerzas armadas chavistas. Pero la derrota militar en Apure frente a un grupo disidente de las FARC ha creado un fuerte movimiento que pide pública y privadamente las cabezas de Vladimir Padrino López y Nicolás Maduro como principales responsables de la debacle militar. Y quienes están al frente de esto no son militares neutrales o independientes sino chavistas.

            Hace más o menos un año Nicolás Maduro ejecutó una purga en las fuerzas militares y retiró a todos los miembros de la promoción de Diosdado Cabello de 1987 por haber cumplido sus 30 años de servicio. Regla que ha sido deliberadamente ignorada por más de 8 años con Vladimir Padrino López. De los hombres leales a Cabello que fueron jubilados sin preaviso había 2 miembros del alto mando Militar, 2 mayores Generales, 23 generales de brigada y varios altos oficiales que hasta ese día tuvieron mando sobre una tropa.            

El golpe que Nicolás Maduro le propinó a Diosdado Cabello fue tan sorpresivo como certero que Cabello solo atinó a resistir suspendiendo la emisión semanal de su show televisivo y enviando un críptico mensaje a Maduro. Alegando una supuesta alergia Diosdado Cabello se excusaba de hacer su programa y se iba por unos días a la casa a cuidar de sus matas de aguacate al tiempo que tuiteaba: “La mata de aguacate es de polinización cruzada, es decir requiere tener cerca otra mata de aguacate para que intercambien el polen y puedan echar aguacates, de lo contrario echarán flores pero no cuajarán frutos.”

El que Diosdado Cabello no haya confrontado abiertamente con Nicolás Maduro no cancela esa pelea sino más bien la pospone. Y hasta le permite a Cabello mantenerse activo y hábil en el mundo chavista para entenderse con Maduro y liquidar a otros adversarios comunes mientras espera pacientemente por un evento fortuito o sobrevenido que incline la balanza a su favor.

Sería un error pensar que esa es la única confrontación en el seno del chavismo. Hay muchos otros grupos en pugna en los estados, en las fuerzas armadas chavistas, etc. La mayoría de estos grupos tienen ya una cuota de poder importante en el gobierno y la lucha es feroz para tratar de controlar la totalidad del estado chavista. Con su entreguismo al régimen la falsa oposición ha dejado de ser un dolor de cabeza para el chavismo y la atención de estas facciones se ha centrado en las luchas internas.

La violencia del estado chavista que antes se aplicaba a los opositores ahora está dirigida a perseguir adversarios internos que pueden terminar misteriosamente asesinados, desaparecidos o encarcelados. Los casos de Carlos Lanz y Miguel Rodríguez Torres, entre muchos otros, resultan emblemáticos de estas guerras intestinas que se libran en el seno del régimen donde las facciones en lucha tienen algo en común: La acumulación de logística y poderosas armas de fuego en estos veinte años y su disposición a usarlas en contra de sus adversarios internos en caso de ser necesario.- @humbertotweets