El régimen chavista está empleando eficientes y perversas tácticas de propaganda y de guerra psicológica para avanzar en su propósito de atornillarse en el poder. A pesar de que esto ocurre las 24 horas del día los analistas, influencers y operadores políticos presuntamente alineados con la oposición no parecen reparar en ello y por el contrario hacen el papel de tontos útiles al servicio de las campañas mediáticas diseñadas por el G2 cubano y ejecutadas por los agentes del régimen.
El
ya desaparecido dirigente del chavismo Carlos Lanz Rodríguez, asesinado en
extrañas circunstancias, durante varios años escribió artículos denunciando y
explicando lo que desde su punto de vista sería la implementación de
estrategias de guerra psicológica por parte del gobierno de los Estados Unidos
contra el régimen chavista. A pesar de lo bien documentado de sus análisis Lanz
nunca aportó pistas o pruebas de que los EEUU estarían utilizando a Venezuela
como un teatro de operaciones para probar sus técnicas de guerra psicológica.
Sin
embargo, un minucioso examen de los escritos de Lanz sobre este tema, que se
pueden encontrar en el portal Aporrea.org, permite encontrar similitudes en las
técnicas denunciadas y las que hoy usa el régimen chavista para enfrentar a sus
adversarios y someter por la fuerza a la población civil desarmada. Es como si
alguien en el alto mando del régimen se hubiera dado a la tarea de recopilar
estos artículos y organizarlos en forma de manual para servir de guía para los
órganos represivos del Estado chavista.
El
objetivo fundamental de estas tácticas de guerra psicológica es desmovilizar y
fracturar al adversario sujeto del ataque. Pero al mismo tiempo estas tácticas
buscan mantener cohesionadas las fuerzas propias. Pero en ambos casos esto no
se podría lograr apelando a un discurso o unos mensajes que respeten
escrupulosamente la realidad o que sean tolerantes con el adversario.
La
piedra angular de estas tácticas de guerra psicológica que hoy emplea el
chavismo en contra de los venezolanos es la mentira y la falsificación de la
realidad. De esta forma se procede a negar verdades hasta hoy aceptadas por su
valor histórico pero que ahora hay que destruir para imponer una nueva versión
de la historia y de los hechos sin mayor sustentación que el enunciado mismo de
la mentira.
Así
como el chavismo asegura que ganó las elecciones del 28 de julio, sin ser
cierto, con el mismo desparpajo dice que en el caracazo fueron asesinadas más
de 40 mil personas y que el río Guaire quedó teñido de rojo, abarrotado de
cadáveres. Este tipo de invenciones es endosada a todo aquel que se oponga al
chavismo para luego proceder a acusarle de ser peor que Hitler y Mussolini.
Las
redes sociales hoy están plagadas de millones de mensajes que contienen
mentiras, falacias y tergiversaciones de la realidad que favorecen el discurso
del régimen y que son eufemísticamente calificadas como posverdad. Esto mensajes tratan de satanizar a quienes se oponen al
chavismo sin importar su rango o relevancia etiquetándolos como agentes de la
extrema derecha, pero como la velocidad de las redes sociales no permite
explicar o aclarar esta noción esas palabras pueden ser llenadas con cualquier
significado tales como asesino, fascista, enemigo de la humanidad o simplemente
un elemento sub humano cuya eliminación estaría plenamente justificada.
El
chavismo está combinando lo mejor, o lo peor, de las estrategias de guerra
psicológica de los norteamericanos con las técnicas más refinadas de propaganda
nazista y fascista para neutralizar por razones políticas a todos aquellos
venezolanos percibidos como adversarios o simplemente indiferentes a su causa.
El
desarrollo de estas técnicas para el control social reconoce dos momentos
claramente definidos. El primero es lo que podríamos denominar el linchamiento
moral. En esta fase la propaganda trata de satanizar al adversario para
presentarlo como un ser despreciable, un apátrida, que no merece el
reconocimiento de sus derechos. La intensidad y la profusa repetición de estos
mensajes buscan crear una actitud psicológica permisiva a otro tipo de ataque
ya no de tipo psicológico sino físico.
El
segundo momento de este patrón es el linchamiento físico. Una vez que se ha
logrado imponer en el grupo la idea de que la persona o las personas objeto del
ataque son despreciables y desechables entonces se procede a su desaparición
forzada, sin mayores requisitos legales, en operativos que pueden conducir a su
tortura o asesinato. Pero como ya el linchamiento moral ha logrado su objetivo
la agresión física, que bien podría ser calificada como terrorismo de Estado,
en este caso es presentada como plenamente necesaria y justificada por los más
altos intereses de la patria.
Por
eso el régimen chavista se jacta de tener más de 2 mil venezolanos
desaparecidos los cuales son acusados de ser traidores a la patria cuando en
realidad son adversarios y oponentes del PSUV. La confesión de tener en sus
mazmorras esta cantidad de detenidos debería producir rabia e indignación, pero
en realidad lo que hay es miedo, mucho miedo frente a un Estado que es capaz de
asesinar inocentes para seguir en el poder.
El
miedo no es una reacción con balance negativo si este conduce a la preservación
de la vida. Pero el miedo que se respira en Venezuela es de otro tipo. Es un
miedo que lleva a la desmoralización y a la paralización ante la ausencia de
estrategias concretas para la autodefensa y quizás lo más grave para el
contraataque.
El
chavismo parece seguir con férrea disciplina el manual para la guerra
psicológica y la represión. Su contraparte luce errática, sin plan, ni
estrategia. Mientras esto siga así cada nuevo intento para sacar al chavismo
del poder será más doloroso y letal que el anterior.- @humbertotweets
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