Este título es tan absurdo como la realidad que intenta describir.
La idea general de
una negociación implica la existencia de dos o más partes que tienen algo que
representa un valor para la contraparte.
Puede ser el
intercambio de bienes y servicios por un precio, el reconocimiento a cierto
estatus o mutuas concesiones.
Las negociaciones
de tipo político se mantienen apegadas a los principios generales, pero
incorporando las complejidades propias de la lucha por el poder o el control de
un Estado las cuales no se pueden comparar con la compra-venta de un bien.
Para que exista una
negociación es fundamental que todas las partes expresen su acuerdo en
participar.
De no ser así ¿Cómo
se podría obligar a una parte a negociar?
Cualquier
negociación resulta materialmente imposible si una parte quiere negociar y la
contraparte simplemente no tiene interés en participar.
Y el interés que
motiva a una parte a negociar no es otro que lograr algo en contraprestación de
la otra parte u obtener una concesión o reconocimiento.
Basta que una de
las partes no perciba valor alguno de dicha negociación para promover el
desinterés y por consiguiente el fracaso de esa operación.
Es posible que
objetivamente hablando el potencial de lo que se puede obtener sea inmenso,
pero esto no es suficiente para animar una negociación.
Si una de las
partes, incluso la que podría salir enormemente beneficiada, no percibe desde
su óptica beneficios concretos esa negociación está condenada al fracaso.
En la política, a
diferencia de lo que ocurre en el comercio, el detonante de una negociación es
el conflicto, no la paz ni la normalidad.
En el comercio la
dinámica de incentivos y descuentos funciona muy bien para negociar y lograr
acuerdos.
Pero no en la
política, donde se impone otro tipo de dinámica que responde a correlaciones de
fuerza en la lucha por el control del Estado.
Por eso, casi sin
excepción, en la política las negociaciones y los acuerdos son el resultado de
diversos tipos de conflictos.
Sin una
confrontación que obligue a replantear la correlación de fuerzas no existe el
clima o el interés suficiente para negociar.
Es posible que
exista una situación de control y dominación que es aceptada por la contraparte
pero que carece de los elementos materiales para conducir a una negociación.
Porque quien está
siendo dominado no tiene la fuerza para revertir esa dinámica y tampoco puede
forzar la negociación.
Y el bloque que
está en control no tiene ningún interés objetivo en negociar porque su
situación actual parece cómoda e inmejorable.
Esto intenta
explicar lo absurdo del título de este artículo, no menos absurdo que la
situación en la que una parte insiste obstinadamente en negociar a toda costa,
sin poder negociar. Porque su contraparte no tiene el menor interés o
sencillamente no quiere.- @humbertotweets
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