domingo, 24 de febrero de 2019

Los quince minutos del show humanitario


La oposición débil, blandengue y colaboracionista de la cual Juan Guaidó, sin duda, forma parte insiste en banalizar la lucha histórica y vital de Venezuela contra la tiranía chavista. Siempre regresando a las mismas fórmulas absurdas y fracasadas de diálogos, bailantas y gestos simbólicos que no se traducen en acciones concretas y eficientes para derrocar al régimen. El objetivo siempre ha sido el mismo: Apostar a falsas ilusiones para desmovilizar la lucha de calle con el pretexto de una salida democrática que supuestamente evitaría la violencia.
El argumento de la falsa oposición siempre ha sido insistir en formas débiles y blandengues para cohabitar con la tiranía roja con el pretexto de evitar una guerra civil. Pero eso es precisamente a lo que nos he llevado la ambivalencia y la hipocresía política de estos operadores. Ya Venezuela cumple dos décadas de una guerra donde la población civil es sacrificada por el aparato armado del estado. Las víctimas de la persecución política se multiplican por cien cada día en una hemorragia que no está cerca de parar.
De manera que la violencia que la falsa oposición quería evitar, incluso hoy en las horas estelares de la estafa de  Guaidó parece, lamentablemente, inevitable. Y esto ocurre porque Guaidó y sus operadores al igual que los falsos opositores de 1999 insisten en tratar de buscar atajos escondidos en tácticas infantiles de corto plazo para enfrentar al chavismo.
De esa manera populista y cómoda de hacer política han salido las propuestas de negociaciones y mesas de diálogo con el régimen, de enfrentar electoralmente al gobierno, y más recientemente de ofrecer un perdón anticipado a los esbirros del régimen para que de alguna forma se animen a cambiar de bando y colaboren en una transición.
Ante el evidente fracaso de estas tácticas ahora el gobierno de Guaidó desaprovecha el enorme respaldo mundial que ha logrado apostando a que sean los mismos militares venezolanos quienes ayuden a entrar la ayuda humanitaria a Venezuela. No podría imaginarse mayor ingenuidad u oportunismo de parte de esta oposición.
Toda la oferta de la ayuda humanitaria que quedado reducida a un efecto mediático, en otras palabras a una supuesta guerra psicológica con la esperanza que por efecto de la retórica componentes esenciales del régimen (militares y policías) cambien de bando. Apostarle a esto es desconocer la naturaleza criminal y eficiente del chavismo como maquinaria de terror que solo podría ser enfrentada y sometida en forma definitiva por una fuerza militar superior.
Pero lamentablemente hasta el propio Guaidó se ha cuidado de no pedir a los países que le apoyan la necesaria intervención militar internacional, sin la cual cualquier oferta de ayuda humanitaria quedará reducida a un espectáculo de farándula como el realizado en Cúcuta, o a otra estafa política como las que legendariamente ya la falsa oposición nos tiene acostumbrados a lo largo de estos veinte largos años.
Una vez pasados los quince minutos del show humanitario ¿qué es lo que viene?

domingo, 17 de febrero de 2019

Transición de la mano de la MUD


No importa cómo el marketing del colaboracionismo lo quiera llamar, el gobierno de Juan Guaidó no es un gobierno de unidad nacional para romper con el chavismo por el contrario es, en esencia, un gobierno estrictamente de la MUD con todas sus debilidades y contradicciones.
Desde el necio empeño fallido de hacer una transición política con el chavismo y no una ruptura, pasando por la oferta de una absurda amnistía a los esbirros, hasta llegar a contratar antiguos abogados y lobistas del chavismo en los Estados Unidos el gobierno de Guaidó parece asumir que la única forma de salir del chavismo es precisamente cohabitar con sus operadores.
Estamos frente a la reedición de la misma política que ha fracasado ya por dos décadas. Hoy, veinte años después, estamos pagando las consecuencias del entreguismo y el cortoplacismo de una dirección opositora que por allá en 1999 titubeo y en lugar de enfrentar a Chávez optó por embarcarnos en una larga secuela de traiciones políticas. El manido argumento para justificar las posturas oportunistas y blandengues de esta falsa oposición es que hay que evitar a toda costa la guerra civil entre venezolanos. Como si toda Venezuela ya no estuviera por años en una guerra sin cuartel contra el régimen chavista.
Esa forma maniquea de hacer política propagando falsas esperanzas, negando la realidad y reciclando ilusiones mesiánicas de soluciones milagrosas es la estamos viendo nuevamente. Esta vez de la mano del gobierno de Guaidó y la MUD que nos arrastran por los caminos escabrosos de una transición que dejara viva suficiente materia chavista como para mutar en el nuevo régimen, sobrevivir y eventualmente contraatacar.
El daño que el chavismo le ha hecho a Venezuela se podría multiplicar en cuestión de horas por el efecto engañoso de una oferta de ayuda humanitaria que aún no termina de entrar al país y que al hacerlo no podrá satisfacer las necesidades puntuales del 5% de la población. El problema no es solo que lleguen comida y medicinas a Venezuela sino que al no ser a través de un mecanismo de alcance masivo y sustentable podría desatar saqueos y caos en las comunidades.
La esperanza ingenua del gobierno de Guaidó y la MUD es que por efecto de presiones diplomáticas y sanciones financieras, que no les afectan directamente, el grueso de los militares que hoy apoyan al régimen chavista cambiaran de bando. En eso ya llevan un mes esperando y dando prórrogas que se devalúan con el paso de los días Estos operadores, Guaidó incluido, no entienden que veinte años de corrupción y lavado de cerebros en las FANB no se resuelven con una amenaza o un susto, aunque ambas vengan del propio presidente de los EEUU Donald Trump.
La única lógica que hará cambiar de bando a los militares es la lógica de la fuerza y la confrontación para la cual han sido entrenados. Solo una intervención militar internacional con objetivos precisos podría provocar la fractura militar, derrocar al régimen chavista y ayudar al nuevo régimen en las urgentes tareas de restablecer el orden y permitir el ingreso masivo de comida y medicinas.
Sin la confrontación militar que tanto quieren evitar el gobierno de Guaidó y la MUD, ambos  se encontraran en Junio a lo sumo dirigiendo un gobierno en el exilio que aún aboga por formas pacíficas para entrar la ayuda humanitaria a Venezuela mientras el chavismo sigue ganando tiempo, prórrogas y usando a los venezolanos como escudos humanos en un desangre que parece no tener fin.- @humbertotweets

domingo, 10 de febrero de 2019

Entrampados en la pseudo legalidad chavista


La proclamación de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela solo tendrá sentido y justificación histórica si y solo si precipita los eventos que deberían desembocar con la demolición de la tiranía chavista. Sin embargo, Guaidó representa a la clase de políticos negociadores y colaboracionistas que le claudicaron al chavismo una y otra vez en estos veinte años de miseria. Sus primeras semanas como presidente lo muestran débil y contradictorio,  preso de la falsa legalidad chavista que le impone límites a sus actuaciones y de la cual no le será fácil salirse.
En lugar de confrontar al régimen chavista los falsos opositores se escondieron detrás de la constitución que se fabricó Hugo Chávez a su medida en 1999. Se trata de una constitución de origen fraudulento que le fue impuesta a los venezolanos por vías de hecho y aceptada por una oposición blandengue que consideraba políticamente incorrecto llevarle la contraria a Chávez porque este estaba en la cima de su popularidad.
Esta constitución es la que le entrega a perpetuidad todo el poder del estado al chavismo y regula las relaciones con sus falsos opositores que a su vez se hacen parte del régimen a través de su presencia en órganos tales como la Asamblea Nacional, los consejos legislativos estadales, las alcaldías, las gobernaciones y los concejos municipales.
La participación de la falsa oposición en el régimen chavista siempre ha sido un factor que debilita la lucha contra la tiranía porque siembra esperanzas de un posible cambio político o transición (como ellos le llaman) dentro del chavismo. Voluntad Popular uno de los partidos más emblemáticos de esa oposición representa justamente esta política y el presidente encargado Juan Guaidó la ha abrazado como fórmula salvadora que lleve en forma automática a una transición.
El movimiento que lleva inicialmente a Juan Guaidó a la presidencia con el propósito de derrocar a la tiranía comienza a resquebrajarse desde las primeras horas cuando el propio presidente Guaidó comienza a hacerle concesiones al régimen y a su pseudo legalidad. Dejar el profundo y radical cambio político que necesita Venezuela en manos de la constitución chavista de 1999 es entrar en un oscuro camino de tecnicismos y legalidades que, si lo permitimos, terminará por anular la única posibilidad real de acabar con el estado chavista.
La mayoría de los países que dicen reconocer la presidencia de Guaidó lo hacen justamente en los términos de la pseudo legalidad del estado chavista porque en el desarrollo del proceso aspiran a ser garantes de la supervivencia del chavismo como fuerza política, posiblemente con decisivas cuotas de poder.
Una transición en el marco de la constitución de 1999, con elecciones apuradas sin antes acabar con el chavismo y en los términos expresados por Juan Guaidó anula los esfuerzos reales para desmontar la tiranía. Las primeras semanas se han perdido en ofertas de amnistía al régimen y en peticiones para que éste acepte que entre la ayuda humanitaria internacional.
Guaidó hace lo que hace porque es la generación de relevo de unos políticos que nunca quisieron confrontar al chavismo sino que apostaron a cohabitar con él dentro de su pseudo legalidad. Hoy, una vez más, lo vuelven a hacer. @humbertotweets

domingo, 3 de febrero de 2019

Papel de la nueva FANB en la ruptura


Veinte años de chavismo han sido tóxicos y nocivos para las fuerzas armadas venezolanas. No solo se trata de la ideologización de sus efectivos y de la propagación de la corrupción a todos los niveles para promover un clima de complicidad interna.
A todo esto habría que agregar el verdadero proceso subyacente que se ha venido desarrollando de desarticular la verdadera fuerza armada como cuerpo institucional de la república para reducirla a un grupo armado que sostiene al régimen.
Sin embargo, en el terreno odioso de las realidades es con esa fuerza armada conformada por oficiales con debilidades éticas y lealtades en conflicto con la cual se contaría en primera instancia para producir un rompimiento interno por la fuerza con el régimen chavista. Es la tesis que por varios años ha venido defendiendo Alberto Franceschi como la fractura militar, la cual igualmente suscribo.
Y es que la razón es que hay segmentos en lo interior de las FANB que a, pesar del deterioro moral del cuerpo mantienen una posición institucional. Se trata de los militares que aun siendo formados bajo la propaganda chavista ven en la carrera militar una forma digna de vivir y servir a la república.
Aunque estos sectores sean una minoría son los que podrían terminar de motorizar la necesaria fractura en las FANB para derrocar al régimen chavista de Nicolás Maduro. No es sencillo porque así como la designación de Juan Guaidó como presidente interino es un evento de alto impacto en las FANB lo que estas hagan determinará en buena medida cómo será el desenlace de este conflicto.
Por ejemplo, desde la perspectiva de estos sectores militares la tesis de instalar un gobierno blandengue de transición no logra conmover ni entusiasmar a nadie. Es el equivalente de la oferta que Guaidó les hace a los militares de ofrecerles una amnistía a todos de manera indiscriminada la cual fue recibida con indiferencia.
La mayoría de los militares entiende que para derrocar al régimen se necesitan mucho más que ofertas y palabras. Además, qué razón tendrían ellos de inclinarse a apoyar a Guaidó si con una propuesta de gobierno de transición ellos solo tendrían que ser parte del flujo natural de los acontecimientos donde otros actores, no ellos, harían las concesiones y los sacrificios.
Para lograr una transición lenta, pacífica y negociada entre el régimen chavista y el gobierno de Guaidó no hacen falta los militares quienes como cuerpo podrían continuar al lado del régimen y cosechar incluso para sus generales más criminales y corruptos las más generosas concesiones en perdones y amnistías.
Por el contrario, el necesario e inevitable proceso de ruptura con el régimen chavista no solo requiere la fractura militar interna y la participación de amplios sectores de las FANB sino que además esta debe ser decisiva en la conformación de un nuevo régimen civil y militar que restablezca la nueva república al margen de la pseudo legalidad del estado chavista.