jueves, 30 de agosto de 2018

Los desplazados por el régimen chavista


Los venezolanos que se han visto obligados a abandonar su territorio por razones políticas o económicas son, en realidad, desplazados. Cifras oficiales de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indican que 2,3 millones de venezolanos viven hoy dispersos fuera de Venezuela. Otras estimaciones ubican la cifra en entre cuatro y cinco millones de desplazados. En lo que sí hay acuerdo es que las consecuencias de la crisis política en Venezuela han salido ya de sus fronteras y no se pueden ignorar.
Aunque el éxodo de venezolanos que huyen del hambre y de la represión política parece la consecuencia inadvertida de un mal gobierno, en realidad se trata de una política sistemática y orquestada por el estado desde tiempos de Chávez. Desde que el chavismo tomó el poder en 1999, se han venido aplicando políticas segregacionistas inspiradas en el odio social para castigar a las clases medias y obligarlas a abandonar el país por el acoso y por  la falta de seguridad y de oportunidades para una vida digna y decente.
Con el deterioro de la situación económica vino el quiebre de la base política y social del régimen. El colapso de la economía, la falta de dólares y una moneda ultradevaluada hicieron imposible seguir alimentando el parasitario clientelismo chavista, y las masas engañadas y desesperanzadas abandonaron la llamada “revolución”.
En este momento, cuando la política de segregación social y económica del régimen muta a una de segregación de tipo político, el país ha sido literalmente dividido entre chavistas y opositores. El diseño de los CLAP y el Carnet de la Patria buscan empadronar a la base civil y militar del régimen, saber con quiénes cuentan y alimentar a esta clientela quirúrgicamente segmentada. Cualquier venezolano que no esté registrado en la data oficial del régimen no podrá acceder a comida, medicinas o gasolina regalada, solo reservadas para los seguidores del gobierno.
Consecuentes con esta política que ultimadamente intenta sacar de Venezuela a todo aquel que no sea seguidor del régimen, operadores chavistas como Diosdado Cabello e Iris Varela, entre otros, han dicho públicamente que quienes no apoyen al gobierno deben irse del país. Maduro, en la misma línea, llamó a los militares a dejar de compartir con sus familiares opositores.
No es exacto decir que la gente diariamente abandona Venezuela en forma masiva solo por la crisis económica. Esto está ocurriendo como resultado de una política aplicada desde el estado chavista para gobernar un país sometido por la fuerza y en caos, sin la resistencia que podrían ofrecerle cinco o siete millones de venezolanos
Los millones de venezolanos desplazados de su territorio no solo han alterado la correlación de fuerzas en la lucha política interna en Venezuela, sino que también agregan una presión demográfica en varios países, sobre todo los vecinos, que ahora comienzan a sentir el conflicto venezolano como uno propio.
Los programas de ayuda a los desplazados venezolanos han ocupado la energía de muchos países preocupados por atender la situación inmediata. Los espesos lapsos de la diplomacia pueden convertir esta ayuda temporal en permanente, hasta un punto en que, con el tiempo, todos nos acostumbremos a algo que es absolutamente anormal. Mientras tanto cientos de miles siguen abandonando masivamente el territorio venezolano y el chavismo continúa linchando a la población civil.

domingo, 26 de agosto de 2018

Fetichismo democrático


La falsa oposición vive políticamente de propagar ilusiones y esperanzas. Así ha sido durante casi dos décadas con una prédica que intenta convocar a las masas a luchar “democráticamente” contra la tiranía chavista.
Lo de la lucha democrática se redujo a la mera participación electoral con la vana esperanza de que algún día el régimen,  en caso de perder el poder, respetaría los resultados. En efecto el caudal chavista de 1998 se fue erosionando rápidamente con el tiempo, pero producto del sistemático fraude electoral nunca hubo forma de “cobrar” esos resultados.
Esa oposición privilegió una sola forma de lucha contra el régimen chavista, la electoral. Esto ha sido el resultado de varias lecturas equivocadas sobre la situación en Venezuela. En primer lugar fracasaron en caracterizar a tempo que lo que teníamos al frente era una tiranía con barnices democráticos y luego en pensar que ese régimen podría ceder el poder en forma “democrática”.
La falsa oposición justificó de mil maneras una conducta que con el tiempo se reconocería como colaboracionista porque ayudaba al régimen en su propósito de vender una imagen democrática pero al mismo tiempo creaba falsas esperanzas de un cambio político y debilitaba las opciones insurreccionales.
Esta oposición no ha reparado que al defender sus formas de luchas democráticas y electorales también defendía al régimen suplidor de esas formas. Todo en nombre de una supuesta lucha democrática.
Hoy estamos frente a una coyuntura caracterizada por la crisis terminal del estado chavista incapaz de gobernar el país. Pareciera que en otro ejercicio de improvisación característico la falsa oposición ha optado por “dejar pasar el tiempo” mientras espera el derrumbe del régimen. Han sido muy expresivos a la hora de desmarcarse de otras opciones de cambio político más bien dictadas por la realidad. No quieren que se les asocie con fracturas militares o intervenciones internacionales, en su lugar prefieren formas democráticas de protesta que no irriten tanto al régimen como el paro de 24 horas.
Bien sea producto de una implosión, o de una crisis militar sobrevenida la falsa oposición parece “oler” la inminencia de un cambio y desde ya asoma su nueva tesis: La transición democrática. Esto sería básicamente negociar con elementos del régimen depuesto para hacer un nuevo gobierno de “unidad nacional” que convoque a unas elecciones y restablezca la democracia.
Es un grave error asumir que en el nivel de destrucción e indefensión en que se encuentra el país un gobierno democrático podría hacerle frente a las estructuras militares y financieras del chavismo desplazado del poder con la intención de retomarlo “democráticamente”. Sería un gobierno tan ingenuo como breve.
Aunque parezca políticamente incorrecto decirlo, en realidad la única forma de reconstruir la república y liquidar a las mafias chavistas es mediante un gobierno civil y militar que ponga orden en el país y no sucumba ante el fetichismo democrático mientras se repara el tejido social y las instituciones que han sido destruidas, no para regresar al esquema de una democracia clientelar de partidos, sino para ir hacia una república de ciudadanos libres.

jueves, 23 de agosto de 2018

Primero la tesis insurreccional, luego el “liderazgo"


Sin duda el régimen chavista se ha beneficiado no solo de una oposición falsa y colaboracionista, sino además de la incapacidad de esa misma oposición para articular una tesis y una estrategia para derrocar a la tiranía. Esa incapacidad ha contagiado a otros segmentos de la oposición que, aun sin ser deliberadamente colaboracionistas, ayudan sin querer a mantener el régimen.
Uno de los problemas de esa oposición es creer que la salida de la tiranía es un asunto de “líderes” o de popularidad. Esta creencia les lleva a predicar una supuesta unidad de todos los líderes y partidos de la oposición como la clave para derrotar al régimen. Desde esta perspectiva se trata de argumentar que la victoria contra el gobierno no ha sido posible porque, según la creencia, ha faltado “unidad”.
Esto no es cierto, porque si algo ha sobrado es la unidad electoral para participar en elecciones que solo sirvieron para atornillar aún más al régimen. Expresiones de esa unidad oportunista e indiscriminada donde hasta los chavistas caben, fueron en su momento la Coordinadora Democrática y la alianza opositora que en el 2000 postuló como su candidato al chavista Francisco Arias Cárdenas; y ahora más recientemente la MUD, que cobija en su seno a la ex fiscal chavista Luisa Ortega Díaz.
Contra toda evidencia histórica que constata el fracaso de esa unidad de naturaleza burocrática, los escombros de la MUD y algunos operadores políticos vuelven a plantear la manida tesis de una unidad de la oposición donde todos caben. Argumentan que además hace falta un líder (o varios) que aglutine a la gente. En suma, que el problema es meterlos a todos en un mismo saco de gatos y escoger un “líder”.
Una unidad así planteada, que no defina el objeto y la tesis política con claridad, está condenada al más absoluto fracaso, tal como ya ha ocurrido a lo largo de estas dos décadas. Porque la unidad que necesitamos no es la de figurines electorales, sino más bien una unidad de propósito en torno a una política, que nosotros proponemos sea insurreccional.
A quienes hacen de este tipo de unidad su fetiche de moda, hay que preguntarles primero: ¿Unidad para qué? ¿Para convocar un paro de veinticuatro horas? ¿Para negociar condiciones electorales? ¿Para pedirle la renuncia a Maduro? ¿O más bien habría que definir primero una tesis política y una estrategia insurreccional que involucre fuerzas civiles y militares con el objetivo de derrocar al estado chavista, y luego sí convocar a una unidad de propósito en torno a esa premisa?
La necesidad de definir una tesis política insurreccional para derrocar al régimen es impostergable, mas aun cuando se observa el grado de confusión de algunos “líderes” opositores como Antonio Ledezma, quien hace unos días vía Twitter pidió a la Fuerza Armada pronunciarse para “hacer cumplir la Constitución Nacional”. Se refería a la Constitución de 1999, esa que ha sido el soporte pseudo legal del estado chavista, y que habría que comenzar por desconocer y destruir para constituir un nuevo régimen político de leyes y libertad. @humbertotweets

domingo, 19 de agosto de 2018

El pantano de la pseudo legalidad chavista


La última decisión del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio condenando a Nicolás Maduro por corrupción vuelve a plantear el debate sobre el reconocimiento o no del régimen político y su pseudo legalidad en Venezuela.
La situación es esta: El chavismo se fabricó una legalidad a su medida con la Constitución de 1999. Esta Constitución fue “aprobada” en fraude a la Constitución, para ese entonces vigente, de 1961. Sin embargo, por oportunismo fue aceptada por toda la clase política que la hizo su Constitución.
En la Constitución de 1999 se sentaron las bases para el estado totalitario chavista, con unas reglas de juego político diseñadas para beneficiar al régimen al tiempo que daba la impresión de una supuesta libertad y democracia electoral. Esa Constitución es la que permite usar a las FANB como el brazo armado del PSUV y le da amplias facultades al Presidente para intervenir directamente en los poderes legislativo,  judicial y electoral mediante burdos atajos legales que ahora tienen rango constitucional.
Es la misma Constitución que aceptó la falsa oposición para justificar su exclusiva lucha electoral y por supuesto la misma que soporta a todo el régimen político incluida la Asamblea Nacional con mayoría de la MUD y las gobernaciones que a lo largo de estas dos décadas el gobierno le ha adjudicado a la falsa oposición.
El objetivo del régimen siempre fue crear las condiciones mínimas para permitir la participación electoral de la falsa oposición, haciendo algunas concesiones que le obligaran a seguir reconociendo la pseudo legalidad chavista y jugando según sus reglas.
Por eso para la falsa oposición resulta antinatural renegar y zafarse de la pseudo legalidad del estado chavista la cual se ve obligada a defender para mantener un mínimo de coherencia.
El Tribunal Supremo de Justicia designado por la Asamblea Nacional es producto de esa pseudo legalidad que cuestionamos. No se le critica a quienes prestaron su nombre de buena fe para “hacer algo” por el país. El problema de fondo es que tanto esa Asamblea Nacional como el TSJ en el exilio para seguir operando no tienen otra salida que seguir actuando dentro del marco del régimen político que de otra forma habría que desconocer y derrocar.
Aunque parezca una buena noticia la sentencia del TSJ en el exilio contra Maduro propaga una falsa esperanza porque no hay forma material de hacerla ejecutar. Hay consenso en el valor simbólico de la decisión al igual que su inutilidad práctica porque no hay fuerza pública en Venezuela que la pueda llevar a cabo. En eso perderemos tiempo precioso hasta que, al igual que con los fraudes electorales, finalmente lleguemos a esa conclusión.
Intentar ejecutar esa sentencia desde el exilio implicaría entrar en el terreno movedizo de la diplomacia internacional también regulada por convenios y agendas de países. ¿Prestaría Colombia, por ejemplo, su ejército para ejecutar esa sentencia de la misma forma como ha permitido operar al TSJ en su territorio?
Es decir, más confusión para el pantano de la pseudo legalidad del régimen chavista que sigue en el poder mientras el resto de nosotros debatimos salidas electorales y legales inviables, en lugar de centrarnos con la precisión de un láser en su desconocimiento y destrucción. @humbertotweets

jueves, 16 de agosto de 2018

Los cubanos en las FANB


Hay tres movimientos claves que hizo Hugo Chávez en vida para perpetuarse en el poder sin tener que rendirle cuentas a nadie. El primero fue en 1999, con la aprobación fraudulenta de la Constitución, que desarticuló completamente la estructura del Estado para crear una nueva a la medida del tirano, sin frenos ni contrapesos, y sin controles. Así todo el poder político y financiero del Estado quedaba en sus manos, en un país donde los poderes públicos sólo serían sus subalternos. Estos cambios le permitieron controlar el poder electoral para fabricarse resultados a su medida, y legitimar su tiranía mientras la oposición mansa e ingenuamente seguía participando.
El otro movimiento, basado en esa nueva constitucionalidad chavista, consistió en darle participación política y partidista a la FANB. Las Fuerzas Armadas, que hasta ese momento eran leales a la República, ahora pasarían a ser el aparato armado del PSUV. Esta nueva política se profundizó al asignar oficiales de la FANB en posiciones burocráticas que les permiten robar y lucrarse, lo cual aseguraría no tanto su lealtad sino más bien la complicidad con la mafia que los designa. El objetivo de esta política sería inhibir a estos oficiales de mediana y alta jerarquía de participar en levantamientos contra el régimen del cual se estaban beneficiando.
Hubo otras jugadas que buscaban esencialmente lo mismo, pero que han perdido su efectividad con el tiempo, producto de la misma crisis material que afecta a todos los venezolanos. Estos serían la creación de la llamada milicia bolivariana, que consiste en armar militarmente a los seguidores del chavismo, y la organización de grupos paramilitares llamados colectivos. En varias ocasiones, estas estructuras han probado ser efectivas para amedrentar a la población civil, pero totalmente incompetentes para defender el desmoronamiento del estado chavista.
La tercera movida de Chávez fue la entrega de la FANB al control del estado cubano. Lo que comenzó como un programa de cooperación y asistencia, ha terminado en una situación de servilismo y sumisión total de la organización militar al gobierno de Cuba. Este sería una especie de seguro contra eventuales rebeliones en el seno de una fuerza armada que, aunque de diseño chavista, en cualquier momento también podría salirse del libreto siguiendo su propia lógica militar.
Hoy no solo hay oficiales cubanos de alta graduación ejerciendo en posiciones operativas y de inteligencia en el seno de la FANB. Al mismo tiempo, el régimen ha tenido que afrontar la masiva deserción de soldados con la importación de tropa profesional desde Cuba para suplir las deficiencias de una fuerza armada diezmada y depauperada.
Se puede constatar en todos los niveles de las FANB un rápido y progresivo reemplazo con efectivos traídos directamente desde Cuba, de los militares que abandonan o que son hechos presos. Ciertamente, quienes aparecieron en la foto protegiendo a Nicolás Maduro el día del atentado fueron militares cubanos, no la guardia de honor de la casa militar.
Los cubanos en la FANB son la última línea real de defensa que le queda al narcorégimen, el cual ha perdido el apoyo de sus propios militares, hoy sometidos por un ejército invasor. Sin duda, esta es una situación que hay que considerar a la hora de calibrar las posibilidades reales de una fractura militar interna, o si es necesaria la intervención militar internacional para ayudar a materializarla.  @humbertotweets

domingo, 12 de agosto de 2018

Falsa oposición sigue entrampada en lo electoral

La falsedad de esta oposición se deriva de su falta de vocación por la lucha para derrocar la tiranía y alcanzar el poder. En esta larga ecuacion ellos han preferido ahorrarse todo el trabajo y buscar solo el poder sin hacer la tarea. Estas simplificaciones les ha llevado incluso a pedir la renuncia de Maduro o esperar que el régimen mansamente entregue el poder en unas negociaciones.  Esto sumado a la ya incurable enfermedad de seguir pidiendo elecciones a un régimen que controla todo hasta los resultados.
Esta falsa oposición es la que nos ha traído de derrota en derrota en un mar de desesperanzas. Se perdieron las mejores jornadas donde un pueblo vigoroso y movilizado se abría paso en la calle para dejar ahora a masas depauperadas que luchan sólo para sobrevivir el dia a dia. 
La gran falacia que esta falsa oposición le vendió a los venezolanos es que el régimen chavista podía salir por vía de elecciones. Y en esa falsa premisa se pusieron todos los esfuerzos e ilusiones. La realidad ha destrozado sin piedad esta esperanza para triturarla y reducirla a frustración.
Pero justamente ahora que millones de venezolanos despiertan y se dan cuenta de la traición de esa falsa oposición hay que enfrentar otra realidad no menos dramática: Carecemos de una vanguardia política y militar articulada para luchar y derrocar la tiranía. Por el contrario, ahora el discurso colaboracionista regresa con más fuerza y usando el sufrimiento que ellos mismos ayudaron a crear le dicen a la gente que aqui la unica salida es negociar con el régimen de Maduro o de lo contrario morirían  muchos compatriotas.
Razonamiento este bien oportunista como si ya no hubiese muerto bastante gente o como si el régimen fuese a matizar su saña simplemente porque tenga al frente un rebaño de serviles. Suena a la misma lógica que uso Henrique Capriles Radonski cuando le robaron en la cara las elecciones y justificó no llamar a protestar en la calle porque según él habría un baño de sangre. Sin duda por culpa de la miopía y necedad de Capriles Venezuela ha sufrido desde entonces cientos de miles de baños de sangre.
Ahora nos llegan desde Bogotá las selfies anunciando los nuevos intentos de esa falsa oposición para reagruparse y seguir en lo mismo. Negociar para pedir elecciones con supervisión internacional. La fórmula que plantean es falaz porque deja una vez más  todo el peso de la salida en manos del régimen. 
Este nuevo intento de reagrupamiento burocrático de la MUD con otro nombre y otros voceros o secretarios ejecutivos no tendrá mejor suerte que los anteriores porque está montado sobre las mismas premisas que ya han sido destruidas. En otras palabras cualquier intento de enfrentar al régimen partiendo de un reconocimiento de la construcción y el estado chavista de 1999 siempre terminará igual.
Solo una oposición genuina y digna que establezca como uno de sus ejes de lucha el total desconocimiento a la pseudo legalidad del estado chavista podrá tener éxito para convocar la unidad, no burocrática, sino insurreccional. Lo contrario es seguir entrampados como la falsa oposición.- 

@humbertotweets 

jueves, 9 de agosto de 2018

La estampida del chavismo

Más allá de todas las especulaciones sobre el atentado contra Nicolás Maduro, lo concreto son las explosiones que han podido acabar con la vida del tirano, la autoría asumida por un grupo de militares activos y en reserva, y la estampida de los asistentes al desfile en homenaje a la Guardia Nacional.
Las explosiones generadas por los drones que sobrevolaron el espacio aéreo del palco presidencial fueron tan reales y tan cerca de la humanidad de Nicolás Maduro que, aunque quisiera el gobierno, no podría haber negado la tesis del atentado. Aquí no se trata de suscribir la versión oficial. Lo que queda claro es que, frente a un hecho incontrovertido, que incluso dejó varios asistentes heridos, el régimen de Maduro no tenía otra salida que admitir que efectivamente se trataba de un intento de magnicidio.
Algunos supuestos opositores y “analistas” saltaron de inmediato a calificar el incidente como una estrategia del régimen para distraer la atención, y otros más audaces aseguraron que se trató de una maniobra del mismo régimen para ahora sí iniciar una purga dentro de la FANB. Ambos argumentos son absurdos si se toma en cuenta que esa maniobra ha podido acabar con la vida de Maduro. Lo de un pretexto para la purga es infantil, al constatar que desde 2003 existen procesos continuos de purgas políticas e ideológicas en el seno de la fuerza armada. El régimen no necesita excusas para hacerlas. Las hace y punto.
¿Podría creer alguien realmente que el gobierno necesita de un autoatentado para distraer la opinión o para justificar la persecución contra oficiales patriotas en el seno de la FANB? Quienes afirman esto, usan el mismo razonamiento que fue empleado para descalificar las acciones del piloto Oscar Pérez. Y hoy regresan con los mismos argumentos sin el menor rubor, aunque la realidad los haya desmentido como presuntos “analistas”.
Lo otro concreto es el comunicado leído por la periodista Patricia Poleo, en el cual un grupo de militares asumió la autoría y responsabilidad por la “Operación Fénix”, con la cual identifican este intento de tiranicidio contra Nicolás Maduro.
El comunicado justifica la acción en una serie de artículos de la constitución chavista de 1999.  Sobre todo, los referidos al derecho a la rebelión contra la tiranía y la necesidad de restablecer la autoridad de esa misma constitución que, según dice el documento, ha sido vulnerada por el actual régimen.
Siempre he cuestionado que se use esa constitución chavista como base política o jurídica para cualquier intento de rebelión o insurrección civil o militar, porque se trata de una trampa que conduciría al sostenimiento del régimen político que justamente queremos destruir.
Sin embargo, en el contexto que estamos analizando, no hay duda que la perspectiva usada en la redacción de este documento es la de oficiales militares activos y en la reserva que han sido o son aún de filiación chavista. Esto podría además confirmar las peores sospechas del régimen de que efectivamente se trata de una acción militar bien planificada que involucra a numerosos efectivos, la cual además podría tener desarrollos ulteriores.
Finalmente, queda el hecho incontrovertido, público y notorio del rompimiento de la formación militar y la estampida de quienes acompañaban a Nicolás Maduro en el palco presidencial. Muchos de los civiles y militares que corrieron despavoridos para proteger sus vidas, han sido los autores intelectuales y materiales de un linchamiento sistemático contra la población civil venezolana en los últimos años. Hasta ese día habían estado convencidos de que el régimen de Maduro sería eterno y ellos intocables, pero el temor a la repetición de incidentes similares los obligaría a pensar lo contrario. Las escenas de la estampida quedarán vívidas en la memoria de los venezolanos como un momento icónico en la lucha contra la tiranía cuando, según la conseja popular, el miedo cambió de bando.
@humbertotweets

domingo, 5 de agosto de 2018

Régimen sin apoyo político

El régimen de Maduro agoniza. Ha quedado sin apoyo político. Las masa chavistas que le apoyaban hoy deambulan como zombies hambrientas por toda Venezuela. Pero además de la pérdida del apoyo cuantitativo también hay una quiebra de la calidad de la política. Esto quedó evidenciado en el patético Congreso del PSUV donde lo que discutieron fueron formas para aferrarse al poder y raspar la olla.
El PSUV como organización política es inexistente. Solo hay una nómina fantasma de supuestos 5 millones de militantes y una cofradía de operadores que viven contando los días antes del juicio final. En estas condiciones el PSUV no tiene la capacidad de movilizar apoyo de calle para un régimen que es repudiado hasta por sus militantes. Tampoco tiene el PSUV un grupo dirigente que le permita crear una política para el país o por lo menos un plan eficaz de huida en medio del deslave chavista.
Todo esto es cierto. Y debería significar la inmediata caída del régimen. Sin embargo, hay tres situaciones que siguen condicionando la salida del régimen en Venezuela.
La  primera es el vacío de la oposición. La ausencia de una política opositora contundente e insurreccional ha sido llenado por aventureros y oportunistas de la política. Con ellos el régimen chavista ha contado para salvarse en innumerable ocasiones en estas dos décadas.
La segunda es discurso ambiguo y melifluo de una comunidad internacional que se diluye en formalismos diplomáticos mientras Venezuela desaparece como país. La evasiva en intervenir directa y militarmente para derrocar al narcorégimen chavista ha significado cientos de miles de venezolanos asesinados. Ya es hora de comenzar a preguntarse qué países y que potencias se benefician con la desaparición de Venezuela.
Por último, que ha debido ser lo primero, es la situación de secuestro que impera en las fuerzas armadas venezolanas en manos del gobierno de Cuba. Las armas de la república han sido dedicadas a someter a la población civil desarmada lo cual ha sido esencial para sostener un régimen sin apoyo popular.
En otras condiciones la ausencia de apoyo político habría decretado y ejecutado el derrocamiento inmediato del régimen chavista. Pero no aquí donde la misma sociedad ha tenido que sacudirse a los falsos políticos opositores para enfrentar a un gobierno que sin rumbo y sin respaldo ha sido exitoso en la destruccion del pais.-
@humbertotweets

jueves, 2 de agosto de 2018

Cambio de régimen, no de gobierno


El régimen de Nicolás Maduro enfrenta una nueva crisis con aristas financieras, políticas y militares. No es la primera vez que ocurre, pero está por verse si será la última. En medio del profundo caos en el que sucumbe el país, la destrucción del valor de la moneda y la hiperinflación parecen ser lo único que ha obligado a operadores chavistas civiles y militares a pisar tierra.
Es imposible ignorar la presión contra el régimen de abajo hacia arriba, y de afuera hacia dentro. La presión más enérgica viene precisamente de las hambrientas hordas chavistas, insatisfechas con sus miserables prebendas, y de los efectivos militares que defienden al régimen descalzos y por restos de comida.
Todos ellos se preguntan si realmente este modelo socialista será viable algún día, porque hoy no lo es. Esa es la angustia de los delegados asalariados en el Congreso del PSUV, que se debaten entre pisar el acelerador junto a Maduro rumbo al suicidio colectivo, raspar la olla antes de escapar, o negociar una transición.
La necesidad de continuar aferrados al poder para evitar juicios y pases de factura ante un eventual cambio político es lo que ha llevado a varios operadores del chavismo a proponer la tesis de un cambio de gobierno, mas no de régimen. Tesis que además es apoyada por una falsa oposición que ha sido parte de ese régimen y que prefiere una transición que deje intactos factores fundamentales a una ruptura que destruya el corazón del estado chavista.
Por eso cada vez que el régimen de Maduro enfrenta una de estas cíclicas crisis, la falsa oposición regresa con sus rancias tesis de elecciones, transición y una salida dentro del marco de la legalidad del estado chavista. Tanto el régimen de Maduro como la falsa oposición saben que la paciencia del pueblo ha sido desbordada, y apuestan a que la gente acepte un cambio cosmético de caras que dé la sensación de algo nuevo, pero dejando vivos elementos del viejo régimen.
Un cambio de gobierno, tal como sugieren operadores chavistas y apoyan operadores de la falsa oposición, dejaría activa la estructura política, financiera y militar sobre la cual se ha sustentado la tiranía, todo en aras de una supuesta unidad nacional.
Es en esta nueva coyuntura, marcada por la crisis y debilitamiento del régimen de Maduro, donde la claridad en las tesis políticas es esencial. Plantear la confrontación en términos de un cambio administrativo de gobierno es dejar la puerta abierta para el retorno del fascismo chavista con más saña y brutalidad, quizás en cuestión de meses. Solo un cambio de régimen político que implique la destrucción del estado chavista, sus estructuras y sus colaboradores podrá detener el acelerado proceso de extinción de la República.