domingo, 31 de julio de 2016

En el limbo, mientras avanza la dictadura

Incertidumbre.

Eso es lo único que hoy tenemos seguro.

Lo cierto es que nadie sabe que va a pasar mañana.

Ni el gobierno, ni la oposición.

Nadie.

El país naufraga a la deriva.

Sin rumbo y, casi, sin esperanza.

El limbo es el ámbito donde todo se detiene. El tiempo y el espacio.

Ahí estamos.

Pero, mientras eso ocurre el régimen sigue haciendo sus diabluras terrenales.

Mientras el país está detenido en el tiempo y el espacio, el gobierno aprovecha para avanzar en su agenda totalitaria.

Esta semana se publicó la resolución que le permitirá al gobierno usar trabajadores de las empresas públicas y privadas en proyectos oficialistas.

Sin aviso y sin protesto.

Cientos de miles de trabajadores serán puestos bajo las órdenes de los militares para tareas de producción que ellos discrecionalmente les asignaran.

Este tipo de medidas es lo que define con claridad la naturaleza autoritaria y totalitaria del régimen. Todo a la fuerza, a los golpes.

Por si esto no fuese suficiente el TSJ al servicio del régimen ratificó que efectivamente los militares sí podrán usar armas de fuego para controlar las manifestaciones públicas.

Mas represión, mas muerte.

Pareciera que la suma de todos los abusos durante 17 años de violencia política no han sido suficientes y hay que darle más armas a los militares para seguir atropellando.

Pero la guinda de la semana fue una generosa cortesía del Procurador de la República quien escuetamente declaró que estaba muy bien desconocer el poder y la autoridad de la Asamblea Nacional por haber incorporado a los diputados de Amazonas.

Bueno, mas caos. Más desorden.

Estas son tres expresiones del nuevo autoritarismo que usa el velo democrático sólo para ocultar su verruga fascista.

Mientras el gobierno trata de aferrarse aún más al poder y la oposición no parece encontrar la vía expedita para destronarlo, el pueblo sigue en la calle sufriendo el drama del no hay comida y del no hay medicinas.

En realidad, es el país de las decisiones institucionales y la racionalidad el que parece haberse detenido.

En la calle no hay tiempo para esas reflexiones.

La consigna es ganar la batalla del día en cada cola o en cada bolsa de comida a la vez.

Limbo, incertidumbre y desesperanza para unos.

Supervivencia militante para otros.

Así se nos va la vida como país, mientras la dictadura sigue.

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