jueves, 31 de marzo de 2022

Ucrania a través del Esequibo

            Hace unos días me contactó un alto oficial de las Fuerzas Armadas Chavistas para celebrar con sarcasmo mi supuesta conversión de fanático pitiyanqui a furibundo defensor de Rusia y Vladimir Putin en el conflicto con Ucrania. Le respondí que detrás de esa aparente contradicción hay una comprensión de la geopolítica desde la perspectiva de la dialéctica de imperios. Esta elaboración teórica del filósofo español Gustavo Bueno nos permite quitarle la connotación negativa a la palabra “imperio” para dejarla con los elementos sustanciales que permitan denominar y explicar a unos Estados que se transforman en más poderosos que otros. A diferencia de la basura ideológica y propagandística que hoy se enseña en la Academia Militar en Venezuela, Imperio e Imperialismo no son ni buenos ni malos sino realidades que están continuamente operando y no se pueden ignorar.

Este oficial militar muestra el pensamiento promedio de muchos oficiales que han salido de la Academia Militar con la cabeza llena de consignas “antiimperialistas” y graves deficiencias teórico-políticas para comprender situaciones complejas como la confrontación Rusia-Ucrania y sus repercusiones. Este es el tipo de razonamiento básicos que en los primeros días del conflicto animó a los chavistas a exclamar exaltados “Si se prende un peo, con Rusia me resteo.” Lo que sigue es la síntesis de los argumentos que compartí con este oficial.

El súbito giro del régimen chavista de Nicolás Maduro dispuesto a venderle petróleo a los Estados Unidos y a ofrendar la ceremonia con las banderitas de ambos países ha resquebrajado el piso teórico en el que se mueven los militares chavistas. De la veneración a la imperialista Rusia en agradecimiento por su apoyo militar ahora la Venezuela chavista cambia de amo y se lanza a los pies de su más insospechado protector: El gobierno demócrata de Joe Biden. Se entiende que el chavismo apuesta por un levantamiento de las sanciones y el comienzo de una nueva era en sus relaciones con los EEUU lo cual será clave para que sigan en el poder. No importa que el precio sea arrodillarse y besarle la mano al imperio norteamericano. Pero también queda claro que las consignas antiimperialistas de los chavistas nunca han dejado de ser más que una postura demagógica sin ningún sustrato político o filosófico.

Bajo la retórica patriotera y demagógica del chavismo en realidad se enmascara uno de los regímenes más vendepatria y antinacionalista que Venezuela haya conocido. Traición a la patria ha sido una práctica recurrente del chavismo siempre dispuesto a disolver el territorio de la nación venezolana con tal y continuar en el poder. El abandono de la defensa de las fronteras para ceder esos territorios a guerrilleros y paramilitares son la evidencia de esta nefasta práctica.

El desgano del régimen chavista en la defensa del Esequibo nunca irá más allá de unas consignas ridículas y unas diligencias administrativas ante la Corte Internacional de Justicia. Sobre este tema pareciera que se ha impuesto una sólida, sórdida y silenciosa conspiración entre chavistas y falsos opositores para aceptar como irreversible el despojo formal del Esequibo. Despojo formal porque desde el punto de vista material es un territorio que Venezuela no controla. Las tierras están en manos de Guyana y las aguas de la ExxonMobile con una licencia especial emitida por los EEUU que le ha permitido seguir entendiéndose con el régimen chavista a pesar de las sanciones.

A los militares chavistas, hoy confundidos ante el súbito cambio de seña de su gobierno hay que explicarles la confrontación Rusia-Ucrania a través del Esequibo. Ucrania históricamente siempre fue parte de Rusia y una decisión administrativa de la Unión Soviética la elevó a categoría de república sin llegar a serlo en la realidad. Caída la Unión Soviética esta república artificial creada por la vía de los hechos adquiere entidad propia en una estrategia a largo plazo de los Estados Unidos y la OTAN para mantener en jaque a la nueva Rusia. No se puede abordar un examen del conflicto dejando a un lado que Ucrania siempre fue Rusia y su territorio es parte del espacio vital de la actual Federación Rusa.

Tan esencial es el territorio de Ucrania para Rusia como el Esequibo para Venezuela. Hay suficiente evidencia histórica y geográfica para reivindicar el Esequibo como parte integral del territorio venezolano. Lamentablemente las opciones para que Venezuela lo recupere se han agotado en el tiempo y han quedado disueltas en un escabroso camino de inconsistencias y equivocaciones. No es difícil pronosticar que muy pronto Venezuela será víctima de este despojo según las regulaciones de un derecho internacional, inexistente como tal derecho, que opera efectivamente como justificación a decisiones geopolíticas de los imperios.

Ver a Ucrania a través del Esequibo significa, salvando las distancias y las diferencias, que en los próximos 100 años cuando Venezuela sea otra y cuente con unas Fuerzas Armadas verdaderamente patriotas y nacionalistas podría ocurrir un intento de recuperar ese territorio mediante una acción militar. Entonces se dirá de Venezuela, sin ser una potencia mundial, lo que hoy se dice de Rusia por apelar a la guerra y no a la negociación diplomática. Nadie querrá escuchar las razones y los argumentos de Venezuela porque será más fácil condenarla en nombre de la democracia, la libertad y el derecho internacional por agredir a un país vecino.

Situaciones como las de Ucrania y el Esequibo son producto de la inercia y la ausencia de firmeza para tomar decisiones que caracteriza a la mayoría de políticos y diplomáticos. Cuando estas crisis afectan la capa basal de un estado, o sea su territorio y sus riquezas, el agotamiento de las opciones políticas lleva irreversiblemente a su corrección por la vía de la guerra.- @humbertotweets

lunes, 28 de marzo de 2022

Mientras tanto en Venezuela…

            Continúa la guerra entre Rusia y Ucrania con un desenlace que es muy difícil predecir pero con claras consecuencias que si se pueden anticipar. Independientemente de quien gane la guerra el mundo tal como lo conocemos ya no será igual y los próximos años prometen ser difíciles. Haciendo a un lado la hipótesis de una confrontación nuclear entre Rusia y los Estados Unidos con sus aliados de la OTAN que significaría el principio del fin, ya la economía mundial ha sido afectada y lo será más aún en las décadas que vienen. Igualmente las reacciones diplomáticas y políticas entre la mayoría de los estados han sido alteradas para provocar nuevos realineamientos.

            Esta crisis parece que le cayó como regalo el cielo al estado chavista en Venezuela. Súbitamente el estado chavista se encuentra en la posición privilegiada de continuar recibiendo el apoyo militar de Rusia y China pero ahora santificado por la administración Biden de los Estados Unidos urgida en comprar petróleo venezolano en su guerra definitiva contra Rusia.

            Sin embargo, pareciera que de los EEUU hay más razones geopolíticas que la mera necesidad de comprarle petróleo a Venezuela y así ayudar a financiar y estabilizar al de otra forma inestable estado chavista. No podría ser solamente petróleo la razón del acercamiento de los Estados Unidos al régimen chavista por cuanto hasta la Colombia de Duque protestó alegando que USA podría comprar su petróleo siendo este un país mucho más confiable que Venezuela.

            Podemos especular que esta carrera de última hora por sumar aliados en su guerra contra Rusia los EEUU por fin se han acordado de que aún existe una zona llama “América para los americanos” que a pesar de existir en su área de influencia ha sido históricamente desplazada de la agenda política norteamericana para privilegiar sus intereses (¿pretensiones?) en Europa y el medio oriente.

La gravedad de la actual coyuntura quizás aconseja a los Estados Unidos a hacer las paces con regímenes como los de Venezuela aunque esto signifique revertir su apoyo diplomático y simbólico al llamado gobierno interino de Juan Guaidó para seguir entendiéndose con el gobierno realmente existente que es el que preside Nicolás Maduro. Ya se quejaba amargamente el periodista Leopoldo Castillo reclamando que USA había dejado a Guaidó como un bolsas. Y tiene razón.

La consecuencia inmediata de esta nueva política de los Estados Unidos sería un levantamiento de las sanciones al régimen chavista que le permitiría nuevamente acceso a dólares y recursos para seguir operando. Varios economistas venezolanos anticipan que con este flujo de recursos se sentirán algunas mejoras en la economía antes de finales de año. Hay incluso quienes se atreven a pronosticar que la recuperación será tal que Nicolás Maduro quizás no necesite hacer fraude para ganar las elecciones del 2024, riesgo que por supuesto los chavistas jamás aceptarían.

Sin embargo, lo fundamental de la crisis de estado que vive Venezuela se mantiene. El chavismo promueve el caos social e institucional como una estrategia de control garantizada por órganos que responden a sus intereses parciales y no a los de la nación venezolana. Si hay más recursos será una bendición para Bolichicos y Boliburgeses que ahora tendrán aún más privilegios y oportunidades de saqueo a diferencia del resto de los venezolanos que solo sentirán el cambio con más variedad en las cajitas CLAP. Las fuerzas armadas siguen al servicio del estado chavista con algunos enfrentamientos entre grupos por razones estrictamente clientelares pero sin posibilidad de un quiebre que ponga en peligro la estabilidad del régimen.

Por su parte la falsa oposición, advertida como ya lo está que esta es su última oportunidad para entrar por el aro chavista, intenta desesperadamente encontrar formas de acoplamiento con el régimen que satisfagan sus cuotas de poder y a la vez lavarse la cara frente a su propia clientela. Las negociaciones en curso tendrán que abordar tarde o temprano el tema de un cronograma para desmantelar al Interinato y la forma como la falsa oposición participará en unas elecciones que serán en el 2024 y no antes por decisión del chavismo.

Estamos frente a un estado chavista que coyunturalmente está favorecido por la situación internacional y una falsa oposición urgida en llegar a acuerdos para cohabitar formalmente con él. Una recuperación modesta de la economía en Venezuela (lo cual habrá que ver) difícilmente saque a los millones de venezolanos que viven en modo permanente de supervivencia sin condiciones materiales o emocionales para plantearse una lucha que vaya más allá del día a día.

Quienes entendemos que un régimen como el chavista, que ahora muta al madurista, no sale por vías democráticas sino producto de una ruptura, crisis interna, o por vías de fuerza estamos obligados a reevaluar alternativas para liquidar al régimen partiendo de una valoración realista de la coyuntura actual. Descartada la posibilidad de una intervención militar internacional y de una fractura militar interna la opción jamás podría ser entregarnos en brazos de la falsa oposición que representa idénticas prácticas clientelares y disolventes que el chavismo.

La masiva abstención es un signo alentador porque indica que hay un espacio para articular una alternativa política distinta al chavismo y a la falsa oposición desde una perspectiva nacionalista, patriótica y republicana. Pero, ¿Cómo construir una oposición política diferente sin un clima de garantías para la integridad personal en un ambiente donde los verdaderos adversarios del régimen son encarcelados, torturados y asesinados? Mientras el mundo es sacudido por eventos cruciales frente a los cuales no podemos ser indiferentes, en Venezuela los venezolanos tenemos que decidir cómo resolver nuestras propias crisis. Repetir el mismo camino que hemos recorrido desde 1999 hasta ahora muy probablemente nos dejará en el mismo sitio dentro de veinte años. No podemos quedarnos paralizados por la sorpresa o la confusión, tenemos que hacer algo, pero distinto a lo que hemos hecho hasta ahora.- @humbertotweets

jueves, 24 de marzo de 2022

La otra derrota de Fukuyama

            Mientras la confrontación militar Rusia-Ucrania se mantiene en pleno desarrollo aumenta el interés de estadistas, académicos y analistas sobre posibles desarrollos y desenlaces de este conflicto. Muchos análisis y reportes han circulado que tratan de calibrar el peso militar de cada parte con sus aliados para extraer conclusiones que permitan anticipar un fin del conflicto con una victoria y una derrota.

Lamentablemente esta línea de pensamiento que podríamos denominar dualista o dicotómica le otorga la categoría de “guerra” o lo que en nuestra opinión es tan solo una batalla dentro de una guerra global para disputarse la hegemonía mundial entre los Estados Unidos, Rusia y China. En otras palabras, más allá de las causas de carácter histórico, político o territorial que podrían animar tanto a Rusia como a Ucrania lo que en realidad está en el fondo del conflicto es la pretensión de Rusia de ser una potencia clave en el tablero mundial y la de Estados Unidos de desmantelar a Rusia para tener el control total de ese tablero de ajedrez con un solo jugador.

Sin ningún tipo de prejuicios y más allá de ideologías el filósofo español Gustavo Bueno caracterizó este tipo de confrontación como una verdadera dialéctica de imperios. Desde el materialismo político Bueno plantea que la confrontación entre unos imperios con otros para definir una situación de hegemonía ha sido una constante en la historia y seguirá siendo así mientras existan los estados como sociedades políticas. Más aún, agrega Bueno que la historia de la humanidad no es la historia de la lucha de clases ni la de un hombre en abstracto sino la historia de los imperios.

Quitándole a la idea de imperio en sentido político la connotación negativa marxista lo que nos queda es un estado más fuerte que manteniendo sus fronteras establece relaciones de coordinación de carácter político, cultural y económico con otros estados más débiles. Es lógico que en esa lucha permanente por la hegemonía entre imperios se genere una suerte de equilibrio entre ellos  basado en pesos y contrapesos que cuando son alterados al extremo de poner en peligro la existencia de uno de ellos es necesario acudir a la diplomacia o la guerra para resolverlo.

Nada más metafísico e iluso que aspirar a una paz perpetua como proponía Kant y hoy invocan los neokantianos. Lo más a lo que podemos aspirar es que los estadistas usen su prudencia y sabiduría para extender lo más que se pueda el periodo que va de una guerra a otra, pero entendiendo que irreversiblemente la paz no es más que un espacio que nos separa entre guerras. Esto no quiere decir necesariamente que la sucesión de imperios tiene que ser violenta como ya lo vimos con el colapso de la Unión Soviética pero esta modalidad parece ser más la excepción que la regla.

Justamente con el desplome de la URSS Francis Fukuyama, entonces asesor del Departamento de Estado Norteamericano presentó su teoría del fin de la historia. Tras esa expresión arrogante había un intento por explicar que con la caída del comunismo la humanidad avanzaba hacia el triunfo definitivo de las democracias liberales lideradas por los Estados Unidos como modelo político lo cual nos llevaría a la definitiva paz perpetua kantiana, el fin de la historia pues.

Los hechos y la historia derrotaron la tesis de Fukuyama. Las guerras siguen, la historia continua. El modelo de democracia liberal occidental que se quiso imponer en Irak y Libia fracasó estrepitosamente. El mismo modelo político que opera más como un estado clientelar de partidos muestra insalvables contradicciones en los Estados Unidos y en otros países del mundo. La aspiración de un mundo unipolar luego de la debacle soviética es una idea quimérica hija de la ilusión creada por “el fin de la historia''. La realidad se impone y muestra el surgimiento de estados como China, India e Irán dispuestos a disputarle la hegemonía política, económica y cultural a los Estados Unidos. Y por supuesto la resurrección del imperio ruso de las cenizas del estado soviético.

En su visión dualista y maniquea de buenos y malos, de vencedores y vencidos,  Francis Fukuyama escribió recientemente un artículo donde explica las razones políticas y militares por las cuales él cree que Rusia sería derrotada en su confrontación con Ucrania. Luego de una serie de consideraciones sobre posibles errores tácticos y estratégicos de Rusia Fukuyama concluye que la derrota de Rusia llevará a un renacimiento de la libertad y a una reafirmación de la idea de democracia global. Según Fukuyama el espíritu de 1989 sigue vivo, larga vida al fin de la historia.

Insistiendo en su mismo error de 1989 Fukuyama ahora es incapaz de ver más allá de la feroz batalla que libran las tropas de Rusia y Ucrania. Fukuyama invita a celebrar por anticipado el resultado de una guerra que bien podría terminar en hecatombe nuclear. Y es que aún sin un desenlace nuclear y ante una hipotética derrota de Rusia esta confrontación entre imperios (guerra) continuará mientras Rusia siga en el mapamundi. Aun con una derrota militar en Ucrania Rusia es una realidad que no se podría ignorar y las consecuencias geopolíticas de este conflicto afectan definitivamente la visión de un mundo unipolar controlado desde Washington.

En este sentido la visión metafísica e ilusa de Fukuyama será derrotada nuevamente por la realidad. Habrá más conflictos y guerras para definir la hegemonía de los imperios. Es imposible aspirar a un mundo unipolar donde un solo jugador controla todo el tablero. El modelo de democracia liberal expresada en estado de partidos será sometida a prueba. Las etiquetas de izquierda y derecha no son suficientes para abordar la política. Es evidente el surgimiento de tendencias que buscan reafirmar el papel de los estados en un mundo multipolar enfrentadas a los globalistas que buscan debilitar a los estados en un mundo unipolar. La historia continúa y no ha terminado, muy a pesar de Fukuyama.- @humbertotweets

lunes, 21 de marzo de 2022

Una guerra sin justificación, pero con causas

            La crisis militar Rusia-Ucrania ha permitido que circulen por todo el planeta ríos de propaganda tratando de justificar una u otra posición. Es el otro campo de batalla, el de las redes sociales y la opinión general donde se intenta legitimar una opción militar y condenar la otra. Estas campanas circulan en forma muy fluida la mayoría de las veces camufladas de “información” (que nunca es objetiva) y “análisis” (Que siempre son tendenciosos). Esto complica la comprensión de una situación de por sí ya compleja y además produce efectos perniciosos cuando militares y políticos usan esas piezas de propaganda para basar sus decisiones.

            El relato dominante hoy en redes sociales y medios condena la acción militar de Rusia contra Ucrania simplificando el conflicto a una presunta confrontación entre democracia liberal y autoritarismo o mejor aún a una batalla épica y definitiva  entre el bien y el mal. Desde esa nebulosa es prácticamente imposible entender la complejidad de la crisis y menos aún construir posibles alternativas que conduzcan a una paz negociada. La incapacidad para entender la naturaleza de esta confrontación combinada con otros poderosos intereses geopolíticos, militares y financieros que entran en juego multiplican en forma exponencial el daño humano y económico no solo para Ucrania y Rusia, en primer término, sino también para Europa y el resto del mundo. No hay espacio para mantenerse ajeno o neutral frente a un conflicto de estas dimensiones que nos alcanza a todos.

            El recurso preferido de “periodistas” y “analistas” es exponer la crisis partiendo de la crisis misma haciendo abstracción, deliberadamente, del contexto y, lo más importante, los antecedentes y causas. Esto permite armar versiones tales como que un buen día Vladimir Putin enloqueció y decidió invadir Ucrania y al resto de países de Europa. Pareciera entonces que estamos frente a un conflicto que estalla hoy (entendiendo este hoy en un horizonte temporal de 25-30 años) y que no es el resultado de una sucesión de eventos relacionados que nos han traído hasta aquí.

            Hay abundante literatura académica que explica como Ucrania siendo parte integral de Rusia fue desmembrada por una conveniente decisión administrativa de la Unión Soviética. Con el tiempo la creación de esta suerte de república artificial se convirtió en una realidad geopolítica en las guerras proxy contra Rusia y además alojando en su seno una variedad de grupos ultra nacionalistas que encontraron en el neo nazismo y el neo fascismo ideologías para justificar su propósito separatista.

            Con el derrumbe de la URSS esa creación artificial soviética llamada Ucrania se ve ahora reconocida en el concierto de las naciones como una república independiente y soberana. Esta es una realidad geopolítica con la cual la Rusia post soviética tendrá que convivir al igual que con otras repúblicas que fueron parte de la URSS y ahora están en su frontera.

            La desaparición de la Unión Soviética produjo ipso facto la desarticulación del Pacto de Varsovia, alianza militar que agrupaba a los aliados de la URSS. Extinguida la amenaza soviética contra las democracias occidentales la desaparición del Pacto de Varsovia ha debido llevar de inmediato al desmantelamiento de su contraparte la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Aunque esto fue parte de lo que formalmente se le ofreció a la Rusia post soviética como garantía para su propia seguridad como potencia lejos de ser así la OTAN no solo continuó sus operaciones como siempre sino que emprendió la incorporación de antiguas repúblicas que pertenecieron en el pasado a la órbita soviética.

            La razón para esta política fueron los temores de estas repúblicas ante una eventual resurrección del poder soviético esta vez encarnado en una Rusia con obvias y evidentes pretensiones imperiales. Estos miedos fueron hábilmente manejados por el llamado complejo militar industrial de los Estados Unidos, a través de las políticas del Departamento de Estado Norteamericano, que se dio a la tarea de exacerbar la desconfianza y crear condiciones para justificar la expansión geopolítica y militar de la OTAN lo cual se traduce en ventas de armas sofisticadas y tecnología militar a sus nuevos clientes, ahora parte de la alianza militar.

            No pocos catedráticos y estadistas norteamericanos han advertido desde 1991 que la expansión de la OTAN hasta las fronteras con Rusia sería interpretada por esta como una agresión directa y provocaría eventos de consecuencias imprevisibles. Y es que tanto derecho tiene la Rusia de Putin de sentirse amenazada por la instalación de armas nucleares en sus fronteras y áreas de influencia como en su momento lo tuvo los Estados Unidos de Kennedy cuando la Unión Soviética instaló sus misiles en Cuba, a escasos minutos de la plataforma continental norteamericana.

            Estamos frente a un conflicto que ha sido cuidadosamente planificado y que ha podido ser evitado. Es decir, si de verdad la vida de los ucranianos importa, como dicen los voceros de la OTAN, en lugar de enviar armas a Ucrania lo que deberían estar haciendo en este momento es emprender una negociación directa con Rusia para detener la guerra. Por el contrario vemos como los países “aliados” de Ucrania quieren seguir suministrándole  armas y usarla como proxy en su objetivo de enfrentar a Rusia.

Es curioso que cuando Volodymyr Zelensky  declarara hace unos días que Ucrania no debería ser parte de la OTAN,  sus “aliados”, y entre ellos el más vocal de todos los EEUU, guardaron silencio. Porque en definitiva las condiciones que plantea Rusia para resolver este conflicto son muy claras: Que no se instalen armas nucleares y bases misilísticas en sus fronteras y que no se acepten más países vecinos en la OTAN. Solo quienes viven del negocio lucrativo de la guerra pueden encontrar estas condiciones como irracionales.

En el centro de este conflicto están los ucranianos, víctimas de los bombardeos rusos, del ejército de Zelenski que los usa como escudos humanos y de los negocios del complejo militar industrial norteamericano con la OTAN. No hay razones para evadir una negociación directa con Rusia y prolongar el sufrimiento humano en Ucrania. Tal como lo dijo el geoestratega chino Lanxin Xiang quien dirige el Institute of Security Policy de Shanghai, esta es una guerra que no tiene justificación, pero sí causas.-  @humbertotweets

jueves, 17 de marzo de 2022

Los EEUU en la guerra equivocada

            Es posible que el papel de los Estados Unidos de Norteamérica como potencia imperial se deteriore aún más bajo la dirección del partido demócrata y la alianza de intereses globalistas y progresistas que hoy imponen la agenda del Departamento de Estado. Se trata de un proceso que comenzó hace años y que en nombre del globalismo y el liberalismo económico borró las demarcaciones ideológicas entre republicanos y demócratas hasta el punto de hacerlas inexistentes y abrazar ambos partidos los mismos intereses.

            Esto sería muy positivo para la nación norteamericana si los intereses abrazados fuesen los de los Estados Unidos y no otros. Pero lo que en realidad ha ocurrido es que se ha conformado un estado dentro del estado identificado por algunos como el “estado profundo” que desborda las diferencias entre republicanos y demócratas para establecer una política que, atendiendo a sus interese íntimamente conectados con el complejo industrial militar y la transnacionalización de la economía, es presentada como la política del país.

            Como resultado de esa agenda del estado profundo el imperio norteamericano hoy es más dependiente que nunca del parque industrial de China y del comercio legal e ilegal de armas convencionales y sofisticadas, estas últimas incluso con capacidades nucleares. Veamos.

            En lugar de fortalecer sus industrias y sus clases trabajadoras los Estados Unidos desde finales de los años 60 alentó a sus corporaciones a buscar mano de obra barata fuera del país para así mantener precios bajos para los más variados productos de consumo masivo desde comida, electrónicos y vehículos. Así, la globalización significó para los Estados Unidos de Norteamérica convertirse en el productor número uno de tecnología que acudía a otros países para ensamblar o manufacturar sus productos logrando la ventaja competitiva de bajos costos.  Esta política permite, por ejemplo, que un teléfono inteligente se pueda comprar en los EEUU en 500 dólares porque fue elaborado con mano de obra barata en China. De haberse producido en el país costaría probablemente tres o cuatro veces más. Y así ocurre con la ropa, los electrodomésticos, la comida, los carros, etc.

            La dependencia -¿adicción?- de los Estados Unidos con respecto a la industria China no puede ser menos que enfermiza. Solo basta echar una mirada al interior de cualquier hogar en Norteamérica y constatar que está literalmente minado por productos “Made In China”. Pero la dependencia no es solo con respecto a productos baratos fabricados con tecnología norteamericana, también hay una gran debilidad de la elite política demócrata y republicana que recibe favores y financiamiento de China para a cambio aprobar políticas arancelarias laxas y débiles frente al dragón asiático.

            La otra gran adicción que ha estimulado el estado profundo es la producción de armas y sofisticada tecnología militar para impulsar al ya pujante complejo militar industrial norteamericano. El negocio de armas y tecnología militar se lucra de una y solo una actividad: La guerra. Sin guerras no hay ganancias, de manera que si no hay guerras hay que provocarlas para mantener ese circuito económico. Por esta razón compañías norteamericanas que actúan en forma directa o a través de intermediarios son los principales proveedores de armas en casi todas las regiones del planeta donde hay conflictos armados.

            Además del suministro de armas y tecnología está el otro gran negocio de arrasar países y regiones con un ejército, en nombre de la libertad y la democracia, para luego regresar a reconstruir desde las cenizas en operaciones de billones de dólares que involucran contratistas de servicios y obras en “misiones de ayuda internacional”. En nombre de la seguridad nacional de los EEUU y sus aliados se articulan pactos y acuerdos con otros estados que siempre necesitan sustantivar a un enemigo para mantener activos los negocios del complejo industrial militar norteamericano.

            Estas políticas del estado profundo se estrellaron con la impredecible victoria de Donald Trump en el 2016. Con una visión racional en defensa de los intereses de los Estados Unidos de Norteamérica como país y la salvación y fortalecimiento del imperio norteamericano Trump propone enfrentar la dependencia de China y sacar a los EEUU del negocio de la guerra o al menos hacerlo en forma más prudente y eficiente para la nación norteamericana. La expresión de esta nueva política sería intentar revertir el proceso de desmantelamiento de las industrias norteamericanas promoviendo la industria nacional y altos aranceles a productos elaborados en China. De la misma forma Trump impulsó la salida de los EEUU de la OTAN y detener el financiamiento norteamericanos para otros ejércitos y guerras en el mundo.

            Ambas políticas constituyeron un ataque al corazón de los intereses del estado profundo que desde adentro se ocupó en sabotear la administración Trump hasta el punto de reproducir condiciones institucionales ideales para provocar un fraude electoral masivo que sacara a Trump del poder. Por si esto fuese poco la visión de Trump de tener en Rusia más a un aliado que a un adversario era una afrenta a los burócratas del departamento de estado que aún insisten que Rusia y Vladimir Putin son una amenaza comunista contra Norteamérica. La Rusia de hoy es de economía capitalista y al igual que los EEUU y China busca reafirmar su presencia imperial en sus áreas de influencia. Por reconocer esto Trump fue calificado como traidor a la patria por las corporaciones mediáticas y de redes sociales al servicio del estado profundo.

            El actual conflicto entre Rusia y Ucrania es una exitosa fabricación del estado profundo norteamericano que atiende a los intereses del complejo industrial militar. Esta conjugación de intereses militares y financieros viven del negocio de la guerra y aun cuando las razones objetivas para la existencia de la OTAN desaparecieron con la caída de la Unión Soviética han creado nuevas excusas para mantener y ampliar su poder militar. Esta política es prisionera de la creencia que la actual Rusia es la misma Unión Soviética comunista  de ayer y por tal es una amenaza que debe ser confrontada. El objetivo final de esta política es fragmentar a Rusia por la vía de múltiples conflictos regionales internos y movimientos separatistas para luego promover una versión europea y potable de los Balcanes.

Es un objetivo torpe en lo políticos pero seguramente exitoso en lo financiero. La ejecución de esa política encontrará resistencia no solo de la propia Rusia sino de países como China e India y también de reconocidos archi enemigos de Norteamérica como Irán y Corea del Norte. Si esta política triunfa sería un fracaso en lo geopolítico para los propios Estados Unidos que tendrán que lidiar con más repúblicas inestables tipo Ucrania en manos de milicias ultranacionalistas con inspiración nazi y la capacidad de desatar enfrentamientos a escala nuclear. Pero al mismo tiempo sería un rotundo éxito para el complejo industrial militar protegido por estado profundo norteamericano que había encontrado nuevos clientes para sus productos en las nacientes repúblicas “democráticas y soberanas''.

Una vez más, desde el punto de vista de su política doméstica y su geopolítica, los EEUU se han embarcado en la guerra equivocada. En lugar de usar a Ucrania como punta de lanza para intentar audazmente desmembrar a Rusia los Estados Unidos deberían replantear sus relaciones con Rusia y China sobre la base de un reconocimiento mutuo a la influencia en sus respectivas plataformas continentales en un mundo multipolar cada día más amenazado por los ultranacionalismos, los separatismos y el fundamentalismo musulmán. Se requeriría de otro terremoto político tipo Trump que provoque un cambio de curso de 180 grados en la política del estado norteamericano. Este giro quizás no sea lo más popular y aplaudido hoy, pero si los EEUU quisieran mantenerse como potencia imperial, es lo prudente.- @humbertotweets

lunes, 14 de marzo de 2022

El conflicto Rusia-Ucrania visto desde Venezuela

            Lo primero que comprendimos cuando estalló la crisis militar entre Rusia y Ucrania es que no podíamos los venezolanos saltar a condenar a Rusia o apoyar a Ucrania sin antes lograr un entendimiento cabal de los  coletazos de esa crisis en Venezuela. En la confrontación de intereses geopolíticos los nuestros (los de los venezolanos que luchamos contra el chavismo) parecieran estar en contradicción con los de Ucrania como país sin que esto signifique condonar agresiones contra la población civil aún en situación de guerra.

Pero es que la presión de las corporaciones mediáticas y los dueños de las redes sociales va en dirección de condenar a Rusia y a todo aquel que se atreva a dudar de la opinión hoy hegemónica. Más allá de las opiniones personales que cualquiera pueda tener lo que nos interesa hoy es examinar la situación desde un punto de vista geopolítico en su impacto sobre la situación en Venezuela haciendo a un lado consideraciones de tipo psicológico e incluso propagandístico.

            No es cierto que la intervención militar que pide Ucrania a los Estados Unidos y la OTAN tenga similitudes con la intervención militar internacional que en algún momento pedimos para Venezuela. Ucrania está en el centro de un conflicto que ha sido creado artificialmente para ponerle un freno a la expansión imperial de Rusia. Es legítimo que Rusia en el ejercicio de sus capacidades imperiales quiera retomar el control de Ucrania que, antes de la maniobra de los comunistas soviéticos, era parte integral de Rusia y no algo distinto.

            También es legítimo que los vecinos de Rusia administren sus temores y vean en esa acción una amenaza para sus propios países. Tan legítimo como el derecho que podría asistir a cualquier ucraniano de enfrentar por la fuerza las pretensiones rusas. Lo que cambia toda la dinámica es la torpe decisión de los Estados Unidos nuevamente convertido en policía del mundo, bajo la dirección de los demócratas, de sumarse al coro de otros países que ven en esta coyuntura la justificación para enfrentar a una Rusia que acusan de autoritaria, imperialista y enemiga de la civilización occidental.

            La Rusia autoritaria y capitalista de hoy nada tiene que ver con el régimen comunista soviético de ayer, aunque algunos insisten en darle vida a ese espectro. De hecho la Rusia de hoy podría tener más intereses geopolíticos y culturales con Occidente que la propia China tan favorecida por la administración demócrata en los EEUU. Sin embargo, la narrativa dominante en los medios norteamericanos es a condenar el expansionismo ruso de su plataforma continental muy parecido, por cierto, a lo que hizo en su momento los Estados Unidos tomando control de extensas áreas de México y comprando a precio de ganga la zona de Alaska precisamente de los rusos.

            Casi que por impulso reflejo deberíamos salir a condenar la acción de Rusia contra Ucrania por el hecho de que Rusia ha sido clave e instrumental en el sostenimiento militar del régimen chavista. Por lo que la instalación de las bases militares rusas en Venezuela significan y por la disposición que tiene el régimen chavista de cederle el territorio a cualquier país dispuesto a confrontar militarmente con los EEUU es por lo que las razones para pedir una intervención militar internacional no eran sólo domésticas sino geopolíticas. La disposición del régimen chavista de poner el territorio venezolano a la orden para instalar armas de largo alcance es una amenaza real para la seguridad continental de los Estados Unidos más incluso que el control de Ucrania por parte de Rusia. Aunque el gobierno ucraniano insista en hacer de su guerra la tercera guerra mundial involucrando a más países en contra de Rusia.

            Para los venezolanos que estamos en una guerra a muerte contra el régimen chavista condenar a Rusia y apoyar al gobierno de Ucrania nos pone automáticamente del lado del grupo de países -¿intereses?- liderados por los Estados Unidos e Inglaterra que ahora proponen financiar al chavismo levantándole las sanciones internacionales y comprándole  petróleo. Según los EEUU Rusia es enemiga de Occidente y comprarle petróleo sería financiar su maquinaria de guerra. Los operadores del partido demócrata resolvieron que entonces era preferible financiar la maquinaria represiva del chavismo que ahora se encuentra en una posición privilegiada de la mano de su más insospechado aliado, el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.

            No vamos a ahorrar palabras de apoyo y solidaridad con el pueblo ucraniano que hoy es víctima de poderosos intereses financieros y militares que los han usado para provocar un conflicto con Rusia. Si hay que buscar culpables al sufrimiento de los ucranianos no solo se puede acusar a Rusia sino a los Estados Unidos y los demás países de la OTAN que usan a Ucrania como proxy en su guerra imprudente contra Rusia. Con el mayor pragmatismo estos países alientan la posición de Ucrania y le suministran poderosas armas al tiempo que se excusan de no acordar una zona de exclusión aérea con el pretexto que eso sería interpretado como un acto de guerra directo contra Rusia como si el suministro de armas y el embargo internacional ya no lo fueran.

Tampoco los venezolanos podemos aceptar que se nos acorrale a escoger entre apoyar a los oligarcas de la Rusia de Putin y los de la Ucrania de Zelensky. Nuestra posición debe ser prudente, no neutral. Y en el ejercicio de esa prudencia para defender nuestros propios intereses y no otros estamos obligados a condenar a los verdaderos responsables del conflicto entre Rusia y Ucrania y a denunciar  a todo aliado del régimen chavista que le apoye en forma militar o económica, llamase Rusia o Estados Unidos.- @humbertotweets

jueves, 10 de marzo de 2022

Las consecuencias de apoyar a Ucrania

            Conocedores del apoyo militar ruso al régimen chavista y de la política blandengue de los Estados Unidos (hoy establecida por el partido Demócrata) frente al chavismo desde un principio hemos propuesto una posición pragmática frente al conflicto entre Rusia y Ucrania que anteponga los intereses de Venezuela por encima de otros. En otras palabras, aun entendiendo que hay especificidades propias en la confrontación de Rusia con Ucrania nuestra posición tiene que ser definida desde la perspectiva de los venezolanos que buscamos derrocar al régimen chavista y no desde otra. Condenar o apoyar la acción militar de Rusia en forma apurada y gratuita con base a otros intereses es hacer política desde el ángulo de la ingenuidad y trabajar ciegamente al servicio de no se sabe quién.

            Poco o nada podemos los venezolanos influir en el curso y el desarrollo de ese conflicto que no sea una declaración simbólica de condena o apoyo. Sin embargo, esa confrontación está produciendo consecuencias que involucran a los venezolanos en forma directa por lo que el asumir una posición al respecto importa más por su impacto en Venezuela que en la misma Ucrania.

En una política apresurada y de dividendos dudosos los Estados Unidos y la OTAN han resuelto que Rusia es una amenaza para Occidente la cual habría que destruir mediante un bloqueo económico a escala mundial y escaramuzas militares usando a Ucrania y otros países como proxys. En este artículo no vamos a discutir las razones que podría tener Rusia o Ucrania para defender sus respectivas posiciones. Queremos centrarnos en las implicaciones de un conflicto que nos afecta a los venezolanos.

Como consecuencia de su política de embargo económico mundial contra Rusia, los Estados Unidos parece estar dispuesto a pagar el precio de entenderse con enemigos históricos tales como Irán y el régimen chavista de Nicolás Maduro en Venezuela. Las sanciones contra Rusia ponen a los Estados Unidos en una posición de dejar de comprar el petróleo ruso y buscar otros proveedores más cercanos y confiables para tratar de abastecer un mercado local donde el galón de gasolina ya llega a la cifra insólita de $7.00.

            Ejercitando un oportunismo característico desde los tiempos de Hugo Chávez el estado chavista siempre ha mantenido la oferta de venderle petróleo a los Estados Unidos a pesar de su retórica antinorteamericana. En la era de Maduro los contactos de alto nivel con los EEUU se han mantenido además de la disposición de suministrarle petróleo al tiempo que los chavistas forjaban una alianza militar con Rusia que los llevó incluso a permitir la instalación de bases militares rusas en Venezuela ante la mirada indiferente de los norteamericanos.

            Con la excusa de que comprarle petróleo a Rusia sería financiar la maquinaria de guerra de Vladimir Putin los Estados Unidos (bajo la dirección de los demócratas) ha resuelto que comprarle petróleo al régimen chavista y financiar su aparato represivo es una buena política. Quizás lo sea para los EEUU en el corto plazo, aunque eso también es discutible. Sin duda no es una buena noticia para los venezolanos quienes ahora al igual que los Ucranianos volvemos a ser víctimas de los intereses que se juegan en las dialécticas de imperios.

            Como consecuencia directa del apoyo de los Estados Unidos a Ucrania los EEUU buscarán mejorar sus relaciones con el régimen chavista de Nicolás Maduro para asegurarse petróleo seguro y barato. De la noche a la mañana el régimen chavista se ve en la posición privilegiada de negociar y acordarse directamente con los Estados Unidos como siempre lo pidieron y dejar a un lado las incómodas negociaciones con su falsa oposición en México. La posición que llevará el chavismo a la mesa con los EEUU es muy clara: Darlo todo y más si es necesario a cambio de reconocimiento a su estado chavista. Muy posiblemente esto significará el reciclaje de las bases militares rusas en Venezuela como galpones para criar gallinas e instalar conucos socialistas. Tampoco debería sorprender una eventual liberación del “diplomático” Alex Saab con las disculpas respectivas por los malos ratos. Las consignas anti norteamericanas serán el fondo musical de un acuerdo que seguramente será presentado a las clientelas chavistas como otro triunfo de la revolución.

            Los operadores de la falsa opción que salieron envalentonados a condenar a Rusia hace unas semanas no podían percatarse entonces que el desarrollo de ese conflicto conduciría a un fortalecimiento de la posición del chavismo ahora protegido por el odiado imperialismo norteamericano. En esta nueva etapa que se inaugura en las relaciones entre EEUU y el régimen chavista a la falsa oposición no le quedará otra opción que aceptar todas las condiciones del chavismo incluyendo el desmantelamiento del gobierno interino de Guaidó.

            Para el resto de los venezolanos el reconocimiento del estado chavista por parte del gobierno de los Estados Unidos es una consecuencia desgraciada del conflicto entre Rusia y Ucrania. Es un precio demasiado alto que para nosotros podría significar la diferencia entre recuperar a Venezuela o perderla para siempre.-  @humbertotweets

lunes, 7 de marzo de 2022

Fuera las bases militares rusas de Venezuela

            Sin duda el conflicto Rusia-Ucrania ha dinamitado los parámetros ideológicos tradicionales de izquierda y derecha y ha forzado a un reacomodo de fuerzas políticas y militares en todo el mundo. De la noche a la mañana nos despertamos y estamos obligados a tomar partido por la alianza de gobiernos y grupos que apoyan la causa de Ucrania en nombre de su soberanía o por la Rusia imperialista de Vladimir Putin en defensa de su espacio vital. A las razones históricas y geopolíticas ya existentes se suman toda una maraña de intereses que parecen coincidir en ver a la Rusia de Putin como un adversario formidable de occidente al cual hay que destruir. Y la avanzada militar rusa sobre Ucrania se convierte así en la prueba casi irrefutable de que efectivamente estaríamos frente a una potencia que amenaza la paz mundial y los derechos humanos.

            Para quienes viven política y económicamente de los likes y la popularidad de las redes sociales solo basta medir que la opinión mayoritaria en este momento se mueve en contra de Rusia para sobre esa base asumir una postura. Pero estamos frente a un conflicto complejo que ciertamente no podemos evadir pero que tampoco podemos abordar calculando cuál posición afecta o no nuestra popularidad. No podemos en forma irreflexiva sumarnos a los coros que van en una u otra dirección sin examinar las razones de ese conflicto, su posible desarrollo y su potencial desenlace fatal desde una perspectiva propia, en este caso, la de los venezolanos que luchamos contra el régimen chavista apoyado por la Rusia de Putin.

            Lo que hoy es Ucrania siempre fue parte de la Rusia de los Zares. Ucrania fue una creación artificial del estado soviético para alentar movimientos nacionalistas en contra del viejo régimen político y sus instituciones.  Además sirvió a los intereses de la propaganda comunista de la época para justificar que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas era efectivamente una unión que agrupaba a repúblicas soberanas cuando en realidad eran gobiernos títeres al servicio de Moscú. Sin embargo, aceptando la tesis de la Rusia soviética la ONU en su momento  aceptó como miembros plenos a Ucrania y Bielorrusia legitimando condiciones que son la base para los reclamos de hoy.

Una vez desmembrada la Unión Soviética era natural que esas creaciones artificiales del estado soviético invocaran razones de soberanía para operar como países independientes. En ese momento una de las condiciones acordadas con la nueva Rusia post soviética sería la no incorporación de estos antiguos protectorados del régimen comunista al pacto militar de la OTAN. Aunque este pacto militar ya no tendría razón de ser una vez caída la Unión Soviética no sólo siguió operando como antes sino que además sumó varias de esas repúblicas que invocaban el peligro de una invasión rusa.

En suma se puede abundar en razones para justificar la existencia de Ucrania como estado soberano y el derecho de Rusia a recuperar el control de un territorio que es considerado como vital para su defensa militar. En el medio de este conflicto están los millones de ucranianos víctimas de decisiones tomadas por los políticos de la era de la guerra fría y los de hoy.

Frente a este conflicto la mayoría de los estados están definiendo sus políticas con base a sus intereses propios, y no podría ser de otra forma. China que podría considerarse un aliado de Rusia juega un papel neutral hasta ahora. Israel conspicuo aliado de los Estados Unidos ha tomado la iniciativa de gestionar negociaciones desde una posición de neutralidad. Países como los Estados Unidos y Alemania que han llevado adelante la ofensiva para imponer sanciones económicas y aislar a Rusia se niegan a dejar de comprar el gas ruso tan esencial para el funcionamiento de sus economías. Esto solo evidencia la complejidad de una materia que no se puede medir en términos de popularidad.

Aquí en Venezuela el régimen chavista dispuesto a rematar el territorio a rusos y chinos para seguir en el poder celebra el conflicto porque le otorga el beneficio que la atención mundial centrada en los desplazados de Ucrania se olvide de los más de 7 millones de desplazados venezolanos. Pareciera entonces que como un movimiento reflejo si los chavistas se lanzan en brazos de Putin quienes nos oponemos al chavismo automáticamente deberíamos ir en la dirección contraria. Podría ser, pero,  como ya lo argumentamos la semana pasada en este mismo medio, por las razones que nos interesan a los venezolanos y no otras cuya esencia escapan a nuestra realidad y nuestro contexto.

La arista que nos toca a los venezolanos en este conflicto es la activa alianza militar entre Rusia y Venezuela para sostener por las armas al régimen chavista. Esta asociación ha permitido que Rusia no solo tenga personal militar operando en Venezuela sino que además haya instalado bases militares para un eventual conflicto con los Estados Unidos. Solamente por esa razón ya el gobierno norteamericano tendría motivos para emplazar al régimen chavista a desmantelar esas bases militares o de lo contrario promover una operación militar rápida y quirúrgica para sacarlo del poder, antes de que sea tarde.

Lo contrario probaría, una vez más, la hipocresía del estado norteamericano (controlado hoy por los demócratas)  con una política ambigua que promueve sanciones contra Rusia al tiempo que sigue comprando el gas ruso y permite la instalación de bases  militares rusas en su área de influencia.- @humbertotweets

 

jueves, 3 de marzo de 2022

Entendiendo la racionalidad del conflicto Rusia-Ucrania

            No se puede simplificar el actual conflicto armado entre Rusia y Ucrania al infantil reduccionismo de buenos y malos donde Rusia representa lo diabólico y Ucrania la desamparada víctima de una agresión. Hacerlo sería opinar desde la ignorancia o dejarse arrastrar por alguna de las corrientes de opinión de moda que fundamentan su racionalidad en los “likes” de redes sociales o en la popularidad. Lo grave es que los funcionarios de estados fundamenten sus decisiones en estas peligrosas simplificaciones pero que en esta coyuntura específica podría alcanzar dimensiones catastróficas a escala mundial.

            Alguien luego de leer a Clausewitz pensó que la profundidad de su pensamiento podría resumirse en la expresión “La guerra es la continuación de la política por otros medios.” Esa idea simplificada se ha propagado en el tiempo y generaciones de políticos, estadistas y diplomáticos han basado su formación y elaborado políticas en base a ella. Muchos de ellos creyendo que la frase era suficiente para sustituir el estudio de la obra de Clausewitz. De haberlo hecho se habrían percatado que lo que Clausewitz realmente escribió fue “La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de las mismas por otros medios”.

            Al definir la guerra como un instrumento para continuar las relaciones políticas por otros medios en realidad lo que nos está presentado es la idea de guerra como una institución que regula las relaciones políticas (diplomáticas) cuando otros medios han sido insuficientes.  Esta idea por supuesto tiene su propia fuerza en el ámbito de la política pero entra en colisión con la idea de moral que busca la preservación de la vida y no su destrucción. De la permanente e inevitable confrontación entre la política (guerra) y la moral (vida) surge una dialéctica que termina regulando las relaciones entre los estados.

            Al igual que el pensamiento de Clausewitz ha sido simplificado para reducirlo al adorno de discursos el actual conflicto entre Rusia y Ucrania se nos presenta como la confrontación entre el occidente democrático y la Rusia imperialista. Pero en la medida en que se comienzan a examinar las contradicciones y los intereses subyacentes en este conflicto se comienza entonces a percibir que estamos frente a una situación mucho más compleja que no se puede abordar simplemente condenando a Vladimir Putin, aislando a Rusia o inclusive declarando la guerra.

            Por ejemplo, un elemento de la mayor importancia es que nunca históricamente ha existido una nación ucraniana. Ni siquiera los ucranianos invocan ese argumento en su favor. Y es que Ucrania siempre fue Rusia donde la ciudad de Kiev inclusive en algún momento fue su capital. Ucrania es una típica fabricación de burócratas que luego van creciendo como verdaderas criaturas al punto que sus creadores pierden el control. Ucrania fue creada por una decisión política y administrativa de Lenin y Stalin para fomentar el nacionalismo local y usarlo para fortalecer el naciente poder soviético. El régimen soviético incluso pidió que Ucrania, al igual que Bielorrusia, fuese aceptada en las Naciones Unidas en una jugada política que buscaba sumar un voto favorable en la Asamblea (de la ONU) al tiempo que disimulaba una relación de control y vasallaje sobre el gobierno ucraniano pro soviético.

            Con el desplome de la Unión Soviética Ucrania surge como una realidad geopolítica en la región al declararse como una república independiente. Justamente una de las razones que Vladimir Putin argumenta para justificar su avance sobre Ucrania es que se trata de un desmembramiento del territorio ruso resultado de un error en la geopolítica soviética que él ahora busca rectificar.

            Con la desaparición de la URSS igualmente fenece el Pacto de Varsovia y la OTAN como alianza militar para contener al poder soviético pierde sentido. Pero no podría perder sentido para los operadores de los poderosos complejos industriales militares que necesitan guerras y conflictos para justificar su actividad. A pesar de que a la naciente Rusia se le ofreció la desarticulación de la OTAN y en último caso la no afiliación de nuevos países miembros ubicados en sus fronteras ocurrió exactamente lo opuesto. La OTAN continuó existiendo como en los tiempos de la guerra fría e incorporando países vecinos que invocaban el temor a una invasión rusa. El resultado es un conflicto que sigue escalando cada hora y que podría alcanzar dimensiones nucleares.

Rusia al igual que China y los Estados Unidos, reclama su espacio como potencia imperial. Esto no la convierte en enemiga de la civilización occidental. Los imperios no son ni buenos ni malos, son realidades de la geopolítica que no se pueden evitar. Y cuando los estadistas fracasan en sus tareas políticas abren paso a la institución de la guerra para que resuelva lo que la diplomacia no logró. El conflicto Rusia-Ucrania parece ir en esa dirección en una escalada de sanciones que internacionales que no buscan resolverlo sino más bien el objetivo ulterior de aislar a Rusia y hasta lograr su desmembramiento.

¿Le conviene a los estados de partido occidentales (llamadas democracias) entenderse con el régimen autoritario de Vladimir Putin que puede controlar y coordinar una extensa porción de territorio y administrar políticamente sus capacidades nucleares o por el contrario conviene entenderse con 20 pequeñas repúblicas cuyas políticas son tan impredecibles e inestables que podrían terminar en un fortalecimiento de tendencias nazistas? Esta es una pregunta donde el choque entre la política y la moral es inevitable, pero que estamos obligados a formular.- @humbertotweets