domingo, 27 de septiembre de 2020

La falsa oposición de Juan Guaidó no es alternativa frente al chavismo

            Existe un conjunto de fuerzas con agenda propia que insisten en plantear la situación de Venezuela en términos de un falso dilema: Frente a la narcotiranía chavista solo queda alinearse con una oposición colaboracionista, negociadora y electorera. Por su propia naturaleza y por los intereses que defiende esta “oposición” en realidad representa la continuación del estado chavista, pero con otros actores. Por eso a esa oposición hay que caracterizarla como falsa y contraria al interés nacional de salir definitivamente del chavismo.

Esta falsa oposición ha maniobrado desde 1999 para actuar en representación de la inmensa mayoría de los venezolanos que se definen políticamente en contra del chavismo. Una y otra vez los partidos de esa oposición se han montado sobre la energía el descontento popular para alimentar sus propias agendas negociadoras. Hugo Chávez, quien se dio cuenta que esa falsa oposición no quería derrocarlo sino entenderse y cohabitar con su régimen, no dudó un instante en asignarles cuotas políticas y financieras en su gobierno a estos agentes de la traición.

La estrategia calzaba muy bien en el objetivo chavista de prolongarse en el poder ya que la falsa oposición otorgaba el reconocimiento legitimador que tanto necesitaba el chavismo para sostenerse en el poder. Bien sea participando en elecciones, en mesas de negociaciones o simplemente renegando del gobierno chavista pero jurando lealtad a su régimen y su constitución, esta falsa oposición siempre ha sido un factor clave e instrumental para el sostenimiento del régimen.

Y la constatación de que la falsa oposición de Juan Guaidó y el régimen chavista representan esencialmente lo mismo viene derivada de hechos incontrastables. Hay fundamentalmente dos ejes que identifican y conectan tanto al hamponato interino de Juan Guaidó como a la narcotiranía chavista de Nicolás Maduro. Ellos son la corrupción y el socialismo.

Ambas instancias (hamponato de Guaidó y Narcotiranía de Maduro) no solo coinciden en su propósito de saquear sin piedad el tesoro nacional como ha sido muy bien documentado por periodistas de investigación. Además de eso, las cañerías podridas de la falsa oposición y el chavismo confluyen en una cloaca común donde se comparten contratistas y esbirros. Esto es, la gran cantidad de operadores políticos, financieros y militares que sirven por igual al hamponato interino y a la narcotiranía. Nombres como Alejandro Betancourt, Raúl Gorrín, Luisa Ortega Díaz, Christopher Figuera, entre muchos otros, aparecen en las nóminas de ambos “gobiernos” y se entremezclan en complejas tramas de corrupción (Odebrecht, Derwick, Monómeros, PDVSA, CITGO, etc) donde la víctima es la nación venezolana.

A esto hay que agregar que tanto el chavismo como la falsa oposición de Juan Guaidó coinciden en su defensa perruna de la constitución de 1999. No es por un formalismo jurídico, porque ambas bandas la violan cuando les da la gana. Se trata, para ambos, de dejar intacta la estructura del estado chavista que es un estado de partidos, clientelar y corrupto basado en el socialismo como mecanismo de control de la sociedad. El sueño de Juan Guaidó y Leopoldo López es heredar la estructura del mesiánico estado chavista con sus poderes omnímodos y sus bondades. Por eso la falsa oposición cuidadosamente articula su estrategia sobre la base de propiciar únicamente un cambio de gobierno (quitar a Maduro para poner a uno de los suyos -¿acaso Leopoldo?) mas no buscan un cambio de régimen político. La falsa oposición, al igual que el chavismo, necesita preservar la estructura del estado socialista consagrado en esa constitución.

Todo aquel que por diferentes vías defienda, abierta o soterradamente, la constitución chavista de 1999, tal como lo hace la falsa oposición, en realidad lo que hace es sostener al régimen que ha destruido a Venezuela. Esa falsa oposición no ha sido, no es y jamás podrá ser reconocida como una verdadera alternativa frente al chavismo porque en esencia son lo mismo.-  @humbertotweets

 

 

 

 

domingo, 20 de septiembre de 2020

Informe ONU caracteriza a estado mafioso que solo sale por la fuerza

En menos de una semana ha quedado documentada la participación de altos funcionarios al servicio de Juan Guaidó en la extorsión de una empresa contratada para la recuperación de activos de la nación venezolana en el exterior (denuncias de periodista Patricia Poleo) y la de figuras claves del régimen chavista autorizando la tortura y el asesinato por motivos políticos (Informe de la ONU sobre Venezuela). Ambas constataciones reflejan la decadencia de la política que ha destruido a la nación venezolana.

Seria perverso poner a los venezolanos a decidir cuál de ambas conductas criminales es más grave, si el saqueo de los recursos y activos de la nación venezolana o el asesinato y la tortura de quienes se oponen al régimen chavista. Se trata de una falsa dicotomía porque mientras una está matando a los venezolanos propagando el hambre la otra también los está asesinando mediante la violencia de estado.

Sin embargo, más allá del manoseo superfluo y banal que el interinato de Guaidó ha hecho del informe de la ONU, este contiene una detallada relación de violaciones generalizadas y sistemáticas a los derechos humanos desde 2014 perpetradas por el estado mafioso chavista ahora dirigido por Nicolás Maduro, antes presidido por Hugo Chávez, aunque la falsa oposición deliberadamente se salte la figura de Chávez  en un sospechoso y silencioso acto de reivindicación histórica en la inocultable línea de responsabilidad.

Y es que al revisar las 443 páginas del referido informe en sus 2105 apartados queda perfectamente claro que estas violaciones a los derechos humanos, ejecutadas por el estado chavista, han sido “generalizadas y sistemáticas” contra la población civil. Aquí estamos en presencia de la violencia como política de un estado cuya pseudo legalidad justifica la tortura y el asesinato por motivos políticos como parte de sus procedimientos.

El informe de la ONU confirma lo que ya se sabía. No estamos frente al mal gobierno de Nicolás Maduro, aunque él sea hoy la cabeza de ese estado. Aquí estamos frente a un estado criminal que se comenzó a configurar con Hugo Chávez en 1999, con una constitución hecha a su medida, y desde entonces ha ido refinando sus métodos de violencia para controlar a toda la sociedad. Para esto el estado mafioso controla todos los poderes, incluso el ejército al cual ha reducido al papel de su brazo armado y cuyos miembros han sido instrumentales para ejecutar las violaciones “generalizadas y sistemáticas” que refiere el informe de la ONU.

Contrario a la prédica de la falsa oposición en sus dos sabores, la de Guaidó y la de Capriles, no estamos frente a un mal gobierno del cual se puede salir tan solo sacando a Nicolás Maduro del poder. Aquí estamos frente a un estado mafioso, tal como ha sido correctamente caracterizado en el informe de la ONU, y de este tipo de estructura no se sale con negociaciones, elecciones o gobierno de transición. Un estado que incorpora en sí mismo el crimen y lo sistematiza masivamente a través de sus estructuras mediante operaciones de tortura, asesinato, narcotráfico y otros delitos solo puede ser destruido militarmente por un ejecito profesional que defienda a la población civil o una coalición militar internacional.

El informe de la ONU hay que difundirlo ampliamente, pero no por las razones que le convendrían a la falsa oposición. Ese informe no debe ser usado como elemento de simple distracción a los escándalos de corrupción del hamponato interino de Guaidó o eventualmente como “presión” contra Maduro para obligarlo a negociar “condiciones electorales mínimas”. El documento de la comisión de la ONU ilustra, en forma inmejorable, la naturaleza criminal e impune del régimen chavista en su totalidad y fortalece la tesis de su derrocamiento por vías de fuerza como la única forma racional para su liquidación definitiva.-  @humbertotweets

domingo, 13 de septiembre de 2020

Un pacto unitario basado en la moral del “cucutazo”

            Así como el régimen chavista ejerce el monopolio de las armas en contra la población civil para someterla a su voluntad, la falsa oposición por su parte ejerce el monopolio de la representación política a graves de los partidos al presentarse como la única alternativa frente al régimen.  En los veinte años de chavismo esa oposición siempre ha insistido que la única forma de oponerse al gobierno chavista es a través de elecciones, aunque ellos mismo admiten que estas sean fraudulentas, y ultimadamente a través de partidos políticos.

Elecciones y partidos que siempre terminan haciéndole el juego a la narcotiranía al neutralizar los movimientos insurreccionales para derrocar al chavismo con fórmulas legales y jurídicas tributarias de la constitución chavista de 1999. Los falsos opositores repiten al unísono con los chavistas “dentro de la constitución todo, fuera de la constitución nada.” Y ese es el mantra diabólico que le quieren seguir imponiendo a los venezolanos después de dos décadas de desilusiones y desesperanzas.

Entonces a los venezolanos siempre se nos plantea un falso dilema: O soportar al régimen chavista con sus consecuencias o echarse en brazos de la falsa oposición y sus partidos porque, según dicen,  eso es lo que hay. No importa  que se trate de una oposición que es traidora y colaboracionista. Tampoco importa que abiertamente se vendan al régimen o incluso que traicionen a militares insurrectos. Menos aún importa que esa oposición se robe el dinero de los venezolanos porque según justifican es mejor que se los robe los opositores que los chavistas.

Podría parecer políticamente incorrecto decirlo, pero luego de veinte años de traiciones es una verdad incontestable: Para salir del chavismo primero hay que salir de la falsa oposición que siempre se atraviesa y antepone sus intereses a los de la nación venezolana. Si no se hace a un lado a la falsa oposición, con su G4 y todos los demás partidos no podremos salir jamás del chavismo porque en esa cepa de podredumbre siempre habrá algún parásito dispuesto a traicionar más que los otros, como ya lo ha demostrado hasta la saciedad Henrique Capriles Radonski.

Esa misma falsa oposición, cuyos elementos más tóxicos y conspicuos son Juan Guaidó y Leopoldo López de esa mafia llamada Voluntad Popular, es la que ahora con la mayor desvergüenza propone un mal llamado pacto de unidad para un supuesto gobierno de emergencia nacional. Muchos venezolanos ingenuamente pensaron que al apoyar a Juan Guaidó en enero de 2019 estaban apoyando un gobierno de emergencia nacional. Veinte meses después descubren que lo de Guaidó nunca fue ese tal gobierno de emergencia nacional para sacar al chavismo del poder, sino más bien un interinato convertido en una inmensa y sofisticada trama de corrupción que se gasta el dinero de los venezolanos en el exterior, para que los chavistas no lo hagan primero.

Ahora intentan convocar una consulta para legitimar el saqueo que están perpetrando contra Venezuela. Porque el único interés que podría tener Juan Guaidó, Leopoldo López y su camarilla mafiosa de la falsa oposición en continuar al frente del interinato es seguir recibiendo dinero de organismos internacionales y ahora controlar la administración de los activos de Venezuela en el exterior hasta que caiga Maduro, o sea en forma indefinida y sin estar obligados a rendirle cuentas a nadie.

No es un pacto lo que han firmado esos 37 partidos liderados por el G4 actuando como padrino de cosa nostra. En realidad es un contrato para repartirse entre todos el dinero que le vaya entrando al interinato. Y el llamado gobierno de emergencia nacional no es más que una excusa para orquestar un saqueo urgente de los dineros y recursos de la nación venezolana en el exterior aprovechándose de ese limbo jurídico en el que reina el interinato de Guaidó. Y para refrendar la estafa ante los ojos de Venezuela y del mundo nada mejor que convocar a los venezolanos a que se hagan parte de otra consulta para darle un cheque en blanco a la falsa oposición.

Si ese dinero y esos recursos que quiere controlar el interinato se gastan en pagar palangristas, burócratas o en alcohol y prostitutas, no importa. Total para ellos eso sería aceptable a que se lo gastaran los chavistas. Esa es la moral del “cucutazo” que a un nivel de paroxismo nos propone la falsa oposición.-  @humbertotweets

domingo, 6 de septiembre de 2020

Si los EEUU se equivoca en Venezuela, no podemos acompañarlos en el error

En el caso de Venezuela Donald Trump ha demostrado tener claridad sobre la magnitud de la crisis al proponer que “todas las opciones están sobre la mesa” dejando implícita la idea  que también la salida de fuerza estaría contemplada. Ahora bien, las razones que podrían tener los EEUU para intervenir militarmente en Venezuela no son las mismas que las que tenemos los venezolanos. Para nosotros los venezolanos se trata de lograr un equilibrio militar para derrocar a un estado que usa sus fuerzas contra la nación venezolana. Para los norteamericanos se trata de evaluar hasta qué punto la crisis en Venezuela adquiere el rango de una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos.

En sus memorias el embajador John Bolton relata con detalles y gran ingenuidad como los Estados Unidos pensaron que los eventos del 30 de abril de 2019 podrían llevar a un relevo del gobierno de Nicolás Maduro por elementos de la falsa oposición asociados con Vladimir Padrino López y Maikel Moreno. En cuestión de horas quedaría en evidencia que los norteamericanos habían sido embaucados por unos fabuladores de oficio aunque el propio Bolton luego de contar la historia convenientemente no llegue a esa conclusión.

La idea de “todas las opciones están sobre la mesa” combinada con las sanciones y el precio por la cabeza de los más altos personeros del régimen de Maduro es lo que ha alentado la tesis de una intervención militar internacional en Venezuela liderada por los Estados Unidos. Esta intervención podría tener la forma de una intervención quirúrgica que neutralice o extraiga a las cabezas del régimen creando las condiciones para su derrocamiento.

Pero curiosamente es el interinato de Guaidó y los operadores diplomáticos de Trump, Elliot Abrams y James Story, quienes no solo trabajan en contra de la intervención militar sino que además siguen alentando la tesis de presionar al régimen chavista para llevarlo a negociar.

Guaidó y la falsa oposición no quieren hablar del tema con los Estados Unidos para evitar que se aborde en forma oficial y esto lleve a definiciones. Por eso el interinato de Guaidó ha preferido poner el asunto en manos del TIAR con la certeza que de allí jamás saldrá una decisión aprobando la intervención militar en Venezuela al tiempo que se lavan las manos diciendo que al menos lo intentaron.

Por su parte Abrams y Story han proclamado públicamente sus opiniones en contra de la “salida mágica” de la intervención militar y en su lugar piden a los venezolanos que nos unamos en torno al gobierno corrupto de Juan Guaidó y la falsa oposición para negociar con el chavismo unas condiciones electorales mínimas (mejores que las de diciembre de 2020).

Estamos frente a un enfoque similar al de Bolton en 2019 e irremediablemente llevará al mismo fracaso. Lamentablemente la burocracia diplomática del departamento de estado es presa de un pensamiento que podemos caracterizar como “fundamentalismo democrático.” Se trata de la incapacidad para entender que hay crisis políticas que no se resuelven con “más democracia” porque el colapso del estado no se puede abordar con la fórmula de un mero cambio administrativo de gobierno que es lo que se pretende en Venezuela. Ahí están los ejemplos de Irak, Afganistán y Libia que deberían servir de lecciones.

En Venezuela no estamos simplemente frente a un mal gobierno que debe salir por vía de “elecciones justas y transparentes.” Aquí estamos frente a un estado que se asume a sí mismo como terrorista y criminal y que ha logrado entenderse con la falsa oposición al extremo que esta reconoce su régimen pseudo legal. Es el marco jurídico y constitucional que defiende la falsa oposición y que toma el departamento de estado como referencia para ir a un gobierno llamado de transición que convoque a elecciones en seis meses. Al estado chavista no se le puede abordar con una transición que permita la supervivencia y cohabitación con elementos del viejo régimen, como ingenuamente plantea el papel de trabajo del departamento de estado.  Esto sería crear un gobierno débil, incapaz de evitar el regreso de las mafias chavistas al poder incluso con más fuerza.

Los funcionarios Abrams y Story fallan en su misión de representar fielmente los intereses de la nación norteamericana al no caracterizar correctamente al régimen chavista como un estado terrorista que debe ser destruido y al proponer como su alternativa a una oposición colaboracionista que ha parasitado por veinte años de sus negocios con el régimen.

Donald Trump y el gobierno de los Estados Unidos son los mejores aliados que hasta ahora tiene Venezuela. A ellos hay que explicarles con claridad que seguir confiando en los embaucadores y fabuladores de la falsa oposición es un error que nos saldrá muy caro tanto a los EEUU como a Venezuela. Si nuestro aliado se equivoca en la forma de evaluar la coyuntura, nuestro deber es advertirlo. No estamos obligados a acompañarlo en el error.- @humbertotweets