La economía venezolana ya no es una crisis: es una inercia programada. Cada cifra, cada indicador, cada testimonio callejero apunta en la misma dirección: estamos en caída libre sin paracaídas, y lo más preocupante es que el piloto —Nicolás Maduro— no solo ha soltado los controles, sino que sigue repitiendo que todo está bajo control.
La coyuntura
económica de 2025 es tan clara como alarmante. El dólar paralelo superó los 50
bolívares por unidad en abril y continúa subiendo sin contención. En un país
donde el salario mínimo sigue anclado en 130 bolívares (menos de 3 dólares),
esto significa que incluso los más elementales costos de vida están fuera del
alcance del ciudadano común. Los salarios en dólares —cuando existen— apenas
rozan los 50 o 60 mensuales, insuficientes para costear una canasta básica que
supera ampliamente los 300 dólares. La inflación acumulada, según el
Observatorio Venezolano de Finanzas, ya ronda el 120% en lo que va de año, con
proyecciones superiores al 200% para diciembre. La hiperinflación no es una
posibilidad: es una repetición anunciada.
A este
escenario de colapso se le suma el declive inevitable de la producción
petrolera, empujado por la reimposición de sanciones de Estados Unidos que
limitan las operaciones de empresas como Chevron y bloquean las rutas
financieras del crudo venezolano. Pero sería ingenuo atribuirle a las sanciones
el protagonismo del derrumbe: la industria petrolera fue desmantelada por el
chavismo desde adentro, mucho antes de que Washington girara la primera tuerca.
Las sanciones son, si acaso, el epitafio de un cuerpo que ya venía en estado de
descomposición.
Frente a este
panorama, Maduro anunció —con el tono marcial de quien no sabe qué dice— un
nuevo “plan de emergencia económica”. Un decreto lleno de vaguedades, sin metas
claras ni mecanismos técnicos reales, que otorga más poder al Ejecutivo para
manejar discrecionalmente recursos, inversiones y contratos. En resumen: más de
lo mismo. Más opacidad, más improvisación, más control. Menos resultados.
La tesis es
simple: el chavismo no tiene una política económica. Tiene reflejos de
supervivencia, parches ideológicos, y una narrativa de resistencia que no
resiste el mínimo análisis. Cada vez que la economía colapsa, sacan un nuevo
discurso de culpabilización externa: el “bloqueo”, el “imperio”, la “guerra
económica”. Pero no hay presupuesto nacional, ni estrategia monetaria, ni
política cambiaria, ni reforma tributaria, ni incentivo productivo que merezca
tal nombre. Lo único que hay es un aparato propagandístico que sigue vendiendo
humo en cadenas de televisión y redes sociales.
La
consecuencia de todo esto no es solo el empobrecimiento interno, sino una nueva
ola de emigración masiva. Quienes aún permanecen en Venezuela —porque no
pudieron irse o porque aún tenían esperanzas— comienzan a ver 2025 como un
callejón sin salida. El colapso económico empujará a miles más hacia Colombia,
Chile, Perú, México o Estados Unidos. Y lo harán sin dólares, sin papeles y con
desilusión. Porque el país que alguna vez fue receptor de migrantes ahora es
una máquina de expulsar ciudadanos.
Mientras
tanto, el régimen se aferra a su discurso de resistencia. Pero ya ni siquiera
resiste: apenas sobrevive a fuerza de remesas, bodegones, trueques digitales y
salarios virtuales. No hay proyecto de país, solo un poder que se sostiene con
lo mínimo necesario para evitar el estallido total. Pero lo mínimo ya no
alcanza. Ni en bolívares, ni en dólares, ni en paciencia.
Así que sí:
antes de que termine 2025, Venezuela entrará en una nueva crisis económica. Más
dura, más visible, más insoportable. No porque no lo supiéramos, sino porque
nadie quiso impedirlo. El chavismo, ese sistema sin política, sin rumbo y sin
alma, lo permitirá con la misma frialdad con la que ha permitido todo lo demás.
La economía no
se gobierna con decretos. Mucho menos con propaganda. Y cuando un régimen no
tiene política económica, lo que tiene es una estrategia de colapso.
Una estrategia
que, una vez más, pagarán los venezolanos… con hambre o con pasaporte.- @humbertotweets
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