En Venezuela ya no hace falta un aparato ideológico para sostener el poder. Bastan dos instrumentos: el miedo y un bono. Uno paraliza, el otro condiciona. El régimen chavista ha perfeccionado una economía del control cuyo núcleo no es la producción, ni la inversión, ni siquiera el discurso. Es la sumisión. Y su precio es barato: treinta dólares en el Carnet de la Patria y la amenaza latente de una celda sin juicio.
Mientras las
estadísticas oficiales –opacas y complacientes– anuncian una supuesta
recuperación, la vida real dice otra cosa: inflación persistente, salarios
ruinosos, pobreza crónica. Pero lo verdaderamente perverso no es el colapso
económico en sí, sino la forma en que se administra: se distribuye miseria con
apariencia de generosidad, como si regalar lo expropiado fuera una política
pública.
Cada bono
anunciado desde el sistema Patria es, en realidad, una operación política. No
hay azar en su cronograma. Aparecen después de protestas, antes de elecciones,
durante campañas de represión. Son sedantes sociales, placebos monetarios y,
sobre todo, sobornos de subsistencia. Porque en Venezuela el hambre vota. Y
también obedece.
Pero los bonos
no sostienen solos al régimen. La otra cara de esta economía de terror es la
represión selectiva y continua. Detenciones arbitrarias, desapariciones
forzadas, procesos amañados: un ecosistema de castigo orientado menos a
suprimir la disidencia que a disuadirla. "Esto te puede pasar",
advierte el caso de Rocío San Miguel. O el de Ronald Ojeda.
El sistema es
eficaz precisamente porque combina estímulo y amenaza. Mientras unos reciben
pagos por su silencio (o por su indiferencia), otros son condenados por ejercer
el pensamiento crítico. Aquí no se premia el mérito ni se castiga el delito; se
premia la docilidad y se castiga la conciencia.
El chavismo ha
logrado lo que recomiendan los manuales de dominación más cínicos: controlar
sin persuadir, castigar sin reglas, regalar sin deber. En lugar de bienestar,
dependencia. En vez de ley, miedo. Porque en Venezuela el control no se ejerce
por consenso, sino por extorsión. Al cuerpo, al estómago, al alma.- @humbertotweets
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