domingo, 27 de enero de 2019

Guaidó debe romper con el estado chavista


Sin duda el que Juan Guaidó se haya salido del libreto que la MUD le había preparado y acordado con el régimen de Maduro ha precipitado lo que podría ser el final del régimen chavista.
Es público y notorio que Juan Guaidó se juramentó como presidente encargado de Venezuela en contra de la voluntad de los factores más oportunistas de la falsa oposición, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo entre otros. Ellos ya habían acordado reiniciar otro proceso de negociaciones y acuerdos con el régimen que en su criterio condujeran a una transición.
La decisión oportuna y firme de Guaidó no sólo tomó por sorpresa al régimen y su falsa oposición sino que produjo la chispa que en cuestión de horas propagó la llama libertaria por toda Venezuela y recibió un amplio respaldo internacional. Igualmente en las próximas horas se podrá calibrar el impacto de este evento en el seno de las Fuerzas Armadas venezolanas.
El reto de esta particular coyuntura, es que sus promotores tengan la claridad para saber qué hacer y descifrar la verdadera naturaleza de estos eventos y finalmente no queden triturados por la propia dinámica que ayudaron a desatar.
Una de las cuestiones fundamentales de poder que debe resolver Guaidó en las próximas horas, por ejemplo, es romper con la camisa de fuerza que para el mismo representa la constitución de 1999 y su sujeción a la estructura jurídica, legal y militar del estado chavista.
No resulta fácil porque Guaidó juró como presidente encargado de Venezuela ante esa constitución y la misma comunidad internacional apuesta a su reconocimiento con base al mismo documento.
Esto lleva inevitablemente a abrazarse a la inviable tesis de un gobierno de transición que es lo opuesto a un régimen de ruptura política con el estado chavista que es justamente lo que la gente exige en la calle. La transición que bajo el amparo de la constitución de 1999 promueve Guaidó implica una suerte de cohabitación con facciones del chavismo a cambio de que éstas acepten unas nuevas elecciones y eventualmente reconozcan un nuevo gobierno.
Esta apuesta aunque seguramente bienintencionada está preñada de ingenuidad. No es por cumplir con su pseudo legalidad que el chavismo entregaría el poder. Esta no sería la primera ni la última vez que el chavismo se burla de sus propias leyes. Solo una fuerza militar, interna o externa, capaz de someterlo podría expulsarlo del poder.
Juan Guaidó y quienes le acompañan han dado un paso decisivo con el apoyo casi unánime de los venezolanos. Ahora les toca asumir que la fuente de ese poder es fáctica y está basada en la legitimidad que le otorgan los venezolanos no en la pseudo legalidad y sometimiento al estado chavista.
No se trata de una exquisitez o capricho semántico. Por el contrario, decidir entre ser prisionero de la pseudo legalidad chavista o romper definitivamente con ella es un tema fundamental que podría definir el curso y el éxito de las energías que hoy han sido liberadas.

domingo, 20 de enero de 2019

Ni Maduro, ni Guaidó


Quienes el año pasado aseguramos con vehemencia que el 10 de Enero de 2019 no pasaría nada en Venezuela nos equivocamos. Y es que cuando uno cree que la crisis política que vive Venezuela está tocando fondo siempre aparece una fosa más cavernosa y profunda que la anterior. Este nuevo nivel de tragedia nos recuerda que la capacidad que tienen los politiqueros del régimen y de la falsa oposición para engañar siempre será infinita.
El 10 de enero de 2019 no sólo faltó la fuerza política y militar para sacar a Nicolás Maduro del poder, sino que la falsa oposición alentada por el régimen ha desatado una nueva campaña para revivir las inviables tesis de una transición pacífica y negociada en Venezuela. Tanto el régimen chavista como la falsa oposición se alimentan de lo único y lo último que queda en el alma de los venezolanos: La esperanza.
Pero la droga que inyectan es la esperanza falsa de un cambio de gobierno manteniendo intacta las bases políticas y militares del régimen chavista. Pero el oportunismo y la cobardía de la falsa oposición han ido incluso mucho más lejos en su postramiento ante el régimen. La MUD desde una posición de absoluta precariedad ha ofrecido en reiteradas oportunidades inmunidades y amnistías para los militares y operadores políticos que cambien de bando.
El régimen y sus operadores se frotan las manos y hasta agradecen el gesto aunque la oferta no sea tomada en serio por nadie por carecer de la fuerza para ser ejecutada. Pero el régimen le hace el juego a la comedia montada por la falsa oposición desde la Asamblea Nacional porque sabe perfectamente que cualquier solución basada en las fórmulas contenidas en la Constitución chavista de 1999 siempre será una victoria para para el chavismo que ve así extendida hacia el infinito su permanencia en el poder.
El debate sobre si Nicolás Maduro usurpa el poder a partir del 10 de Enero de 2019 es irrelevante. La discusión sobre el papel de Juan Guaidó como presunto presidente de Venezuela es aún menos importante. En ambos casos tanto el régimen como la falsa oposición nos quieren llevar a la guillotina de encontrar una solución dentro de la Constitución chavista de 1999 reconociendo su vigencia.
El problema no es si Maduro usurpa la presidencia, ni si Guaidó puede asumir o no como presidente por encargo. El asunto de fondo es el desconocimiento de las Constitución chavista de 1999 y el derrocamiento del régimen político instaurado en Venezuela desde entonces. Para hacer esto no se puede contar con la falsa oposición caracterizada por su legendaria cobardía y oportunismo. Tampoco con militares que se arrastran ante las migajas que les lanza el régimen.
Tal como lo apuntó con precisión el Presidente de Brasil Jair Bolsonaro, dentro de Venezuela no hay la fuerza interna para sacar del poder al régimen chavista. Esto sólo podría lograrlo una fuerza militar internacional que entre al territorio en auxilio del pueblo venezolano. Las soluciones diplomáticas y negociadoras para buscar una transición fracasarán al probarse una vez más que solo lograrán extender la vida del moribundo régimen. 
Ni Maduro, ni Guaidó, porque ambos representan el estado chavista y su pseudo legalidad que hay que destruir. Solo una intervención militar internacional que provoque una ruptura con el régimen político podrá establecer en Venezuela una República de leyes y de ciudadanos libres. Lo opuesto a esto es continuar con la farsa que ha desangrado al país y ya cumple dos décadas.- @humbertotweets