jueves, 30 de noviembre de 2017

¿Qué ofrece la MUD a cambio?

Esta semana continúa la farsa de las negociaciones entre el régimen y la MUD. Estas se desarrollan en el marco de la peor crisis económica y social en Venezuela. El colapso de la salud pública y la imposibilidad de acceso a los alimentos afectan ya a millones de venezolanos. La gente se está muriendo de infecciones e inanición. Sin embargo, tanto el régimen como la MUD siguen jugando en el mismo tablero, mientras los venezolanos son tratados como fichas de negociación.
El gobierno tiene muy claro su objetivo en esas negociaciones: Ganar tiempo. Esto es vital  para avanzar con su Constituyente hacia una situación que, según su pseudo legalidad, parezca irreversible. Todo acuerdo que el régimen suscriba y toda promesa que haga  siempre estarán sujetos a lo que resuelva la Constituyente, la cual actúa como válvula de seguridad. Por eso cualquier negociación que comience antes de la total disolución de esa Constituyente estará condenada al fracaso.
La MUD, por su parte, enfrenta una grave crisis de legitimidad. La alianza de oposición electoral ha sido repudiada y rechazada por amplios sectores de la sociedad, debido a que se evidencia una política colaboracionista con el régimen. Este rechazo obligó a la MUD a no postular directamente candidatos en las elecciones de alcaldes, aunque finalmente lo hicieron a escondidas. De igual forma, la aparición de la alianza “Soy Venezuela” y el surgimiento de un movimiento amplio de abstencionarios,  confirman que el sector opositor está dividido y que muchos venezolanos no se sienten representados por la MUD.
A la crisis de legitimidad que enfrenta la MUD se suma la falta de credibilidad derivada de un discurso falso e incoherente que ha quedado en evidencia muchas veces. En un último intento por superar sus propias fallas de diseño, la MUD asiste esta semana a República Dominicana con tres peticiones para el gobierno: 1) Apertura de canal humanitario; 2) Liberación de los presos políticos; y 3) Garantías para elecciones libres.
Independientemente de las parciales y microscópicas concesiones que el régimen pueda hacer en cada una de esas tres peticiones, lo relevante es que la estructura de poder cívico militar sobre la que opera el Estado chavista seguirá intacta. En lugar de articular una estrategia nacional e internacional para derrocar a la dictadura, la MUD prefiere  negociar con el régimen “paños de agua tibia” para tapar los graves y agudos problemas que requieren remedios mayores.
El domingo pasado, el propio Julio Borges  admitió sin rubor las profundas debilidades de la táctica de la MUD: “Tenemos ya dos años pidiéndole al gobierno la apertura del canal humanitario, y lo seguiremos haciendo.”
Lo que no dice la MUD es qué está dispuesta a ofrecer al gobierno a cambio de esas peticiones. Y esto es lo que desnuda su falsedad. ¿Vale la pena negociar soluciones aparentes y parciales, a cambio de hacer más fuerte al régimen? En otras palabras, ¿vale la pena que dejen entrar a Venezuela unos bultos de comida o de medicinas, que liberen selectivamente unos presos políticos y que le den otro rector a la MUD en el CNE, a cambio de someterse a la Constituyente fraudulenta? ¿A cambio de que la Asamblea Nacional le apruebe nuevas operaciones de endeudamiento al régimen? ¿O a cambio de luchar para siempre dentro de la constitución chavista?
El peaje que la MUD estaría dispuesta a pagar resulta mucho más caro, en términos humanos y políticos, que las migajas que les han prometido. Un camino más costoso, porque deja el destino de la república en manos de una política de pedigüeños y de servidumbre voluntaria, con la cual podremos conseguir de vez en cuando una bolsa de comida, pero jamás la libertad.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Los verdaderos espacios de lucha

El daño que la MUD le ha hecho a la causa democrática es tan grave como el que le ha hecho el régimen a la república. Casi irreparable. De la dictadura chavista sabemos a qué atenernos. Se trata de un modelo corrupto y tiránico que se instaló en 1999 con la intención de jamás abandonar el poder.
En el caso de la MUD y la llamada oposición electoral el daño es más perverso porque viene escondido en forma de esperanza e ilusión. La MUD ha llevado adelante una estrategia de oposición al régimen que no ha hecho otra cosa que legitimarlo y hacerlo más fuerte.
Es innegable que el discurso electoral de la MUD sorprendió en su buena fe a millones de venezolanos que siempre asistieron puntualmente a votar como una forma de salir del régimen. Sin embargo, la realidad destruye la ilusión electoral. La verdad es que estamos en dictadura y no hay salida electoral viable mientras la tiranía controle el poder.
Con este discurso legitimador de la dictadura la MUD se ha convertido en el mejor agente del régimen para propagar y fortalecer su agenda. El gobierno usa operadores de la MUD para hacerles repetir consignas tales como “dentro de la Constitución todo, fuera de ella nada” y “votar para ganar espacios de lucha”. El objetivo de estas consignas es desmovilizar a la sociedad para hacerle creer que el cambio político sólo será posible dentro de una institucionalidad que no existe.
La lucha que nos propone la MUD y sus desacreditados partidos es una lucha de brazos caídos, de ruego y postración ante el tirano. En lugar de apostar por la organización de la protesta popular y la movilización esta oposición solo hace ejercicio de su apetito burocrático para lograr puestos en la Asamblea Nacional, en las gobernaciones y ahora en las alcaldías para satisfacer a su clientela.
La oposición al estilo de la MUD es la de los espacios burocráticos que el régimen le adjudica para hacerlos parte de su sistema de prebendas y control social. La dictadura sabe que mientras la oposición siga ocupada en la vía electoral no habrá movilización de calle porque esta siempre será desmontada por la propia dirección política de la oposición como ya se ha visto.
De poco o nada ha servido que la MUD tenga el control de la Asamblea Nacional. El pueblo les dio un mandato que ellos mismos se negaron a cumplir enredándose en laberintos oportunistas para terminar con ningún logro de significación para la causa democrática. Los cuatro gobernadores adjudicados a Acción Democrática y los alcaldes que la dictadura le ceda a la MUD no podrán hacer más que pagar nómina y repartir contratos. Ninguno de ellos está dispuesto a confrontar la dictadura. Por el contrario, todos ellos con gusto se arrodillan ante el régimen con tal y los dejen en sus cargos.
La manera oportunista y burocrática de hacer oposición que propone la MUD debe ser desechada porque en sí constituye una estafa política apoyada en el atajo electoral y las negociaciones con e régimen. Los únicos espacios de lucha a la orden de los ciudadanos son la movilización de calle, la clandestinidad y el exilio para articular una gran fuerza nacional e internacional que derroque la tiranía. Estos son los verdaderos espacios de lucha que históricamente han funcionado contra las dictaduras.


jueves, 23 de noviembre de 2017

El auxilio internacional a Venezuela

En condiciones normales, la salida a una crisis política en democracia debería ser el resultado de la  activación de mecanismos constitucionales para corregir esa situación. No es el caso de Venezuela, donde la Constitución vigente y la autoridad constituida responden a los intereses de una camarilla que ha tomado por asalto el poder, sin intención de devolverlo.
La Constitución chavista de 1999, tan venerada por dirigentes “opositores”, no contiene las fórmulas ni las previsiones para resolver democráticamente una crisis política. Por el contrario, opera como una enrevesada superestructura para concentrar todo el poder en manos del Estado chavista, banalizando al nivel de caricatura la separación de poderes y la participación democrática de los ciudadanos.
Ni siquiera la invocación de los populares artículos 333 y 350 de esa Constitución tienen algo más que un valor simbólico cuando el monopolio de las armas lo tienen los militares y el hampa común; lo cual hace absolutamente inocuo el derecho a rebelión por parte de los ciudadanos, quienes están completamente desarmados e indefensos ante el chantaje militar.
El control que ejerce el régimen sobre el poder judicial y las FANB han dejado a la población civil a merced de la persecución y la represión. Todas las políticas que ejecuta el régimen están diseñadas para imponer la voluntad de la minoría sobre el 80% del país que no tiene ninguna forma militar o institucional para defenderse, y menos aún para hacer respetar sus derechos.
Este es el contexto que justifica la intervención de la comunidad internacional en Venezuela para acudir en auxilio de un pueblo que es víctima de su propio gobierno. Ningún cambio que se plantee por la vía electoral será viable mientras esta dictadura siga en el poder. Habrá elecciones, negociaciones y hasta cohabitación, pero la estructura de poder del Estado chavista seguirá intacta en las mismas manos.
La comunidad internacional debe intervenir en forma directa y cuanto antes para detener a la fuerza militar venezolana que ataca a la población civil de su país. Esta intervención no puede ser basada en el interés económico y geopolítico exclusivo de una sola nación, por ejemplo como los Estados Unidos. Debería ser el concierto y el acuerdo de un foro más diverso como la OEA, que conforme una fuerza multinacional para acudir en rescate de la democracia venezolana, cuyo fracaso se convierte en una amenaza para el resto de los países de la región.
Oponer a la intervención el argumento de la soberanía es un ejercicio de hipocresía del cual participan el régimen y su socio, la oposición electoral. Ellos insisten en que los demás repitan que los problemas de Venezuela los resolvemos los venezolanos. Pero no es cierto que los venezolanos tenemos los mecanismos institucionales para restablecer la democracia, someter a militares forajidos y, además, expulsar al ejército cubano invasor con sus más de 45.000 efectivos. Eso, simplemente, no es posible.
Detrás de la retórica pseudo-nacionalista y patriotera se esconde el inconfesable interés de dejar las cosas como están y reproducir formas alevosas de servidumbre voluntaria, para que la sociedad acepte esta aberración como algo normal e inmodificable. Un régimen que desmanteló la república y se entregó en brazos de Rusia, China y Cuba a cambio de apoyo económico y militar, no tiene ninguna moral para oponerse a la necesaria intervención de la comunidad internacional, la cual debe acudir en auxilio del 80% del país que desea recuperar su soberanía.

A lo largo de la historia, cientos de miles de venezolanos han recorrido países del mundo para defender la causa democrática y las ideas republicanas. Hoy, Venezuela pide que esos países envíen sus soldados para defender la misma causa y las mismas ideas, y en auxilio de sus ciudadanos. @humbertotweets

domingo, 19 de noviembre de 2017

¿Cómo afecta el default a los militares?

Sin el chantaje de los militares sobre la población civil no estaríamos viviendo esta pesadilla. En una república democrática y de leyes la fuerza armada estaría al servicio de la institucionalidad, no del partido gobernante. Ese no es el caso de Venezuela, donde el chavismo convirtió las FANB en el ala militar de su partido.
El apoyo de los militares al régimen no se fundamenta en una posición política ni en una convicción ideológica. Por el contrario, ese respaldo ha sido cosechado sobre la base de una corrupción masiva que ha pervertido la función de los  militares. Las formas varían según la jerarquía.
Los de rango elevado participan de esquemas complejos de manipulación financiera con bonos de la república, dólares preferenciales y narcolavado. Luego están los que se benefician del manejo de recursos públicos sin ningún tipo de control fiscal. Y en la base de la pirámide están los que no pueden recibir las migajas sobrantes y se les asigna en puestos de control, alcabalas, aeropuertos y aduanas para que extorsionen a los ciudadanos y completen su salario.
Toda esta trama ha enhebrado a cada uno de los oficiales con mando de tropa en las FANB a un nivel de comicidad del cual es prácticamente imposible zafarse a menos que se esté dispuesto a convertirse en testigo protegido del gobierno norteamericano.
El régimen ha sido muy diligente para promover la corrupción masiva en el seno de las FANB y así asegurarse en forma casi automática apoyos y vencer cualquier tipo de disidencia. Esta política de comprar el apoyo de los militares ha funcionado porque que está montada en la naturaleza rentista del estado venezolano que permite el fácil acceso a petrodólares y divisas para su operación.
Pero el colapso financiero de Venezuela podría darle un giro violento e inesperado al apoyo servil de los militares al régimen. Y el default es tan solo uno de los múltiples eventos desencadenantes de ese colapso.  El default es la imposibilidad material que enfrenta la república para pagar sus deudas. En otras palabras las reservas en dólares no son suficientes para pagar los bonos de deuda ni sus intereses. Esto provocará que los acreedores declaren formalmente que Venezuela está en default y esto a su vez lleve al cierre de líneas de crédito y préstamos a la república
Este torniquete financiero tendrá un severo impacto en todo el país y sin duda afectará operaciones de corrupción y narcolavado que permiten el lucro de amplios sectores en las fuerzas armadas. Hasta ahora los efectivos militares han vivido en una burbuja, aislados de la realidad, evadiendo las penurias de la crisis que afecta al resto de los venezolanos. Pero eso está llegando a su final.
El default significa que no habrá dinero real para pagarles a los soldados. Tendrán que pagarles con precarias bolsas de comida. Tampoco habrá recursos para sostener el entramado de corrupción militar que opera desde los más altos niveles hasta alcabalas y aduanas. La complicidad de esas fraternidades será sometida a prueba en una lucha sin cuartel entre los militares que aún tienen acceso al botín y los que no. El default podría provocar una importante fractura en la estructura de una FANB que vive del clientelismo en la corrupción. 


jueves, 16 de noviembre de 2017

Sepelio electoral

Venezuela se ha convertido en un gran cementerio. No es exageración. Ni es metáfora. Es la macabra realidad que nos consume, lentamente, día a día. Millones de venezolanos no tienen comida, ni dinero para comprarla. Tampoco gozan los privilegios de los enchufados, ni corren con “la suerte” de aquellos a quienes les llegan las migajas en bolsas CLAP. A esto hay que agregar la falta de recursos para comprar medicamentos; unos son muy costosos, y otros ni siquiera existen en el mercado local.
Esta imposibilidad de acceso a medicinas y alimentos es la causa directa del deterioro físico y mental de muchos venezolanos. Cuando el detrimento avanza a un estado casi terminal, no hay otra salida que ir a morir a los hospitales, los cuales se han convertido en antros de hacinamiento e insalubridad.
Quienes tratan de sobrellevar estoicamente estas carencias con rigurosas prácticas de austeridad, tampoco logran evitar la fatalidad. La muerte ronda en Venezuela por todas partes, y te puede emboscar en cualquier esquina como violencia política o violencia criminal. El país ha quedado en manos de bandas armadas que te asesinan por pensar distinto o por no llevar dinero suficiente al momento del “arrebatón”. No hay diferencia.
En el estado chavista la muerte y la tortura son usadas como perversos y eficientes mecanismos de control social. Es la única forma en que una minoría como el chavismo puede mantenerse en el poder en Venezuela, a pesar del rechazo del 80% del país. La violencia y el odio son deliberados y adquieren carácter de política de Estado para mantener chantajeada a toda la sociedad.
No se puede negociar con un régimen que no duda un segundo en sacrificar a su propia población civil para seguir en el poder. La muerte como arma política es el resultado de una voluntad definida que no va a cambiar en una mesa de negociación. Voceros calificados del chavismo lo han dicho una y mil veces. Nunca van a entregar el poder, al menos no por las buenas. Y hay que creerles, porque hasta ahora todas las amenazas las han cumplido. En eso no han sido mentirosos.
Enfrentada a esta situación, la alianza de partidos opositores (MUD) prefiere ignorar la nauseabunda realidad; entiende perfectamente que reconocerla obligaría a tomar acciones que no están dispuestos a asumir. Ignorar la realidad prepara el terreno para seguir por el atajo electoral, y ahora, además, por el de la cohabitación. Así, el discurso opositor —abundante en falacias bienintencionadas— se abraza a la muerte en lugar de combatirla, como si después de ese abrazo quedara alguna esperanza de vida.
Detrás de los llamados a votar sin garantías y a negociar sin objetivos con la dictadura, solo se esconde el afanoso deseo de claudicar la lucha democrática y convivir con el régimen, no de enfrentarlo. Y lo más pernicioso es que esos llamados se hacen para, supuestamente, evitar una guerra en la cual, a pesar de lo que digan estos “opositores”, ya estamos metidos. El monopolio de la violencia lo ejerce el régimen y así continuará a pesar de todas las concesiones que hagan los partidos de la MUD.
Que una u otra alcaldía quede en manos de los burócratas del régimen o de los camuflados de la MUD no hace ninguna diferencia en un país saqueado y al borde del colapso económico. Ni resuelve el diario dilema entre la vida y la muerte. Y lo más grave es que la mafia cívico-militar de poder chavista se mantiene intacta como lo ha estado a lo largo de estos dieciocho años. Mientras la MUD y el régimen continúan en su fiesta electoral, democrática y cívica, Venezuela se sigue desangrando. Esto en realidad parece más un sepelio, donde el gobierno y sus colaboradores ponen la urna y el pueblo los muertos.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Definiciones de la nueva oposición

El fracaso político de la Mesa de la Unidad Democrática está determinado por su falta de claridad en los objetivos e incoherencia. La MUD es la heredera de las consignas colaboracionistas de la oposición electorera desde 1999 que se ha reciclado en sus formas en estos dieciocho años, pero que mantiene intacta su táctica de pelear contra el régimen sin un intento real de disputarle el poder.
Hay tres definiciones fundamentales desde la óptica de la oposición al régimen que la MUD falló en identificar desde un comienzo: 1) No caracterizar al naciente régimen de Chávez como una dictadura; 2) No denunciar y enfrentar la Constitución fraudulenta de 1999; y 3) Aceptar la vía electoral como la única para confrontar a la dictadura.
Desde un principio Chávez no disimuló su intención en desmontar las estructuras democráticas para crear un aparato totalitario con barniz democrático. Este ha sido un proceso progresivo que se ha hecho más evidente con el paso del tiempo. La dirección política de la oposición siempre sostuvo que estábamos en presencia de un gobierno autoritario más no de una dictadura. Esta falacia condiciono severamente las posibilidades de articular una estrategia exitosa partiendo de un diagnóstico correcto de la realidad resultando en una irreparable pérdida de tiempo y oportunidades para el cambio.
Aún hoy hay quienes desde la oposición electoral se niegan a llamar a esto dictadura y a estos se suman otros que, aunque usan la palabra, se comportan como si estuviésemos en democracia.
El desmantelamiento del estado venezolano para instaurar el nuevo estado chavista comenzó con la Constitución de 1999 que fue aprobada en abierto fraude a la Constitución de 1961. El hecho de que haya sido aprobada en forma fraudulenta no le da más fuerza. Pero en lugar de denunciarla la oposición partidista se abrazó a ella e hizo de la Constitución chavista su Constitución al punto de defenderla como propia. Importante victoria se anotó el régimen cuando obligó a su oposición a aceptar y defender el documento base de estructura de poder.
Como una consecuencia de lo anterior la oposición en un insólito ejercicio de suicidio político renunció a todas las demás formas de lucha política para privilegiar la participación electoral dentro del estado chavista. Esta participación se ha dado en condiciones de fraude y desventaja que mientras el sistema no cambie jamás arrojara resultados distintos.
Sin embargo, la participación electoral ha sido el señuelo que ha usado el gobierno para poner a la oposición a defender las políticas del régimen. Son los mismos operadores de la MUD quienes llevan adelante el discurso legitimador del régimen que, viniendo de estos “opositores”, logra confundir y persuadir a amplios sectores que genuinamente apuestan por el cambio.
Como era previsible la estrategia política de esa “oposición” ha sido derrotada por la realidad. Las incoherencias y el colaboracionismo de estos operadores ha quedado al descubierto provocando una crisis cuya resolución natural debe ser la desaparición de la MUD, como dirección política de la oposición, para dar paso a una nueva formación política y ciudadana con una agenda de lucha clara y coherente contra la dictadura.
Centrar el debate en nombres de aspirantes y no en tesis políticas también hundirá a los herederos de la MUD que hoy la tratan de reciclar con caras nuevas pero con las mismas estrategias derrotistas que comenzaron en 1999. 


miércoles, 8 de noviembre de 2017

Unidad de propósito Vs. falsa unidad

Voceros de la extinta MUD solo admiten hablar de la derrota del 15 de octubre como un fracaso electoral. Quienes desde esa oposición escuetamente avalan al régimen, aseguran que el chavismo milagrosamente se recuperó. Otros, más incoherentes, ahora se atreven a pronunciar la palabra fraude pero sin renunciar a sus hábitos electoreros. En uno y otro caso la obsesión con el tema electoral les impide reconocer una derrota cualitativamente más grave: la derrota política.
La agenda de la Mesa de la Unidad Democrática, propuesta desde enero de 2016 para salir del régimen de Maduro, ha venido de fracaso en fracaso. En lugar de acumular fuerzas sociales para lograr una masa crítica que permita derrocar a la dictadura, los esfuerzos se han diluido en escaramuzas electorales, las cuales han terminado desmoralizando a la mayoría del país que se identifica como oposición.
La falta de claridad en el objetivo (transición de gobierno o ruptura con el estado chavista) y su resultante improvisación, ha traído como consecuencia una dramática derrota para la dirección política de la oposición. El no entender que se lucha contra una dictadura con la cual es imposible negociar a no ser que ello signifique entregarlo todo, ha sido parte de la falla de diseño en la estrategia opositora.
Igualmente, el aceptar desde un principio y hasta ahora las reglas de juego del estado chavista consagradas en la Constitución de 1999, ha limitado las posibilidades de crecimiento, fuerza, y coherencia de esta oposición.
Luchar contra esta dictadura se ha reducido a un mero intento de sustituir un gobierno por otro, como si aún estuviésemos en democracia. Esto ha condicionado a la oposición electoral a centrarse más en sus opciones presidenciales que en definir una estrategia común o una política para derrocar al régimen.
Los partidos de la ex MUD siguen operando como franquicias de posibles candidatos presidenciales, quienes lo único que proponen para enfrentar la grave crisis política son su propio nombre y su dudosa capacidad.
La llamada Mesa de la Unidad Democrática siempre veneró con pasión fetichista una supuesta unidad. Lo fue para repartirse las candidaturas en las elecciones legislativas del 2015 y las de gobernadores del 2017. Fue una unidad de letras, siglas y candidatos, pero nunca fue una unidad en torno a una agenda de lucha o una propuesta política de ruptura con el régimen.
Quienes ahora tratan de desmarcarse del fracaso de la MUD hablan de relanzar esa misma unidad, de hacer elecciones primarias y escoger un candidato unitario para ir a las presidenciales de 2018. Sin ni siquiera abordar un debate serio sobre la derrota política, estos partidos (Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo, Avanzada Progresista y Causa R) quieren pasar la página y moverse rápidamente hacia el único tablero que entienden, el electoral.
La idea de unidad en torno a un candidato presidencial de la oposición para seguir legitimando el fraude político es  falsa, porque no resuelve la verdadera inquietud del 80% de los venezolanos sobre cómo salir de esta dictadura. ¿Qué hacer si se pierden las elecciones presidenciales de 2018? ¿Seguir votando ad infinitum?

El régimen tiene razones para celebrar y alentar la falsa unidad, porque su oportunismo electoral divide y confunde a la oposición. Frente a esta falsa unidad para seguir en lo mismo, debemos convocar a una unidad de propósito, que se articule en una nueva dirección política y sume voluntades en torno al objetivo común: Romper con el sistema del estado chavista consagrado en la Constitución de 1999 y su subproducto consecuencial, la dictadura de Nicolás Maduro. @humbertotweets

domingo, 5 de noviembre de 2017

El fracaso de la oposición oficialista

Una práctica muy frecuente en las dictaduras comunistas ha sido la de fabricarse su propia oposición para drenar la presión social en un clima político controlado y con actores que siguen rigurosamente su guión. Esta es una táctica que le permite al régimen totalitario usar elementos de la propia oposición como agentes políticos, ideológicos y culturales en el sometimiento de una sociedad que renova sus esperanzas de liberación en una falsa ilusión opositora.
Eso ocurrió prácticamente en todas las dictaduras comunistas de Europa del Este donde los regímenes totalitarios tenían una disidencia oficialista que era tolerada por el gobierno y otra que era perseguida a sangre y fuego.
Para su ejecución esta práctica requiere la activa colaboración de operadores políticos “opositores” dispuestos a jugar ese papel en forma creíble ante sus seguidores. Usualmente a estos operadores se les permite un discurso incendiario y aparentemente radical que esconde jugadas políticas más complejas y negociaciones de prebendas con el poder.
La credibilidad de estos agentes infiltrados se convierte en el vehículo legitimador de falacias argumentales que aseguran la hegemonía de la lógica gobernante. Argumentos falsos sacados totalmente del contexto histórico son usados en forma artera para justificar las políticas de la dictadura y lograr el sometimiento de los ciudadanos.
En Venezuela tardamos dieciocho años en comprobar lo que parecía increíble: La oposición política al régimen chavista siempre estuvo en manos de agentes colaboradores del régimen que alentaron la cohabitación disimulada tras un falso discurso de oposición.
En contra de toda la evidencia histórica esa oposición vaciló a la hora de calificar al régimen de Chávez como una dictadura y por comodidad lo bautizó como un “gobierno autoritario.” Algunos operadores apelaron a la exquisita etiqueta de “autoritarismo competitivo” por el solo hecho que participaba en elecciones.
La política de no enfrentar ni denunciar la Constitución totalitaria de 1999 y el empeño en participar en procesos electorales fraudulentos encajaba perfectamente con los planes legitimadores del régimen. En lugar de organizar a la sociedad para luchar en contra de la dictadura esta oposición se dedicó durante dieciocho años a propagar la prédica electoral que terminó desmovilizando y desarticulando a la oposición en su conjunto.
La implosión de la Mesa de la Unidad Democrática en el 2017 es el resultado de la pérdida de confianza y apoyo de la sociedad en unos dirigentes y unos partidos que han quedado completamente al descubierto en su práctica colaboracionista.
Participar en las elecciones de gobernadores y la juramentación posterior de los 4 gobernadores adecos adjudicados fueron actos legitimadores del régimen y su Constituyente. El rechazo a esta política colaboracionista ha sido masivo y de tal intensidad que los partidos de la MUD decidieron no participar “oficialmente” en la elecciones de Alcaldes, aunque terminaron usando tarjetas de otros partidos minoritarios para postular candidatos sin el costo político de decir la verdad.
La nueva dirección política de la oposición que sustituya a la MUD debe estar en manos de los ciudadanos, no de los partidos. Y deberá organizarse no en torno a las aspiraciones presidenciales de un candidato sino en torno a la unidad de propósito de amplios sectores de la sociedad para derrocar la dictadura.-  


miércoles, 1 de noviembre de 2017

De la rendición a la cohabitación

La oposición electoral, representada por la MUD, fracasó en su intento de derrocar a la dictadura por la vía del voto. La MUD es la heredera política de esa oposición ambigua de 1999 y la Coordinadora Democrática, que a lo largo de dieciocho años han sido constantes en participar en elecciones, legitimando al régimen.
La rendición de esta dirigencia opositora ha sido un largo proceso que comenzó con la aceptación de la Constitución de 1999 y todas sus consecuencias. Al lograr reconocimiento a su Constitución por parte de esa oposición, Chávez aseguraba no solo que participara en todos los procesos electorales, sino además el compromiso de aceptar los resultados buenos y malos de los mismos.
Peleando dentro de las reglas del estado chavista no ha sido ni será posible lograr resultados distintos de los ya conocidos. Y es que esa fue la victoria política más importante que Chávez haya logrado en vida: que sus adversarios acepten las reglas de juego de un modelo que no les favorece; pero que, de alguna forma, mantiene viva la ilusión de algún día poder ganar. Es una fórmula muy usada en los regímenes totalitarios de izquierda, que al igual que la dictadura chavista, se ufanan de hacer elecciones todos los años.
Aceptar participar política y electoralmente en este sistema viciado, sin ni siquiera intentar cambiarlo, es el equivalente a una rendición. Así, Chávez ganaba esa guerra “justamente” antes de que iniciara.
La oposición electoral ha hecho todo lo que en democracia hay que hacer para ganar. Hasta ha logrado los votos. Pero no gana, ni ganará jamás. No es posible, porque el mecanismo de fraude está en revisión y actualización permanente para afinar nuevas y más sofisticadas formas, con el fin de que una minoría gane elecciones en condiciones aparentemente legales y técnicamente inapelables.
Incapaces de articular una política de oposición para derrocar a la dictadura, los partidos de la MUD —principalmente Acción Democrática, Primero Justicia, Voluntad Popular y Un Nuevo Tiempo— optaron por acoplarse a este nuevo modus vivendi, con la esperanza de que el gobierno cumpla con las adjudicaciones prometidas como pago a su participación electoral.
En otras palabras, la oposición electoral apostó a que el régimen cumpliera lo prometido en las negociaciones.
Deliberadamente, esta oposición electoral decidió ignorar que el gobierno ha venido ejecutando sistemáticamente un plan para no entregar más nunca el poder por la vía democrática. Formas totalitarias como el estado comunal, contenidas en el plan de la patria de Chávez, no son consignas o amenazas; son políticas que están en pleno proceso de ejecución y que la oposición electoral nunca tomó en serio.
Habiendo perdido la confianza de su base, por su ya legendaria incoherencia, lo único que le queda a los partidos de la MUD es asegurar su supervivencia clientelar, y esperar a que un hecho sobrevenido los ponga automáticamente en el poder.
En un país donde no es fácil conseguir dinero para hacer política, estos partidos se ven obligados a sostener la cohabitación con el régimen. Esto implica esperar pacientemente por la adjudicación directa de cargos en la estructura del estado chavista con posterior rito de humillación, tal como ocurrió con los cuatro gobernadores; y ocurrirá con un grupo de alcaldes opositores que seguramente serán designados “electoreramente” por el régimen.
Una oposición que se rindió ante los pies de Chávez desde hace dieciocho años y que hoy da la vida por cohabitar con el régimen madurista, jamás podrá ser alternativa democrática frente a la dictadura.