jueves, 20 de diciembre de 2018

El cuento ruso


El régimen chavista que encabeza Nicolás Maduro no tiene apoyo político o popular. Se sostiene tan sólo por el apoyo de facciones militares que coexisten en el seno de la FANB. Estos grupos no son ajenos al daño que el chavismo le ha hecho a Venezuela y a la propia fuerza armada.
También sospechan que la caída del régimen podría desatar un masivo ajuste de cuentas contra los elementos militares, los cuales fueron instrumentales en el sostenimiento del estado chavista.
Sin embargo, la situación económica y social de Venezuela arropa a todos. Incluyendo a los militares y sus familias, quienes de ser una casta privilegiada comienzan a sufrir los rigores de un régimen que es tan insostenible como inviable.
Todas las medidas absurdas y los planes económicos que anuncia el régimen parecen estar dirigidos a persuadir a una fuerza armada que en lo más recóndito de su alma dejó de creer, desde hace tiempo, en el chavismo.
El gobierno dio por perdida la calle. Por eso sus acciones no buscan ni siquiera paliar la situación que vive Venezuela, sino más bien demostrar a los militares que todavía están en una situación de poder. Difícil tarea, cuando se evidencian las presiones que desde el exterior recibe el régimen. Además de la incomodidad de los aliados naturales del chavismo, quienes ya saben que la caída de la dictadura está cerca.
Los esfuerzos para reinventarse en un formato mediático no son otra cosa que reciclar políticas ya fracasadas pero que buscan crear una ilusión en la casta militar. La ilusión de que todo aún está controlado por el chavismo, que la crisis financiera no es tal; que habrá suficientes recursos para alimentar a los militares, incluso para seguir comprando equipo militar.
En esta falsificación de la realidad entra el cuento ruso. El régimen chavista de Venezuela le debe hasta el alma a Rusia. Igual o peor ocurre con China. Ambos países han recibido dinero, petróleo y oro para saldar deudas que no tienen fin. Tanto China como Rusia son sabedores de que mientras dure el chavismo en el poder, no habrá estabilidad en Venezuela para recuperar lo que prestaron. Hasta parecen haber trabado una puja para ver quién cobra primero, antes de la debacle.
Mientras el chavismo asume que hay una solidaridad automática de estos países con Venezuela por razones ideológicas, aquellos han dejado muy claro que su interés es estrictamente financiero. Ninguna de estas potencias hará del régimen chavista su razón para enfrentarse con los EEUU, aunque eso sea exactamente con lo que sueña el régimen de Maduro.
Le costó al régimen varios viajes de Maduro y de Padrino López a Rusia para convencer a Vladimir Putin de que enviara unos aviones de exhibición que simularan maniobras militares en apoyo al gobierno. El show fue tan irrelevante que ni Estados Unidos le dio importancia.
Lo del apoyo militar de Rusia al chavismo en Venezuela para impedir una inminente intervención militar internacional es una historia que los chavistas se han inventado. Persigue persuadir a los militares de que los rusos tienen interés en apoyar militarmente a Venezuela.
Por el contrario, la evidencia apunta a que Rusia no le daría a los chavistas más apoyo que el que le ofreció a Siria cuando Estados Unidos anunció y ejecutó el bombardeo a bases terroristas. Entonces, los sirios se quedaron esperando por la anunciada ayuda de Rusia. Es hora que los militares de las FANB dejen de ser embaucados por el régimen chavista con cuentos chinos o rusos.- @humbertotweets

domingo, 16 de diciembre de 2018

Lo que hay detrás del 10 de enero


La falsa oposición sigue alimentado teorías y narrativas que conducen sin excepción a nuevas formas de reconocimiento y cohabitación con el régimen chavista. En este rango se inscribe la tesis según la  cual el gobierno de Maduro sería ilegítimo a partir del 10 de enero y que eso llevaría eventualmente a un desconocimiento del régimen por parte de otros países.
En el fondo se trata de admitir que de alguna forma el régimen ha sido legítimo y con arreglo a la legalidad del estado chavista esta legitimidad se perdería al vencer un mero lapso burocrático. Reconocerle legitimidad al régimen hasta el 10 de enero busca lanzar nuevamente un salvavidas a un régimen que desde hace tiempo naufraga. Este sería el nuevo marco para otra ronda de negociaciones donde la falsa oposición estaría dispuesta a transar, una vez más, para renovarle el plazo vencido al estado chavista.
En estas nuevas negociaciones la falsa oposición estaría dispuesta a cohabitar formalmente con el estado chavista a cambio de puestos en la estructura del estado. Esto incluiría algunos magistrados en el TSJ y miembros en el CNE. Seguramente también se agregarían otras cuotas burocráticas  que permitan la transferencia de recursos del estado a la falsa oposición.
La pieza de contrabando para tratar de hacerle tragar a la gente esta nueva rueda de molino sería la promesa difusa de unas elecciones presidenciales presididas por un CNE pero dejando intacta toda las estructura mafiosa política, financiera  y militar del chavismo. Este sería el señuelo para que la gente se anime a votar con la ilusión de un presunto cambio en las condiciones electorales. Con todo este poder aun en la mano el chavismo seguirá controlando todas las derivaciones de las jugadas ulteriores.
Bajo este ángulo es completamente irrelevante que el chavismo participe en unas nuevas elecciones arregladas con la falsa oposición. El balance final sería el mismo independientemente del resultado. Sopesando el nivel de presión interna y externa el régimen bien podría hacerse ganador nuevamente por la vía de otro fraude electoral reconocido por la falsa oposición.
Pero igualmente el chavismo podría arreglar un gobierno títere que nominalmente sea administrado por elementos colaboracionistas de la falsa oposición pero reteniendo el poder real.
Reconocer al gobierno de Maduro antes o después del 10 enero es una política que solo conduce a sembrar más desesperanza y desilusión en millones de venezolanos que ya daban por sentado que se trataba de un asunto previamente resuelto. Insistir en estas tesis es regresar a los tiempos de Chávez cuando aún se pensaba que podía creer en la legalidad del estado chavista.
El 10 de enero no pasara nada inusual en la política venezolana. Y en los días que le sigan no solo se revelaran formas más agresivas y audaces de colaboracionismo sino que también será sometida a la prueba del ácido la posición de varios países frente al régimen chavista. ¿Romperán relaciones para enfrentar a un estado fallido mafioso o se esconderán en la coartada de simplemente retirar su personal diplomático?
Las indefiniciones y blandenguerías tanto de la falsa oposición como la de varios países de la comunidad internacional en buena medida explican cómo el chavismo en su peor momento sigue ganando prórrogas y por esa vía ya lleva dos décadas en el poder.
Aquí es medular entender que una política viable, efectiva y contunde de la oposición venezolana para sacar del poder al chavismo debe comenzar por el desconocimiento total del régimen político que surgió de la constitución de 1999. Cualquier otra forma de cohabitación o reconocimiento por parcial y discreto que sea solo llevara a más de lo mismo.-  @humbertotweets

jueves, 13 de diciembre de 2018

¡Aquí no se vota!


No sorprende que el régimen se haya adjudicado la casi totalidad de los 2400 concejales y le haya lanzado unas migajas a la oposición colaboracionista para guardar las apariencias. Esta falsa oposición no participó abiertamente en el cuestionado proceso, pero tampoco quiso llamar a la abstención. Por el contrario, les bajaron línea a sus operadores municipales de inscribirse bajo denominaciones fantasmas, y así participar en la rifa que hizo el régimen de los cargos de concejales.
Si aún quedaban dudas sobre lo que están pensando los venezolanos para salir del chavismo, la masiva abstención frente a la farsa electoral del domingo pasado significó una nueva derrota, otra más, para los operadores del régimen y su falsa oposición. Calles vacías, centros de votación desolados; sólo los asalariados del gobierno merodeando en los alrededores, intentando engañar a su propia gente en un trueque de pedazo de pernil por voto. Las cifras anunciadas por la operadora Lucena del CNE no se parecen en nada a la fotografía de las calles de Venezuela.
Los militares que participaron en la farsa electoral del domingo pasado también fueron testigos de la ausencia de pueblo y de chavistas en los centros de votación. Y eso no puede significar otra cosa que el rechazo pleno de la sociedad a un régimen que estos uniformados sostienen. Por ingenuidad o simple ignorancia, los militares creen que es posible mantener un régimen como éste sin apoyo del pueblo. Pero más temprano que tarde vendrá un inevitable ajuste de cuentas entre quienes han vivido del reciclaje de promesas y sus víctimas estafadas.
La abstención masiva se ha convertido en la forma más militante de resistencia de una sociedad que no se resigna a aceptar el papel de servidumbre que le ha asignado el régimen chavista y su falsa oposición. Son irrelevantes las negociaciones que intentan el próximo año y las promesas de elecciones limpias. La gente entiende que bajo el estado chavista no hay ni habrá forma de convocar elecciones transparentes jamás.
Para ir a elecciones en Venezuela será necesario primero destruir al estado chavista. Esto significa, no solo un mero cambio de gobierno, sino su expulsión definitiva de todas las instancias del poder público y militar. Para ello será necesario establecer un régimen político civil y militar que imponga el orden y enfrente la reacción del chavismo y sus intentos por retomar el poder. Será un periodo de definiciones, correcciones e inestabilidad necesarias para recuperar la integridad de la República.
Mientras las distorsiones económicas, sociales y políticas no sean corregidas por un régimen de ruptura con el estado chavista, no es posible pensar en votaciones en Venezuela. Así parece refrendarlo una y otra vez la gente cada vez que se le convoca a una farsa electoral. Mientras lo fundamental no se resuelva, aquí no se vota.- @humbertotweets

domingo, 9 de diciembre de 2018

Pragmatismo mercenario hace estragos en las FANB


A la hora de los análisis ya nadie discute las razones que han llevado a los militares venezolanos a seguir apoyando al régimen chavista. Hay  factores que se dan por descontados y ninguno tiene que ver con valores o ideología.
Por una parte es evidente el control que tiene el G2 cubano sobre los comandantes de las FANB y toda la estructura de la oficialidad. Al régimen de Maduro le ha tocado que apoyarse en los servicios de inteligencia militar cubanos para controlar y espiar los movimientos de sus propios militares y detectar, cómo en efecto ya ha ocurrido, cualquier intento de sublevación orquestado desde arriba.
Se trata de un sofisticado entramado de vigilancia al cual son sometidos desde los miembros del alto mando militar hasta los comandantes de las ZODI y sus ayudantes. La presencia de los cubanos en funciones de control dentro de las FANB es tan notoria que ya es motivo de malestar entre la oficialidad.
Por otra parte, en la base de la herrumbre militar están los soldados rasos cuyo único motivo para alistarse fue conseguir comida y evitar las penurias a que están sometido el resto de los venezolanos. Para ellos hay los CLAP, cada día más menguados, y el pago en moneda artificial que tampoco sirve para comprar prácticamente nada.
Una tercera forma de asegurarse el apoyo dentro de las FANB ha sido el alentar y tolerar formas de robo, extorsión y saqueo para que tanto oficiales como soldados se puedan redondear su sueldo. Cualquier militar que esté en una alcabala o en posición de controlar o vigilar algo también le es presentada la oportunidad para robar en nombre del estado chavista. En muchos casos la conducta criminal es tan evidente que algunos militares han sido detenidos solo para guardar ciertas apariencias.
Aunque sería deseable, es muy difícil que esta fuerza armada logre aislar los órganos que la han gangrenado y se salve a sí misma. Sin embargo los militares no son ajenos a la crisis que llevan al desmoronamiento del estado chavista y al colapso de la república. Esto ha llevado a un juego diario de cálculos y recálculos para anticipar situaciones que sin duda fracturarían un apoyo estrictamente basado en una moral y pragmatismo mercenario.
¿Cuándo ocurrirá la inminente intervención militar internacional en Venezuela? ¿Cuándo dejaran de entregar los CLAP a los militares? ¿Cuándo le dejaran de pagar los devaluados salarios a los Oficiales? ¿Cuánto tiempo realmente le quedaría a Maduro en el poder? Todas estas son preguntas que se hacen los militares de cualquier rango que intuitivamente saben que esto se acabó es hora de abandonar el barco...pero, ¿cuándo?
Sería loable reconocer que los militares en los que se ha apoyado el régimen están a punto de abandonarlo para salvar a la República de Venezuela, que  suponemos también es la de ellos, pero no es así. El caos y la desbandada de los militares que apoyan al gobierno ocurrirán por las razones más miserables y desgraciadas, siendo la ausencia de bozal de arepa la más notable de ellas como resultado de sucesivas crisis financieras que harán totalmente inviable el modelo clientelar chavista.  @humbertotweets


jueves, 6 de diciembre de 2018

Falsa ayuda humanitaria


La tesis de la no intervención puede ser invocada por cualquier país para establecer su derecho a resolver sus asuntos internos siguiendo su propio ordenamiento jurídico. Pero ¿qué pasa cuando el estado y los poderes públicos son usurpados en forma ilegítima e ilegal por un grupo que niega las garantías constitucionales y legales al resto de los ciudadanos? ¿Qué pasa cuando es ese mismo estado quien utiliza su estructura y poder militar para agredir a su población civil y mantenerse en el poder?
Esta es la situación que hemos enfrentado en Venezuela desde 1999, cuando el chavismo tomó el poder del estado y lo puso a su servicio fabricándose una legalidad a su medida. Desde entonces, todos los poderes actúan en función de perpetuar un régimen que se presenta interna y externamente como una supuesta expresión de legalidad, pero que, en realidad, usurpa una autoridad para tiranizar a la sociedad.
La falsa oposición no logró entender esto en su momento y desde un principio apostó a participar dentro del juego electoral de la legalidad usurpada por el chavismo. Esta estrategia nos ha dejado dos décadas de fracasos y desesperanza, producto de una forma colaboracionista y servil de hacer política. La potencia y la energía que hubo por allá en los años 2000-2005 para enfrontar y derrocar la tiranía, ha quedado diluida en sucesivas jornadas electorales que solo sirvieron para desmovilizar a la calle y atornillar al régimen.
Por su parte, la comunidad internacional aceptó como legal y legítimo a un régimen que no lo era, solo para escudarse en la tesis conveniente de la no intervención en asuntos internos de otros países, quizás con la esperanza de recibir el mismo trato. Pero con el chavismo tramposo no opera esa lógica. Desafiando esa misma tesis que les ha favorecido, el chavismo no repara en intervenir políticamente y como empresa criminal en los asuntos de otros países.
El resultado es que el régimen chavista se ha beneficiado durante veinte años de las bondades legales de un sistema que ellos mismos no respetan, pero, aun así, tal legalidad sigue siendo invocada por varios países como argumento para no intervenir directamente y corregir la situación en Venezuela, o para emprender solo acciones inocuas que dan la sensación de ayuda, pero que, al final, no es tal.
En este último rango entra la propuesta engañosa de una supuesta ayuda humanitaria internacional, que, por su endeble diseño, más parece un argumento retórico contra la tesis de la intervención militar internacional en Venezuela. La supuesta ayuda humanitaria internacional para Venezuela es tan falsa y ambigua como sus proponentes.
Es imposible que entren medicinas y comida a Venezuela sin que el régimen chavista lo permita, y eso ellos lo saben. Entonces, la tal ayuda humanitaria parece haber quedado reducida a formas provisionales para atender a los venezolanos que han logrado escapar de Venezuela y refugiarse en otros países. Mientras tanto, los millones de venezolanos que se quedan siguen padeciendo los rigores de la pesadilla chavista, auxiliada por tesis maniqueas de no intervención y de ayuda humanitaria.
La única ayuda que podría beneficiar de verdad a los venezolanos es el derrocamiento del estado chavista por una rebelión interna y con el apoyo de una intervención militar internacional. Pero los melifluos de la diplomacia internacional y operadores de la falsa oposición andan en  otra cosa, que más se parece a una falsa ayuda humanitaria. @humbertotweets

domingo, 2 de diciembre de 2018

Traición de la transición


Acostumbrada a inventar narrativas para justificarse a sí misma y estafar a la gente, la falsa oposición ha lanzado una campaña mediática para vender la idea de una supuesta transición como forma de salir del chavismo. Como buenos estafadores no se toman la molestia de explicar en qué exactamente consiste esta transición que proponen.
Por el contrario, las debilidades de esta tesis afloran rápidamente cuando se descubre que el peso fundamental de ella se basa en que el chavismo abandone voluntariamente el poder.
Aquí estamos frente a la misma lógica maniquea y oportunista que ha usado la falsa oposición desde 1999 y que ha sido la causa de ya dos décadas de chavismo. La tesis de la transición es la continuación de las viejas propuestas de tratar de enfrentar al chavismo jugando dentro de las reglas de juego del régimen consagradas en la constitución de 1999.
Maestros en el arte del engaño los operadores de la falsa oposición prefieren hablar de lo que ellos llaman el día siguiente, o sea el día después que el chavismo salga del como si esto fuese posible por un mero acto de magia. Saltándose la inevitable etapa de confrontación para derrocar al régimen los operadores de la falsa oposición siguen engañando a la gente con sus prédicas metafísicas e irreales intentando vender la idea que para que el cambio ocurra solo basta agarrarse de las manos, cerrar los ojos y desearlo con fervor.
El objetivo de esta prédica es tratar de lavarle la cara a una oposición que ha sido y sigue siendo colaboracionista con el régimen. Detrás de la idea de transición se esconden toda una serie de perdones e inmunidades para los chavistas más emblemáticos a cambio de que estos supuestamente ayuden al nuevo gobierno.
Por esta vía la falsa oposición en su empeño de que el chavismo le ceda el poder por vía de transición terminaría aceptando el vergonzoso papel de ser parte de un gobierno títere del chavismo. En otras palabras un gobierno de transición no sería otra cosa que uno cuyo presidente podría ser cualquier elemento de la falsa oposición pero dejando intacta la estructura de poder político y militar en manos de mafias chavistas.
Ese gobierno de transición sería víctima de sus propias fallas de origen al tener que rendir cuentas a los reales tenedores del poder. Se trata de una forma que apunta a desmovilizar la confrontación abierta contra el régimen chavista al crear y propagar la ilusión de que las cosas han cambiado aunque sigan peor.
Igualmente sería una forma para disuadir a la comunidad internacional que de otra forma podría considerar como necesaria e inevitable una intervención militar internacional en Venezuela.
Quizás la debilidad más patente de esta tesis es que pone todo el peso de su éxito en la voluntad que tenga el chavismo de participar en este experimento y ceder o compartir parte del gobierno.
Las medidas de presión  que han ejercido países contra altos operadores del chavismo no conducen a un derrocamiento del régimen y quizás ni siquiera logren la tan deseada transición por la que clama la falsa oposición.
El nulo sentido de urgencia de la falsa oposición nos garantiza prorrogarle la vida al chavismo  con promesas falsas de transición, negociaciones y elecciones mientras Venezuela se cae a pedazos.
La tesis colaboracionista de la transición debe ser denunciada y confrontada como la quintaesencia de la traición en la lucha para derrocar al régimen chavista. @humbertotweets


jueves, 29 de noviembre de 2018

La ilusión de la transición


Hacer política desde el engaño y la irrealidad nos ha costado casi dos décadas de tragedia bajo el chavismo.  Desde 1999, políticos oportunistas y complacientes han venido reciclando una y otra vez la promesa según la cual es posible salir del chavismo democráticamente.
Unas veces con elecciones y otras con negociaciones, la falsa oposición siempre ha encontrado un ángulo para vender su pócima milagrosa que asegura un final feliz para todo aquel que la trague.
Pensar que era posible salir del chavismo apostando a sus engañosas reglas de juego ha dejado un saldo de cientos de miles de venezolanos asesinados y otros miles que están enterrados en vida en la cárcel. Las energías de un pueblo combativo y resuelto a salir del régimen en los primeros años fueron progresivamente castradas en sucesivas jornadas electorales y en protestas simbólicas e inútiles, porque esas jornadas jamás se plantearon combatir al régimen para desalojarlo del poder.
Hoy tenemos una Venezuela depauperada y desahuciada que ha sido reducida física y moralmente por la represión del chavismo y la traición de la falsa oposición. El signo más dramático e inequívoco de la desesperanza son más de cuatro millones de venezolanos que se cansaron de esperar por los cantos de sirena de la falsa oposición y resolvieron abandonar el país para emprender su propia lucha por la supervivencia.
La Venezuela que queda se cae a pedazos: con una economía destrozada, sin instituciones, sin una fuerza armada digna; gobernada por la ley de la selva impuesta por la barbarie chavista. En estas condiciones sólo una combinación de fuerzas políticas sociales y militares internas y externas podrían efectivamente derrocar al régimen.
Sin embargo, el fantasma del engaño y la falsa ilusión regresa nuevamente de la mano de los operadores de la falsa oposición. Esta vez han elaborado una narrativa en virtud de la cual un chavismo ya harto de gobernar cedería mansamente parte del poder a cambio de ciertas inmunidades para sus elementos más emblemáticos. Así, por arte de magia negra aparecería en escena la mentada transición, con la aquiescencia de una comunidad internacional engolosinada con un final feliz negociado y civilizado entre el régimen chavista y el resto de la sociedad que ha sido su víctima.
Esa transición por la que abogan operadores y escuderos de la falsa oposición es inmoral e inviable. Por una parte significa en la práctica dejar intacta la estructura del poder político y militar del estado en manos del chavismo, mientras designan un gobierno títere, para el cual ya inclusive hay nombres. Por la otra es una propuesta que deja todo el peso de su ejecución en manos del régimen chavista, que seguiría ganando más tiempo en el poder mientras se negocian las formas de esa transición y se neutralizan opciones contundentes y definitivas, como una intervención militar internacional.
La transición no es más que una ilusión para, una vez más,  desmovilizar a la gente por la vía del engaño y apaciguar a la comunidad internacional con la promesa de una solución democrática negociada con el régimen. Luego del daño humano y moral que el chavismo le ha propinado a Venezuela hay que ser ignorante u oportunista para pensar que una transición podría poner fin a nuestras miserias.
Lamentablemente, la realidad es más necia y siempre se impone. Quienes prometen que es posible salir del chavismo sin hacer un solo disparo, quedarán triturados por la irreversibilidad de los hechos. No se trata aquí de hacerle apología gratuita a una salida por vías de fuerza, sino de reconocer su inevitabilidad y asumirla como condición necesaria para derrocar al estado chavista y reconstruir la República.  @humbertotweets

domingo, 25 de noviembre de 2018

Los fetiches de la falsa oposición


Hacer política desde la ilusión sin valorar la realidad material es lo que ha llevado a la oposición falsa y electoral en Venezuela a un rotundo fracaso de casi dos décadas. La llegada de Chávez al poder en 1999 ya anunciaba un cambio dramático en las coordenadas de la política venezolana. Desde un principio el régimen chavista dio los pasos para instalarse como una dictadura con fachada democrática.
En lugar de caracterizar y confrontar lo que ya se asomaba como una tiranía, las franquicias partidistas apostaron a la cohabitación con el régimen con la vana ilusión de desplazarlo por la vía electoral. Esto requería, por supuesto, de una activa participación electoral y legitimación política que la oposición partidista no dudo en ofrecer mientras el régimen tomaba por asalto todos los poderes.
Durante todos estos años la falsa oposición ha usado varios fetiches para animar a sus seguidores y engañar al resto de los venezolanos. Proclamas tales como ir a elecciones, negociar con el régimen y la unidad por encima de todo se han convertido en los ejes de adoración para esta oposición que en su ceguera y fanatismo se comporta más como una secta irracional que como una vanguardia política.
Aferrarse con empeño enfermizo en tratar de salir por la vía electoral del estado chavista no es más que una negación brutal de la realidad. Es no entender que los operadores del estado chavista ya sacaron sus cuentas y saben que mantenerse el poder es la única garantía que tienen para seguir vivos o en libertad. Hace mucho tiempo el chavismo resolvió que solo saldrá por la fuerza.
De igual manera la tesis según la cual ahogado por la crisis el estado chavista buscaría una transición para entregarle el poder a la falsa oposición vale lo mismo que un cuento de hadas. Sólo la irrealidad viscosa en la que mueven los operadores de estas franquicias les permite soñar con un final feliz luego de unas negociaciones. En la práctica todas las rondas de negociaciones entre la falsa oposición y el régimen chavista solo le han permitido al gobierno ganar tiempo y sembrar la desesperanza en la gente.
El tiempo y las traiciones reiteradas en estos largos veinte años se han encargado de triturar los fetiches electorales y negociadores como ideas salvadoras. La desesperanza ha arrastrado a la mayoría de los venezolanos a refugiarse en el escepticismo frente tanto engaño. Esta respuesta se ha traducido en un rotundo y militante rechazo tanto al régimen chavista como a su falsa oposición en la forma de una masiva abstención a la mascarada electoral.
Para tratar de burlar ese rechazo la falsa oposición vuelve a reciclar otro de sus fetiches predilectos: la unidad. Aseguran que no se ha podido derrotar al chavismo porque hace falta unidad de la oposición, así soterradamente también le echan la culpa de la desgracia a los venezolanos que vemos en esa consigna un burdo chantaje. La unidad que proclaman  se parece más a un nauseabundo mezclote donde todos caben y se amasan corruptos, colaboracionistas y hasta chavistas originarios sin ningún tipo de distinción.
Destruir los fetiches de la falsa oposición es un paso previo y esencial para avanzar en la destrucción del estado chavista.-


jueves, 22 de noviembre de 2018

El “rebranding” de la MUD


La tarjeta electoral de la MUD ya no existe, pero esta alianza de franquicias partidistas sigue operando. Ahora escondida tras el velo del llamado Frente Amplio. Esta extraña asociación de partidos colaboracionistas y representantes del chavismo originario está organizando un congreso para, según dicen, presentar propuestas al país. Dichas propuestas estarían basadas en la ideología de los consensos y la negociación, seguramente adornadas con una retórica abundante de promesas vacías y desconectadas de la dramática realidad que vive Venezuela.
La verdad, se trata de otro sofisticado esfuerzo de mercadeo para intentar deslizar las ideas de una nueva ronda de negociaciones con el régimen, y eventualmente participar en otras elecciones el próximo 2019.
La falsa oposición electoral ha sacado sus cuentas. Sabe que veinte años de fracaso de sus tesis conciliadoras y colaboracionistas le ha llevado a perder el respaldo popular. Sin este respaldo, los partidos de la MUD valen cero. No sólo electoralmente, sino en cualquier mesa de negociación, pues queda claro que solo se representaban a sí mismos y que ya perdieron hasta la capacidad de convocar a una protesta pública.
La misión fundamental del llamado Frente Amplio es que las masas que han abandonado a los partidos colaboracionistas regresen nuevamente a su carril. Para esto era necesario no solo cambiar el ya desprestigiado nombre de la MUD y adoptar otro más engañoso, sino además crear la apariencia de unos eventos donde una supuesta sociedad civil debate y elabora propuestas.
Lo que no dicen es que esa sociedad civil que convocan está conformada por representantes gremiales y sindicales que han salido precisamente del seno de estos partidos colaboracionistas. Así, los dirigentes más desprestigiados se hacen momentáneamente a un lado para que otros menos desprestigiados asuman la vocería y sean los encargados de vender las nuevas tesis plenas de engaño e ilusión.
La falsa oposición ha cabalgado estos veinte años sobre promesas que solo han conducido a legitimar y entronizar el régimen chavista. Ha sido una forma de hacer política que ha fracasado, y si lo permitimos, dejará el chavismo en el poder dos décadas más.
El Padre José Virtuoso, miembro del llamado Frente Amplio, declaraba hace unos días que una de las cosas que intentan lograr con ese Congreso es “reavivar la esperanza”. Aquí desnuda el padre Virtuoso el activo más preciado de los operadores políticos de la falsa oposición, porque si algo necesitan para seguir subsistiendo es precisamente la esperanza de la gente materializada como un cheque en blanco. En otras palabras, que la gente les siga creyendo sin tomar en cuenta fracasos y traiciones.
Más que el reciclaje de falsas promesas sazonadas con una retórica ambivalente, lo que Venezuela necesita son tesis políticas firmes, claras y transparentes para derrocar al estado chavista y luego recuperar la República. El tipo de tesis que la MUD y su sociedad civil, ahora disfrazadas de frente amplio, no pueden asumir porque ellos forman parte de ese sistema clientelar de partidos que, junto al régimen chavista, hay que liquidar.  @humbertotweets

domingo, 11 de noviembre de 2018

Las dudas de las FANB


Hugo Chávez cambió la naturaleza de las fuerzas armadas venezolanas. De ser una institución al servicio de la República ha quedado reducida al apéndice más servil del régimen. Esto lo logró dinamitando la historia y la doctrina de las FANB, creando alianzas antinaturales con la guerrilla, el narcotráfico y grupos paramilitares que se agenciaban para sostener al chavismo en el poder.
En este desarrollo de casi dos décadas se cambió la orientación democrática e institucional en las FANB por la propaganda ideológica del socialismo y el chavismo. Igualmente se adoctrinó a los nuevos oficiales en el credo de reconocer a la guerrilla colombiana de las FARC y el ELN como ejemplos de un supuesto bolivarianismo. Los nexos del régimen chavista y de las fuerzas armadas de venezuela con la guerrilla colombiana han sido sobradamente documentados en medios periodísticos.
Para el chavismo la alianza militar con la guerrilla colombiana ha significado la posibilidad de convertirse en un factor perturbador de la política en Colombia, o una forma de comenzar a influir directamente en los asuntos domésticos del país vecino e inhibir una eventual acción armada.
El resultado ha sido la formación de varias promociones de oficiales en las FANB con ideas muy difusas en torno a su papel en defensa de la república. Al caos operacional y logístico que hoy vive las FANB se suma el alto grado de confusión de numerosos efectivos que fueron entrenados para ver como aliados a regímenes totalitarios de izquierda como Cuba y Nicaragua y además a las fuerzas guerrilleras principalmente de Colombia.
En medios castrenses se percibe como normal que Venezuela haya roto su relación institucional con los Estados Unidos en materia de combate al narcotráfico. Y esto lleva inclusive a justificar la actuación delincuencial del cartel de los soles por razones de seguridad de estado.
Esta política de postración ante el crimen es lo que condujo a una actitud permisiva de los comandantes de las FANB con diversas formas de delito sobre todo en la frontera. Para nadie es un secreto que oficiales y contingentes militares destacados en Táchira, Barinas, Apure Zulia y Bolívar reciben órdenes superiores para dejar operar con la mayor libertad a estos grupos irregulares dentro del territorio venezolano. Algunos documentos internos de las FANB incluso justifican esta política reconociendo la superioridad militar y logística de esos grupos frente a las FANB. Se les dice a los oficiales que es una forma de preservar su vida.
El resultado ha sido una fuerza armada útil instrumentalmente para linchar a la población civil pero totalmente castrada a la hora de enfrentar el crimen. En estas condiciones guerrilla y paramilitares que operan libremente dentro de Venezuela con la anuencia de las FANB ahora se vuelcan en contra de sus antiguos protectores desatando una ola de secuestros y asesinatos a militares que parece imposible detener.
Es una vergüenza que el ministro Vladimir Padrino López tenga que pedirle a sus oficiales de las FANB  que frente a los ataques de la guerrilla y el crimen no pueden dudar y deben actuar. De esta forma Padrino López admite con claridad que las actuales FANB están paralizadas frente al crimen, son incapaces de defender la integridad del territorio y, lo más grave, están dudando a la hora de actuar frente a sus antiguos socios.
Las dudas que hay en las FANB y a las cuales refiere Padrino López no van a desaparecer porque él lo pida. Se requiere de una renovación profunda que quizás signifique reemplazar esta FANB corrupta y aliada del crimen por una fuerza militar íntegra y honesta al servicio de la república. Y eso solo será posible con la expulsión del chavismo y sus militares serviles del poder. @humbertotweets


jueves, 8 de noviembre de 2018

Alinear nuestros intereses con los de EEUU


La falsa oposición en Venezuela sigue dinamitando las opciones reales para derrocar y destruir el régimen chavista presidido por Nicolás Maduro. Esta amorfa y antinatural alianza de franquicias partidistas y aspirantes presidenciales ha agenciado toda suerte de emprendimientos dentro y fuera de Venezuela para debilitar la lucha contra el narco estado chavista, y lanzarla por el abismal barranco de elecciones, negociaciones y desesperanza.
Dentro de Venezuela, esta falsa oposición ha sido la propagadora de la lógica según la cual solo mediante elecciones es posible sacar al chavismo del poder. Han fracasado durante casi dos décadas en este empeño entreguista que ha sido el mejor obsequio legitimador para el régimen. Pero aún así, insisten en tratar a un régimen indiscutiblemente mafioso y criminal como si fuese una democracia.
Cada vez que el régimen necesita el favor de la oposición, usa la vieja táctica de “la zanahoria y el garrote”. Para unos funciona por la vía de prebendas, concesiones burocráticas y contratos. Para otros operadores de la falsa oposición, hay que usar el dolor físico y hasta la muerte para que entren en razón. Así ha sido como, de una forma u otra, el régimen siempre termina llevando a estos opositores a la mesa de negociaciones o a unas elecciones.
En el ámbito internacional, esta falsa oposición hace turismo por países y se toma selfies con líderes de otros estados, pidiendo solo sanciones contra el régimen de Maduro. Esto, alineado con la lógica de tratar al estado mafioso chavista como si fuese una entidad de derecho internacional, que eventualmente cederá a sanciones penales o financieras que le apliquen otros países.
Allí también se anida la falacia de pedir una supuesta ayuda humanitaria internacional, como una especie de blandengue y mal disimulada forma de solicitar una intervención militar en Venezuela. Estos operadores de la falsa oposición se cuidan muy bien de usar un lenguaje educado en lo políticamente correcto, que no es otra cosa que la hipocresía política. Lo que en realidad intentan desconocer, sin éxito, es que apuestan por una supuesta renuncia del régimen de Maduro al poder, como resultado de esta política equivocada de sanciones que solo ha servido para alargar la vida a la agónica tiranía.
El gobierno de Donald Trump sigue evaluando la intervención militar en Venezuela y, eventualmente, también agregar a Cuba, un estado patrocinante del narco estado venezolano, a la lista de regímenes que habría que derrocar. Es lo que el propio Trump ha dicho en varias oportunidades. Al mismo tiempo, algunos funcionarios de su administración han señalado que deben agotarse las formas pacíficas con estos regímenes antes de implementar otras opciones. Esto tiene sentido, y es que EEUU no va a confirmar una intervención militar en Venezuela o en ningún otro país hasta el mismo día en que ocurra.
Sin embargo, en su infinita miopía e ignorancia, los operadores de la falsa opción saltan de alegría y felicidad a celebrar una supuesta contradicción o retroceso en la política de la administración de Trump, como si esto significara una invitación a negociar la paz en una mesa con el régimen asesino de Maduro.
La intervención militar en Venezuela es una delicada decisión política para EEUU, que debe ser calibrada por todos los entes que asesoran a Donald Trump en la materia. Es algo que, de ocurrir, será más por su alineamiento estratégico con los intereses geopolíticos de EEUU que por defender a la agónica república de Venezuela. Es una dramática realidad, pero aun siendo dramática, podría trabajar a nuestro favor.
En ese contexto, el papel de la verdadera oposición que busca derrocar la tiranía en Venezuela no debe ser el de la ambivalencia y la blandenguería. Por el contrario, es necesario persuadir al gobierno de Trump y sus aliados en el congreso de los EEUU sobre la necesidad de una salida de fuerza inmediata para derrocar al régimen de Maduro, pues éste atenta contra su propia población civil como cualquier estado fallido, y por esa misma condición es igualmente una amenaza para los intereses de los Estados Unidos. @humbertotweets

jueves, 1 de noviembre de 2018

Diálogo a la chavista


Que la actual crisis sea o no terminal para el régimen chavista no depende del chavismo. En realidad, dependerá de la claridad, la firmeza y la consistencia de las fuerzas que, tanto interna como externamente, se oponen al régimen. En otras palabras, las condiciones materiales y objetivas para la caída de la dictadura venezolana han estado dadas desde hace años. Pero la ausencia de una oposición consecuente y la complicidad de la comunidad internacional han extendido la vida a este régimen que es agónico desde tiempos de Chávez.
Casi con precisión matemática, cada vez que el régimen chavista necesita sortear una crisis importante, hace una hábil combinación de fichas en el tablero: elecciones, diálogos o negociaciones. Siempre alimentando la ilusión de un cambio, al mismo tiempo que aprovecha la tregua electoral o negociadora para pisar el acelerador y ganar más terreno que el que ya tenía.
Así ha sido, sin excepción, desde las rondas de negociaciones que inauguró Chávez con la falsa oposición en 2002 hasta ahora. Entre unas elecciones y otras, entre unas negociaciones y otras, siempre median eventos a veces poco visibles que tienen que ver con la adjudicación de prebendas y la concesión de posiciones en el sistema político para legitimar la componenda.
Sin duda, esta dinámica combina además la política del garrote y la zanahoria como un sistema casi perfecto de recompensas y castigos que los chavistas han aplicado a la falsa oposición para inducir un movimiento reflejo de colaboracionismo.
Nuevamente, el régimen enfrenta una crisis para la cual necesita el auxilio de la falsa oposición. No se trata del absurdo e irrelevante argumento de que Nicolás Maduro perderá legitimidad el 10 de enero de 2019, que además es de un simplismo insultante, solo potable en ciertos círculos diplomáticos.
En realidad, más que a esa supuesta pérdida de legitimidad que alentaría a más acciones simbólicas de presión de la comunidad internacional, lo que preocupa al régimen es la conformación de un frente internacional dispuesto a intervenir militarmente en Venezuela. Eso sí justifica una nueva ronda de negociaciones para que sea, una vez más, la falsa oposición la que se ofrezca como garante del régimen.
Esta nueva ronda de negociaciones que intenta el régimen tiene el mismo propósito que las anteriores: lograr prórrogas y seguir en el poder. Pero esta vez tendrán que ser más creativos en los temas y la fraseología, dada la escasez de argumentos racionales para justificarla. Además, este sería el intento más sofisticado, quizás el último, que le quede al régimen para detener la casi inevitable intervención militar internacional en Venezuela.
Contrario a lo que se cree, los mejores aliados del régimen de Maduro para enfrentar esa acción militar no serán ni Rusia ni China, sino operadores y dirigentes de la falsa oposición y gobiernos dispuestos a participar en una nueva ronda de negociaciones a la chavista. Desde allí sembrarán una vez más “mentiras frescas” que podrían darle al chavismo dos o tres años más de vida, si así lo permitimos.
La única negociación posible será después de la derrota militar del régimen. No antes. Mientras tanto, si se acude al falso diálogo propuesto una vez más por la dictadura, se le dará vida a un régimen que sin esas maniobras ha debido estar fuera del poder hace más de una década. @humbertotweets

domingo, 28 de octubre de 2018

¿Quién quiere votar?


Los partidos de la falsa oposición y sus operadores siguen asilados en su mundo de prebendas y campañas electorales. El país colapsa y se derrumba en manos de un régimen que liquidó toda posibilidad de una salida democrática e institucional. Pero aun así estos operadores insisten en hablarle a un país que no solo no los quiere escuchar sino que además los desprecia por sus reiteradas traiciones.
Los partidos Acción Democrática, Voluntad Popular y Primero Justicia fueron inhabilitados por el régimen para participar en elecciones. Sin embargo, estos partidos para no perder el hábito electorero están postulando candidatos a concejales a través de organizaciones de fachada tales como Fuerza del Cambio, Alianza del Lápiz, Movimiento Ecológico, Por Amor a los Pueblos, Copei, Movimiento al Socialismo, Avanzada Progresista y Esperanza por el Cambio.
Intentan engañar, una vez más, a la gente con el devaluado argumento de ir a votar para no dejar los Concejos Municipales en manos del gobierno. Como si el hecho de que una cámara municipal en manos de esa falsa oposición pudiese significar algo en los esfuerzos para derrocar a la dictadura.  La presidente de la Asociación de Alcaldes por Venezuela Josy Fernández llegó al extremo de implorar que “sería catastrófico tener cámaras municipales oficialistas”
¿Catastrófico para quién? Seguramente para los partidos de la falsa oposición, que al igual que el PSUV necesitan tomar por asalto el tesoro nacional para pagar sus nóminas de activistas. Práctica perversa que comenzó en la IV república y que ha sido perfeccionada por el chavismo.
Ellos saben muy bien, como también lo saben los gobernadores oportunistas de la falsa oposición, que las alcaldías, los concejos municipales y las gobernaciones son instancias que están quebradas y carecen de los medios materiales para cumplir sus funciones, han quedado reducidas a entes burocráticos que solo pagan nómina en moneda ultra devaluada a un ejército de reposeros que trabajan en el activismo de sus partidos.
Quienes insisten en votar en las elecciones municipales lo hacen para seguir viviendo de los mendrugos clientelares que reciben del régimen chavista. En definitiva son parte del mismo régimen político y clientelar que se apoya en la constitución chavista de 1999 que todos ellos han jurado defender.
Pero el venezolano en la calle, que ha sido burlado y traicionado por casi dos décadas por esta falsa oposición, entiende que el voto como lo conciben el régimen y sus colaboracionistas solo conduce a perpetuar las condiciones de abuso y servidumbre con una falsa esperanza de cambio “electoral” que nunca se concretará mientras se siga obedeciendo las reglas de juego de la tiranía.
Hoy son millones quienes miran con desconfianza y desprecio el discurso demagógico y electorero. En veinte años ya se han dicho todas las mentiras posibles para tratar de engañar a la gente con el cuento de unas elecciones fraudulentas que siempre gana el régimen, aunque sea minoría. También se ha demostrado la inutilidad de una dirigencia opositora que usufructuó “puestos de lucha” para su propio beneficio sin que ello aumentará las posibilidades de un cambio político. Negociaron y traicionaron una y otra vez, hasta el cansancio. Después de todo esto, realmente, ¿Quién quiere votar?.-  @humbertotweets


jueves, 25 de octubre de 2018

El 10 de enero y la disolución de la FANB


En los últimos días, varios operadores políticos han argumentado sobre la ilegalidad del gobierno de Nicolás Maduro a partir del próximo 10 de enero de 2019. Según esa tesis, la elección de Maduro del pasado 20 de mayo fue fraudulenta, y entonces se produciría un vacío de poder a partir del vencimiento de su mandato. Vacío de poder que sería aprovechado por la comunidad internacional y hasta por algunos sectores de la FANB para desconocer a Maduro e intentar derrocar a su régimen.
Esta tesis no es más que otra fábula para mantener a la gente distraída y engañada en el supuesto cumplimiento de ciertas fórmulas legales que darían paso a una situación de facto. Como si el desarrollo de un proceso eminentemente fáctico pudiese esperar a la verificación de ciertos trámites burocráticos para poder avanzar.
Si se quiere hablar de estricta legalidad –o ilegalidad-, entonces habría que comenzar por establecer que la elección de Maduro el pasado 20 de mayo fue tan fraudulenta como todas las anteriores, comenzando por el referéndum de 1999, donde se aprobó la engañosa Constitución chavista. Quienes se esconden en los argumentos de la legalidad y los trámites formales para enfrentar al régimen de Maduro, han tenido casi veinte años de ilegalidades y fraudes para escoger a su antojo.
Pero lo que no se dice es que el problema es de naturaleza política, y que esas contradicciones sólo serán resueltas por vías de facto con la intervención de fuerzas militares internas o externas, o ambas.
Es ingenuidad o ignorancia decir que hay sectores en la FANB esperando al 10 de enero para levantarse contra el régimen de Maduro. A pesar del miedo y la complicidad que reina en la FANB, hay claridad meridiana de la ausencia de formas institucionales o legales para arbitrar este conflicto. De eso no hay duda, a pesar de las gestiones internacionales de Zapatero y la falsa oposición. Y lo que es incluso peor, es la clara conciencia que existe dentro de la FANB de que el régimen de Nicolás Maduro — que unos apoyan por miedo y otros por complicidad— está, literalmente, destruyendo a las fuerzas armadas. Si estas facciones militares antes se hicieron de la vista gorda ante la destrucción del país, ahora les ha llegado el momento de sentir en carne propia el progresivo e indetenible proceso de disolución.
No se trata tan solo de la precariedad en la que viven los soldados y sus familias, al igual que millones de venezolanos; ni del desmantelamiento logístico por la compra de inservible chatarra militar suministrada por “bolichicos” y “boliburgueses” chavistas. Es, además, tener que defender a un régimen que para sostenerse hace alianzas con la guerrilla y los paramilitares, quienes aprovechan inmunidades y privilegios concedidos por el gobierno de Maduro para destruir a la FANB y desmembrar el territorio.
Los militares desplegados en la frontera y los que han sido enviados al Arco Minero de Guayana conocen mejor que nadie el estado de caos, desmoralización y vulnerabilidad de la FANB; incapaz de defender la integridad territorial, e inclusive incapaz de defenderse a sí misma y de evitar robos y agresiones contra sus propios efectivos. Esta es la FANB que hoy se debate entre seguir apoyando a este régimen por cobardía o por comodidad. Para quienes desde hace años decidieron hacer carrera militar, es un verdadero problema existencial.
Es totalmente irrelevante lo que apruebe la constituyente fraudulenta antes de diciembre de este año, o lo que pase después del 10 de enero de 2019, porque en definitiva no estamos frente a un problema de legalidad. Si estas facciones militares no han reaccionado antes para impedir la disolución de la FANB, no es precisamente por una fecha de vencimiento o por un artículo que se violó aquí o allá. 
Hay otras dinámicas en juego que podrían precipitar la ruptura militar; o retrasarla por unas semanas, quizá meses más. Pero eso tiene que ver con la capacidad de fuego que tenga una facción para imponerse sobre las otras, en el intento de salvar a las FANB de su corrupto alto mando y su pusilánime ministro. Tal vez en ese intento puedan salvar también lo que para ese momento quede de la República de Venezuela. @humbertotweets

domingo, 14 de octubre de 2018

El asesinato es política de estado


No se trata de hechos aislados. Existe una conducta planificada y sistemática del estado chavista para alentar el linchamiento físico y moral de sus adversarios. Esto comenzó por allá en 1999 cuando Hugo Chávez no se ahorraba palabras para desacreditar a sus oponentes mediante insultos y campanas de opinión orquestadas para intimidar, ridiculizar y destruir a sus oponentes.
El linchamiento moral de sus adversarios significó una autorización para que todos los chavistas en cualquier parte de Venezuela, independientemente de su rango, hicieran del canibalismo político su forma habitual de comportamiento.
Este linchamiento moral fue mutando a formas más perversas y sofisticadas de destrucción humana, siempre alentadas por el propio Chávez. Así se comenzaron a propagar torturas físicas y psicológicas para agredir al adversario. Unos casos fueron tan emblemáticos como el del productor agropecuario Franklin Brito cuya muerte hay que atribuir a Hugo Chávez y cuyas características son las de un asesinato político.
Pero a este caso rápidamente se fueron sumando cientos de miles más, unos con más impacto en la opinión que otros. Hasta que se ha llegado al punto en que hoy hay todo un tinglado diseñado por la inteligencia cubana y ejecutado por los esbirros del SEBIN para torturar y asesinar impunemente por motivos políticos.
No se trata de hechos aislados. Es un patrón de conducta definida y sistemática que desde la óptica del régimen se ve como normal para justificar sus propósitos políticos. La muerte y el linchamiento físico está entronizado en la psiquis de los esbirros del régimen que operadores impunes como Cabello celebran y bailan públicamente sobre  los asesinatos de personas como el piloto Oscar Pérez y más recientemente el del concejal Fernando Albán.
Pero para degradar el crimen a una categoría celebratoria más despreciable el régimen quiere legalizar la tortura y el asesinato por motivos políticos en el adefesio constitucional que intentará hacer aprobar con buena ayuda de la falsa oposición colaboracionista.
No hay formas institucionales para corregir a un estado que hace del asesinato su política. Y que además para ejecutar esa política cuenta con el soporte instrumental de un elenco de capos (Reverol), esbirros (Calderón), fiscales (Tarek),  jueces (Maikel) y operadores (Cabello) dispuestos a justificar el crimen.
El asesinato de Fernando Albán confirma una vez más la indiscutible naturaleza criminal del régimen chavista de Nicolás Maduro. Debe ser un llamado de atención a la racionalidad para los Ramos Allup, los Borges y los Florido que aún siguen abonándole a las negociaciones y a las elecciones como fórmulas para salir de un régimen que hace mucho tiempo se dejó de esos formalismos.
Solo vías de facto expresadas en una fuerza cívico militar superior al estado criminal podrían detener el asesinato como una forma monstruosa de hacer política. La forma que se ha impuesto en la Venezuela de Hugo Chávez desde 1999. @humbertotweets