lunes, 29 de noviembre de 2021

¿Se ocupará la CPI del Coronel Gámez Bustamante?

            Siempre hemos argumentado que, como producto de los acuerdos entre el chavismo y la falsa oposición, en Venezuela hay presos políticos, civiles y militares, de primera y de segunda. Están los presos políticos detenidos por tirar piedras al régimen que luego son usados como fichas de negociación entre el chavismo y la falsa oposición. La liberación negociada de estos le rinde dividendos al chavismo que se da una imagen de apertura, a la falsa oposición quien celebra haberle “arrebatado” algo al gobierno y en su conjunto beneficia al estado chavista quien en forma casi automática gana a un evangelizador que sale a predicar sobre las bondades del régimen político. También están los presos políticos VIP con rango de celebridades cuyas milagrosas y espectaculares fugas solo podrían explicarse como el resultado de negociaciones con el régimen.

            Pero hay otro tipo de preso político en Venezuela. Aquel que ha sido implicado en algún intento de rebelión contra el régimen chavista y que por carecer de las conexiones y afinidades con la falsa oposición nunca es parte de los canjes con el régimen y es ignorado en las campañas mediáticas. Este tipo de preso político está literalmente condenado a muerte por el régimen porque generalmente su caso está en el limbo jurídico de la justicia chavista y para mayor desgracia su caso se pierde en la maraña de informaciones o simplemente en el olvido. Ellos están doblemente condenados a muerte si a la agresión física agregamos la agresión moral. En esta situación están más de un centenar de presos políticos civiles y militares de cuyos casos sabemos solo gracias a sus propios familiares, a algunos periodistas, y a organizaciones tales como Foro Penal y Control Ciudadano quienes se han ocupado de documentar esos casos.

            Incluso el más emblemático preso político del régimen chavista, el general Raúl Isaías Baduel recibió el mismo tratamiento. Su asesinato en manos del régimen chavista es la indubitable evidencia. A pesar de su prestigio y de su rango nadie metió la mano para negociar y tratar de salvar su vida. Con toda su pericia y habilidades militares tampoco pudo darse el lujo de escaparse de sus captores como otros lo lograron sin ningún esfuerzo. Solo su familia, muy consciente de su estado mortal en una carrera contra el tiempo, luchó hasta quedarse afónica advirtiendo el desenlace fatal si el General Baduel no recibía urgente atención médica. Nada pudo impedir que el régimen chavista ejecutara su sentencia de muerte sobre el General Raúl Isaías Baduel.

            Sin embargo, el General Baduel no fue el primero en ser asesinado por el régimen chavista mientras estaba bajo custodia de sus esbirros y torturadores. Según Foro Penal en condiciones similares habrían fallecido Rodolfo González Martínez, Carlos Andrés García, Rafael Arreaza Soto, Fernando Albán, Nelson Martínez, Rafael Acosta Arévalo, Pedro Pablo Santana Carballo, Salvador Franco, Gabriel Medina Díaz. Es evidente que se trata de un procedimiento establecido y sistemático que usa el chavismo para librarse de este tipo de preso político y que su muerte sirva para propagar el miedo en sus propias huestes.

Por supuesto, en el mundo militar chavista hay preocupación porque nunca se sabe a quién le va a tocar. Y es que aun cuando no exista una amenaza creíble de rebelión militar contra el régimen en el seno de sus propias fuerzas armadas la acusación por conspiración se ha convertido en el recurso más usado para decidir los ascensos y dirimir pugnas intestinas entre bandas militares. Con razón muchos militares chavistas comienzan a preguntarse ¿Si esta es la suerte de un hombre con la estatura y el prestigio del General Baduel qué pueden esperar los cientos de oficiales militares presos a quienes se les niega sistemáticamente el derecho a la defensa?

Desde hace varios años hemos seguido el caso del Coronel José de Jesús Gámez Bustamante preso del régimen en condiciones similares a los antes mencionados. Gámez Bustamante no tiene esperanza de recibir justicia del estado chavista porque el propio Nicolás Maduro lo condenó públicamente al decretar que (Gámez Bustamante) “se pudra en la cárcel”. Una vez asesinado Baduel la atención de sectores militares se dirigió al Coronel Gámez Bustamante. No porque el Coronel Gámez Bustamante cuyo estado de salud es precario sea la figura de una nueva rebelión, sino más bien por un sentimiento de respeto y magnanimidad con un antiguo compañero de armas a quien reconocen como honesto, profesional y leal, aunque estos no sean precisamente los valores de la actual fuerza armada chavista.

Muy poco se puede esperar de las solicitudes de trato humanitario para el Coronel Gámez Bustamante que oficiales activos le han enviado al ministro pusilánime y comodín Vladimir Padrino López. Por el contrario, esas peticiones están siendo procesadas como la evidencia de una supuesta conspiración militar encabezada por el Coronel Gámez Bustamante y que tendría como eje la Guardia Nacional chavista. Si hay pugnas en las fuerzas armadas chavistas y estas evolucionan al punto de convertirse en rebelión es algo que solo podremos saber con el tiempo. Pero lo que sí está claro es que el intento de acusar al Coronel Gámez Bustamante como cabeza de una conspiración militar no es sino la justificación para darle el mismo trato que ya le dieron al General Baduel buscando el mismo desenlace fatal.

Aunque no somos optimistas en lo absoluto sobre el papel que jugará la Corte Penal Internacional en su supuesta evaluación sobre los delitos de lesa humanidad perpetrados por el régimen chavista en Venezuela por el contrario si creemos que es posible llamar la atención de esta instancia internacional sobre el caso del Coronel Gámez Bustamante y otros cientos de oficiales militares quienes como él están prácticamente condenados a muerte. Si la Corte Penal Internacional y el fiscal Karim Khan quisieran mostrar un interés genuino por la situación de Venezuela podrían comenzar por exigirle al régimen chavista la liberación inmediata de estos presos políticos, civiles y militares, o si lo prefieren que sus juicios, sin ninguna posibilidad de resolución en la venezuela chavista, sean radicados en otro país donde al menos se les garantice el derecho a la vida y a la defensa. El interés o el desinterés de la CPI por el caso del Coronel José de Jesús Gámez Bustamante y el de cientos de presos políticos, civiles y militares, en Venezuela establecerá la diferencia entre la vida y la muerte.- @humbertotweets

jueves, 25 de noviembre de 2021

El régimen chavista en su fase madurista

            La semana pasada en La Razón presenté unas hipótesis sobre cómo podría operar el reparto de las gobernaciones y las alcaldías entre el régimen  chavista y la falsa oposición. Mi análisis partía de la premisa que lo del 21 de Noviembre, como en todas las elecciones anteriores y las que vendrán con el chavismo, no era una elección sino un adjudicación de cargos con base al pacto político entre chavismo y falsa oposición. Desde ese ángulo traté de explorar cómo podría operar ese reparto insistiendo que aunque lo más noticioso y comentado sean los nombres de los favorecidos lo realmente relevante era la lógica que usaba el chavismo para perpetrar esta operación.

En líneas generales nos atrevimos a sugerir que el chavismo podría entregar a la falsa oposición gobernaciones como Zulia y Lara para cumplir su parte de las negociaciones de México con la MUD y además intervenir en la selección de quién será el vocero de la falsa oposición reconocido por el régimen para perfilarlo como un posible candidato presidencial en las elecciones del 2024. Manuel Rosales, quien se mueve muy bien entre los dos bandos de la falsa oposición, resultó favorecido con la gobernación del Zulia en una jugada donde la cúpula madurista sacrifica al chavista Omar Prieto ficha de Diosdado Cabello, cuya posición dentro del régimen se sigue devaluando.

Advertimos en el referido artículo que bajo ninguna circunstancia el régimen entregaría las gobernaciones de Miranda y Táchira, ni la Alcaldía de Caracas como en efecto ocurrió. Poner a ganar en el Táchira a Fredy Bernal con menos de 3 mil votos frente a Laidy Gómez parece ser más una advertencia de la cúpula Madurista para que Bernal sea consciente de su gran fragilidad dentro del régimen y revise y sus conexiones con Diosdado Cabello.

            El reparto incluye las gobernaciones de Cojedes y Nueva Esparta para dos operadores de la falsa oposición como una retribución por el eficiente papel que han jugado las dos bandas de Acción Democrática como agentes del régimen. A esto habría que sumar un centenar de Alcaldías entregadas a las franquicias partidistas de los dos grupos de la falsa oposición, interinato y alacranes. Esto marcaría el reingreso formal de toda la falsa oposición al régimen chavista.

            Con este reparto el régimen no solo busca afianzarse en el poder con la ayuda de la falsa opción sino que además sigue su proceso de mutación del chavismo originario al madurismo aunque la esencia del estado chavista se mantenga intacta. Para abrirle espacio a la falsa oposición dentro del régimen había que sacrificar algunas fichas propias y estas en su mayoría resultaron ser los candidatos chavistas a gobernaciones y alcaldías vinculados a Diosdado Cabello.

            Por esto no se puede pasar por alto lo que en este momento está ocurriendo con Barinas donde el propio régimen ha dejado colar la versión de entregarle esa gobernación al falso opositor Fredy Superlano. Lo que está en disputa no es un asunto de votos sino entregarle ese cargo a Voluntad Popular y al mismo tiempo librarse “democráticamente” de las dos familias Chávez acusadas en los círculos maduristas de ser “pedigüeños impenitentes” en todas las oficinas del gobierno con la excusa de portar el ADN del comandante supremo.

            El régimen chavista bien podría sacrificar a Argenis Chávez, hermano de Hugo Chávez, para ofrecer pruebas de la transparencia de sus elecciones fraudulentas en ámbitos internacionales. Así lo anecdótico sustituiría las consideraciones de fondo tales como el hecho de que el régimen controla todos los poderes e instituciones para fabricar resultados electorales a su medida. ¿Cómo se podría hablar de fraude si hasta el hermano de Chávez perdió en su estado? preguntaran los cómplices e incautos.

            Pero el sacrificio del hermano de Hugo Chávez en Barinas tendría además otro sentido.  Y este es que marcaría un evento más, en una cadena de muchos, donde se viene verificando la sustitución del llamado chavismo originario por el madurismo que hoy controla todos los ejes del poder del régimen chavista. En esta purga unos han sido asesinados como el caso de Raúl Isaías Baduel. Otros están muertos en vida como Miguel Rodríguez Torres. Algunos han sido aislados y execrados como Elías Jaua. Los que conocen el monstruo por dentro y saben de lo que es capaz han preferido desertar como lo hicieron Cristopher Figuera y el “Pollo” Carvajal. Solo van quedando elementos como Diosdado Cabello en situación de preaviso y con muy pocas posibilidades de sobrevivir la fase madurista del régimen chavista.- @humbertotweets

lunes, 22 de noviembre de 2021

Venezuela 80/20

            Solo incautos y cómplices pueden expresar sorpresa con lo ocurrido el 21 de Noviembre en Venezuela. Tal como estaba previsto el régimen chavista se auto adjudicó casi todas las gobernaciones y alcaldías dejándole algunas a la falsa oposición para cubrir las apariencias democráticas y seguir con la farsa de los acuerdos y negociaciones. La evidencia del fraude electoral del chavismo con la complicidad de la falsa oposición queda clara con las imágenes de centros de votación vacíos, sin colas, contando solo con la presencia de los tarifados de los partidos en contraste con las cifras oficiales del Consejo Electoral Chavista reconociendo una participación del 40% y por consiguiente una abstención del 60%.

            Los resultados anunciados por el régimen chavista no se pueden reconocer o admitir como producto de una elección que para todos los efectos fue inexistente. Estos más bien son el fruto del acuerdo político entre el chavismo y la falsa oposición para reconocerse y darse legitimidad el uno al otro. Las cantidades de votos y las adjudicaciones producto de este pacto político son tan inapelables que antes de cerrar el presunto proceso de votación ya voceros de la falsa oposición en sus dos sabores (hamponato y alacranes) pedían reconocer los resultados y prepararse para participar en el referéndum revocatorio del 2022 que será convocado, tal como lo fueron estas “elecciones”, a la medida del régimen chavista.

            En otro periódico hace unos días adelanté una hipótesis para tratar de explicar el resultado que el chavismo y la falsa oposición nos presentan hoy. Fue más un ejercicio de pronóstico que de predicción porque nadie podría saber a ciencia cierta cuáles gobernaciones finalmente le otorgaría el chavismo a la falsa oposición. En mi análisis sugería dos gobernaciones importantes, la del Zulia y la de Lara. Pero la clave no está en lo anecdótico y circunstancial de los favorecidos sino en la racionalidad que usó el chavismo para llegar a esa decisión.

Al entregar la gobernación del Zulia a Manuel Rosales el chavismo busca posicionar a este operador como figura clave para seguir ejerciendo influencia en el antro de la falsa oposición. En otras palabras, el 21 de noviembre el cogollo del régimen chavista resolvió que su interlocutor en la falsa oposición no será ni Henrique Capriles Radonski, ni Henri Falcón sino Manuel Rosales, aunque se le agradece a los dos primeros el haber ayudado en la maroma. La jugada es además otro paso en el progresivo y sistemático proceso de desmembrar políticamente a Diosdado Cabello cuyo pupilo en este caso resultó sacrificado.

Las otras dos gobernaciones que el chavismo le dá a la falsa oposición, Nueva Esparta y Cojedes, no son más que parte del paisaje para adornar el resultado democrático y un premio de consolación para los dos bandos del partido Acción Democrática que en el seno de la falsa oposición han resultado los más consecuentes y hábiles colaboradores del régimen, cobrando por ambos extremos. 

En otros casos emblemáticos tales como Caracas, Táchira y Miranda nos atrevimos a asegurar que bajo ninguna circunstancia serían entregados a la falsa oposición porque se trataba de fichas claves para el chavismo. Sin embargo, el Táchira merece una mención especial por el aparente drama creado por un supuesto empate técnico entre los candidatos Freddy Bernal y Laidy Gómez. Desde el momento que el régimen chavista designó a Freddy Bernal como “protector” del Táchira estaba resolviendo al mismo tiempo que esa gobernación debía retomarla por ser un territorio donde el chavismo, la guerrilla y grupos paramilitares ejercen un próspero cogobierno.

Sin duda la gobernación del Táchira, estaba cantado desde el principio de esta comedia, sería para Freddy Bernal. Pero el poner a Bernal a “ganar” en situación precaria con un escaso margen de “votos” no podría ser otra cosa que una advertencia del cogollo madurista para que revise sus relaciones y afinidades con Diosdado Cabello y además sea consciente de su propia fragilidad dentro del régimen.

Haciendo a un lado lo anecdótico que parece ser lo más comentado y celebrado por “analistas” e influencers lo que realmente hay que rescatar del 21 de Noviembre es la realidad, inocultable hasta para el propio chavismo, de la abstención. Por definición no se pueden creer ni aceptar las cifras suministradas por el Consejo Electoral Chavista sobre un proceso viciado y fraudulento. Pero si esa instancia admite que la abstención fue de más o menos un 60 % lo más probable es que haya sido mucho más. Si los operadores de los partidos del chavismo y la falsa oposición estaban apurados a las 6 de la tarde pidiendo a la gente ir a votar lo más probable es que muy pocos electores participaron en esa mascarada.

Las fotos de centros de votación desolados que circularon por las redes sociales solo pudieron ser coloreadas con incidentes y enfrentamientos entre asalariados del chavismo y la falsa oposición. En sitios como el Zulia no entendieron que todo sería el resultado de un acuerdo político, se tomaron en serio la contienda con el lamentable resultado de una persona asesinada en plena jornada electoral. En otros como el 23 de Enero de Caracas, zona gobernada por los colectivos chavistas, no hubo incidentes ni electores en los centros de votación.

La capacidad real del chavismo y la falsa oposición para llevar gente a votar no superaría juntos el 20% que es más o menos el alcance que podrían tener las redes de clientelismo que controlan ambos bandos. El resto, esto es el 80%, es la gran mayoría de la Venezuela decente y honesta que vive de su trabajo y expresó su más absoluto desprecio por chavistas y falsos opositores al negarse a ir a votar en este nuevo fraude electoral.

Por supuesto, la abstención por sí sola no será suficiente para sacar al chavismo del poder. Pero es un espacio desde el cual se podrá comenzar a construir una o más alternativas a la política que representan tanto el chavismo como la falsa oposición. La abstención militante como rechazo al chavismo y la falsa oposición debe ser dotada de contenido y propuestas para desmarcarse de quienes proponen no votar por un asunto ausencia de condiciones electorales y quienes proponemos no votar hasta que haya un cambio total de régimen político distinto al impuesto en 1999.-  @humbertotweets

lunes, 15 de noviembre de 2021

No votar es votar contra el chavismo y la falsa oposición

            Siempre hemos argumentado que las diferencias entre el chavismo y la falsa oposición son de forma. En principio pareciera que son diferentes porque uno pretende disputar el poder al otro pero en esencia ambos buscan sostener al mismo régimen político chavista y su Constitución de 1999. La máxima aspiración política de la falsa oposición, en todas sus versiones, es intentar ser gobierno dentro del estado chavista por la vía electoral y de una supuesta transición negociada. Pero esto no va a ocurrir porque el chavismo desde hace mucho tiempo decidió que jamás entregará el poder en forma pacífica.

            Sin embargo, al mismo tiempo el chavismo se esmera en mantener viva la esperanza de que la falsa oposición algún día podría ser gobierno si juega según las reglas del estado chavista y se acopla con este. Por parte del chavismo este ha sido el punto número uno en todas las negociaciones que ha celebrado con la falsa oposición desde 1999. Como la falsa oposición no ha tenido una dirección y orientación política única en todo este tiempo sus acciones están caracterizadas por marchas y contramarchas. Esto explica que unas veces hayan intentado llegar al gobierno participando en los fraudes electorales del chavismo y otras llamando a no votar. Eso sí, siempre y a todo evento jurando fidelidad a la Constitución chavista de 1999 y sus inviables e inaplicables métodos para elegir a un gobierno en forma democrática o revocar su mandato.

            La conformación de un presunto gobierno interino dependiente de la Asamblea Nacional del 2015, sin ningún fundamento legal o constitucional, fue presentada como la posibilidad de crear un eje de poder político real alterno al estado chavista. El apoyo diplomático de varios países, incluidos los Estados Unidos y Colombia, al llamado interinato de Juan Guaidó hacía pensar que desde allí se construiría una suerte de gobierno en el exilio para coordinar las acciones en el desplazamiento del chavismo del poder en Venezuela.

            El interinato de Juan Guaidó y la falsa oposición no tardarían semanas en mostrar que sus prioridades no eran precisamente articular un gobierno en el exilio para enfrentar al chavismo sino más bien operar como una oficina de nóminas y contratos para el beneficio de las franquicias partidistas de la falsa oposición y sus clientelas. Nunca el interinato de Guaidó ejerció actos de gobierno. En lugar de ministros tuvo “comisionados”. No solo evitó designar a un ministro de la defensa u organizar un ejército sino que con infinidad de excusas nunca presentó una solicitud formal de apoyo militar a los países que le respaldaban para intervenir en Venezuela.

            Lo que sí hizo el interinato de Juan Guaidó fue usar el apoyo internacional para hacerse reconocer como titular de los activos de Venezuela en el exterior y además receptor de fondos y recursos de la ayuda humanitaria entregada por otros países. Repitiendo prácticas típicamente chavistas el interinato se ha negado en forma sistemática a rendirles cuentas a los venezolanos sobre los cuantiosos recursos que ha manejado. Amparado en el hecho de ser un constructo pseudo legal reconocido diplomáticamente por varios países, pero sin ataduras legales en ninguno, el llamado gobierno interino de Juan Guaidó se transformó bien temprano en un verdadero hamponato interino.

El inminente retiro del apoyo que ofrece los Estados Unidos a esa caricatura de gobierno es lo que movió a la falsa oposición a buscar una nueva negociación con el régimen chavista. Por supuesto la única forma de regresar a la talanquera chavista es por la vía electoral. La necesidad y la urgencia de estar pegados a algo que se pueda parasitar es lo que lleva a los partidos de la falsa oposición a cambiar una vez más su postura y lanzarse a la celebración de la “fiesta democrática y electoral”.

La jugada ha sido tan burda como torpe. Supuestamente de las negociaciones en México y de las condiciones electorales que ofreciera el régimen dependería la participación de la falsa oposición en la farsa electoral. Pasado el tiempo y llegado el momento de hacer las postulaciones la falsa oposición y sus partidos presentaron puntualmente sus candidatos sin ni siquiera mencionar el tema de las famosas condiciones electorales. Los más descarados se destacan porque sin rubor dicen que a la final las condiciones no importan, con ellas o sin ellas hay que ir a votar para “conquistar espacios de lucha.”

Mientras el estado chavista controle todas las instituciones jamás habrá garantía de elecciones libres y democráticas en Venezuela. Las pequeñas concesiones reglamentarias que el chavismo le pueda dar a la falsa oposición son nimiedades comparadas con el inmenso poder que se reservan para decidir a quienes les serán adjudicados los cargos.

Lo que habrá el 21 de noviembre no son unas elecciones, es otra farsa electoral orquestada por el chavismo con la complicidad de la falsa oposición en todas sus versiones. La supuesta pugna entre candidatos de la oposición es parte del show para tratar de darle dramatismo al asunto e intentar mover a la gente a votar. No por los votos que de por sí son completamente irrelevantes en el sistema electoral chavista sino para la fotografía de los centros de votación donde ambos, tanto chavistas como falsos opositores, esperan mostrarle a mundo largas colas de electores que avalan cualquier cosa que el Consejo Electoral chavista se le antoje anunciar como resultado oficial.

Aceptar la tesis electorera y oportunista de la falsa oposición y sus candidatos es avalar la corrupción que se ha tragado al hamponato interino. Pero esto solo podría ser un dilema para unos cuantos que aún esperan seguir viviendo de la política como clientela bien pagada por las franquicias partidistas con dineros y recursos del tesoro nacional. Por el contrario, la inmensa mayoría de los venezolanos no se plantea ni siquiera la posibilidad de ir a votar porque entiende que es una forma de apoyar al régimen, pero además porque no hacerlo es una forma, quizás la única efectiva por el momento, para votar al mismo tiempo contra el chavismo y la falsa oposición.-  @humbertotweets


jueves, 11 de noviembre de 2021

La Venezuela decente no vota el 21 de Noviembre

            La idea de la decencia en la política se deriva de la moral o el conjunto de normas que buscan proteger a un grupo o una sociedad, en este caso la nación venezolana. Todas aquellas acciones que vayan en contra de la permanencia o pervivencia de la nación venezolana serán entonces consideradas como inmorales o indecentes. La crítica que siempre hemos argumentado contra el chavismo y la clase política colaboracionista de la falsa oposición se basa en el hecho que sus acciones apuntan a la destrucción de la nación y el estado venezolano como sociedad política.

            Para mantenerse en el poder el régimen chavista ha tenido que desarticular al estado nacional venezolano para sustituirlo por el estado chavista que representa otro tipo de interés más que todo de índole criminal. Solo esto explica porque el chavismo en su afán de imponer la barbarie ha destruido el territorio, las instituciones, la moneda, la economía, la historia y hasta la autoestima de ser venezolano.

            El territorio ha sido desmembrado para ser repartido entre guerrillas, megabandas y los cuerpos militares del estado chavista. Cada uno domina una parcela donde es soberano para robar, secuestrar y cobrar vacuna a los ciudadanos indefensos.

Instituciones como las Fuerzas Armadas Nacionales han sido prostituidas para reducirlas al brazo armado del estado chavista que se impone sobre la población civil desarmada.

Contra toda la retórica chavista la moneda nacional ha desaparecido para darle paso al dólar como única divisa que es aceptada por todos incluidos quienes reciben dinero de la corrupción. Todas las industrias han desaparecido hasta la petrolera para dar paso a una economía basada en el narcolavado cuya mejor expresión son los bodegones y las zonas libres decretadas por el chavismo.

La historia nacional ha sido falsificada por el chavismo con libros basura que solo contienen propaganda endiosando a Hugo Chávez a la par que se ha promovido la destrucción sistemática de bibliotecas, hemerotecas y fonotecas en todo el territorio nacional.

Y por si esto fuese poco según cifras conservadoras y extraoficiales hay más de siete millones de almas huyendo de la pesadilla chavista y avergonzados de llamarse venezolanos para no ser asociados a la barbarie bolivariana.

            El régimen chavista es sin duda la peor amenaza contra la integridad de la nación venezolana y todo lo que se les permita hacer para seguir en el poder es absolutamente inmoral porque precisamente va en contra del sostenimiento de todo el cuerpo social. Es tan inmoral el chavismo que ha procurado la destrucción sistemática de la nación como su falsa oposición que para seguir viviendo de la política se ha adecuado a nuevas formas de contubernio con el chavismo para que también se les permita tomar una tajada en el reparto del botín nacional.

            Unas de las formas más socorridas para lavarle la cara al régimen chavista, sobre todo a nivel internacional, es fomentar el fraude político que presenta la apariencia de una sociedad con instituciones que teóricamente funcionan. Para esto se apela cada 3-4 años al recurso de elecciones y negociaciones con la falsa oposición. Es un círculo vicioso sin fin donde siempre se regresa al principio como si nada hubiese pasado.

            El régimen chavista usa las elecciones fraudulentas para enmascarar ese fraude político. Se convoca a unas elecciones cuyos resultados son controlados por el Consejo Electoral Chavista que manufactura cifras y adjudica cargos según lo que le interese al régimen. Cada elección que se convoca crea la expectativa sobre cuáles son los cargos de gobernador o alcalde que esta vez el chavismo le adjudicará a la falsa oposición. Pero en realidad es mucho más que eso.

Con una oposición que no tiene vocación moral ni patriótica participar en unas elecciones, cualquiera ella sea, es la oportunidad de hacer negocios y recoger dinero para seguir parasitando de la política. Las elecciones, luego del narcolavado, es el otro gran negocio que ha florecido en Venezuela como una próspera industria con asesores, analistas, encuestadores, periodistas donde todos promueven la banalización de la política para justificar su servilismo.

            Pretender que las elecciones del 21 de noviembre, como todas las anteriores, son un evento más en la vida normal de un país solo se puede justificar por el perverso interés de hacer dinero con la destrucción de la patria. Por ejemplo, cuando algunos “analistas” y ‘encuestadores” dicen que la gente votará o no dependiendo de si los candidatos logran convencer que serán capaces de poner alumbrado público y tapar huecos en las calles en realidad lo que están haciendo es tratar de crear un ambiente artificial como si los venezolanos estuviesen flotando en una burbuja y poco les importa la destrucción de la nación.

            Los charlatanes más sofisticados elaboran un discurso más refinado y admiten que todo seguirá igual pero que aun así es importante ir a votar en las elecciones del chavismo porque hay la posibilidad de “ganar espacios de lucha.” Así llaman a los cargos que entrega el chavismo para legitimar a su régimen a donde se llega para cobrar sin trabajar.

            Aquí no hay espacio para la indiferencia y la neutralidad. Después de dos décadas de destrucción ningún venezolano puede argumentar que no sabe o no entiende lo que está pasando. Es evidente que las opciones son dejar al chavismo que con su falsa oposición siga destruyendo a Venezuela u organizarnos para combatirlos y sacarlos del poder con ayuda internacional.

            Cualquier venezolano que apoye las elecciones del 21 de Noviembre y las que vienen asume por definición una conducta abiertamente inmoral porque ir a elecciones significa legitimar a un régimen que busca destruir lo que la mayoría quiere proteger que es la integridad de la nación venezolana.

Desde esta perspectiva votar o llamar a votar como lo hace la falsa oposición es una indecencia que debe ser combatida y denunciada porque sus motivaciones son ruines e innobles. Solo quien aún abrigue esperanzas de vivir de la política, robando el tesoro nacional, podría justificar ser parte del fraude político y electoral orquestado por el chavismo y la falsa oposición.

Afortunadamente la gran mayoría de los venezolanos que vive de su trabajo y no de la política no se plantean estos dilemas morales porque saben que ni estas elecciones ni las que vengan bajo el régimen chavista lograrán el propósito superior de salvar a la nación venezolana.- @humbertotweets

lunes, 1 de noviembre de 2021

Khan no hará más que la Bachelet

            He recibido algunas críticas y observaciones, las cuales he leído con atención, sobre mi cuestionamiento a la idea romantizada de la defensa de unos derechos humanos universales como fundamento para lograr sentencias de organismos internacionales condenando al régimen chavista y sus esbirros por perpetrar delitos contra las personas por razones políticas en Venezuela.

            Las críticas son pertinentes porque permiten explicar con más detalle el juego de expectativas que se van creando para alimentar la ilusión de una justicia internacional que sí castiga los delitos que las instituciones cómplices del estado chavista se niegan siquiera a examinar.

            Curiosamente en el tema de las violaciones a los derechos humanos el estado chavista repite el mismo patrón que usa en la política interna al promover jornadas interminables de negociaciones con la falsa oposición que propagan la ilusión de un cambio pero que jamás terminan en nada concreto.

            En el caso de las graves acusaciones por delitos de tortura y asesinato perpetrados por agentes del régimen por razones políticas el estado chavista parece alentar el camino difuso de una justicia internacional que juzgue sus actos en lugar de garantizar a sus ciudadanos el acceso a la justicia nacional mediante sus propias instituciones. El chavismo prefiere los laberínticos escenarios de esa justicia internacional porque tiene la certeza que, al igual que las negociaciones que adelanta con la falsa oposición tampoco llegarán a nada concreto.

            Pero, ¿de dónde podría obtener el chavismo certezas que no será afectado por esa llamada justicia internacional? Del hecho comprobable que la llamada justicia internacional con sus organismos tales  como la Corte Penal Internacional no son más que una ficción jurídica. En el supuesto que la Corte Penal Internacional emita una sentencia condenatoria contra un estado o una persona no existe un estado por encima de los otros con la fuerza jurídica para ejecutar esa decisión.

            En este caso podría entrar a operar otra dinámica, la geopolítica no el derecho, para coordinar la decisión de varios estados y ejecutar este tipo de sentencia. Sin la voluntad y la decisión política de unos Estados poderosos, no cualquier tipo de Estados sino imperios como los Estados Unidos, China o Rusia, de intervenir en los asuntos de otros esas decisiones de la llamada justicia internacional tendrían igual o menor valor que papel mojado.

            Personas como Karim Khan y Michelle Bachelet no son más que empleados en las nóminas de esos organismos y su papel es justificar con una narrativa jurídica (sentencias, informes) las decisiones que han resultado de la confrontación geopolítica en un juego reservado solo para las naciones más poderosas del planeta. Unas veces, por ejemplo los Estados Unidos logrará apoyo de esa justicia internacional para avalar su intervención en otro país y otras veces, al igual que China, será condenado por violaciones a los derechos humanos sin que en ambos casos esto afecte a estos dos países o sus funcionarios.

            En esta confrontación, que es más de geopolítica que de derecho, el chavismo pasa agachado porque sabe que aunque sea condenado por la violación de derechos humanos e incluso por delitos de lesa humanidad sólo si un país como los Estados Unidos decide intervenir entonces su estabilidad estaría en peligro. Pero mientras esto no ocurra el chavismo seguirá organizando las visitas oficiales de funcionarios como Khan y Bachelet ofreciéndoles las más delicadas atenciones diplomáticas con la seguridad que cualquier informe o decisión que emitan, incluso si fuese condenatoria, no cambiarán la política ni os procedimientos violentos que usa el régimen para mantenerse en el poder.

            Es mucho más grave la comisión de delitos de homicidio y tortura, en forma masiva y sistemática, por parte del estado chavista y sus agentes que la invocación de violación de unos derechos humanos difusos y universales. Pero, por supuesto, se entiende que acudir a estas instancias internacionales solo confirma que los ciudadanos venezolanos estamos indefensos frente a un régimen criminal y hay que ir a buscar en otra parte la justicia que se nos niega dentro de Venezuela.

Definitivamente no estamos de acuerdo con fomentar la falsa creencia de que una sentencia de cualquiera de estas instancias internacionales podrá castigar efectivamente al régimen chavista y sus esbirros por los delitos cometidos y disuadirlos de seguir reincidiendo. A menos que, como ya se ha explicado, estemos frente a un escenario de intervención internacional. Indigna que tanta gente ponga su fe ciega y su esperanza, que es lo único que les queda, en funcionarios como Karim Khan y Michelle Bachelet para quienes los asesinados y torturados bajo el régimen chavista no son más que dígitos y no historias de horror y dolor.

El trabajo que terca, metódica y pacientemente han emprendido ciudadanos y organizaciones en Venezuela para denunciar ante instancias internacionales las violaciones de los derechos humanos bajo el régimen chavista tiene un mérito que sin duda debe ser reconocido. Y esto es la extraordinaria capacidad para investigar y documentar con gran detalle los delitos perpetrados, las víctimas y los presuntos implicados con precisión de nombre, rango y cuerpo policial o militar.

Esos expedientes serán la base para que en el futuro, en un régimen político republicano de ley y orden, jueces honestos, prudentes e imparciales apliquen las penas más severas de acuerdo al derecho penal vigente en ese momento contra los esbirros del chavismo. Esa justicia impartida según el derecho positivo venezolano, aunque tardía, será mucho más efectiva que la justicia de la diplomacia internacional que hoy representan el señor Khan o la señora Bachelet.- @humbertotweets