viernes, 12 de agosto de 2016

La presión internacional será decisiva

Mientras el falso diálogo orquestado por Rodríguez Zapatero muere de mengua la comunidad internacional pierde la paciencia.

Desde junio la OEA le viene dando oportunidad al diálogo entre gobierno y oposición.

A ver que pasa.

A ver si resuelve algo.

Pero ya casi a mediados de agosto con la dimensión de una crisis política y humanitaria más severa que en junio el diálogo ni siquiera tiene un lugar definido.

Cada dia queda mas claro que lo del diálogo fue tan sólo una treta de bajo calibre del régimen para quemar tiempo.

Queda claro además que el secuestro de los poderes público en Venezuela hace prácticamente imposible una salida política y constitucional a la crisis.

La oposición y las fuerzas democráticas están haciendo lo que les corresponde.

Están dando la batalla contra la burocracia electoral y el terrorismo judicial para que se respete la Constitución y se convoque al pueblo en referéndum para que soberanamente decida su futuro.

Pero así, con leyes y todo, no será suficiente.

Para derrotar a esta dictadura de nuevo tipo no es suficiente tener la razón, ni la mayoría, ni actuar bajo el imperio de la ley.

Hace falta algo más.

Hace falta una fuerza que logre corregir los desequilibrios políticos creados por el régimen para entronizarse en el poder.

Esa fuerza podría ser la comunidad internacional que por razones de moral y justicia no puede permanecer indiferente mientras se consuma un genocidio en Venezuela y se niegan todas las opciones para una solución.

Aunque el régimen trate de esconderse en argumentos relativos y manipulados de soberanía y antiimperialismo no es posible justificar la barbarie en nombre de la independecia de un país.

Así de simple.

Así los operadores del gobierno revienten.

Ya es hora de entender que la soberanía no es el ejercicio irresponsable del poder para atentar contra el propio pueblo.

Es hora de entender que la soberanía nacional no puede ser el argumento que inhibina a un país para acudir en auxilio de un pueblo que está siendo liquidado y al cual se le han negado todas las opciones para una solución pacífica y democrática.

Siguiendo la destemplada alocución de la presidenta del CNE donde le anunció al mundo como intenta negar la opción del Revocatorio la comunidad internacional produjo reacciones inmediatas.

El Secretario General de la ONU Ban Ki Moon fue muy claro en definir la situación de Venezuela como “crisis humanitaria” y exigió al gobierno abrir sus puertas a la ayuda internacional.

Ya se sabe por voz de los propios operadores del régimen que no quieren aceptar la ayuda internacional porque eso sería admitir que la revolución bolivariana no cumplió sus objetivo y, en otras palabras, ha sido el fraude político más grande del siglo XXI.

En menos de 24 horas la OEA hizo pública una declaración suscrita por 15 países donde se le exige a Venezuela que “no retrase el revocatorio” en clara advertencia a la declaración de intención del CNE de aplazarlo para el próximo año o suspenderlo para complacer al gobierno.

Venezuela se limitó a descalificar la declaración argumentando que sólo demuestra que la OEA está dividida.

La realidad es que la mayoría de los países miembros de la OEA comienzan a entender que efectivamente el régimen que gobierna Venezuela tiene prácticas antidemocráticas y autoritarias que lo asemejan más a una dictadura.

No es la primera vez que la OEA debe intervenir para corregir desviaciones antidemocráticas de un país miembro.

En los años 90 la dictadura de Fujimori usó estrategias similares y finalmente fue objeto de medidas por parte de la OEA como antesala a su caída definitiva y al juzgamiento y condena de sus principales representantes.

La intervención de la comunidad internacional será determinante para recomponer el estado de derecho que ha sido ultrajado en Venezuela.

No es injerencismo.

Es justicia.







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