lunes, 28 de noviembre de 2022

La irrelevancia del candidato único

            Para tratar de animar el fúnebre ambiente en las primarias de la falsa oposición hay quienes insisten en la falacia del candidato único como mágica vía que conduciría a la salida del régimen chavista en Venezuela.  Según esta tesis tan solo si la falsa oposición fuese capaz de ir unida con un solo candidato a las elecciones del 2023 entonces podría ganarle a Nicolás Maduro. Y si este candidato (o candidata) es el resultado de unas primarias mucho mejor para sus posibilidades. Esta concepción pertenece más al ámbito de la propaganda que al de la política y presenta muchos problemas y contradicciones para sustentarse a sí misma como una tesis viable que confronte exitosamente contra el Estado chavista.

            El primer problema es que se habla de escoger un milagroso candidato unitario que con el apoyo de todos los componentes de la falsa oposición y el voto de la mayoría de los venezolanos sería electo presidente. Esta tesis se aferra a una calidad cuantitativa y matemática según la cual para ganar solo hace falta contar con la mayoría de los votos lo cual podría funcionar en otros países pero no en la Venezuela chavista. Aquí lo que vale es quien cuenta los votos o mejor decir quien anuncia los resultados finales. La tesis del candidato único se abstrae deliberadamente del tema fundamental de las garantías y condiciones electorales que deberían ser establecidas preliminarmente para unas elecciones con un mínimo de transparencia.

            Pero regresar al viejo e incómodo tema de las condiciones electorales cuando ya todos están embarcados en campañas presidenciales sería echar por tierra el entusiasmo que inspira la tesis del candidato único. Mejor seguir hablando de un candidato unitario que de cambios sustanciales en el sistema electoral tales como la despartidización del Consejo Electoral, el voto manual y el derecho al voto de los más de 7 millones de venezolanos que hoy están en el exterior.

            La flacidez de la postura política de la falsa oposición se aprecia justamente en un tema que debería ser innegociable para sus propios intereses electorales. El voto de los venezolanos en el exterior podría decidir un resultado electoral sin margen de duda y este sería abrumadoramente en contra del régimen chavista, si tan solo fuese posible contar con un sistema electoral justo y transparente. Pero este no es el caso. El chavismo impedirá basado en su pseudo legalidad el voto de estos venezolanos. ¿Qué hará entonces la falsa oposición frente a esto? ?retirarse de un proceso electoral cuyo resultado ya está previamente decidido? ¿O continuar con la farsa para pagarle tributo al régimen chavista?

            Hay incluso quienes se atreven a asegurar que hasta un 70% de electores podrían votar si se logra confianza en el sistema electoral chavista. Pero, ¿quién podría confiar en un sistema que opera como una caja negra para manufacturar resultados que luego resultan inapelables precisamente por la ausencia de garantías políticas y jurídicas?

            Y aquí está otro grave problema con la tesis de los poderes mágicos del candidato unitario de la falsa oposición. Es el tema del régimen político vs. gobierno. La postura de la falsa oposición a lo más que puede llegar es a plantearse un mero cambio de gobierno por la vía electoral, sólo si el propio chavismo lo permite. Pero el régimen político, esto es el Estado chavista, con todas sus estructuras militares, judiciales, legislativas y electorales se mantendría intacto. Ante un hipotético triunfo de ese candidato unitario de la falsa oposición que tanto podría hacer esa sola persona para gobernar desde las entrañas del Estado chavista con sus normas y leyes. Pero se trata de un escenario imposible porque al chavismo no le gustan esas fórmulas puntofijistas de alternabilidad para dar la apariencia de cambio.

            El candidato unitario que escoja la falsa oposición tendrá que hacer un esfuerzo supremo en explicarles a los venezolanos exactamente a que se opone. Sobre todo si va a hacer campaña arropado en la Constitución chavista de 1999 y aferrado a las reglas de un régimen político diseñado para impedir el cambio. Ese candidato o candidata tendrá que explicar cómo renunciando a las más elementales condiciones de transparencia electoral es posible ganarle al chavismo, pero además explicar cómo se defendería ese triunfo frente al tinglado judicial del régimen. Y, ultimadamente, si otra derrota en estas condiciones es algo que vale la pena como un esfuerzo distinto al que ya ha intentado en los últimos 20 años.

            Las respuestas evasivas o ambivalentes para atender a estas legítimas inquietudes de los venezolanos confirmarán las sospechas de muchos quienes piensan que la falsa oposición sabe de antemano que no se trata de escoger a un candidato presidencial sino a quien le tocará el dudoso honor de reconocer públicamente el triunfo del candidato oficialista, aunque sea a regañadientes y bajo protesta. Tal será el irrelevante y episódico papel del candidato unitario de la falsa oposición. Y la razón por cual millones de venezolanos seguirán viendo con escepticismo y desconfianza los llamados falaces de la falsa oposición frente a los cuales es preferible atrincherarse en la abstención militante.- @humbertotweets 

jueves, 24 de noviembre de 2022

Del acuerdo electoral al acuerdo social para seguir saqueando

            No se puede olvidar que la excusa ofrecida por la falsa oposición (MUD-Interinato) para justificar las negociaciones con el chavismo en México fue cambiar o mejorar las condiciones electorales para participar en una futura contienda electoral. Este debía ser un tema crucial porque bajo el régimen chavista que controla todo el entramado institucional jamás será posible hacer unas elecciones justas y transparentes. El día que el chavismo acepte modificaciones sustanciales a su sistema electoral estaría aceptando entregar el poder, cosa que según Diosdado Cabello no ocurrirá ni por las buenas ni por las malas.

Pero esto no era ninguna novedad para chavistas y falsos opositores al momento de sentarse a conversar en México. Sin embargo, conscientes ambos de la necesidad de embaucar a la gente una vez más con la retórica electoral era necesario ofrecer razones de peso para justificar el postramiento de la falsa oposición. Sin rubor la MUD y sus voceros se defendieron argumentando, una vez más, que la pelea había que darla desde dentro del régimen chavista y para esto era necesario hacer concesiones. Parecía como la lógica del sentido común que aconsejaba sentarse con el chavismo para discutir condiciones y garantías electorales con la esperanza de que bajo estas nuevas premisas ellos eventualmente estuviesen dispuestos a aceptar un resultado adverso.

Detrás de ese espejismo de falso sentido común se escondía la secreta convicción de que efectivamente el chavismo jamás accedería a hacer ningún tipo de concesiones sustanciales en cuanto al sistema electoral se refiere. Y así ocurrió. Pero era necesario decirle algo a la gente que justificara arrodillarse ante el chavismo. Lo que la falsa oposición nunca dijo es que el postramiento sería incondicional porque a la final el chavismo dejó pasar el tiempo, no cambiaron las condiciones electorales y aun así ya la falsa oposición está embarcada en los preparativos de su campaña electoral.

A estas alturas se ve con claridad la maniobra. Desde el principio se sabía que las condiciones electorales serían y serán las que convengan al régimen chavista mientras este siga operando como Estado. El tema de las socorridas condiciones y garantías electorales como un prerrequisito para participar en las elecciones es algo sobre lo cual  los falsos opositores ya no quieren. Discretamente se ha pasado la página para convenientemente hablar de las primarias sin siquiera explicar cómo podrían ganar una elección cuando de entrada hay más de 7 millones de venezolanos en el exterior quienes no podrán votar.

El papel de la falsa oposición venezolana ha sido y seguirá siendo promover las falsas ilusiones sobre un inviable cambio político bajo las reglas del régimen chavista. Establecido que ya no resulta creíble el argumento de negociar con el chavismo mejores condiciones electorales es urgente para la falsa oposición pivotar a una nueva excusa que parezca noble aun sin serlo, y facilite el trabajo de persuadir a los venezolanos en las bondades del voto como arma política aún sin ningún tipo de garantías ni transparencia.

La excusa esta vez es supuestamente la necesidad de lo que han llamado lograr un Acuerdo Social con el chavismo que beneficiaría a todos los venezolanos. Gerardo Blyde, en nombre de la falsa oposición, y Jorge Rodríguez, por el régimen chavista, han venido cocinando en secreto lo que en forma rimbombante llaman un Acuerdo Social. Por supuesto, para nada ya mencionan el tema de las condiciones electorales, para las cuales ya ni tiempo hay para definir. El tal acuerdo social consistiría en que la falsa oposición haga las gestiones ante el gobierno norteamericano para que los activos de Venezuela en el exterior regresen a manos del chavismo y los recursos de la ayuda humanitaria internacional lleguen directamente al gobierno de Nicolás Maduro, para beneficio de los venezolanos.

Desde la óptica de falsos opositores y chavistas el propósito noble de este acuerdo social para favorecer a los venezolanos lo convierte en inatacable invitación para renovar la confianza en ambos bandos políticos cuando llamen a la gente a votar en el fraude electoral de 2023. Sin embargo, el problema de fondo continúa. El chavismo ha saqueado el tesoro nacional en estos 20 años. Y ahora la falsa oposición que ya tuvo oportunidad de saquear activos y ayuda humanitaria desde el interinato, propone que esos recursos sean entregados al chavismo para que los administre a su antojo.

¿A cambio de que la falsa posición da este paso? Bueno, no será a cambio de modificaciones al sistema electoral que esencialmente sigue siendo el mismo. Tampoco a una reforma en los mecanismos de gestión pública para usar estos recursos. Lo único que recibe la falsa oposición a cambio es que el chavismo le reconozca el estatuto de ser la única oposición formal, oficial, reconocida por el régimen. Para completar este pacto la falsa oposición deberá escoger un candidato que haga bien su papel de reconocer el triunfo de Nicolás Maduro, aunque sea bajo protesta.

El Acuerdo Social entre el chavismo y la falsa oposición no es más que otra cortina de humo para ocultar la verdadera esencia de la nueva cohabitación que define la etapa política que apenas comienza y estará caracterizada por el saqueo coordinado con la noble excusa de lo “social”.- @humbertotweets

lunes, 21 de noviembre de 2022

A elecciones, sin garantías ni condiciones

            Hace más de dos años, cuando la falsa oposición decidió pivotar hacia su nueva postura abiertamente colaboracionista, la excusa principal que se ofrecía para justificar entenderse con el régimen chavista era negociar condiciones y garantías para participar en las elecciones de 2023 y buscar la salida electoral del régimen chavista. 

            Ya desde entonces advertimos que se trataba de un despropósito preñado de ingenuidad sentarse a conversar con el chavismo esencialmente un cambio en las condiciones electorales para permitiera su derrota electoral. Para quienes no siguen secuencialmente el tema Venezuela o quienes reciben confusas informaciones en otros países es preciso dejar bien claro que en Venezuela, a diferencia de otros países, no hay un estado nacional que representa los intereses de la nación, sino más bien un estado chavista que se atribuye potestades legales para actuar en nombre de los intereses de una mafia política y militar.

            Esa entidad que actúa como Estado y es reconocida internacionalmente tiene a su disposición el uso de todos los poderes públicos, incluidos el electoral. Controlando la estructura política y la operatividad electrónica del Consejo Nacional Electoral el chavismo se puede dar el lujo de fabricar resultados electorales a la medida de sus apetitos aunque para barnizar el fraude le haga pequeñas e insignificantes concesiones a la falsa oposición, tales como adjudicarle unos miembros en el Consejo Electoral chavista.

            Y aun en el supuesto de que el aparato de fraude electoral tenga un cortocircuito como ocurrió en el 2015, el Estado chavista tiene más recursos institucionales para anular e invalidar situaciones desfavorables legalmente apoyado en su propia auto proclamada pesudo legalidad. Y si la institucionalidad del estado chavista resulta ineficiente e inoperante aún les queda la opción de usar el último recurso que viene a ser de primer orden y son las fuerzas armadas chavistas siempre dispuestas a imponer por las armas y la violencia la voluntad de la macolla gobernante.

            Siempre hablando entre líneas y con trabalenguas nunca quedó claro si la falsa oposición intentaba negociar con el chavismo nuevas condiciones y garantías de carácter estrictamente electoral o político para buscar una salida del régimen. La evasión escrupulosa de los temas de fondo que tienen que ver con la estructura del Estado chavista parecía indicar que la falsa oposición se centraría en negociar con el chavismo mejores condiciones electorales para que este generosamente aceptara un resultado electoral adverso. Al final daba igual porque en cualquier caso se trataba de desear un imposible porque voceros del chavismo lo han repetido hasta la saciedad, no salen ni por la buenas ni por las malas. ?Entonces, cuál iba a ser el objeto de esa negociación?

            Pero, lo que algunos han podido ver como ingenuidad (pedirle al chavismo que acepte condiciones para entregar el poder) fue en realidad una jugada política más o menos calculada. Ya los operadores de la MUD, el G4 y el Interinato sabían de antemano que eso sería así. Pero afirmarlo parecía ofrecer una justificación noble para seguir negociando. El tiempo se encargó de poner las cosas en su sitio y ya hemos llegado hoy al punto donde la falsa oposición no habla ni quiere hablar de las condiciones y garantías más elementales para participar en unas elecciones mínimamente decentes. No solo de ese tema no se habla sino que ya están embalados a ser coparticipes del fraude electoral orquestado por el chavismo.

            ¿Qué posibilidades podría tener la falsa oposición de escoger un candidato (o candidata) en elecciones primarias que derrote a Nicolas Maduro en el 2023? Ninguna. Sugerir lo contrario es seguir apostando a las falsas ilusiones y hacerse cómplice de la estafa electoral. ¿Por qué? Porque el régimen político se mantiene intacto y fundamentalmente en cuanto a lo que podría interesarle a la falsa oposición las condiciones y garantías electorales son las mismas y tampoco van a cambiar.  Bajo el régimen chavista es irrelevante la mayoría de votos, lo que cuenta es el papelito de las máquinas electrónicas y más que eso el veredicto final de la sala de totalización que una vez pronunciado resulta inapelable según el canon de la justicia chavista.

            Para la falsa oposición ir a elecciones sin garantías ni condiciones no es un acto de sacrificio o ingenuidad. Se trata de una acción calculada y deliberada que desde el principio toma en cuenta que el chavismo volverá a proclamar sus resultados y estos serán protestados pero debida y sumisamente acatados, al menos por la mayoría de los factores de la falsa oposición. Este es el ritual que necesariamente tiene que ocurrir para que la falsa oposición sea reconocida como la oposición oficial al régimen en la nueva etapa de la cohabitación formal con el Estado chavista.- @humbertotweets 

jueves, 17 de noviembre de 2022

Solo el país chavista está feliz

            Continúa la perversa campaña mediática para posicionar la idea de que Venezuela bajo el régimen chavista, milagrosamente, experimenta  una inusitada recuperación social y económica. Solo un milagro, de esos que ya no se ven, podría explicar que sin industrias, sin comercio establecido, con una economía destruida movida por el narcolavado, el contrabando y los mercados negros Venezuela se esté de verdad recuperando. Sin embargo, un 90% de venezolanos condenados a vivir en condiciones infrahumanas son la mejor refutaciones esa campana que avanza bajo los auspicios del régimen chavista y su falsa oposición, ambos interesados en que bajo un espejismo de felicidad la gente se anime a votar en las elecciones del 2024 que de todas formas serán en el 2023.

No hay tal milagro económico porque sencillamente la recuperación de la que hablan no existe, ni podrá existir mientras continúe el régimen chavista. La circulación masiva de dólares en Venezuela es la respuesta frente al descalabro del signo monetario nacional. El bolívar en todas sus versiones ha perdido tal valor que muy pocas personas lo usan para sus transacciones. El origen de estos dólares que hoy circulan en Venezuela para la compra y venta de bienes no puede ser atribuido a una economía productiva y establecida sino más bien a la gigantesca operación de narcolavado que opera en Venezuela con el apoyo de un régimen chavista urgido por mejorar su flujo de caja.

Pero el hecho comprobado del aumento de la circulación de dólares en Venezuela no es suficiente para argumentar que se trata de una recuperación económica que en sus valores fundamentales sigue estancada. ¿De qué sirven esos ríos de dólares circulantes sin empleo, sin producción, sin comida y con una población que mayoritariamente está condenada por el chavismo a vivir de la mendicidad? Sin embargo, los epígonos del chavismo y la falsa oposición siguen repitiendo el mismo mantra hasta el cansancio…hay inexplicables signos de recuperación económica y los venezolanos están sorpresivamente felices…aunque todo sigue igual o peor. 

Uno de los agentes dobles que sirve con fervor tanto a los intereses del chavismo como a los de la falsa oposición es Luis Vicente León y su encuestadora Datanálisis. Esta encuestadora y León como su principal vocero siempre están preparados para mostrar unos números que justifiquen la narrativa que se quiere vender según sea el caso. La etiqueta de “analista” y “encuestador” parece darle a Luis Vicente León los poderes extraordinarios para ver el futuro y hacer predicciones respaldadas por números de cuestionable procedencia que siempre terminan destrozados por la realidad.

En una de sus presentaciones habituales León de Datanálisis aseguraba que “solo el 40% de la población piensa que el país está bien o muy bien”. Este es el tipo de producto que “analistas” como Luis Vicente León ofrecen por igual tanto al chavismo como a la falsa oposición porque según como se lea le servirá a la narrativa de cada uno. Admitir que el 40% de los venezolanos está bien o muy bien es un gigantesco salto con respecto al 2018 cuando según el mismo León un 97% de los encuestados pensaba que Venezuela estaba muy mal. El chavismo no podría hacer menos que celebrar los números de Datanálisis al mostrar ese dramático cambio en la opinión de los venezolanos sin que haya ocurrido nada significativo y sin que ellos hayan experimentado mejoría alguna en sus condiciones socioeconómicas. 

Por su parte la falsa oposición le agradecerá a Luis Vicente León asegurar que la situación está mal, pero no tan mal al punto que desmotive el voto. Se trata de una fina operación de manipulación mediática en la cual se ven satisfechos los intereses tanto del chavismo como de la falsa oposición.

Estamos a punto de transitar hacia una nueva fase en la cohabitación entre el chavismo y la falsa oposición. Es una situación donde el país está semidestruido pero ambos factores políticos coinciden en tratar de ocultar la realidad para que de alguna forma más gente se anime a votar en el fraude electoral del 2023 bajo la falsa ilusión de un cambio político. Estas elecciones no serán más que una ceremonia para refrendar la nueva fase de cohabitación en la que entran el chavismo y la falsa oposición.

La nueva normalidad que busca afanosamente el chavismo está montada sobre un país destruido con la complicidad pactada entre chavistas y falsos opositores para atacarse retóricamente sin hacerse mucho daño. Los únicos que pueden estar felices con esta farsa son quienes viven protegidos en las burbujas del país chavista con acceso a dinero, privilegios y prebendas. Aquí entran, por supuesto, los socios institucionales de la falsa oposición. Solo ellos pueden estar felices. Para el resto de los venezolanos no hay felicidad posible bajo el régimen de la cohabitación, solo lucha, perseverancia y resistencia.- @humbertotweets

lunes, 14 de noviembre de 2022

Elecciones, la peor de las opciones

            Lobbies internacionales y redes de operadores se han activado en una masiva campaña para avalar las negociaciones entre la falsa oposición y el régimen chavista, pero sobre todo para exagerar las bondades que tendría la participación de la falsa oposición en el fraude electoral que prepara el régimen para el 2023. Con la apariencia de análisis objetivos circulan documentos que pretenden justificar la participación electoral como la única e irreversible vía para enfrentar al chavismo en Venezuela. Lo que en realidad buscan estas piezas de propaganda política es preparar el ambiente para la nueva etapa que viene en Venezuela definida por la cohabitación formal entre la falsa oposición y el régimen chavista con la bendición del gobierno norteamericano de Joe Biden.

            Uno de estos documentos fue publicado hace unos días por Mark Feierstein en World Politics Review donde despliega los argumentos centrales de esta campaña que también son repetidos por otros grupos de opinión y presión interesados en influir en la política venezolana favoreciendo al régimen chavista. Primero hay que tomar en cuenta que el World Politics Review no es una entidad neutra que opina desde lo abstracto. El WPR como cualquier otra organización tiene intereses y agenda que ubica en posturas de izquierda y favorables en sus análisis a la política exterior del gobierno de Joe Biden tal como los clasifica la página Media Bias/Fact Check.

            No es de extrañar entonces que el último artículo de Mark Feierstein en World Politics Review haya sido titulado “Las elecciones son aún la mejor esperanza para la oposición venezolana”. El referido artículo básicamente repite las mismas consignas ya conocidas de invocar las negociaciones y las elecciones como la única vía posible para tratar con el chavismo, aunque quizás para salvar la credibilidad de los editores se repite varias veces la cautela que no hay ninguna garantía de que aun perdiendo esas elecciones el chavismo entregaría el poder pacíficamente. Sin embargo, el artículo contiene algunos elementos que vale la pena recuperar para contextualizarlos y aplicarlos a la misma realidad que deliberadamente se intenta ignorar.

            Feierstein inicia revelando las verdaderas razones que han obligado al gobierno de Joe Biden a ceder frente al chavismo. “Encarando un creciente flujo de migrantes a través de la frontera sur de los Estados Unidos y un aumento en los precios de la energía, el gobierno de Biden aceleró en los últimos meses su diplomacia discreta con Venezuela”. El masivo flujo de migrantes venezolanos hacia los Estados Unidos es el resultado del descalabro institucional en Venezuela y la percepción de una política de fronteras abiertas sin límites a quienes abandonan Venezuela. El problema es que esa política nunca existió y la demagogia del gobierno de Biden y los demócratas logró colapsar los trámites migratorios al no tener la capacidad de procesar literalmente millones de solicitudes de asilo.

            Los compromisos de los Estados Unidos en la guerra de Ucrania con Rusia y la puja con los países árabes y la OPEP han obligado a los EEUU a buscar proveedores de petróleo más confiables para controlar el incremento de los precios de la energía doméstica sobre todo en la antesala de la época de invierno. Esto los ha llevado a flexibilizar su posición frente al régimen chavista que encontrándose en una posición privilegiada estará complacido en venderle petróleo barato a los otrora infames imperialistas del norte. En suma, la incapacidad para absorber la creciente presión migratoria de venezolanos y la urgencia de asegurar suministro confiable de petróleo son las razones y no otras detrás del giro de los Estados Unidos frente al chavismo.

            El artículo de Feierstein le hace una apología a la opción electoral como la más conveniente a la oposición venezolana citando las transiciones de Nicaragua (Violeta Chamorro) y Chile (Patricio Aylwin) como ejemplos exitosos de opciones electorales. El “análisis” de Feierstein cae en la simplificación de extrapolar dos procesos políticos totalmente diferentes que no es posible compararlos con el chavismo. Feierstein al igual que otros “analistas” cometen el error de tratar la corrección a la situación venezolana como un cambio de gobierno por la vía electoral y no un cambio de régimen político. Por eso en su propio artículo Feierstein tiene que admitir repetidas veces que aun así no hay garantías para una salida y todo dependerá de la voluntad de Nicolás Maduro y el chavismo en ceder el poder si admitieran perderlo por vía electoral.

            Una de las diferencias entre los procesos de Nicaragua y Chile con Venezuela es que en aquellos existían sectores fuertes dentro de las fuerzas armadas que presionaron por una salida institucional y la transición. En la realidad ni en Nicaragua ni en Chile se dieron cambios de régimen político porque existía un factor de poder esencial al Estado, sus Fuerzas Armadas, que actuaba como garante del proceso y la institucionalidad. Ese no es el caso de Venezuela donde las Fuerzas Militares son el brazo armado e ideologizados del Estado chavista.

            El otro ejemplo que cita Feierstein es el caso de la Asamblea Nacional del 2015 que le fue reconocida nominalmente a la falsa oposición por el chavismo. El argumento aquí se centra en razonar que dadas unas elecciones libres si es posible ganarle al chavismo y que es preferible esta táctica a la abstención que le cedería espacios al chavismo. Olvida Feierstein mencionar que con la misma prontitud que el chavismo reconoció a la Asamblea del 2015 de igual forma procedieron a anularla vía Tribunal Supremo de Justicia y sustituirla por una fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente. Entonces de nada vale ir a contarse con el chavismo sin garantías, pero sobre todo en un contexto donde ellos definen una legalidad y unas reglas de juego a su medida. Pero Feierstein es incapaz de ver lo obvio porque sigue atrapado en la inoperante concepción del mero cambio de gobierno por vía electoral y no la del cambio total de régimen político.

            Quizás para animar un poco el apático ambiente electoral Feierstein se atreve a asegurar que la mayoría de los venezolanos apoya ir a elecciones y respalda la política de Joe Biden en buscar una negociación con el chavismo. La base de la aseveración es una encuesta realizada por el propio Feierstein con rigor científico desconocido. La mejor encuesta es la constatación de la realidad sin filtros. Los niveles de abstención han aumentado dramáticamente en los últimos años, y seguirán aumentando, ante el convencimiento mayoritario de que votar es hacerle el juego al régimen chavista. Convendría a Feierstein preguntarse ¿si los venezolanos están tan entusiastas y deseosos frente a la opción electoral por que en lugar de quedarse en Venezuela esperando por las elecciones prefieren huir masivamente del país?

            El artículo de Mark Feierstein hace otra importante revelación.  “Las elecciones son aún la mejor esperanza para la oposición venezolana”. Es lo mejor, lo único quizás, que le queda a una falsa oposición obligada a entregar el interinato a regañadientes y desesperada por entrar formalmente a cohabitar con el régimen chavista como la oposición oficialista. Para ellos la ceremonia electoral del 2023 es la mejor esperanza de seguir parasitando la política. Para el resto de los venezolanos las elecciones son la peor de las opciones porque nos condenan a seguir viviendo en el engaño y la ilusión de que el chavismo algún día se desprenderá del poder en forma voluntaria y pacífica.- @humbertotweets 

jueves, 10 de noviembre de 2022

El interinato de Guaidó saquea los fondos de la ayuda humanitaria

            Venezuela cayó en manos del chavismo en buena medida por la bancarrota moral de la clase política gobernante hasta 1999 en la democracia o Estado de partidos. Se trata de una clase política que no sólo se ha empeñado tercamente en la estrategia equivocada frente al chavismo sino que además ha sobrevivido con sus prácticas inmorales a través de nuevos dirigentes vendidos como los nuevos salvadores de la patria. Sin embargo, en la primera oportunidad que se les presentó para manejar la cosa pública hicieron igual o peor que el chavismo en veinte años.

El experimento de un supuesto gobierno interino que se levantaría como una opción de gobierno frente al Estado realmente existente que opera en Venezuela y dirige la macolla de Nicolás Maduro ha sido una de las estafas políticas más grandes que se conozca en la historia de Venezuela. La idea sonaba tan seductora que levantó la esperanza de millones de venezolanos que vieron en ella la oportunidad de articular un eje de lucha real contra el Estado chavista. Aunque detrás de la maniobra estaban los operadores políticos de la falsa oposición, la MUD, el G4 y los ambiciosos jóvenes de Voluntad Popular y Leopoldo López, la gente parecía estar dispuesta a darle una nueva oportunidad a quienes blandían el slogan de moda: "cese de la usurpación, gobierno de transición, elecciones libres".

Sin embargo, el gobierno interino de Juan Guaidó se convirtió en una gigantesca operación para saquear los fondos de la ayuda humanitaria internacional y los activos de Venezuela congelados en el exterior. Países como los Estados Unidos, Canadá y España no solo aportaron gigantescas cantidades de dinero al gobierno interino de Juan Guaidó sino que además le permitieron a sus operadores manejar a su antojo los activos en el exterior sin estar sujetos a control ni rendición de cuentas a ninguna instancia dentro o fuera de Venezuela. El gobierno interino comenzó a operar como un verdadero cartel de corrupción para beneficiar a los operadores y clientelas de los partidos de la falsa oposición, en especial a los de Voluntad Popular partido de Leopoldo López y al cual obedece Juan Guaidó.

Con la mayor desvergüenza se conformaron redes de asesores, operadores y embajadores con salarios en dólares basados en los niveles de Norteamérica con fondos obtenidos de la ayuda humanitaria internacional y el flujo de caja de los activos en el exterior. Así como el chavismo ha saqueado los recursos públicos en Venezuela, la falsa oposición a través del interinato de Juan Guaidó ha hecho exactamente lo mismo. No hay forma de justificar un tipo de corrupción y condenar la otra. Ambas prácticas inmorales son las que han arrastrado a Venezuela al borde de su destrucción y deben ser rechazadas sin contemplación.

Unos de los subterfugios usados por el hamponato interino de Juan Guaidó y sus defensores es que la USAID norteamericana nunca le entregó directamente dineros a Juan Guaidó o representantes del interinato. Como evidencia irrefutable el informe del gobierno interino anexa una declaración de un funcionario norteamericano para despejar las dudas. En realidad es un tecnicismo que intenta disimular las colosales dimensiones del saqueo. Es cierto que la USAID no entregó directamente dineros al interinato de Guaidó, lo hizo a través de terceros o de interpuestas personas que previa aprobación de Carlos Vecchio ficha clave de Leopoldo López, fueron receptoras de esos fondos.

En un informe elaborado por Zacarías Foster de la Embajada Ciudadana de Venezuela se demuestra cómo previa aprobación de Carlos Vecchio cientos de organizaciones no gubernamentales recibieron millones de dólares para financiar supuestos programas de ayuda social pero que fueron a parar a los bolsillos de los operadores del interinato de Guaidó y la falsa oposición. Casi todas estas organizaciones fueron registradas en los Estados Unidos después del 2019 con el propósito de recibir esos fondos y son dirigidas por operadores vinculados a los partidos de la falsa oposición, en especial de Voluntad Popular.

Hasta la fecha el interinato de Juan Guaidó ha controlado la asignación de más de 1000 millones de dólares. En un caricaturesco informe Guaidó justificaba el gasto de esos dineros en bonos, ayudas sociales y la sospechosa categoría “defensa de la democracia”. La obscuridad en la gestión de esos recursos y la renuencia a rendir cuentas en forma apropiada por parte del interinato hace suponer que esos dineros fueron malversados para transferir recursos a los partidos políticos de la falsa oposición y a los operadores del interinato a través de organizaciones no gubernamentales fantasma creadas con ese único propósito.

Ahora que la falsa oposición está embalada a participar en el fraude electoral del 2023 ya sabemos el origen de los recursos de las costosas campañas que trataran de convencer a los desprevenidos sobre las bondades de ir a votar. La falsa oposición prefiere que se hable de sus primarias y no del destino final de esos recursos otorgados al interinato por agencias internacionales para ayudar a los venezolanos. Son miles de millones de dólares que han podido ser usados para articular la salida del chavismo del poder pero que solo servirán para pagar por el exilio dorado de personajes tales como Carlos Vecchio y Leopoldo López quienes jamás podrán explicar cómo hacen para vivir cómodamente en el exterior sin un trabajo conocido.- @humbertotweets

lunes, 7 de noviembre de 2022

Lo que se negocia en México a espaldas de los venezolanos

            Desde ya el régimen chavista y la falsa oposición (MUD, Interinato, Asamblea Nacional 2015) se preparan para desplegar costosas campañas mediáticas que justifiquen las negociaciones en México y la estafa electoral que se llevará a cabo en 2023. En realidad se trata de un acuerdo resuelto que se viene cocinando desde el 2021 entre chavistas y falsos opositores que cuenta con el apoyo del gobierno de Joe Biden. El objetivo del acuerdo es formalizar la cohabitación que desde hace tiempo viene operando entre el régimen chavista y la falsa oposición. La agenda de las negociaciones no es más que un artificio retórico para ocultar una costosa operación mediática que haga potable y presentable el papel de la falsa oposición venezolana como la única oposición oficialmente reconocida por el Estado chavista.

            Hace dos años la falsa oposición justificaba la maniobra argumentando la necesidad de negociar con el chavismo condiciones para unas elecciones justas y libres. La excusa parecía tener sentido y sonaba razonable. Pero no era más que eso, una excusa sin la voluntad de llevarla adelante como una condición esencial a esas negociaciones. De hecho no solo las condiciones para unas elecciones transparentes jamás se discutieron sino que además el régimen chavista escogió a su Consejo Nacional Electoral y la falsa oposición se lanzó de inmediato a una frenética campaña electoral relegando a un segundo plano el tema de las garantías.

            El desgano y el entreguismo de la falsa oposición son evidentes para millones de venezolanos convencidos de que no vale la pena ir a votar en unas elecciones cuyo resultado ya está cantado. La apatía, la desesperanza y la abstención son las respuestas de los venezolanos que se sienten atrapados en el dilema de escoger entre el chavismo y la falsa oposición con la certeza que no importa lo que decida, nada, absolutamente nada va a cambiar.

            El rechazo a unas negociaciones de caricatura y a unas elecciones fraudulentas se ha convertido en el motor que mueve la abstención y la emigración de venezolanos en busca de un futuro mejor. Pero esto también se ha convertido en un dolor de cabeza para chavistas y falsos opositores que desesperadamente necesitan las negociaciones de México y las elecciones del 2023 para legitimarse mutuamente como los únicos actores válidos en las últimas escenas de la destrucción de un país.

            La dificultad fundamental de esos acuerdos de México no está en su operatividad sino más bien en su credibilidad. Lo operativo para que el acuerdo funcione está en el reparto de los otros cargos que serán llevados a esa elección general además del de Presidente de la República. Como lo ha hecho en el pasado, el Consejo Electoral chavista le adjudicará una cuota de cargos a los partidos de la falsa oposición para cumplir con las expectativas de participación y amplitud que pueda tener la llamada comunidad internacional. Y ese es un incentivo clave para que tanto el chavismo como la falsa oposición estén de acuerdo ambos en adelantar las elecciones para el 2023.

            Pero el reparto burocrático no resuelve el esencial aspecto de credibilidad que debería tener ese acuerdo para hacerlo potable ante millones de venezolanos. Desde ya anticipamos que la comunidad internacional con los Estados Unidos a la cabeza le darán su bendición a un acuerdo que formaliza la cohabitación y traiciona las esperanzas de cambio de los venezolanos. Para tratar de hacerle tragar esa rueda de molino a los venezolanos los operadores mediáticos del régimen chavista, la falsa oposición y el gobierno de Joe Biden harán causa común en costosas campañas para exagerar las inexistentes bondades de los acuerdos de México. Uno de los ángulos de esas campanas será justificar el levantamiento de las también inexistentes sanciones de los EEUU contra el régimen chavista para que este pueda acceder nuevamente al manejo de los activos de Venezuela en el exterior y desbloquear más de $3 mil millones para supuestamente atender la emergencia social. Habría que ser hipócrita o ingenuo para suponer que el régimen chavista usaría esos recursos en beneficio de los venezolanos y no para seguir financiando su modelo de partido único.

            En suma lo que se intenta negociar en México a espaldas de los venezolanos no es más que la carátula de un acuerdo ya resuelto y funcionando desde hace dos años entre el régimen chavista y la falsa oposición que busca formalizar la cohabitación entre ambos en la nueva etapa. Ese acuerdo requiere pasar por la ceremonia de unas elecciones fraudulentas que sean reconocidas por cualquiera que sea el candidato presidencial de la falsa oposición. Se trata de la imagen de normalidad que el chavismo quiere forzar a juro para disimular sus propias luchas intestinas y el desmantelamiento de Venezuela que sí podrían provocar eventos inesperados que amenacen la aparente estabilidad de un régimen que se apoya en frágiles y explosivos palitos de fósforo.- @humbertotweets 

jueves, 3 de noviembre de 2022

El Pacto de Punto Fijo en los antecedentes del chavismo

            A veces leemos opiniones de políticos y analistas sobre la naturaleza del régimen chavista y sus posibles desenlaces como si se tratara de una suerte de maldición que le cayó encima a Venezuela y de la cual ha sido imposible librarse hasta ahora. Además del inútil contaminante metafísico de esa visión la misma le hace el juego a la racionalidad chavista que insiste a la fuerza en partir la historia de Venezuela en dos, antes de Chávez y después de Chávez. Esta visión maniquea remarca la idea de un chavismo que pareciera haberse precipitado de la nada y de pronto aparece totalmente desconectado de un contexto histórico y de un proceso político y social con diferentes hitos que comenzó el día que Venezuela se separó del imperio español.

Sin duda Venezuela es hoy el resultado de esa acumulación de procesos y las decisiones de ir en una dirección y no en otra tomada por los ciudadanos y sus dirigentes. Sin embargo no hay que remontarse a los orígenes de la nación venezolana para encontrar en el caudillismo y la ausencia de instituciones los gérmenes de lo que hoy conocemos y caracterizamos como chavismo.

El antecedente más inmediato lo podemos encontrar en el diseño del llamado sistema democrático instaurado en 1959 como respuesta al caudillismo aunque en la práctica el nuevo régimen que nos fue ofrecido como la panacea que podía curar todos los males terminó sustituyendo la figura del caudillo civil o militar por la del líder carismático bendecido por una ceremonia llamada elecciones. Al igual que en la Venezuela gobernada por caudillos y sin instituciones los gobernantes carismáticos hicieron de su voluntad y ambición personal la ley con la única diferencia de contar con instituciones pero controladas y doblegadas por los gobernantes y sus camarillas. Un viejo y buen amigo, Domingo Alberto Rangel Mantilla, hace unos días lo explicaba con claridad en las páginas de La Razón: “…sobre el carisma de algunos Presidentes, en nuestro país se construyó una sociedad sin instituciones que protejan a los ciudadanos cuando los gobernantes abusan”.

Esa sociedad sin instituciones gobernada por líderes mesiánicos, a la cual refiere Rangel Mantilla,  no es otra que el Estado de partidos instaurado en 1959 que seductoramente fue bautizado, sin serlo, como la Democracia. Según la propaganda y el adoctrinamiento para justificar ese régimen político es el pueblo quien mediante el sufragio directo elige a sus gobernantes. En la práctica hay unos aparatos que intermedian entre el pueblo y los gobernantes llamados partidos políticos que terminan configurándose como camarillas o verdaderas oligarquías que gobiernan de acuerdo a sus interés invocando retórica y alegóricamente como una abstracción de muy poca significación, una vez pasadas las elecciones, conocida como el pueblo.

Por su propia mecánica el régimen del Estado de partidos privilegia y posiciona al líder carismático y demagógico por encima del estadista honesto y capaz. Por eso ese sistema electoral, democrático y popular, eligió dos veces presidente a Carlos Andrés Pérez, una vez al golpista Hugo Chávez y jamás concedió ninguna oportunidad a venezolanos tales como Renny Ottolina, Juan Pablo Pérez Alfonzo o Pedro Tinoco, mencionado merecidamente en el referido artículo de Rangel Mantilla.

No podemos desconocer los avances que trajo consigo el Estado de partidos de 1959 en lo político, social, y económico para Venezuela, sobre todo si se le compara con el potente desmadre destructor del régimen chavista. Con todos sus defectos y miserias propias de un sistema vigorosamente apoyado en la corrupción y la demagogia, la llamada democracia venezolana contaba con un sistema de pesos y contrapesos establecidos en la Constitución de 1961 que más o menos funcionaba. A pesar de sus inequidades e inmoralidades el régimen democrático inundó al país de obras y políticas para el beneficio sino de todo si definitivamente de la mayoría de los venezolanos.

Pero la democracia de partidos instalada en 1959 y refrendada con el Pacto de Punto Fijo no podía renunciar a su esencia estrictamente clientelar como forma de hacer política. La militancia y el activismo en estos partidos, que pretendían llegar al poder del gobierno por la vía del voto popular, proliferaban como ejércitos de operadores pagados con dineros públicos para trabajar por el partido, no por el país.

El Pacto de Punto Fijo para adquirir la verdadera categoría de un pacto de gobernabilidad, como falsamente se le atribuye, ha debido ser un compromiso para fortalecer las instituciones públicas previstas en la Constitución de 1961 lo cual habría sido de por sí su mayor victoria. Un pacto de gobernabilidad habría propuesto políticas para construir una Fuerza Armada Nacional patriota al servicio de la nación venezolana, sujeta firmemente al poder ciudadano y no sometida a las negociaciones de los partidos que deciden los ascensos. El Pacto de Punto Fijo no fue más que un acuerdo para el reparto burocrático del gobierno entre los partidos que lo suscribieron que ni siquiera fue útil para preservar a su propio régimen.

La llegada al poder del chavismo en 1999 es el resultado de la crisis y el anquilosamiento del Estado de partidos de 1959 y su Pacto de Punto Fijo. Con su equivocada idea de tolerancia con los golpistas de 1992 la llamada democracia facilitó los medios para su propio desmantelamiento y la instauración del Estado chavista de un solo partido en 1999. La retórica permisiva y tolerante del Pacto de Punto Fijo le entregó las riendas del país al chavismo. La sola invocación del espíritu del Pacto de Punto Fijo como tabla de salvación para los tiempos que vivimos es esconderse en las fantasías de Narnia y apostar a que el chavismo siga en el poder por tiempo indefinido, democráticamente y en nombre de la unidad nacional.- @humbertotweets