domingo, 29 de enero de 2017

Crisis de estado vs. crisis de gobierno

Para cualquier miembro o sector de la oposición democrática en Venezuela es esencial leer correctamente la naturaleza de la crisis que se vive. Una lectura incorrecta deriva en dramáticos errores de estrategia política como los que hasta ahora ha cometido la alianza electoral de la MUD.

La victoria electoral de alianza opositora en diciembre de 2015 alentó la falsa ilusión de luchar y derrotar al régimen en el terreno electoral. Por esto la MUD y sus voceros se lanzaron con el mayor empeño y con no menos ingenuidad en una lucha para promover el referéndum revocatorio que sacaría de la presidencia eventualmente a Nicolás Maduro. Asumiendo, equivocadamente, que el régimen aceptaría firmar su propia acta de defunción.

Todo el año 2016 se fue en la lucha infructuosa por tratar de convocar el Revocatorio y en las últimas semanas a tratar de revivir unas elecciones de gobernadores que el gobierno ya había cancelado en forma indefinida ante la certeza de perderlas.

No creo, como muchos aseguran, que la MUD está vendida al régimen. Aunque si veo con claridad que hay unos factores que integran la MUD que le hacen el juego abiertamente a la dictadura. El problema que ha tenido la MUD a la hora de definir una estrategia de lucha exitosa contra el régimen parte de una lectura equivocada de la naturaleza de la crisis política que se vive.

La tesis dominante en la MUD es que se está ante una crisis de gobierno y la respuesta lógica es la lucha y movilización de tipo electoral. Las crisis de gobierno podrían ser resueltas por la vía electoral en una democracia normal donde funcionan los poderes públicos y el estado de derecho. Ese no es el caso de Venezuela donde el gobierno se niega a cumplir la Constitución y las leyes para mantenerse en el poder. Un simple cambio de gobernadores o inclusive un cambio de Presidente no resolverá en el corto plazo el daño que el chavismo le ha hecho al estado y al país.

Lo que hay en Venezuela y que la MUD no parece entender es una profunda crisis de estado. Se trata del colapso de las instituciones que podrían ayudar a la sociedad a resolver estas contradicciones. Es el fracaso del estado en garantizar derechos fundamentales como el derecho a la vida y derechos individuales como el derecho a la propiedad.

Frente a esta coyuntura la táctica electoral es absolutamente inocua porque el régimen se negara a convocar elecciones que podría perder y de hacerlo solo sería bajo condiciones de coerción y manipulación para controlar su resultado. Y para esto aun cuenta con el poderosos aparato policial y militar.

La MUD y la oposición en general deben plantearse una estrategia política de confrontación y desmantelamiento del modelo chavista para abordar esta crisis de estado. Esto implicaría un esfuerzo más orgánico y sistemático de organización social y protesta ciudadana para cambiar la correlación de fuerzas sobre todo en sectores decisivos como las FANB y “ganarlas” para la causa democrática así como sectores que se autodefinen chavistas críticos.

Cuanto más tarde la oposición en entender la naturaleza de la crisis que se vive y actúa en consecuencia, tanto más tardaremos en salir de esta pesadilla.



miércoles, 25 de enero de 2017

Control social y dictadura

Con una oposición aún dispersa y confusa, el régimen se sigue moviendo con facilidad para reforzar sus mecanismos de control social. Las estrategias de control para asegurar la permanencia del chavismo en el poder fueron tomadas de la experiencia cubana. Fue iniciativa del propio Chávez reeditar una versión criolla de los Comités de Defensa de la Revolución para empadronar a la gente y establecer un mecanismo eficiente de control político y social.

Las comunas y su ley fueron un intento serio por parte del régimen de imponer un sistema de Estado “policial” que prácticamente haría imposible la oposición y la disidencia. La idea fue abandonada en el camino por pereza o ante la convicción que la revolución vivía sus mejores tiempos y que todo ese esfuerzo era innecesario.

Fue solo hasta diciembre de 2015, cuando el gobierno enfrentó su primera derrota electoral significativa, que entendió la urgencia de retomar viejas estrategias de control político y social para frenar a unas masas que se volvían en su contra. El desplome electoral del PSUV y la misma crisis económica aunada a la incapacidad del gobierno para ofrecer respuestas, ha obligado al régimen a crear un aparato paralelo para tratar de controlar a los ciudadanos.

Aunque el régimen ha tratado de darles vida una y otra vez a las comunas para convertirlas en una forma paralela de gobierno, se ha encontrado con el desgano de sus propias bases. La gente está cansada de promesas y mentiras. Las asambleas comunales auspiciadas por el gobierno, se estaban convirtiendo en centros de conspiración de las bases chavistas contra el régimen; y en algunos casos, en focos de exclusión social y corrupción, lo que aumentó el malestar de la gente.

La volatilidad de la situación política ha llevado al régimen a afinar sus acciones para controlar a las masas. El carnet de la patria, combinado con los CLAP, los cuadrantes de la paz y la misión Barrio Adentro, son estructuras que surgen desde el gobierno con la clara misión de controlar políticamente a la población al regular el acceso a la comida y a los beneficios, a cambio de apoyo político y el establecimiento de un mecanismo de vigilancia y represión contra la disidencia.

La primera parte de esta estrategia es el “empadronamiento” masivo de las bases chavistas para hacer un inventario real de lo que se tiene. Luego viene una fase de depuración para determinar quienes realmente están con el régimen y quiénes son chavistas críticos. El objetivo es convertir a los que son “patria o muerte” con el régimen, en los vigilantes del resto de los ciudadanos. El incentivo será comida, medicinas y prebendas.

Este universo de chavistas enchufados a los beneficios del régimen en todo el país podría llegar al millón. Pero este millón de espías, estratégicamente repartido por todo el país, tendría la misión de controlar social, política y militarmente  a los otros 12 millones que están fuera de esa matriz.

Ese millón de chavistas, actuando como agentes directos de la dictadura, organizados por cada cuadra, por poder y con recursos, son suficientes para chantajear y dominar al resto de la sociedad. No es nada nuevo. Es una vieja y efectiva práctica leninista: “el peso de la minoría organizada se impone a la mayoría desorganizada”. Es la dictadura de la minoría que se impone a través de mecanismos eficientes de control social. Solo la organización de las mayorías nacionales podría efectivamente desmembrar a este monstruo que aún se encuentra en estado de gestación.


domingo, 22 de enero de 2017

Venezuela, Rusia y los EEUU

El régimen de Venezuela no tuvo las mejores relaciones con los Estados Unidos durante la administración de Obama. Ahora con Donald Trump se presume que las relaciones Venezuela EEUU podrían ser mucho peor, pero aun es muy temprano para saberlo.

El gobierno de Donald Trump va a tener su sello personal. En esta nueva era de la política norteamericana las contradicciones e incluso la divergencia de opiniones entre los miembros del gabinete y entre  algunos de estos con el presidente será algo a lo cual hay que acostumbrarse. Todo viene derivado del estilo personal de liderazgo de Trump acostumbrado a reunir a sus gerentes en una sala, pedirles que le convenzan de sus tesis contradictorias para luego el tomar una decisión con base más que todo a su instinto.

Este estilo de reality show no es lo único que marcará la postura de los EEUU frente a Venezuela. Hay un evidente cambio en la dinámica de las relaciones entre los EEUU y Rusia que también afectará las relaciones del gobierno norteamericano con el régimen de Venezuela. Sería simplista, por ejemplo, asumir desde ya que la presencia de Rex Tilerson en el gabinete de Trump significa, automáticamente, una posición dura de los EEUU con Venezuela. Todo dependerá, más bien,  de la relación de adultos entre EEUU y Rusia.

El gobierno de Maduro y sus operadores políticos han invertido en los últimos meses recursos y esfuerzos en afianzar sus relaciones con Rusia. En otras palabras el régimen venezolano se ha postrado completamente a los intereses políticos y comerciales de Rusia en la esperanza de que Rusia interceda frente a los EEUU y estos bajen su presión contra Venezuela. Por esta razón desde el triunfo de Donald Trump en los EEUU el régimen venezolano ha optado por evitar ataques directos a Trump a la vez que se entrega en brazos de los rusos esperando salvación.

La posición del régimen venezolano está inspirada en un absoluto pragmatismo forzado por el estado de aislamiento que sufre el gobierno a nivel internacional. En realidad Venezuela se quedó sin aliados de peso en la comunidad internacional. Aliados como Cuba y China han optado por una política parasitaria de obtener cuantiosos beneficios y recursos de Venezuela y luego reservarse los términos en que serán solidarios con el gobierno bolivariano. Es una especie de solidaridad selectiva que ha puesto en apuros al régimen.

No es casual que entre los operadores políticos civiles y militares que forman parte del alto gobierno muy pocos consideran la opción de escapar a Cuba o China en caso de que caiga el régimen. Hay prácticamente consenso en que Rusia ofrece mejores posibilidades como refugio para estos elementos en caso de un cambio político abrupto e inesperado en Venezuela.

Es posible que Estados Unidos le haga importantes concesiones a Rusia en Europa -desmantelando la OTAN por ejemplo- a cambio de reservarse influencia política y militar en el caribe donde por supuesto entra Venezuela. Pero también podría ocurrir que los EEUU acepten la influencia de Rusia sobre Venezuela a cambio de otras concesiones a los Rusos en el medio oriente.

La suerte del régimen chavista parece a merced de los poderosos intereses geopolíticos entre los EEUU y Rusia. Un previsible entendimiento político y económico entre los EEUU y Rusia podría decidir la supervivencia política del régimen a las sucesivas crisis que deberá enfrentar en los próximos meses. O podría dejarlo sin protección y vulnerable a inevitables conflictos sociales y políticos internos que aceleren su caída.



miércoles, 18 de enero de 2017

La lógica de la represión y las maniobras militares

Aunque salvaje y brutal, el comportamiento del régimen obedece a una lógica altamente predecible. La mayoría de sus operadores fueron discípulos de los comandantes guerrilleros de los 60’ o militares renegados que conspiraban contra la democracia en los 80 y 90. Las nociones que estos operadores tienen de la política han sido tomadas del mundo militar, de la guerra y la insurgencia armada.

Una de las prácticas militares más socorridas para abortar las crisis internas del cuerpo militar es identificar un adversario exterior real o imaginario para forzar la cohesión interna del grupo ante la amenaza externa, lo cual lleva a distraer y posponer los conflictos internos.

El secreto —no tan secreto— de Hugo Chávez para mantener cohesionadas a sus huestes a pesar de sus profundas diferencias, fue siempre mostrarles un adversario poderoso, pero derrotable, para mantenerlas ocupadas luchando contra él. Ese adversario toma cuerpo diferente según la coyuntura política. Unas veces es el “imperialismo norteamericano”, otras la “derecha fascista” o la “oligarquía”. Es una práctica política y militar del chavismo oficialista el crear adversarios externos imaginarios ante crisis internas.

La ferocidad y brutalidad de la represión del régimen en los últimos días trata de esconder la profunda crisis que vive el chavismo oficialista. Hay división y descontento civil y militar en las filas de su partido desde hace años. Pero esta crisis no termina de aflorar porque, hábilmente, la cúpula siempre maniobra para crear un adversario externo que obliga a todo el cuerpo con sus facciones enfrentadas a concentrarse en el enemigo externo y no en las confrontaciones internas.

En los últimos días, el régimen ha combinado la represión brutal contra la oposición y unas maniobras militares ante presuntos planes de invasión extranjera. La realidad es que la oposición política al régimen no está interesada en involucrarse en golpes militares y que ningún país, y menos los Estados Unidos, obtendría beneficios con una absurda e imaginaria invasión a Venezuela.

En realidad, el aumento de la ola represiva y los caricaturescos ejercicios militares son distracciones fríamente calculadas para abortar la crisis interna del chavismo y el creciente descontento entre sus cuadros civiles y militares.

Se trata entonces, de un viejo truco del régimen.  Al mismo tiempo es una advertencia clara a los chavistas, civiles y militares, que están pensando romper con el sistema y enfrentarlo. Que sepan que si eligen ese camino les espera el linchamiento moral y físico, y ni siquiera sus familias serán respetadas.

La represión y las maniobras militares de estos días solo tratan de esconder lo que casi todo el mundo sospecha: el chavismo también está dividido. Chavistas —civiles y militares— dividen sus lealtades entre el régimen que fenece y el grupo que puede garantizar su supervivencia.


domingo, 15 de enero de 2017

Prioridades tácticas de la coyuntura

El régimen está débil, pero no termina de caer. El colapso institucional del régimen chavista no se traduce en su definitivo desbancamiento por dos razones fundamentales: a) La oposición política concentrada en la MUD es débil y errática; y b) El régimen se sostiene gracias al aparato represivo militar-policial. Y es que la premisa inicial de este artículo aunque gramaticalmente correcta encierra una profunda equivocación política que ha llevado a los sectores democráticos por un camino equivocado.

Ningún régimen por muy débil que sea, como el régimen chavista hoy por ejemplo, cae o se desploma en forma automática o espontánea. Aun para que ocurra el desplome o la implosión, como tantas veces lo hemos analizado en las páginas de La Razón es necesaria una energía que haga ignición y provoque el estallido. Sin esa chispa inicial todo queda en manos de la inercia política y el esfuerzo se reduce a una apuesta pasiva al desgaste del régimen.

Lamentablemente hasta ahora la iniciativa de la oposición al régimen ha estado en manos de la MUD como una coalición electoral de partidos que no ha sido capaz de superar las limitaciones de su propia realidad virtual. La MUD termina haciendo una oposición exactamente a la medida del régimen no porque quiera sino porque carece de claridad para entender el momento político que vive el país y es incapaz de articular una propuesta viable y sostenible de poder frente al régimen chavista.

La actual coyuntura está definida por una alta conflictividad social y por un deterioro de la gobernabilidad. Este no es el momento del diálogo lo cual resultaría muy conveniente y a la medida del régimen. Este es el momento de la confrontación. El no entenderlo es lo que ha llevado al diseño de estrategias de oposición fallidas que solo han dejado desesperanza y confusión en la calle.

Mientras el régimen está ejecutando, ante los aún incrédulos ojos del país y del mundo, su asalto al poder para  asegurarse su control por la vía del golpe de estado la MUD sigue actuando bajo esquemas existentes de normalidad electoral, exigiendo al gobierno cambios que no pasan de ser un saludo a la bandera tal como sus propios voceros lo han admitido.

Con este tipo de estrategias  y estos métodos de lucha no será posible derrocar al régimen en su momento de mayor debilidad. En estos momentos los sectores democráticos tienen tres tareas esenciales para retomar la ofensiva contra el régimen: a) Organizarse en una frente de lucha amplio que vaya más allá de la MUD, incluya otras fuerzas sociales e incorpore sin complejos a sectores del chavismo crítico; b) Retomar el liderazgo de la calle encabezando la protesta social contra el régimen; y c) Ganar a más oficiales activos de las FANB para defender la Constitución y hacer respetar el estado de derecho.

La designación de Tareck El Aissami como Vicepresidente y el lanzamiento del Comando Antigolpe anuncian la ofensiva represiva del régimen. La contraofensiva de los sectores democráticos es urgente e impostergable. Cada hora cuenta.


miércoles, 11 de enero de 2017

El nuevo eje de la oposición

A pesar de que cuantitativamente la mayoría del país se identifica como oposición al actual régimen, orgánicamente los sectores democráticos opositores están fatigados. En el 2016 el régimen no escatimó esfuerzos en su escalada política y represiva para mantenerse en el poder. Y hará lo mismo en el 2017. La intensidad de la arremetida oficialista y la confusión del liderazgo opositor, centrado en la MUD, dejó un balance desconcertante en la lucha democrática. Hoy no estamos más cerca del cambio político que en enero de 2016.

Hemos sumado nuestras voces con las de otros venezolanos que proponen un cambio de estrategia. Es preferible detenerse unos días para analizar lo que estamos haciendo y hacia dónde vamos, que seguir en una carrera loca y desesperada sin rumbo, proponiendo esquemas de lucha que no terminan de acumular fuerza para el cambio político, sino que, por el contrario, siguen agitando a la sociedad en la desesperanza y la desilusión por su diseño cortoplacista.

No estoy de acuerdo con quienes proponen que la MUD debe desaparecer. La MUD debe continuar y revisarse, tal como lo han prometido sus voceros, para coordinar tareas electorales que serán necesarias en el futuro, cuando haya elecciones. Mientras tanto la tarea de dirigir la oposición contra la dictadura debe recaer en un frente político que cuente con la presencia de la MUD como uno de sus factores, pero que también incluya a otras fuerzas sociales necesarias para crear una nueva mayoría que derrote al régimen en todos los planos.

En otras palabras, la oposición necesita de un nuevo eje de conducción incluyente de todos los sectores de la sociedad comprometidos en derrocar a la dictadura. Este propósito es una tarea delicada, compleja y exigente, cuya responsabilidad no puede estar sólo en manos de los partidos políticos que integran a la coalición opositora.

Pero, ¿cómo lograr que ese nuevo frente político democrático no sea otro ejercicio burocrático y abstracto para alimentar ilusiones? ¿Cómo dar los pasos para integrar este nuevo eje de lucha política? Con certeza la iniciativa no vendrá de los partidos políticos, ni de la MUD, y mucho menos de líderes políticos que legítimamente se mueven en la dinámica de sus propias aspiraciones presidenciales. Todos ellos tienen una tendencia natural a crear pequeños cogollos para tomar decisiones (G3, G4, G5, etc.) que terminan aislándose del resto de la sociedad.  Además bastaría que cualquiera de estos factores lo intente para que de inmediato los otros se sientan alienados.

El liderazgo natural de ese nuevo eje de la oposición debe surgir justamente de los únicos sectores sociales que se han mantenido éticamente irreductibles, atrincherados, resistiendo los embates del régimen: la universidad y la iglesia venezolana (la representada por el Episcopado, no el Vaticano). Me refiero a la universidad venezolana y a la iglesia como una simbiosis combativa de profesores, estudiantes, trabajadores y curas párrocos que con sus respectivas organizaciones gremiales, estudiantiles, sindicales y cristianas, se pongan a la cabeza de la lucha contra la dictadura y nos convoque al resto de los venezolanos.

Un frente democrático y social comandado por el liderazgo de las universidades y la iglesia estaría en las mejores condiciones para definir una agenda de lucha política, con objetivos a corto, mediano y largo plazo, y no una simple hoja de ruta que nos lleve de ningún lado, a ninguna parte.

Además, una conformación de esta naturaleza permitiría, como tantas veces lo hemos escrito, la inclusión de diversos sectores opositores al régimen que no se sienten identificados con la MUD pero que son indispensables en esta lucha.

Bajo el liderazgo de las universidades y la iglesia y con la participación de amplios sectores políticos y sociales, se podría articular una estrategia viable de poder que permita derrocar a la dictadura. Esa nueva dirección de lucha política podría adoptar cualquier denominación que refleje su indiscutible diversidad, su indubitable claridad en los objetivos, y su innegociable compromiso de luchar por la libertad hasta lograrla.


domingo, 8 de enero de 2017

Lo que trae Tareck Por. Humberto González Briceño

Lo que trae Tareck
Por. Humberto González Briceño

Hoy es innegable el estado de abatimiento de las fuerzas democráticas de la sociedad por su dispersión e incapacidad para organizarse fuera de los partidos. A esto se suma la desconfianza que existe hacia la MUD por la forma errática como lideró la lucha contra el régimen en el 2016. Aunque el régimen ha perdido y sigue perdiendo apoyo su férreo control del aparato militar y el debilitamiento de la oposición le permiten seguir en el poder.

Al apreciar un evidente debilitamiento de su adversario el régimen aprovechó la oportunidad para reforzar su cuadro político en el gobierno. Operadores políticos más intransigentes y radicales ocupan ahora posiciones clave. Pero el debilitamiento de la oposición también ha permitido a su vez que las confrontaciones internas contenidas dentro del chavismo oficialista comiencen a madurar cada vez más rápido.

Lo más significativo en los cambios que acaba de hacer Nicolás Maduro el pasado 4 de enero es la designación del gobernador de Aragua Tareck El Aissami, conocido por sus posturas irracionales y extremistas, como nuevo vicepresidente de la república. En una primera lectura esto significa que el régimen aumentará la represión contra la oposición y cualquier disidencia civil y militar en 2017. Maduro fue muy claro en cuanto al rol represivo que tendrá el nuevo vicepresidente.

La otra lectura entre líneas es la crisis política subyacente del chavismo oficialista alentada por enconadas luchas sin cuartel por la jefatura del gobierno y del PSUV. Las fichas de Diosdado Cabello ha sido progresivamente desplazadas y una nueva alianza parece estar dispuesta a asilarse en forma definitiva del centro de poder.

La designación de Tareck El Aissami también trae consigo una invitación a reavivar el conflicto interno entre facciones chavistas en el seno de las Fuerzas Armadas. Son inocultables las diferencias entre Vladimir Padrino López actual ministro de la defensa y Néstor Reverol, Ministro de Interior y Justicia y operador militar de Tareck El Assami. Es muy probable que estos movimientos aceleren la salida discreta de Padrino López del gobierno y le abra el camino a Reverol para ser el nuevo ministro de la defensa.

Padrino López es quien hasta ahora ha mantenido el delicado equilibrio entre facciones chavistas en el seno de las FANB y le ha dado estabilidad al frágil gobierno de Maduro. Su salida y la eventual designación de Reverol como nuevo Ministro de la Defensa acabarán con el equilibrio en las FANB y abrirá los cauces para liberar insospechadas dinámicas que podrían terminar con un levantamiento militar de grupos chavistas descontentos en contra del régimen. Vienen tiempos difíciles para el gobierno y el país en general.. Lo que trae Tareck no es nada bueno. Para nadie.


miércoles, 4 de enero de 2017

La lucha contra la dictadura. Consideraciones tácticas

En primer lugar, considerando los aspectos fundamentales y conceptuales, debemos asumir que en Venezuela existe una dictadura. El régimen que gobierna a Venezuela es, en esencia, una entidad antidemocrática que ha secuestrado todos los poderes y burla la voluntad de los ciudadanos. La apariencia democrática luce deshilachada, pero aún es suficiente para frenar acciones internacionales e incentivar ilusiones políticas como el diálogo.

Mientras la oposición política concentrada en la Mesa de la Unidad Democrática no entienda que lo que tiene frente a sí es una dictadura, no se podrá avanzar. Todas las estrategias y tácticas basadas en una incorrecta caracterización del adversario están destinadas a un fracaso irreversible. Muchas de las derrotas que con justicia se le achacan a la MUD tienen que ver con la falta de claridad a la hora de definir a su adversario.

De haber entendido bien temprano que se está luchando contra una dictadura, la MUD no habría caído en la trampa del diálogo. O quizás lo habría asumido de otra manera. Seguir en lo mismo solo garantiza los peores resultados en el 2017.

Caracterizar al régimen como una dictadura cívico militar de nuevo tipo, le permitiría a la oposición definir métodos de lucha que combinen espacios ganados institucionalmente, como la Asamblea Nacional, y comandar la rebelión ciudadana en la calle.

El otro problema que debe abordar la oposición política es entender que en esta lucha hay que cambiar la correlación de fuerzas para lograr un camino viable y derrotar al régimen. Ya en el 2016 ensayamos la fórmula de la MUD donde los partidos, con genuino interés, trataron de liderar la lucha contra el gobierno. Pero quedó demostrado que a pesar del indiscutible éxito de las movilizaciones, los partidos políticos de oposición no son suficientes para desmontar al chavismo oficialista.

Dejar el manejo de asuntos tan trascendentales como la oposición al régimen, exclusivamente en manos de la MUD, fue un error que cometimos todos. La MUD, por su propia naturaleza, desarrolló una estrategia de confrontación estrictamente electoral contra el gobierno y se aisló del resto de la sociedad.

Quedó demostrado que apostarle todo a la agenda electoral fue una equivocación que hoy pagamos con un evidente agotamiento de la energía opositora. Se nos fue el tiempo movilizando a la calle para pedir revocatorio y elecciones, y nos olvidamos de lo más obvio: La cruda realidad social del país. Un país sin comida, sin medicinas, sin justicia y sin esperanza, pero además huérfano de líderes dispuestos a tomar esas banderas de lucha.

Habríamos logrado objetivos políticos mucho más decisivos si hubiésemos puesto toda esa energía para exigir el desbloqueo a la ayuda humanitaria o la liberación total, no selectiva, de los presos políticos.

La Mesa de la Unidad Democrática puede reformarse o dejar de existir. En cualquier caso sus aportes a la causa democrática son innegables. Pero no se puede dejar sólo en sus manos la grave responsabilidad de coordinar a toda la oposición. Lo más conveniente es crear una instancia más amplia que incluya a la MUD y a otras fuerzas sociales y políticas comprometidas con la lucha por la democracia.

Allí la MUD podría aportar su extraordinaria experticia electoral, pero también tendría que compartir el diseño de las tácticas y estrategias para combatir la dictadura con otros sectores: obreros, estudiantiles y gremiales. E incluso —y en esto hay que insistir— incorporar a los cada vez más amplios sectores del chavismo críticos al gobierno. Estas no son decisiones fáciles pero son absolutamente necesarias para comenzar a construir una verdadera estrategia de poder que derroque la dictadura y restablezca la democracia en Venezuela.