La proclamación de Juan Guaidó como
presidente encargado de Venezuela solo tendrá sentido y justificación histórica
si y solo si precipita los eventos que deberían desembocar con la demolición de
la tiranía chavista. Sin embargo, Guaidó representa a la clase de políticos
negociadores y colaboracionistas que le claudicaron al chavismo una y otra vez
en estos veinte años de miseria. Sus primeras semanas como presidente lo
muestran débil y contradictorio, preso
de la falsa legalidad chavista que le impone límites a sus actuaciones y de la
cual no le será fácil salirse.
En lugar de confrontar al régimen chavista
los falsos opositores se escondieron detrás de la constitución que se fabricó
Hugo Chávez a su medida en 1999. Se trata de una constitución de origen
fraudulento que le fue impuesta a los venezolanos por vías de hecho y aceptada
por una oposición blandengue que consideraba políticamente incorrecto llevarle
la contraria a Chávez porque este estaba en la cima de su popularidad.
Esta constitución es la que le entrega a perpetuidad
todo el poder del estado al chavismo y regula las relaciones con sus falsos
opositores que a su vez se hacen parte del régimen a través de su presencia en
órganos tales como la Asamblea Nacional, los consejos legislativos estadales,
las alcaldías, las gobernaciones y los concejos municipales.
La participación de la falsa oposición en
el régimen chavista siempre ha sido un factor que debilita la lucha contra la
tiranía porque siembra esperanzas de un posible cambio político o transición
(como ellos le llaman) dentro del chavismo. Voluntad Popular uno de los
partidos más emblemáticos de esa oposición representa justamente esta política
y el presidente encargado Juan Guaidó la ha abrazado como fórmula salvadora que
lleve en forma automática a una transición.
El movimiento que lleva inicialmente a Juan
Guaidó a la presidencia con el propósito de derrocar a la tiranía comienza a
resquebrajarse desde las primeras horas cuando el propio presidente Guaidó
comienza a hacerle concesiones al régimen y a su pseudo legalidad. Dejar el
profundo y radical cambio político que necesita Venezuela en manos de la
constitución chavista de 1999 es entrar en un oscuro camino de tecnicismos y
legalidades que, si lo permitimos, terminará por anular la única posibilidad
real de acabar con el estado chavista.
La mayoría de los países que dicen
reconocer la presidencia de Guaidó lo hacen justamente en los términos de la
pseudo legalidad del estado chavista porque en el desarrollo del proceso
aspiran a ser garantes de la supervivencia del chavismo como fuerza política, posiblemente
con decisivas cuotas de poder.
Una transición en el marco de la constitución
de 1999, con elecciones apuradas sin antes acabar con el chavismo y en los términos
expresados por Juan Guaidó anula los esfuerzos reales para desmontar la tiranía.
Las primeras semanas se han perdido en ofertas de amnistía al régimen y en
peticiones para que éste acepte que entre la ayuda humanitaria internacional.
Guaidó hace lo que hace porque es la generación
de relevo de unos políticos que nunca quisieron confrontar al chavismo sino que
apostaron a cohabitar con él dentro de su pseudo legalidad. Hoy, una vez más,
lo vuelven a hacer. @humbertotweets
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