Los
oficiales de las FANB no son indiferentes a lo que ocurre en el país. Por
expresar pública y privadamente sus opiniones críticas al régimen es que se ha
desatado una masiva cacería de brujas para tratar de controlar el descontento.
Lo que el régimen subestimo es el profundo estado de malestar y decepción que
involucra a amplios segmentos de las FANB y no solo a unos grupos aislados.
El
descontento en las FANB es un tan solo un reflejo del descontento que reina en
el país. Estos oficiales en su mayoría provienen de familias que de una u otra
forma también son golpeadas por la crisis económica que sacude al país. No
todos los militares son chavistas o maduristas. No todos los militares están
enchufados a las prebendas del régimen. Hay grandes contingentes que quedan por
fuera del esquema de reparto para quienes tampoco existen formas lícitas de
ganarse la vida.
Ese
profundo estado de descomposición que se expresa en numerosos actos de
corrupción y abuso es lo que ha propagado un desanimo en la oficialidad que
muchos canalizan en formas diversas de rebelión contra el régimen. Se trata de
un proceso de fractura y separación de segmentos que antes fueron defensores
del estado chavista pero que hoy han sido arrastrados por el colapso a asumir
posiciones críticas y de desafío al régimen.
Estas
contradicciones sólo confirman una guerra que se libra dentro de las FANB donde
varias facciones se disputan el liderazgo de la institución. Unos para mantener
los códigos de la inmoralidad y la corrupción y otros para tratar de salvar a
la FANB.
Está
claro que sin un proceso previo de autodepuración por la vía de la fractura
militar en el cual se impongan los oficiales honestos e institucionales será
posible concebir una FANB unida en el propósito de salvar la república de la
barbarie chavista.
En
otras palabras, sólo salvándose a sí misma del conjuro chavista es como las
FANB podrán, luego, salvar a la
república.
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