No es fortuito cuando se dice que Rodríguez Zapatero trabaja para los intereses del gobierno venezolano.
El mismo ha tenido gestos sinceros -¿audaces?-- en público y en privado donde no deja la menor duda para quien trabaja.
La misión fundamental de Rodríguez Zapatero es tratar de moderar la mala reputación que tiene el gobierno venezolano en la comunidad internacional.
El mismo está consciente que en Venezuela su credibilidad y confianza es cero.
Pero ese no es su objetivo.
El propósito de Rodríguez Zapatero está dirigido a convencer a los países que las intenciones del régimen venezolano son buenas y que cualquiera cosa que haga, inclusive la más atroz, estaría preñada de buenas intenciones.
En esta tarea Rodríguez Zapatero ha puesto no solo todo su empeño sino que ha apostado su prestigio personal para endosarlo al gobierno venezolano.
Las gestiones de Zapatero no vienen libre de costos.
El sabe muy bien que al cabo de su misión, pase lo que pase, su reputación podría terminar tan mal o peor que la de Venezuela.
Sobre la base de esta valoración y con información obtenida directamente desde la cancillería en forma extraoficial hemos revelado que las gestiones de Rodríguez Zapatero tienen una contraprestación económica.
Los servicios profesionales del ex presidente español, al igual que los otros expresidentes, son pagados por vía de honorarios profesionales por el gobierno venezolano.
Nada de malo con esto. Algún beneficio deben obtener por su trabajo.
Lo que perturba es la falta es transparencia.
Molesta que Rodríguez Zapatero no explique cuánto le paga el gobierno venezolano por sus gestiones además del uso de vehículos y aviones oficiales, así como otras prebendas.
Las gestiones de Rodríguez Zapatero como empleado a los servicios del gobierno venezolano han dado un resultado importante para el gobierno.
Aunque no aún no logran convencer a la comunidad internacional de la bondad de las intenciones del régimen venezolano, al menos han sembrado la duda.
Rodríguez Zapatero incluso hizo lobby directamente para hacerse nombrar representante de la Unión Europea en las negociaciones.
Una decisión que sólo se explica para darle un voto de confianza a las empañadas gestiones del ex presidente español.
Hasta aquí podemos decir que Rodríguez Zapatero ha sido un formidable operador político al servicio del régimen venezolano.
Pero sus cualidades de excelente y sagaz operador político no se traducen en sus habilidades como negociador.
Aquí es donde justamente las lealtades de Rodríguez Zapatero y su papel de presunto negociador imparcial se estrellan para revelar sus verdadera naturaleza.
Como negociador en un proceso tan complejo como el venezolano Rodríguez Zapatero debería estar trabajando para restablecer la comunicación y restaurar la confianza rota entre gobierno y oposición.
Esto es lo que cualquier negociador serio, honesto, y profesional estaria haciendo a estas alturas.
Pero no Rodríguez Zapatero cuyas intenciones no parecen estar inspiradas en la seriedad y honestidad.
Y cuyo profesionalismo en materia de mediación comienza a mostrar severas deficiencias.
Basta revisar la intervención de Rodríguez Zapatero en la OEA para calibrar la audacia de este operador político.
En su reporte a la OEA trató de disuadir a los embajadores para que no se abocaran al análisis de la crisis venezolana porque, según su testimonio, ya gobierno y oposición habrían dado los primeros pasos para un diálogo.
¿Cuales pasos? ¿Cual dialogo?
Si para ese preciso momento el régimen aún estaba cuestionando los negociadores por la oposición y amenazando con usar el TSJ para clausurar a la Asamblea Nacional.
Muy hábilmente Rodríguez Zapatero usó las reuniones que ocurrieron por separado entre gobierno y oposición con los expresidentes en República Dominicana para presentarlas como si ya sus gestiones estuviesen dando sus resultados.
Mintió.
Y lo hizo con su cara muy fresca delante de todos los embajadores ante la OEA a quienes pedía que solo aceptaran su palabra como evidencia y no los hechos.
Por supuesto, los embajadores, que también son políticos, sabían que Rodríguez Zapatero sólo trataba de ejecutar una maroma para darle largas a una posible solución al conflicto en Venezuela al tiempo que se pretendía hacer ver que algo se estaba haciendo.
Lo último que hace Rodríguez Zapatero y que pone en evidencia sus verdaderas intenciones fueron sus confesiones ayer lunes 11 de julio en el programa Vladimir a la una.
Allí un Rodríguez Zapatero más preocupado por su papel de operador del régimen que de negociador imparcial dijo que Capriles es el opositor que más críticas le ha hecho, “voy a intentar convencerlo a fondo, porque si lo logro, significa que se ha dado un gran paso”.
En lugar de poner su energía en restablecer la comunicación gobierno-oposición Rodriguez Zapatero ve su papel como el de convencer a una de las partes de las bondades de la otra.
Esta práctica no solo luce como poco profesional sino que está reñida con la ética de un negociador imparcial.
El gobierno y la oposición han expresado en forma muy clara intereses que son opuestos y que, al menos al día de hoy, no muestran áreas para un posible entendimiento.
Pero eso tiene sin cuidado a Rodríguez Zapatero.
Como operador curtido en las lides políticas el sabe muy bien que las posibilidades de éxito de su gestión como negociador son nulas.
Pero ese en realidad, como ya lo hemos examinado, no es su objetivo.
La misión de Rodríguez Zapatero es quemar tiempo para diluir la convocatoria al revocatorio al tiempo de crear un ambiente que al menos trate de salvar la responsabilidad del régimen venezolano.
En este sentido su papel como operador al servicio de los intereses del gobierno venezolano ha sido impecable.
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