lunes, 30 de mayo de 2022

Colombia vía Venezuel

            Para quienes hemos visto el desmantelamiento de Venezuela en manos del chavismo es inevitable preocuparnos al ver paralelismos con el actual proceso político colombiano cuya fase actual podría culminar con la llegada de Gustavo Petro y la izquierda indefinida al poder. Es cierto que Petro no es Chávez pero está siguiendo las mismas tácticas para lograr el control del Estado colombiano y luego intentar su implosión para sustituirlo por una estructura tolerante con ideologías extrañas a los valores históricos de la sociedad colombiana. Al igual que chávez en su momento Gustavo Petro le dice a cada quien lo que quiere escuchar, esto le ha permitido pasar los exámenes de una oligarquía financiera, de  unos monopolios mediáticos, y hasta de una élite militar que lo consideran potable y aceptable como presidente.

            En buena medida Petro estaría accediendo al poder como resultado del triunfo de esa ideología de la tolerancia que ha gangrenado las instituciones del estado colombiano, incluyendo a sus fuerzas armadas. Esta ideología es la que ha permitido que hoy buena parte del poder judicial colombiano esté controlado por jueces permisivos con los grupos guerrilleros y lo que ellos significan con el pretexto de la inclusión. Parece que muy temprano se ha olvidado que la paz en Colombia sólo fue posible luego de la derrota militar de la guerrilla y el narcotráfico.

            Grupos políticos y militares que no lograron reventar al estado colombiano en una guerra abierta ahora operan desde adentro buscando su implosión de la mano de la candidatura de Gustavo Petro. El uso de instituciones como el poder judicial para buscar el desmantelamiento del estado colombiano es algo muy parecido a lo que el chavismo hizo en Venezuela.

            Además de la connivencia de la burguesía financiera y el apoyo de empresarios de medios de comunicación Petro se ve favorecido por la ausencia de una verdadera alternativa que contraste su retórica populista con una tesis política firme en defensa de la nación colombiana. Por el contrario la gran mayoría de los candidatos que enfrentan a Petro quieren parecerse a él y copian su discurso ambivalente con el afán de ganar apoyos de un electorado que parece encantado con los cantos de sirena. La tragedia de Colombia hoy es que el estado de partidos está obligado a depender de politiqueros, no de estadistas, que parecen más preocupados por las próximas elecciones que por las próximas generaciones.

            Sin embargo, hay notables diferencias entre el proceso político colombiano y el venezolano que nos animan a un moderado optimismo. Aun ganando la presidencia de la República y logrando mayoría en el parlamento Gustavo Petro tendrá que enfrentar poderosos factores políticos, sociales y militares que estarían dispuestos a pelear en el sentido literal de la expresión para defender la integridad territorial y los valores de la sociedad representados en el actual estado colombiano.

            A diferencia de Venezuela en Colombia hay una larga tradición de lucha de la sociedad contra el narcotráfico y la guerrilla. Se trata de una guerra que costó millones de vidas y que unió a la gran mayoría de los colombianos contra las fuerzas que intentaron destruir la nación colombiana. Hay conciencia en amplios sectores de la sociedad colombiana que no se puede ser indiferente frente a las políticas disolventes que trae Petro.

            Igualmente Colombia cuenta con unas fuerzas Armadas con un alto sentido de patriotismo y responsabilidad en la preservación de las instituciones de la nación colombiana. Es cierto que las ideologías tolerantes y disolventes ya están operando en el seno de la elite militar, pero aun así existen amplios sectores con tradición y experiencia en las fuerzas armadas dispuestos a defender los valores históricos de la sociedad colombiana.

            Los intentos de Petro para adecuar al estado colombiano a una versión débil y permisiva con los enemigos históricos de la sociedad colombiana serán enfrentados por sectores que aún tienen una presencia decisiva en la política. Desmantelar al Estado colombiano será mucho más difícil que lo experimentado en Venezuela, pero ante la ausencia de una opción política alternativa y patriótica no se puede descartar.

            La llegada de Gustavo Petro al Palacio de Nariño podría significar el comienzo del fin para Colombia tal como la hemos conocido hasta ahora, con instituciones fuertes y resuelta a defenderse. Pero a diferencia de Venezuela será una batalla de más largo alcance e intensidad que podría verse potenciada por la articulación de una opción política patriótica de carácter civil y militar. El tiempo dirá si Colombia decide transitar el camino de Venezuela o por el contrario regresa y se refugia en su propia historia y valores.- @humbertotweets

jueves, 26 de mayo de 2022

Colombia entre Petro y los que se parecen a Petro

            Más que una sana envidia los venezolanos de bien sentimos una profunda admiración y respeto por el pueblo colombiano que en las últimas décadas ha logrado derrotar al narcotráfico y la guerrilla al tiempo de preservar la integridad de la nación colombiana y sus  valores fundamentales. Lo vemos con admiración sobre todo cuando valoramos que los venezolanos hemos fracasado en ese mismo empeño al dejar caer a Venezuela en manos del chavismo. Sin embargo, Colombia parece no ser inmune al virus disolvente de estados y naciones que hoy recorre el mundo disfrazado de ideologías llamadas progresistas que en muchos casos son asociadas a las ideas de una supuesta izquierda que nosotros preferimos llamar como izquierda indefinida.

            Los enemigos de la nación colombiana que fueron derrotados y reducidos en sus propósitos hoy regresan infiltrados dentro de la propia institucionalidad del Estado colombiano. Estos buscan ahora permear al Estado con políticas de ambigüedad y tolerancia frente a temas fundamentales tales como la defensa de la familia, de la vida, de la propiedad privada y la integridad territorial frente a grupos guerrilleros que han sabido sacarle partido a negociaciones que les permitan una representación que la sociedad con justicia les había negado.

            Las elecciones presidenciales en Colombia de este 29 de mayo nos presentan un cuadro político con todas las contradicciones propias del Estado de partidos. Comenzando por la insuficiente e inútil clasificación de las opciones políticas entre izquierda, centro y derecha pasando por un sistema político que en aras de ser democrático es débil por naturaleza para defenderse de sus enemigos que ya operan desde adentro apostando a su implosión. Un proceso muy parecido, salvando las distancias y particularidades históricas, al que vivió Venezuela en 1998.

            Hablar de izquierda, centro y derecha en Colombia sin darle contenidos concretos a estas etiquetas solo contribuye a la confusión de un electorado que es obligado por las corporaciones mediáticas locales a escoger entre opciones muy parecidas unas a otras donde el factor distintivo termina siendo algo tan volátil y superficial como la personalidad o el carisma del candidato.

            Tomemos como ejemplo las opciones presidenciales de Gustavo Petro y Fico Gutiérrez, identificados el primero con la izquierda y el segundo con la derecha según los medios de comunicación colombianos. En un tema fundamental como es la política del Estado colombiano frente a la guerrilla ambos candidatos coinciden en proponer negociaciones como vía para vencer a estos grupos y lograr la paz. Ambos candidatos, por razones distintas, reniegan del éxito del estado colombiano y su ejército en más de tres décadas de combate a la guerrilla y al narcotráfico. La victoria militar del Estado colombiano sobre la guerrilla y el narcotráfico es la que facilita la política de acuerdos de paz y negociaciones, totalmente innecesarias porque estos grupos ya habían sido vencidos y lo que procedía era someterlos a las leyes vigentes más no convertirlos en receptores de dádivas burocráticas en el seno del Estado colombiano.

            Mientras Petro tiene muy claro que su política de acuerdos con grupos guerrilleros y ex guerrilleros busca un objetivo de largo plazo que es insertarlos en las instituciones del Estado colombiano, el candidato Fico de la supuesta derecha se ve obligado a postular la misma política solo por populismo para tratar de atraer votos de la izquierda que le permitan ganar. Este es uno de los vicios propios del Estado de partidos. Con el objetivo inmediato de ganar una elección los candidatos terminan diciendo no lo que realmente piensan o lo que conviene a la nación sino lo que ellos creen que la gente quiere escuchar. Esto nos presenta un elenco de candidatos al cual habría que yuxtaponer etiquetas de izquierda, centro izquierda, centro, centro centro, centro derecha, derecha y hasta ultraderecha. Los medios de comunicación en Colombia han hecho fiesta con estas denominaciones en lugar de evaluar el contenido de las opciones políticas desde la óptica de lo que conviene a la nación colombiana y de ser necesario hasta podría admitir que ninguna de esas opciones estarían representando a una gran cantidad de colombianos dispuestos a votar en blanco y que las empresas encuestadoras controladas por los medios ubican en un 13%.

            Según las encuestas Gustavo Petro pareciera perfilarse como el ganador en la primera vuelta de este 29 de mayo. Este candidato de la izquierda con apoyos del partido de la FARC y toda suerte de movimientos con ideologías disolventes del Estado colombiano también ha logrado convertirse en un candidato potable para poderosos grupos financieros que están ayudando esta candidatura posicionándola como aceptable para Colombia. Aunque Petro por razones pragmáticas se ha desmarcado del régimen de Nicolás Maduro encontramos grandes similitudes con Hugo Chávez en sus tácticas para tomar el poder diciéndole a cada sector lo que quiere escuchar y cosechando apoyos de fuerzas sociales con intereses contradictorios.

            La respuesta de la supuesta derecha colombiana es llamar a votar por cualquier opción en contra de Petro no importa que en el examen estas terminan pareciéndose a la del candidato del llamado Pacto Histórico. En lugar de construir una propuesta inspirada en la defensa de la nación colombiana, sus valores, la familia, la propiedad y el territorio estos autodenominados grupos de derecha han optado por desdibujarse para tratar de parecerse a Petro y atraer votos. Y si las opciones presentadas a Colombia para este 29 de mayo son entre Petro y los candidatos que quieren parecerse a Petro para nada debería extrañar que el ganador fuese Gustavo Petro.- @humbertotweets

lunes, 23 de mayo de 2022

A elecciones, sin sanciones ni condiciones

            El engaño de las negociaciones chavismo-falsa oposición en México es más que evidente. La estafa consiste en intentar hacerle creer a la gente que se está negociando algo, quizás hasta algo muy importante, cuando en realidad todo ya está resuelto, adjudicado, y repartido desde el ángulo del estado chavista y nada queda por negociar.

            Tratando de darle un sentido a la estafa la falsa oposición sugiere que se estarían negociando condiciones electorales y algunos posibles cambios de políticas del Estado chavista para beneficio de los venezolanos. La realidad es que las concesiones y adjudicaciones concretas que el chavismo le iba a hacer a la falsa oposición ya fueron asignadas hace unos meses atrás con la designación de la directiva del Consejo Nacional Electoral. Allí la falsa oposición cuenta con unos voceros que serán los encargados de afinar los procedimientos electorales con cambios superficiales e inocuos que le sigan garantizando al chavismo ganar las elecciones subsiguientes.

            En cuanto al cambio de políticas que se esperan del régimen chavista la falsa oposición justifica sumarse a las peticiones de levantar gradualmente las sanciones que, según ellos mismos dicen sumados al coro del chavismo,  estarían afectando al pueblo y no al régimen. Parece olvidarse ahora que el objetivo, teórico al menos, de esas sanciones tibias y muy mal implementadas era precisamente debilitar la operatividad del régimen para provocar una crisis que desembocara en su caída. Ahora se cambia el argumento para decir que al tratar de socavar la operatividad del régimen se estaría afectando a los venezolanos víctimas de un gobierno que no podría hacer su trabajo por culpa de las sanciones.

            En el nuevo giro para suspender las sanciones al chavismo han influido no sólo la cobardía y el entreguismo de la falsa oposición. A estos factores materiales habría que sumarle otro, quizás mucho más influyente, que es el ablandamiento de la política de los Estados Unidos frente al Estado chavista con el cambio de gobierno de Donald Trump a Joe Biden. Desde un comienzo la administración Biden ha buscado enmascarar su política real frente al chavismo que no es otra que la de la tolerancia con regímenes tiranos como los de Cuba y Nicaragua al tiempo que ejercita una retórica “anti” que solo esconde acuerdos concretos de la política realmente existente del departamento de estado norteamericano, la cual permitiría la permanencia de estos regímenes, incluido el de Venezuela, por décadas.

            Así las cosas los venezolanos nos encontramos víctimas del régimen chavista y de una falsa oposición que se atribuye una representación que no le corresponde para negociar en nombre de millones de venezolanos con el chavismo. Estas supuestas negociaciones, como ya se ha explicado, son más una estafa que otra cosa. La evidencia del engaño resulta inocultable cuando se constata que la falsa oposición ya está lista para escoger su candidato presidencial y participar en el fraude electoral del 2024 sin condiciones electorales y, posiblemente ya para ese año, sin ningún tipo de sanciones que afecten al estado chavista. Antes de sentarse en la mesita de los pasapalos en México ya la falsa oposición le ha dicho sí a todas las concesiones del chavismo.

            La falsa oposición no ha podido explicar con claridad qué tipo de negociación pretende con el chavismo al renunciar a cualquier mecanismo de presión concreta que obligue al régimen a cambiar su curso. Sin condiciones electorales mínimas que garanticen unas elecciones limpias y sin sanciones que limiten la operatividad del Estado chavista los resultados, si es que se pudiese esperar algunos, descansaran sobre la buena voluntad del chavismo para hacer lo correcto de ahora en adelante sin otro factor de presión que su propia moral. Esto es esperar mucho de una mafia que no duda en linchar a los suyos si es necesario para mantenerse en el poder.

            Para lo único que sirve el levantamiento gradual de las sanciones al chavismo y el participar en su fraude electoral del 2024 es para asegurar la estabilidad y permanencia del Estado chavista. Pero quizás esto es lo que busca la falsa oposición con su nueva táctica de acoplarse al estado chavista para ser un factor de aparente resistencia que en realidad es uno controlado por el régimen. Esta jugada requiere de cierto apoyo popular que convalide con votos la política colaboracionista de la falsa oposición. Para lograr esto hay que inyectarle esperanzas a la gente para que crea en la presunta racionalidad de las negociaciones en México y la salida electoral aunque lo que se estaría logrando es precisamente lo opuesto, el atornillamiento del régimen chavista.- @humbertotweets

jueves, 19 de mayo de 2022

¿Negociación o rendición?

            Tanto el régimen chavista como la falsa oposición, amarrados por intereses y negocios comunes, están obligados a venderle a Venezuela y el mundo las bondades de los que ambos insisten en llamar una “negociación”. Pero estos intercambios que ocurren a la vista de todos y hoy tienen por escenario la Ciudad de México están rodeados de mitos e inexactitudes que enmascaran la verdadera naturaleza estafadora de dos bandas cuyo único logro ha sido destruir a Venezuela.

            Lo primero que hay que establecer es que no existe una oposición real que le haga contrapeso al régimen chavista. Lo que hay son candidatos a presidir un gobierno que deje intacto todo el aparato político, financiero y militar del estado chavista. En otras palabras lo que busca la falsa oposición por la vía electoral es que se les permita gobernar dentro del Estado chavista en una suerte de alternabilidad democrática. Por eso cuidadosamente la falsa oposición siempre ha buscado un cambio de gobierno, no el cambio del régimen chavista que sí sería una política de verdadera oposición.

            Entre estos dos grupos, que dicen representar intereses opuestos pero que en realidad buscan la estabilidad del estado chavista, se han dado varias jornadas de negociaciones en un proceso que parece no tener fin. Pero estas llamadas negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición no podrían llamarse como tales porque nunca han ido más allá de pequeñas concesiones que buscan oxigenar y maquillar la imagen del régimen. Sin embargo, cada vez que el chavismo y la falsa oposición se sientan en la misma mesa ambos insisten en que se trata de una “negociación”.

            Uno de los problemas prácticos que han tenido estas llamadas negociaciones es la representatividad. Mientras el estado chavista representa los intereses de sus mafias políticas financieras y militares la falsa oposición hundida en el descrédito no puede atribuirse la representación de los venezolanos que están en contra del régimen. La masiva asistencia a marchas y protestas en la calle fue usada como una forma para validar esa representación. Hoy la asistencia es precaria porque la gente está cansada del engaño y la traición. Los resultados electorales podrían ser una forma de atribuirle representación a la falsa oposición, pero con un sistema electoral fraudulento como el venezolano solo se puede hablar de las adjudicaciones que el propio régimen le hace a los candidatos de la falsa oposición. Igualmente la abstención militante se ha convertido en la peor pesadilla de una falsa oposición que está urgida en mostrar apoyos en la calle y que solo puede negociar presentándose a sí misma.

            Luego está el tema del objeto de la negociación. ¿Hay realmente algo de valor político para intercambiar entre el chavismo y la falsa oposición? El chavismo que controla todo el aparato del estado dispone de varias fichas de valor negociable para la oposición. El chavismo tiene el poder para cambiar las reglas de juego, alterar resultados electorales, adjudicar votos, cargos y contratos. Cualquier pequeña concesión que el chavismo le haga a la falsa oposición en perspectiva representa cuotas de inmenso valor político y económico.

            Por la otra parte se dice que la falsa oposición tiene al gobierno interino de Juan Guaidó y el apoyo de los Estados Unidos y la comunidad internacional a una política de sanciones contra el régimen chavista. El llamado interinato nunca logró ser más que una agencia de cargos y contratos sin la categoría de un gobierno capaz de hacerle contrapeso al régimen chavista. Aun manejando a discreción los activos de Venezuela en el exterior, pero sin controlar ni siquiera la oficina donde funciona, el valor negociable de esta posición es casi cero. Esto quiere decir que a los efectos de la política real el interinato de Guaidó podría seguir operando, como en efecto el propio régimen chavista lo ha permitido, sin que esto haga mella o sea verdaderamente relevante para la supervivencia del chavismo.

            Las sanciones internacionales en contra  pretendían aislar al régimen chavista y eventualmente provocar su caída. Pero estas sanciones no fueron efectivamente aplicadas y en la mayoría de los casos fueron burladas por el chavismo amparado por la propia ambigüedad y desgano de los Estados Unidos y la comunidad internacional. Las petroleras norteamericanas siguieron comerciando petróleo venezolano a través de empresas y estados proxy y otras como la ExxonMobil hasta lograron un estatus especial para seguir operando, sin interrupción, en aguas de Venezuela y Guyana. Sin que jamás hayan producido algún resultado ya se anuncia que las sanciones al régimen chavista están virtualmente suspendidas.

            En realidad no hay nada que la falsa oposición tenga en su control para obligar al chavismo a negociar. Por eso a la falsa oposición no le queda más alternativa que aceptar mansamente cualquier concesión que el chavismo le quiera dar. Hay negociación porque conviene para reciclar la imagen del régimen chavista y les presenta la oportunidad de lograr bonos extras como sacar a Erik Malpica Flores de la lista de sancionados por los EEUU y hasta lograr la liberación del “diplomático” Alex Saab.

            Pero no habiendo nada que la falsa oposición pueda ofrecer de valor al chavismo, más que su lealtad perruna al régimen, esto más que una negociación tiene las características de una rendición en el sentido de hincarse complacientes ante los pies del tirano sin aliento y sin voluntad para sacarlo del poder.- @humbertotweets

lunes, 16 de mayo de 2022

Nada que negociar

            La falsa oposición está aferrada al mantra de esta temporada que sugiere negociar con el régimen chavista condiciones electorales mínimas para la estafa electoral del 2024. Con ingenuidad y candor suponen que luego de modificar tímidamente el obsceno sistema electoral venezolano habría una posibilidad de ganarle con votos a Nicolás Maduro. También supone esta tesis que una vez logrado el triunfo las instituciones del Estado chavista se pondría a la orden del nuevo presidente. Esto es esperar demasiado de un régimen que ha demostrado que no cederá voluntariamente el poder a menos que sea expulsado por la fuerza, en cualquiera de sus variedades. Aquí es donde entran en juego los epígonos de la falsa oposición a fabular con teorías que lucen exquisitas en la retórica pero que están desconectadas de la realidad.

Y la desconexión ocurre porque los teóricos de la falsa oposición contaminan sus análisis con piezas de propaganda diseñadas para vender una buena imagen y capturar seguidores. Desde este ángulo la falsa oposición pareciera estar diciendo lo que ellos suponen la gente quiere oír, esto es, una salida pacífica, democrática negociada con el chavismo. Esto le daría aliento a la tesis de invertir todos los esfuerzos en buscar una negociación con el régimen chavista como única salida política donde la falsa oposición termina creyendo su propia fábula, una que fue creada para estafar incautos pero que ahora es la estrategia medular de todos los partidos de la MUD.

La falsa oposición puede decir todo lo que quiera sobre el llamado gobierno interino de Juan Guaidó. La realidad es que esa estructura nunca logró el rango de gobierno y quedó reducida a una agencia clientelar para repartir cargos y contratos. Al fracaso político y militar en articularse como un contrapeso real al régimen chavista habría que agregar su incapacidad para convertirse en un eje de lucha contra el chavismo. Tan inocuo e incompetente ha resultado ese interinato que el chavismo le permite a Guaidó que circule libremente por el país en su empeño cantinflerico, eso sí bajo amenaza de ponerlo preso en cualquier momento. La falsa oposición no ve en esto una debilidad sino una fortaleza. Orondos y campantes aseguran que “el régimen le tiene miedo a Guaidó y no lo pueden tocar”, como si las inmunidades de las que presume Juan Guaidó no derivaran de la conmiseración del propio estado chavista que lo deja actuar porque algún beneficio les reporta.

De inmediato saltan los analistas de la falsa oposición y nos atajan revelando su argumento más potente: Es que el chavismo no se puede meter con Guaidó y su gobierno porque están reconocidos por los Estados Unidos y la comunidad internacional. El apoyo de estos factores internacionales al interinato ha sido en términos simbólicos y de retórica diplomática. No ha existido apoyo con armas y recursos como los enviados al gobierno de Vladimir Zelensky en Ucrania que sí parece tener el apoyo de la llamada comunidad internacional.

Lo que abundan son las declaraciones de los funcionarios del gobierno de Joe Biden reiterando por enésima vez su apoyo al interinato y su condena al gobierno de Maduro en un aburrido y tedioso ejercicio de copiar y pegar declaraciones. Y últimamente se ha observado al gobierno de los EEUU llevar de la mano al interinato de Guaidó a la mesa de negociaciones con el chavismo mostrando más interés en pasar la página que en resolver el problema de fondo.

Las inofensivas sanciones que los Estados Unidos y otros países le han impuesto al régimen chavista también son presentadas como una supuesta posición de fortaleza para la falsa oposición. Inclusive se ha sugerido que el interinato y la falsa oposición tendrían el poder para decirle al Departamento de Estado norteamericano cuando se podrían levantar. Más fabulas en el mundo de fantasía de la falsa oposición. Las sanciones no han afectado la operatividad del régimen chavista y este se las ha ingeniado para burlarlas en formas tan insospechadas como las gestiones que en los Estados Unidos hace la ExxonMobil para seguir contratando con el gobierno de Maduro. Esta política parece tener el visto bueno de la Casa Blanca ahora animada a comprarle petróleo al chavismo para aislar a la Rusia de Putin. Sin que jamás se hayan sentido sus efectos ya se habla de levantar las sanciones al régimen chavista.

Si el llamado gobierno de Guaidó no tiene ningún peso, si el apoyo de la comunidad internacional no se traduce en algo concreto, y si las sanciones contra el régimen chavista están a punto de ser suspendidas…entonces ¿Que tiene la falsa oposición para obligar al chavismo a negociar? Nada. Ni siquiera apoyo popular porque el descrédito de la falsa oposición y el interinato ha desmotivado a muchos venezolanos para participar en protestas controladas y en su lugar a abrazar la tesis de la abstención electoral.

A estas alturas resulta evidente que las negociaciones entre la falsa oposición y el régimen chavista en México son más un ejercicio de control de daños para la MUD que ya decidió participar en la estafa electoral del 2024 con condiciones mínimas o sin ellas y está urgida -¿desesperada?- para que la gente les compre el discurso. Cualquier cosa que el régimen chavista le otorgue a la MUD en México solo será una concesión graciosa que jamás comprometería la estabilidad del régimen, no una negociación porque en realidad no hay nada que la falsa oposición pueda negociar. - @humbertotweets

jueves, 12 de mayo de 2022

Las mutaciones del chavismo

            El chavismo como una curiosa tendencia política que logró reunir factores de la izquierda y de la derecha con una retórica neo socialista en los años noventa ha cambiado dramáticamente. La demagogia de Hugo Chávez sedujo a las masas llevadas de la mano de unos medios de comunicación rendidos ante el carisma del comandante con la esperanza de usufructuar beneficios en el anticipado nuevo régimen político. El discurso chavista tenía una promesa y una esperanza para todos los sectores de la sociedad aunque sus intereses fuesen contradictorios. Esta etapa se caracterizó por una retórica nacionalista cuya mejor expresión fue su discurso el domingo 6 de Diciembre de 1998 en las afueras del teatro Teresa Carreño cuando con tono pausado y prudente ofreció garantías para todos.

            Una vez en el poder la retórica patriotera y nacionalista se dejó a un lado para abrazar la prosa socialista en el mejor estilo chavista anunciando motores para una “revolución endógena”. De alguna forma la palabra socialista, vacía completamente de contenido,  permeó las políticas de esa primera década del chavismo cuando se perdieron miles de millones de dólares de la nación venezolana en corrupción y en absurdos experimentos como los conucos, las areperas y el desmantelamiento de la industria petrolera. Pero todavía Venezuela tenía dinero suficiente en sus arcas heredadas del antiguo estado democrático de partidos para financiar las pretensiones megalómanas de Hugo Chávez.

            Estos fueron los años en que un Chávez envalentonado con ilimitados recursos petroleros se dió a la tarea de destruir todo aquello que no podía controlar. El Estado nacional venezolano con sus instituciones fue pulverizado para instalar el nuevo Estado chavista con estructuras políticas, militares y financieras propias. En su pretendida obsesión socialista Chávez acabó con industrias, empresas y comercio destruyendo así a la economía venezolana incluido su signo monetario que terminó valiendo mucho menos que el papel higiénico. El socialismo a la chavista redujo a Venezuela a la vergonzosa y humillante condición de ser un miserable país de menesterosos que dependen de una caja CLAP para escapar de la búsqueda de comida en los basureros.

            A la sombra del chavismo floreció una nueva capa socioeconómica conocida como los boliburgueses o aquellos enchufados a las estructuras del poder chavista con el privilegio de hacer negocios y dineros con el Estado. De alguna manera esta boliburguesía terminó sustituyendo a la otra burguesía financiera pero esta nueva capa contaría con la protección y estímulo del Estado chavista.

            Al momento de morir Hugo Chávez Venezuela era un país social y económicamente desahuciado cuyas carencias y miserias afectarían incluso a la propia clientela chavista. El Estado chavista tal como se le conoció en la época de Hugo Chávez ahora resultaba inviable al comienzo del gobierno de Nicolás Maduro. Por supuesto, con una industria petrolera desmantelada y unas reservas en su nivel histórico más bajo la cúpula chavista en pánico entiende que su modelo está agotado y si quieren continuar en el poder tienen que buscar otros modelos o regresar al modelo anterior de un capitalismo de estado más o menos organizado y con garantías para el capital privado.

            Sin embargo, emprender este viraje de políticas que en la práctica significaba renegar de toda la obra y pensamiento de Hugo Chávez era una maniobra que requería extrema habilidad y precisión. Cualidades que por esa necedad de subestimar al adversario nunca se le reconocieron o se vieron en Nicolás Maduro. Los mismos que en 1999 aseguraban que Chávez no llegaría a 3 años de gobierno ahora regresaban con las mismas manías pronosticando que Maduro o “Masburro” carecía de las capacidades de Chávez y saldría del poder en poco tiempo. De eso ya hace más de 7 años.

            Lo primero que hizo Nicolás Maduro para emprender un viraje que garantizara la supervivencia del Estado chavista y sus mafias fue liquidar toda oposición política a su gobierno dentro del chavismo y amarrar su destino al del Vladimir Padrino Lope quien ha logrado dominar a las fuerzas armadas chavistas a fuerza de corrupción para dividirlas y debilitar los focos de oposición y resistencia en contra de Maduro. Parte de esta operación política ha consistido en aislar y debilitar a cualquiera que pudiese ser una opción real para sustituir a Nicolás Maduro. En esa lista de chavistas civiles y militares está por supuesto Diosdado Cabello quien aunque ejerce una de las vicepresidencias del PSUV ha perdido todo su poder político y sus fichas militares han sido jubiladas o están en la cárcel.

            Sin peligro de oposición interna, la nueva macolla del estado chavista conformada por Nicolás Maduro, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez ha ido desmontando todo el legado chavista que antes era venerado y hoy es parte del pasado. Así la nueva política monetaria del régimen es entregarse a la dolarización como confirmación de que el signo monetario nacional ha perdido todo su valor y la única forma de recuperarlo bajo el régimen chavista sería anclarlo al dólar yanqui tan despreciado por Chávez. Con el mismo ímpetu el Estado chavista ha emprendido  una política de privatización primero creando zonas económicas especiales para privilegiar a sus capas de boliburgueses y ahora se acaba de anunciar que el gobierno comenzará a reprivatizar empresas bajo control estatal en otro reconocimiento al fracaso de las políticas de Hugo Chávez.

            Es curioso y hasta irónico que el estado chavista para sobrevivir esté obligado por la realidad a desprenderse de las políticas y la basura teórica que fabrico Hugo Chávez y que igualmente llevó a Venezuela a su destrucción. Esta nueva fase está definida por un regreso a la dolarización y a la propiedad privada (privatización de empresas estatales, etc.), eso sí con una política claramente orientada a fomentar y preservar sus propias capas de Boliburgueses y Bolichicos. Esto no quiere decir que Venezuela entra en una fase de recuperación económica sino más bien que el gobierno tendrá a su disposición más recursos y su propia burguesía financiera para tratar de continuar en el poder en nombre de Chávez aunque de su legado solo quede polvo.- @humbertotweets

lunes, 9 de mayo de 2022

¡Todos a la feria de México!

            El régimen chavista y el gobierno de Nicolás Maduro han logrado meter en cintura a la falsa oposición y sus aliados. Ya de lo único que hablan los falsos opositores es de las elecciones del 2024 y de la ilusión de escoger un candidato unitario en primarias que, según dicen, si es apoyado por todos los partidos tendría la fuerza no solo para derrotar electoralmente a Maduro sino para automáticamente asegurarse el apoyo de las estructuras políticas, militares y financieras del estado chavista. Diríamos que son ingenuos si ellos no supieran de antemano que efectivamente no será así. Pero lo saben, entonces no es ingenuidad sino cinismo para justificar ante sus propias clientelas y el resto de los venezolanos la jugada que sigue que es la del acoplamiento formal e institucional con el régimen chavista.

            Desde el punto de vista teórico político los partidos de la falsa oposición resolvieron que se puede cohabitar con el chavismo dentro del Estado chavista. Por eso todos los esfuerzos van dirigidos a un mero cambio de gobierno por la vía electoral. Esto podría tener algún sentido si efectivamente el chavismo quisiera o, mejor aún, estuviese en la necesidad de esa cohabitación. Pero está demostrado que el chavismo puede gobernar a su antojo prescindiendo de la falsa oposición. Por eso el chavismo nunca aflojará las correas que amarran a sus instituciones tales como el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y las Fuerzas Armadas. En consecuencia, no se puede esperar que el chavismo haga nada para ceder el poder del gobierno ante un ilusorio e hipotético triunfo electoral de la falsa oposición.

            La manera como la falsa oposición se ha planteado las negociaciones con el chavismo es una demostración de la debilidad de su tesis. La falsa oposición acude a la mesa de negociación con el chavismo sin absolutamente nada que negociar o dar a cambio que no sea su fidelidad perruna al régimen político chavista. Se puede argumentar que las inocuas sanciones aplicadas por los Estados Unidos y la llamada comunidad internacional además del reconocimiento al gobierno de papel de Juan Guaidó son las piezas que arman  a tesis de la falsa oposición para negociar con el chavismo. En realidad se trata de apariencias que no han afectado ni afectarán al chavismo porque estas podrían continuar operando incluso hasta el 2024 sin llegar a erosionar el poder del régimen.

            Desde el punto de vista pragmático los dueños de los partidos que conforman la falsa oposición saben que es así, pero de alguna forma tienen que aspirar a lo único que queda disponible que es seguir existiendo como factores políticos reconocidos por el régimen para acceder a los recursos que les permitan sostener a sus clientelas. El chavismo por su parte le dará a la falsa oposición precisamente eso, un reconocimiento limitado y condicionado además de recursos por vía de gobernaciones y alcaldías. Suficiente para seguir existiendo pero inútil para alcanzar el poder. Las concesiones burocráticas que el chavismo le hace a la falsa oposición adjudicándole gobernaciones y alcaldías no afectan para nada la estructura real de poder político, financiero y militar del régimen aunque sean presentadas por la falsa oposición como epopeyas épicas tal como ocurrió recientemente en Barinas y Zulia y unos años atrás en Táchira, Mérida, Nueva Esparta y Anzoátegui.

            Esta política de adjudicaciones a la falsa oposición le permite al chavismo dirimir sus propios conflictos internos sacrificando a un bando para premiar al otro. Pero además es un magnífico incentivo para que la falsa opción siga colaborando dentro del régimen político lo cual es justificado mediáticamente por ellos como “conquistar espacios de lucha” en la mítica posibilidad de que efectivamente algún día el chavismo perdiera las elecciones y entregara pacíficamente el poder.

            Este es el discurso más manoseado por la falsa oposición para animar a sus clientelas y engañar a los venezolanos con la estafa de la vía electoral. Aunque no hay forma de acceder a cifras confiables el interés en votar ha disminuido dramáticamente. Lo sabemos no por lo que diga el CNE sino por la impresionante ausencia de gente en los centros de votación el día de las elecciones. Los “analistas” de la falsa oposición acusan alarmados que se trata de una apatía que afecta las posibilidades de victoria de la oposición. Entonces concluyen que la fórmula mágica se resumiría en ir todos (los partidos) unidos y arrastrar a la mayor cantidad de gente a votar. La fórmula deliberadamente deja por fuera factores decisivos de la realidad como la capacidad del régimen para fabricar resultados electorales y ultimadamente el poder para imponerse por la violencia institucional y militar.

            Pretender que el chavismo cederá el poder sin que previamente haya un quiebre estructural del Estado chavista es simplemente un cuento de hadas para los fabuladores de la falsa oposición. Pero es un cuento que están obligados a repetir como parte del trato que les permita ese reconocimiento que tanto buscan por parte del régimen. Eso es lo que se está negociando en México. No las condiciones mínimas para sacar al chavismo del poder sino las concesiones y adjudicaciones mínimas que el chavismo está dispuesto a darle a la falsa oposición para que haga su papel.

            Como preámbulo a la fiesta electoral del 2024 las negociaciones en México lucen más como una feria con papelillo y serpentina donde se le entregan premios e incentivos a la falsa oposición. La celebración adquiere ahora incluso más entusiasmo y colorido con la incorporación de ONG y otros grupos motivados a participar en  darle palos a esa piñata pagada con los recursos de la nación venezolana. Lo importante es que cada vez son más los venezolanos que identifican con claridad ese patrón de comportamiento del régimen chavista y la falsa oposición y en consecuencia ven en la abstención electoral la única forma de rebelarse contra la estafa política. A pesar de los millones que gastaran el chavismo y la falsa oposición para arrastrar a la gente a los centros de votación con promesas marchitas la realidad y la experiencia de estos veinte años son mucho más potentes.

Después de esta feria de repartos en México habrá otras, quizás hasta el chavismo ya las tiene previstas en su manual. Pero lo que no cambiará es el discurso estafador, porque ya no queda nada nuevo que decir.- @humbertotweets

jueves, 5 de mayo de 2022

Las horas más dramáticas de la imprudencia

            Para los escolásticos la prudencia era la virtud de actuar en forma justa, adecuada y moderada. Definida por ellos como la recta ratio agibilium no se puede confundir con el temor o la ambigüedad. La prudencia es la virtud que debe practicar un político o un estadista al tomar decisiones que afectarán de un modo u otro a su sociedad política. Por ejemplo, desde el punto de vista moral la decisión de declarar la guerra a otro estado se puede considerar como condenable, pero si es necesaria para la permanencia de ese estado y para el logro de sus planes y programas podría ser necesaria y hasta prudente. Con esto queremos reafirmar una idea que explicó muchas veces el filósofo español Gustavo Bueno, no hay guerras buenas o malas, hay guerras prudentes o imprudentes.

Para entender el conflicto entre Rusia y Ucrania y sus posibles desarrollos hay que desagregar lo moral de lo político. Antes de que se nos acuse de pro fascistas debemos insistir que no estamos justificando el daño a la vida de Ucranianos y Rusos víctimas de la inevitable confrontación entre imperios. Lo que intentamos exponer es la necesaria separación entre moral y política para valorar un conflicto desde la perspectiva de una dialéctica de imperios y no desde un deber ser. Quizás abordando las razones políticas reales del conflicto se podría evitar más bajas humanas y la guerra en lugar de jugar al maniqueísmo dicotómico entre el bien y el mal para justificar a uno de los bandos y satanizar al otro.

Aquí no estamos frente a un Vladimir Putin que un día enloqueció y decidió invadir Ucrania y masacrar a sus habitantes. Esta es una idea que sirve como material de propaganda pero es absolutamente inútil desde el punto de vista político porque reduce el conflicto a un mero simplismo psicologista. Hay causas objetivas y materiales que han llevado a Rusia a actuar de esa manera como lo habrían hecho los Estados Unidos o Inglaterra si países vecinos se estuviesen movilizando para expandir sus territorios más allá de sus fronteras.

Si tratamos de examinar las causas que llevan a los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN a confrontar abiertamente a Rusia nos encontraremos con una verdadera lucha de imperios entre el diseño de un mundo unipolar gobernado política, financiera y militarmente por los Estados Unidos y sus aliados, y por otra parte el de un mundo multipolar donde imperios como los Estados Unidos, China y Rusia tendrían que coexistir y entenderse.

Es sorprendente ver cómo la élite política e intelectual norteamericana resolvió hacerle el juego a Vladimir Zelensky para a través de una guerra proxy mal disimulada intentar el ambicioso objetivo de destruir a Rusia. La forma como los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN participan en el conflicto deja poco o ningún espacio para una salida rápida y negociada que salvaría millones de vidas de ucranianos y rusos. Por el contrario pareciera que hemos entrado en una dinámica irreversible y desenfrenada donde el resultado final que se busca es la destrucción de Rusia. El suministro masivo de armas letales y recursos a Ucrania solo valida el deseo de lograr un resultado no negociado que en la previsiones de de sus instigadores no puede ser otro que la derrota definitiva de Rusia.

Uno de los problemas con el suministro masivo e indiscriminado de armas a Ucrania es precisamente la inestabilidad política de ese país y la incertidumbre sobre las fuerzas reales que controlan ese gobierno. Se desconoce, por ejemplo, la influencia del Batallón Azov en el gobierno y las Fuerzas Armadas de Ucrania. Incluso si se produjera lo que buscan los Estados Unidos y la OTAN, la derrota militar de Rusia, el resultado sería un inevitable proceso de balcanización en la región con grupos ahora poderosamente armados que llevarían sus conflictos a países vecinos y al resto de Europa. Aunque en Estados Unidos se insista en satanizar a Rusia y a Putin presentándolos como enemigos de la civilización occidental la realidad es que siempre resultará más prudente en términos políticos entenderse con una potencia como Rusia, con estructuras y políticas estables, que con pequeños e imprevisibles experimentos como Ucrania que muy probablemente terminarán como una caja abierta de Pandora.

Es muy difícil prever cómo se podría revertir este conflicto a una fase real de negociación para terminarlo cuando el papel que están jugando los Estados Unidos y la OTAN es precisamente el de instigadores. Eventos aparentemente simbólicos como la visita de Boris Johnson, Francisco Guterres y Nancy Pelosi a la zona de guerra no se pueden interpretar como un mero apoyo a Ucrania sino como una provocación deliberada, tratando de producir el casus belli si eventualmente algunos de estos altos funcionarios hubiese perecido al estar en la zona de combate.

La prudencia no busca complacer las emociones de la muchedumbre, más bien es el ejercicio de la cautela para evitar daños o daños mayores. Estas son las horas más dramáticas de la imprudencia porque los factores de poder no están actuando para terminar el conflicto sino para justificarlo y prolongarlo sin importar un desenlace letal para millones de personas. Es una verdadera tragedia que las pautas de la política internacional sean dictadas por comediantes como Zelensky y no por estadistas como Roosvelt, Churchill y Stalin que aun siendo adversarios actuaron con prudencia y pragmatismo.- @humbertotweets

lunes, 2 de mayo de 2022

El chavismo y la falsa oposición acabaron con la clase trabajadora

            Una de las consecuencias de la devastación de la economía venezolana en manos del chavismo ha sido la desaparición de la clase trabajadora como una fuerza orgánica en la sociedad. Pero esto no es un resultado azaroso sino un diseño montado por el chavismo para desarticular y reducir cualquier sector social que pueda representar un peligro para su hegemonía. Igualmente los profesionales universitarios y técnicos por extensión han sido llevados a una situación peor que la proletarización y es a un estado denigrante de mendicidad. Uno y otros, obreros y profesionales, han perdido tales cualidades para ser reducidos prácticamente al papel de esclavos bajo el régimen chavista.

Se podría acusar el sinsentido de un estado que aparentemente se inspira en ideas marxistas y socialistas ejerciendo políticas antiobreras y antipopulares. Pero entonces habría que calibrar si esto que se llama chavismo se puede ecualizar con el socialismo o es más bien otra cosa. Lo cierto es que bajo el régimen chavista los venezolanos han pasado más hambre que durante los años de la calumniada democracia de partidos. No hay comparación.

La economía ha sido dolarizada a la fuerza y los salarios se siguen pagando sobre la base de un bolívar que como moneda vale menos que papelillo y serpentina. La desaparición de la verdadera empresa privada de la industria y el comercio e incluso la bancarrota de las empresas del estado han logrado una disminución cuantitativa de la fuerza laboral. Esto ha puesto en forma irreversible a millones de venezolanos en situación de desempleo y dejados en la más absoluta miseria tratando de sobrevivir operando en economías informales y mercados negros de cualquier cosa que aun mantenga su valor.

Hay una minoría privilegiada que tiene empleo y salarios más o menos decentes en empresas que directa o indirectamente dependen del gobierno para poder operar por vía de contratos públicos de bienes y servicios. Hay otra capa que figura en las nóminas del gobierno de Nicolás Maduro y en las del Interinato de Juan Guaidó que en realidad son las clientelas tanto del chavismo como de la falsa oposición a quienes se les paga con dinero del erario público para que se dediquen a la política a tiempo completo.

De estas capas salen unos supuestos líderes sindicales que hablan en nombre de una clase trabajadora inexistente. Y con esa pseudo representación avalan junto a la Fedecámaras chavista un supuesto diálogo social con el gobierno para lavarle la cara al chavismo. Esta vez la maroma contó con la bendición de la Organización Internacional del Trabajo cuya delegación parecía más engolosinada con las poses y los pasapalos que interesada en examinar las condiciones miserables de los obreros y profesionales venezolanos.

            El control que ejercen tanto el gobierno como los partidos de la falsa oposición sobre los, ya de por sí, débiles sindicatos ha sido pernicioso para la organización obrera y sindical. En lugar de ser estructuras ágiles para la lucha y la movilización han quedado reducidas a megáfonos para amplificar las consignas del gobierno y los partidos.  Sin un horizonte de lucha y con una agenda marcada por el cortoplacismo de los partidos de la falsa oposición estos sindicatos pueden hacer muy poco por sí mismos y sus afiliados y prácticamente nada por Venezuela.

            Partiendo del reconocimiento de la debilidad actual de una clase obrera prácticamente inexistente y la urgencia de deslastrarse de una anquilosada burocracia sindical mediatizada por los partidos quizás se podrían articular núcleos organizados de trabajadores, sindicatos de nuevo tipo pues, con una agenda sindical y política definida proyectada en el mediano y largo plazo. La organización de sindicatos verdaderamente autónomos e independientes, tanto del gobierno como de la falsa oposición y de los partidos en general, es en sí misma una actividad subversiva al régimen chavista que se sostiene no solo por las armas y la violencia sino también por la ausencia de fuerzas sociales organizadas capaces de sacarlo del poder.

            Los cambios políticos y sociales no parten de cero o se dan en un vacío, son más bien el resultado de transformaciones y confrontaciones dialécticas donde unas estructuras van cediendo, desapareciendo o cambiando para dar paso a otras. Así como es plausible asumir que dentro de las podridas fuerzas armadas chavistas hoy exista la materia para transformarse en algo distinto de la misma forma podemos asumir que en estos sindicatos corruptos y burócratas haya la materia para construir un sindicalismo de nuevo tipo, uno deslastrado de los partidos pero comprometido con los intereses de su clase y sobre todo con la recuperación de Venezuela.- @humbertotweets