miércoles, 27 de junio de 2018

¿Destruir el estado chavista o convivir con él?


La muerte de la vía electoral ha dejado pocas opciones para enfrentar al chavismo. En realidad, se reducen a dos; quizá a una. O se reconoce la realidad de que el estado chavista representa el colapso de la República de Venezuela, y por lo tanto hay que hacer todo lo posible para destruirlo; o se le caracteriza tan sólo como un mal gobierno que no se puede cambiar, y con el cual hay que cohabitar. No hay términos medios ni matices.
El estado chavista se fabricó un traje a la medida con la Constitución de 1999. Mientras esa Constitución sea la que fije las reglas del juego político y el estado chavista se mantenga en el poder, será imposible pensar en un cambio para Venezuela. Contrariamente, podemos esperar que de forma suicida pisen el acelerador y se abracen a un régimen más tiránico aún, que ni siquiera cuide las formas democráticas.
La falsa oposición, primero con la Coordinadora Democrática, y luego con la alianza de franquicias partidistas reunidas en la MUD, pensó durante estos diecinueve años que era posible derrotar electoralmente al chavismo con sus propias reglas de juego. El precio de esa ingenuidad —¿o complicidad? — es que perdimos el tiempo y renunciamos a todas las posibilidades políticas y militares para derrocar al régimen.
Hoy, cuando millones de venezolanos han puesto los pies en la tierra y entienden que lidiar con el chavismo es cosa demasiado seria como para dejársela a la MUD, la oposición al régimen se vuelve a enfrentar uno de esos dilemas existenciales: Definir al estado chavista como el enemigo a destruir, y crear una unidad orgánica ante esta tesis para lograrlo; o convivir política y financieramente con el régimen, propagando en su nombre la falsa ilusión electoral.
El elenco de operadores políticos que medraron en torno a la candidatura de Henri Falcón no dudó en reclamar para sí la membresía de genuinos representantes de la falsa oposición, antes de que otro más vivo se les adelante.
Por su parte, la MUD-Frente Amplio, y sus franquicias partidistas intentan —desesperados— encontrar un término medio que les permita ser aceptados y oponerse electoralmente al régimen, al tiempo que cohabitan con él. Una versión tardía y menos sofisticada de la oposición de Falcón. Sólo que aquellos aún sueñan con cubrir mejor las apariencias.
La desesperación ante la falta de definiciones en este punto podría provocar que algunos elementos, como Acción Democrática (AD) y su pandilla de cuatro gobernadores, jueguen adelantado y terminen de entregarse al régimen.
Otro sector importante de la oposición política, representado por María Corina Machado, también se verá forzado a escoger entre asumir la tesis de confrontar al estado chavista por la fuerza o transar y convivir con él.
El no saber qué hacer en una coyuntura tan delicada como ésta, es lo que reproduce el ambiente de confusión y desesperanza que reina en el país. Sin embargo, hay un segmento de la oposición verdadera; esa que, como millones de venezolanos, se mantiene irreductible y se juega la vida por la causa: Los militares rebeldes que aún conspiran para derrocar a la tiranía. Aunque provenientes de diversos componentes y facciones, representan un amplio sentimiento en las FANB.
Tal vez por su formación militar y comprendiendo la guerra como una ciencia y un arte a la vez, estos oficiales no han dudado un segundo en caracterizar correctamente al enemigo como el narcoestado chavista, y en consecuencia saben que la única salida es destruirlo con las armas de la república, no con devaneos electoreros ni negociadores.
A diferencia de los oportunistas de la política, estos oficiales, y los que aún quedan dentro de las FANB, han dado muestras públicas de claridad y determinación para lograr el objetivo que los políticos han traicionado. Con esa nueva estirpe de oficiales institucionales y republicanos tendremos que entendernos para salvar la República.  @humbertotweets

domingo, 24 de junio de 2018

Fractura y unidad de las FANB


Los oficiales de las FANB no son indiferentes a lo que ocurre en el país. Por expresar pública y privadamente sus opiniones críticas al régimen es que se ha desatado una masiva cacería de brujas para tratar de controlar el descontento. Lo que el régimen subestimo es el profundo estado de malestar y decepción que involucra a amplios segmentos de las FANB y no solo a unos grupos aislados.
El descontento en las FANB es un tan solo un reflejo del descontento que reina en el país. Estos oficiales en su mayoría provienen de familias que de una u otra forma también son golpeadas por la crisis económica que sacude al país. No todos los militares son chavistas o maduristas. No todos los militares están enchufados a las prebendas del régimen. Hay grandes contingentes que quedan por fuera del esquema de reparto para quienes tampoco existen formas lícitas de ganarse la vida.
Ese profundo estado de descomposición que se expresa en numerosos actos de corrupción y abuso es lo que ha propagado un desanimo en la oficialidad que muchos canalizan en formas diversas de rebelión contra el régimen. Se trata de un proceso de fractura y separación de segmentos que antes fueron defensores del estado chavista pero que hoy han sido arrastrados por el colapso a asumir posiciones críticas y de desafío al régimen.
Estas contradicciones sólo confirman una guerra que se libra dentro de las FANB donde varias facciones se disputan el liderazgo de la institución. Unos para mantener los códigos de la inmoralidad y la corrupción y otros para tratar de salvar a la FANB.
Está claro que sin un proceso previo de autodepuración por la vía de la fractura militar en el cual se impongan los oficiales honestos e institucionales será posible concebir una FANB unida en el propósito de salvar la república de la barbarie chavista.
En otras palabras, sólo salvándose a sí misma del conjuro chavista es como las FANB podrán, luego,  salvar a la república.

miércoles, 20 de junio de 2018

La MUD nos invita a esperar por la renuncia de Maduro


La pobreza conceptual de los documentos que presenta la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) nos obliga a buscar en los escritos de sus ideólogos las claves para entender en qué andan.
En la MUD están los francotiradores que simplemente disparan las estrofas que otros les preparan; y están los que arman el cuerpo teórico para justificar las posturas de esta asociación de franquicias partidistas. En esta última categoría entra el padre Luis Ugalde, quien es uno de los exponentes más brillantes del pensamiento de la falsa oposición.
En el artículo titulado “La enfermedad, el remedio y la ruta”, publicado el 13 de junio de 2018, el padre Luis Ugalde sintetiza de forma magistral lo que hoy es la enrevesada y confusa postura de la MUD frente al régimen de Maduro. Además, el texto tiene el mérito de exponer, por fin, la estrategia élite de la MUD para enfrentar a la dictadura.
El Padre comienza su diagnóstico por caracterizar el resultado del 20M como una imposición dictatorial de Maduro, y no como el resultado de un fraude político electoral continuado desde 1999. La deliberada omisión intenta preservar a toda costa la vía electoral como fórmula que seguirá siendo usada por la MUD, aunque no haya garantías políticas.
Por supuesto, la MUD, a través de la pluma del padre Ugalde, hace suya una vez más la defensa de la Constitución de 1999, la cual crea un marco pseudo legal para el sostenimiento del Estado chavista. Reiteradas alusiones a los artículos 333 y 350, y la solicitud del restablecimiento de esa legalidad constitucional es el defecto por diseño de una política que no podría terminar en ninguna otra parte que no sea la ilusa negociación como estrategia para salir del régimen.
Y es que, efectivamente, el referido artículo del padre Ugalde propone como maniobra principal de esa sospechosa unidad opositora, pedir la renuncia de Nicolás Maduro y su gobierno. Y luego de esperar pacientemente por su renuncia, iniciar las negociaciones que conduzcan a una transición y a unas elecciones democráticas en ocho meses. El perfecto final feliz, si tan solo se pudiese creer que tanta ficción es posible.
La ruta que propone el padre Luis Ugalde en nombre de la MUD debe ser rechazada y descartada por absurda e inoperante. Ninguna estrategia de lucha política puede plantearse en términos que dependan de la voluntad del enemigo. Si todo depende de negociar una transición luego de que Maduro renuncie, entonces esa estrategia y sus proponentes están condenados, una vez más, al fracaso.
El cambio de régimen político que queremos será el resultado de la correcta combinación de métodos de lucha, internos y externos, que permitan derrocar a la tiranía. Esperar por la renuncia del régimen al poder, tal como lo propone la MUD, es una reedición de las tácticas fallidas que ha ensayado la falsa oposición en los últimos diecinueve años. Es la expresión de una dirigencia que no solo ha perdido el norte, sino también el aliento para luchar. @humbertotweets

domingo, 17 de junio de 2018

Traición continua a la patria


Lo primero es precisar que la patria no es esa falacia nebulosa e indefinible que vaga errante en la mente de los chavistas. Cuando intentan definir qué es la patria los chavistas, ahora mutados en Maduristas, se pierden en largas divagaciones donde mezclan ideas abstractas de incondicionalidad y servilismo.
Para los chavistas el concepto de patria es tan difuso y circunstancial  que para cada funcionario del régimen existe una forma particular de patria. Para Nicolás maduro patria es el pranato gobernante del PSUV. Para Diosdado Cabello la sumisa asistencia de civiles y militares a su bodrio televisivo todos los miércoles. Para Padrino López y el alto mando militar patria es la obediencia ciega de redes aunque estas atenten abiertamente contra la república.
Todas estas ideas de patria justifican que cualquiera que se salga del plan del régimen sea acusado de traicionar a la patria según la interpretación soberbia y caprichosa de cada funcionario. Y en nombre de esa supuesta traición se encarcela y hasta se asesina.
Desde el punto de vista de la materialidad del estado la patria es el territorio donde se asienta y opera ese estado y sus instituciones. Pero es justamente ese territorio como elemento esencial para la existencia del estado el que el gobierno de Maduro y el alto mando militar sumiso a su régimen han abandonado.
Los militares venezolanos han sido obligados a desatender la defensa territorial de la república y sus fronteras para ocuparse de otros asuntos menos dignos y más menesterosos tales como el reparto de bolsas de comida y el manejo de “perreras”.
El precio de esta infame política avalada por el alto mando militar ha sido cederle el control de la frontera a la guerrilla colombiana y grupos paramilitares. Amplias zonas del territorio venezolano están hoy gobernadas por estos grupos irregulares, lo que en la práctica es un desmembramiento del territorio de la república.
El desinterés del estado chavista por la defensa del territorio es algo que comenzó desde 1999 con los acuerdos explícitos entre Hugo Chávez y la FARC para permitirles el uso de Venezuela como zona de aliviadero y continúa hoy con Nicolás Maduro y su política de tolerancia con el ELN y los paramilitares en la frontera. Esta perversa política se ha materializado con la desmovilización programada e intencional de las FANB en las fronteras venezolanas. Se trata de una traición a la patria en forma pública, notoria y continuada perpetrada por los operadores civiles y militares del régimen que en forma instrumental colaboran para su sostenimiento y que en su momento deberán ser juzgados y condenados por un delito que está a la vista de todos.

jueves, 14 de junio de 2018

¿Se podía esperar algo más de la OEA?


La organización de Estados Americanos es un reflejo de las contradicciones propias de sus Estados miembros, donde impera el sistema de oligarquía de partidos, en unos más que en otros.
En esencia, se trata de países donde el poder político está en manos de estas franquicias, denominadas partidos, quienes les han arrebatado ese poder a los ciudadanos que dicen representar.
Las oligarquías de partidos tienen protocolos propios que son trasladados a los organismos internacionales en los que participan, como la OEA, por ejemplo. La retórica ambigua y banal es parte de estos protocolos. Una retórica inspirada en una corrección política que no define ni resuelve nada, sino que solo busca complacer intereses y agendas contradictorios. También lo son esos mecanismos de falsos consensos que, al intentar quedar bien con todo el mundo, solo producen decisiones incoherentes y absurdas.
La última resolución de la OEA sobre la grave situación en Venezuela es un reflejo de esa cultura de consensos y de lo políticamente correcto. Luego de enumerar y razonar las causas por las cuales la OEA debe desconocer al régimen ilegal e ilegitimo de Nicolás Maduro, la resolución remata con un maniqueo y tibio llamado a un gran diálogo nacional con todos los actores políticos, donde se definan las condiciones para un nuevo proceso electoral.
Diálogo, negociaciones y elecciones son los atajos que le han permitido al régimen chavista ganar tiempo, abortar las crisis y aumentar su influencia político y militar. Estas fórmulas que ya deberían estar descartadas para abordar la crisis en Venezuela, ahora vuelven a ser hábilmente rescatadas en una resolución de la OEA que torpemente intenta regresar a situaciones superadas; situaciones que ya han sido destrozadas por la realidad.
Hay que reconocer que en forma individual varios de los países que suscriben esta resolución de la OEA han apoyado decididamente la recuperación de la libertad en Venezuela, incluso con acciones concretas. Pero al entrar en las arenas traicioneras y movedizas de la diplomacia y la política internacional, la intensidad de ese respaldo queda completamente desnaturalizado en una resolución que admite la gravedad del problema pero que al mismo tiempo fracasa a la hora de articular con coherencia un plan de acción para atacarlo.
Es difícil que la OEA colectivamente pueda producir algo más que otro documento de conmiseración con los venezolanos por la tragedia de sufren bajo las garras del chavismo. No así algunos de sus Estados miembros, quienes de forma individual se verán obligados a intervenir militarmente — aunque hoy no lo admitan o no lo entiendan— al margen de las tibiezas de la OEA, para ocuparse de una crisis que desde hace tiempo dejó de ser exclusivamente de los venezolanos.  @humbertotweets

domingo, 10 de junio de 2018

OEA, una ambigua resolución a la carta

Sin duda que muchos países siguen con atención la grave crisis que se vive en Venezuela. Varios de ellos inclusive han tomado la iniciativa para aplicar sanciones individuales contra los operadores civiles y militares del régimen de Maduro. Otros además de eso también han comprometido cuantiosas sumas de dinero para atender a los venezolanos desplazados más allá de las fronteras y proveerles ayuda humanitaria.
Es una expresión importante de solidaridad que agradecemos. Pero no es suficiente. Mientras las sanciones producen sus resultados el deterioro de las condiciones de vida en Venezuela aumenta cada dia. Por eso hemos planteado salidas más inmediatas y drásticas para detener en seco el colapso de la república de Venezuela. Hemos argumentado que toda la energía que se usa en instancias internacionales para concebir planes de ayuda humanitaria debería en lugar de ello ser destinada a organizar una intervención militar internacional que ponga fin a esta pesadilla.
La voluntad de muchos países en ayudar al pueblo venezolano parece diluirse cuando se llega escenarios como la OEA donde las opciones siempre son matizadas para lograr consensos y producir un resultado que satisfaciendo a todas las partes no resuelve el asunto de fondo.
Ese es el tenor de la última declaración de la OEA sobre Venezuela donde se hacen las invocaciones democráticas formales de siempre para concluir recomendando un gran diálogo nacional que fije condiciones para un proceso electoral. Justamente cuando creíamos superada la etapa de diálogos y negociaciones con el régimen desde la OEA se trata ahora de revivir esa vieja y desgastada fórmula que ya antes operó en beneficio del régimen.
Es un fetichismo democrático  ingenuo pretender convocar elecciones dejando todo el aparato político, financiero y militar del estado en manos del chavismo. La referida resolución de la OEA hace proclamas retóricas que lucen muy bien en el papel, pero que serán trituradas por la realidad. El documento de la OEA adopta el típico vicio diplomático de complacer intereses disímiles con una resolución a la carta para cada comensal. Mientras tanto en Venezuela la gente sigue escarbando entre la basura para encontrar comida.

Las ambigüedades y la demora de la OEA en tomar acciones contra el régimen de Maduro tendrían al final de este conflicto un balance negativo en términos de irreparables daños a  la población civil venezolana. @humbertotweets

miércoles, 6 de junio de 2018

Los cuatro garantes de la tiranía


Debe quedar claro que el régimen de Maduro y los hermanos Rodríguez no ha liberado a ningún preso político. Liberación habría sido una amnistía general que incluyera a todos los civiles y militares presos injustamente por razones políticas.
Pero la comedia que montó el régimen con los bufones de la falsa oposición dista mucho de ser eso. En realidad, se trata de unos supuestos beneficios procesales que les permitirán a algunos presos políticos tener su casa por cárcel. Lo cual no es ninguna liberación, ni modifica su condición de perseguidos políticos. A eso hay que agregar que ninguno de ellos podrá hacer uso de su libertad de expresión, aunque no tengan sentencias definitivas.
Sin duda que reunirse nuevamente con sus seres queridos, aunque asesinados civilmente, es algo que aliviará el dolor de las familias de los perseguidos políticos. Sin embargo, nada de lo que ha ocurrido es digno de agradecimiento ni celebración. No se le puede agradecer al verdugo que ahora la tortura haya cambiado de sitio y sea más refinada.
Eso es exactamente lo que ha hecho el régimen con los presos políticos. Después de la agresión física los lincha moralmente, para exigir  que se le agradezca en público la denegación de justicia, como si esto fuese un acto de bondad.
Para esta aberración se prestaron gustosamente los cuatro gobernadores de Acción Democrática (AD), quienes también aspiran a beneficiarse del agradecimiento público por lo que ellos, con cinismo y falsedad, califican de liberaciones. Para tratar de hacer entretenida la acrobacia, estos cuatro logreros del folclore político se auto bautizaron como garantes de los presos políticos que serían presuntamente “liberados”.
La verdad, a la luz de los hechos, es que estos beneficios de casa por cárcel para los presos políticos ocurrieron porque el régimen lo había decidido con antelación para sacarle provecho. Desde este ángulo, la gestión de los cuatro gobernadores de AD fue nula e irrelevante; pero muy útil al régimen para fabricarse un certificado falso de generosidad, que intentará canjear por una disminución de sanciones internacionales.
El papel de estos cuatro gobernadores ha quedado reducido a la vergüenza e indignidad de ser los garantes de un régimen frente al cual no dudan en postrarse tantas veces como sea necesario, para luego, impúdicamente, pedir que se les reconozca su servilismo como un sacrificio por la libertad.
A la tiranía y sus garantes no hay nada que agradecerles. Ellos representan el modo de una servidumbre voluntaria que se le quiere imponer a Venezuela, y contra la que debemos luchar para conquistar la libertad. @humbertotweets

domingo, 3 de junio de 2018

FANB bajo sospecha de rebelión

Hasta hace unos años era casi imposible imaginar que las FANB se le saldría de control al régimen. Desde los tiempos de Chávez las Fuerzas Armadas quedaron reducidas a ser el brazo armado del régimen. Luego del fracasado golpe de estado del 2002 el régimen emprendió una limpieza en las FANB para dejar solo oficiales afines al gobierno. A esto se agrega un riguroso proceso de selección de cuadros oficiales para los ascensos basados no en meritocracia sino en la lealtad al régimen.
Pero este control casi absoluto del régimen sobre las FANB no podría saltarse la inevitable realidad que enfrenta esta institución por el deterioro material  y moral que la arrincona. Los privilegios de los militares enchufados al régimen no alcanzan para nivelar las condiciones de vida de oficiales y soldados que en su inmensa mayoría sufre las mismas privaciones que el resto de los venezolanos.
El deterioro de las condiciones de vida de los militares,  y el relajamiento de los códigos y la doctrina militar ha incentivado la corrupción dentro de las FANB y por consiguiente su declive moral.
Esta fuerza armada que proclamaba en forma casi unánime ser chavista y socialista hoy se enfrenta a sus comandantes y al propio régimen. La develación de numerosos planes de rebelión son una muestra del descontento que se vive en el mundo militar. Un descontento que no podrá ser aplacado con prebendas y terror porque los oficiales y soldados han perdido completamente la confianza en el régimen y en sus superiores.
Ese ambiente de inconformidad que llega a todos los componentes en todos sus niveles es lo que ha llevado al régimen a poner bajo sospecha de rebelión a todos los oficiales apelando a la creación de grupos parapoliciales para vigilar a una fuerza armada que alguna vez fue su único soporte, pero que hoy está tan dividida y enfrentada como el resto del país.