domingo, 10 de febrero de 2019

Entrampados en la pseudo legalidad chavista


La proclamación de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela solo tendrá sentido y justificación histórica si y solo si precipita los eventos que deberían desembocar con la demolición de la tiranía chavista. Sin embargo, Guaidó representa a la clase de políticos negociadores y colaboracionistas que le claudicaron al chavismo una y otra vez en estos veinte años de miseria. Sus primeras semanas como presidente lo muestran débil y contradictorio,  preso de la falsa legalidad chavista que le impone límites a sus actuaciones y de la cual no le será fácil salirse.
En lugar de confrontar al régimen chavista los falsos opositores se escondieron detrás de la constitución que se fabricó Hugo Chávez a su medida en 1999. Se trata de una constitución de origen fraudulento que le fue impuesta a los venezolanos por vías de hecho y aceptada por una oposición blandengue que consideraba políticamente incorrecto llevarle la contraria a Chávez porque este estaba en la cima de su popularidad.
Esta constitución es la que le entrega a perpetuidad todo el poder del estado al chavismo y regula las relaciones con sus falsos opositores que a su vez se hacen parte del régimen a través de su presencia en órganos tales como la Asamblea Nacional, los consejos legislativos estadales, las alcaldías, las gobernaciones y los concejos municipales.
La participación de la falsa oposición en el régimen chavista siempre ha sido un factor que debilita la lucha contra la tiranía porque siembra esperanzas de un posible cambio político o transición (como ellos le llaman) dentro del chavismo. Voluntad Popular uno de los partidos más emblemáticos de esa oposición representa justamente esta política y el presidente encargado Juan Guaidó la ha abrazado como fórmula salvadora que lleve en forma automática a una transición.
El movimiento que lleva inicialmente a Juan Guaidó a la presidencia con el propósito de derrocar a la tiranía comienza a resquebrajarse desde las primeras horas cuando el propio presidente Guaidó comienza a hacerle concesiones al régimen y a su pseudo legalidad. Dejar el profundo y radical cambio político que necesita Venezuela en manos de la constitución chavista de 1999 es entrar en un oscuro camino de tecnicismos y legalidades que, si lo permitimos, terminará por anular la única posibilidad real de acabar con el estado chavista.
La mayoría de los países que dicen reconocer la presidencia de Guaidó lo hacen justamente en los términos de la pseudo legalidad del estado chavista porque en el desarrollo del proceso aspiran a ser garantes de la supervivencia del chavismo como fuerza política, posiblemente con decisivas cuotas de poder.
Una transición en el marco de la constitución de 1999, con elecciones apuradas sin antes acabar con el chavismo y en los términos expresados por Juan Guaidó anula los esfuerzos reales para desmontar la tiranía. Las primeras semanas se han perdido en ofertas de amnistía al régimen y en peticiones para que éste acepte que entre la ayuda humanitaria internacional.
Guaidó hace lo que hace porque es la generación de relevo de unos políticos que nunca quisieron confrontar al chavismo sino que apostaron a cohabitar con él dentro de su pseudo legalidad. Hoy, una vez más, lo vuelven a hacer. @humbertotweets

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