domingo, 30 de agosto de 2020

Unidad para robar los activos de Venezuela en el exterior

    Ante el insalvable descrédito del G4, truculento cogollo de la falsa oposición, en Enero de 2019 le entregaron a Juan Guaidó la tarea de ser el embaucador de turno. Su  misión consistía en propagar, una vez más, la esperanza en los tradicionales métodos negociadores, electoreros y mediáticos de la falsa oposición como formas para enfrentar a sus patrocinantes del régimen chavista. Pero esta vez se le entregaba al bufón designado una nueva indumentaria para aliñar el guiso: El título de presidente interino de un gobierno simbólico que, en teoría, con el apoyo de la llamada comunidad internacional, desplazaría al de Nicolás Maduro.

    La ignorancia y la incomprensión de las refinadas tácticas del régimen chavista para crear una oposición a su medida es lo que ha llevado a varios países, incluido los Estados Unidos, a levantarle la mano a Juan Guaidó sin reparar que al hacerlo le estaban otorgando la verdadera legitimidad y reconocimiento que tanto necesitaba para hacer negocios en nombre de la República.

    Esta supuesta legitimidad es la que le ha permitido a Juan Guaidó articular una extensa burocracia con politiqueros y palangristas que opera como una sofisticada y compleja gestoría de negocios y contratos para beneficio de los dueños de las franquicias partidistas. Se trata de la representación que el lobby de Juan Guaidó intenta hacer valer para ponerle la mano a los activos y recursos de la república de Venezuela en el exterior. 

    En lugar de invertir energías para sacar al chavismo del poder, la gestoría de contratos de Juan Guaidó y la falsa oposición se han dedicado enteramente a tratar de controlar esos activos que tiene Venezuela en el extranjero en forma de dinero, oro y compañías estatales. Los trámites no han dado los resultados esperados, pero según los entendidos en la materia será cuestión de tiempo, quizás unos meses más, para que finalmente los operadores de Juan Guaidó comiencen a gastar unos recursos que pertenecen a la nación venezolana. 

    Mientras tanto el llamado gobierno de Guaidó es receptor de donaciones por parte de estados y organismos internacionales en forma de ayudas y transferencias. Como es de suponer muy poco o nada se sabe de cuánto dinero le ha sido entregado al lobby de Juan Guaidó y, lo más grave, en que se ha gastado. Porque como bien podrían atestiguar los falsos opositores de la Asamblea Nacional, que no son parte del cogollo del G4, Juan Guaidó no le rinde cuentas a nadie, sólo a quienes les debe el cargo.

    La inminencia de la elección -fraudulenta- de una nueva Asamblea Nacional a finales de año a la sombra de la misma legalidad chavista que invoca Juan Guaidó pone a la falsa oposición en situación de tener que explicar porque esa legalidad es buena para justificarlos a ellos pero no al gobierno de Nicolás Maduro. No en vano la siniestra genialidad de Henry Ramos Allup asomó la idea peregrina de una supuesta “continuidad administrativa” para precisamente darle solución de continuidad al desmadre administrativo y moral de la falsa oposición de Guaidó vencidos los lapsos de esa pseudo legalidad en Enero de 2021. 

    Y aun cuando, en principio, la mayoría de los países que reconocen a Guaidó ya han anunciado que no reconocerán los resultados de esa elección, el solo desconocimiento no parece suficiente para liberar los apetecidos activos de Venezuela en el exterior que sería, ultimadamente, el propósito definitivo del lobby de Guaidó. La falsa oposición tiene que montar en esa tarima otros nuevos operadores para dar una imagen de unidad que los muestre como legítimos para representar a los venezolanos.  

    Lo que se juega con el pacto unitario que convoca Juan Guaidó no es la unidad de propósito para derrocar al estado chavista. Lo que está de por medio es que la falsa oposición se adorne con algunas caras nuevas ante la comunidad internacional para continuar al frente del negocio del gobierno interino después de enero de 2021 y así ponerle la mano a los activos de Venezuela en el exterior.- @humbertotweets 


domingo, 23 de agosto de 2020

La nueva estafa “unitaria” de Guaidó y la falsa oposición

            En medio de un limbo legal, sin comandar a un soldado y sin controlar un metro de territorio el llamado gobierno interino de Juan Guaidó se aferra ferozmente a la constitución chavista de 1999 para invocar su legitimidad de origen. Es la misma legitimidad que les lleva a reconocer las estructuras mafiosas político-militares del estado chavista, aunque solo propongan un mero cambio del gobierno de Nicolás Maduro como respuesta a un país que ha sido desmantelado y donde todo tiene que ser reconstruido.

El desconocimiento de las refinadas tácticas del régimen chavista para crear una oposición a su medida es lo que ha llevado a varios países, incluido los Estados Unidos, a levantarle la mano a Juan Guaidó sin reparar que al hacerlo le estaban otorgando la verdadera legitimidad y reconocimiento que tanto necesitaba para hacer negocios en nombre de la República.

Este reconocimiento internacional es la que le ha permitido a Juan Guaidó articular una extensa burocracia con politiqueros y palangristas que opera como una sofisticada y compleja gestoría de negocios y contratos para beneficio de los dueños de las franquicias partidistas. Se trata de la representación que el lobby de Juan Guaidó intenta hacer valer para ponerle la mano a los activos y recursos de la república de Venezuela en el exterior.

Y aun cuando, en principio, la mayoría de los países que reconocen a Guaidó desde ya han anunciado que no reconocerán los resultados de las elecciones parlamentarias de 2020, el solo desconocimiento no parece suficiente para liberar los apetecidos activos de Venezuela en el exterior que sería, ultimadamente, el propósito definitivo del lobby de Guaidó.

Una cosa es que varios países reconozcan en forma simbólica al no menos simbólico gobierno de Juan Guaidó. Otra cosa es que en medio de graves sospechas de corrupción y malversación se le dé acceso a la oficina de Juan Guaidó a unos recursos que serían manejados exclusivamente por su grupo. Bajo la cuestionable lógica diplomática de que esos activos que pertenecen a todos los venezolanos solo podrían ser administrados por una entidad que represente a “toda la oposición”, no a una parte de ella, entonces habría que hacer algunos cambios cosméticos en las caras de esa nueva oposición al chavismo estampadas en un pacto unitario (otro más!) que los incluya a todos o a la mayoría y que luzca, aunque solo sea en apariencia, más plural.

Con retórica reciclada y bien practicada elocuencia, en una estilizada coreografía de ojos y manos, Juan Guaidó hace sus mejores esfuerzos para tratar de vender a los venezolanos y a la comunidad internacional en un video esta nueva estafa. Una que, con el adorno de un socorrido pacto de unidad, en realidad esconde una petición, un ruego, a la comunidad internacional para que se le permita seguir atribuyéndose la representación de todos los venezolanos después de enero de 2021 y como consecuencia el uso y abuso de los activos y recursos de Venezuela en el exterior para pagar cuotas, favores y las costosas nóminas de sus operadores políticos. Todo en nombre de la unidad. Esto es lo que está en juego con el pacto convocado por Juan Guaidó.

Para los venezolanos asqueados al límite de la náusea por el colaboracionismo de la falsa oposición esto no es nada nuevo. En Venezuela todos nos conocemos y estamos vacunados contra las maniobras del régimen chavista y su falsa oposición. Pero esta vez el sujeto de la estafa no son los venezolanos, que ya no creen en Guaidó y su banda, sino los representantes de esa comunidad internacional que ingenuamente verían con beneplácito una “unidad de la oposición democrática” aunque en realidad no sea más que una formalismo burocrático para repartirse equitativamente el botín.- @humbertotweets

domingo, 16 de agosto de 2020

Traición a la fe

A nadie debe sorprender el documento de la Conferencia Episcopal Venezolana llamando a legitimar en elecciones fraudulentas al régimen chavista. Desde el comienzo de la tiranía Chavista esta oficina administrativa de la Iglesia Católica ha mantenido una línea política inalterable de apoyar la pseudo legalidad chavista derivada de la Constitución de 1999 y suscribir todas las estrategias colaboracionistas articuladas por la falsa oposición desde participar en elecciones fraudulentas y mesas de negociaciones hasta desmovilizar la insurrección ciudadana.

En lugar de ser el templo de refugio para proteger a la resistencia ciudadana y convertirse en la voz de esperanza de una nación que se niega a morir, la burocracia de la Iglesia Católica en Venezuela se ha reducido al papel de instrumento de manipulación por parte del régimen y su falsa oposición, abusando de la fe de quienes creen en los intérpretes de la palabra de Dios.

El documento en cuestión debe ser examinado cuidadosamente porque fue redactado en términos ambiguos y ambivalentes para permitir variadas y cómodas interpretaciones que permiten justificar el llamado a votar como la única opción frente al falso dilema de quedarse de brazos cruzados.

El segundo párrafo del referido documento comienza por ratificar lo que ha sido la política entreguista de la MUD y la falsa oposición: Una defensa sentida de la democracia e institucionalidad chavista. La CEV llama a asumir la “normalidad ciudadana” por la vía racional del voto en un país donde la ausencia de instituciones y garantías nos ha retrocedido a la barbarie. Frente a las mafias chavistas que hoy controlan a Venezuela la única racionalidad posible es un acto puntual de fuerza que los saque del poder para proteger la vida y la integridad de la familia venezolana. Pero la CEV prefiere hacer un llamado pérfido a la racionalidad del voto aunque en forma aún más irracional admita en el mismo documento que el proceso al cual llama a participar está plagado de insalvables irregularidades.

Para sellar la invocación el documento remata: “...la participación masiva del pueblo es necesaria y podrá vencer los intentos totalitarios y el ventajismo de parte del gobierno.” Este tipo de voluntarismo solo comparable con la política ficción ha sido la causa de que muchos venezolanos, civiles y militares, estén presos y torturados y otros tantos hayan sido asesinados por el régimen chavista. Muchos de ellos llevados bajo engaño al matadero bajo la falsa creencia metafísica que solo basta con un “Creer es Poder” o el ultra demagógico “Fuerza y Fe”.

Los venezolanos han participado y atendido todos los llamados que se le han hecho desde la CEV y la falsa oposición para participar masivamente en elecciones. Han sido ya casi dos décadas votando masivamente una y otra vez para finalmente descubrir que todo era una gran estafa política para atornillar al régimen por “vías democráticas”. Votar “masivamente” es el narcótico que se usó para adormecer a los venezolanos, pero ya hoy el tiempo y la sangre derramada ha inmunizado a la mayoría  ante los efectos letales de la droga electoral.

El documento de la CEV relativiza la gravedad de la tragedia y se refiere al régimen chavista en perfumados y maquillados términos de “intentos totalitarios” y “ventajismo”. ¿Intentos totalitarios en un país azotado y desangrado por los colectivos y bandas chavistas? ¿Ventajismo en un régimen político hecho a la medida del chavismo y que lo controla todo hasta el número de votos que saca la “oposición”? Hablar de “intentos totalitarios” y “ventajismo” es una insolente e inmerecida bofetada de los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana contra todos los venezolanos. Y provoca, con serenidad y estoicismo, poner la otra mejilla tan solo para mirar, por unos instantes, a los ojos del agresor.

El documento de la CEV es una jugada política que invoca retóricamente el bien común pero que carece de religiosidad y le da la espalda a la fe cristiana para lavarle la cara a la tiranía. Gracias a Dios y por fortuna para la civilización occidental de tradición judeocristiana, los discípulos de Jesús tuvieron la firmeza, el carácter y la convicción que hoy carecen los miembros de la Conferencia Episcopal Venezolana para propagar y defender la fe. De lo contrario jamás habríamos conocido a la Iglesia Católica.-  @humbertotweets

domingo, 9 de agosto de 2020

EEUU no puede entregarle el poder a los socios del chavismo

Objetivamente existen todas las condiciones para sacar del poder al chavismo por la vía de una intervención militar encabezada por los Estados Unidos y detener su efecto nefasto sobre Venezuela y el resto de América. Las razones de política interna son indiscutibles. Venezuela es un país destruido que ha retrocedido en su deterioro a la época de la guerra civil. A esto se suma la amenaza que representa el narcoregimen chavista al operar como un estado que no duda en patrocinar el tráfico de droga y el terrorismo como medios para sostenerse en el poder.

Hasta ahora el gobierno de los Estados Unidos y más específicamente su presidente Donald Trump han sido los únicos dispuestos a emprender acciones concretas para sacar al chavismo del poder. Esta política se ha expresado en ofrecer recompensas a quienes ayuden a capturar a Nicolás Maduro y otros miembros de su entorno político, militar y financiero. Además el permanente patrullaje de naves norteamericanas por vía marítima y aérea anticipa los preparativos para una eventual acción militar contra el régimen chavista, salida que ha sido públicamente asumida por la administración de Trump.

Sin embargo, el propio Donald Trump enfrenta resistencias en su propio ámbito a su tesis sobre Venezuela. Los representantes de su política (Pompeo, Abrams, y Story) sigue aupando una salida encabezada por el mal llamado gobierno interino de Juan Guaidó. En la visión de estos funcionarios el régimen chavista entraría en una fase de ablandamiento ante la presión de las sanciones económicas contra sus altos operadores y negocia su rendición. Esta ruta fue incluso adornada con el idílico documento que presentó Mike Pompeo en Marzo de este año ofreciendo elecciones democráticas seis meses después de la salida de Nicolás Maduro.

Esta posición de los representantes de Donald Trump para atender el caso Venezuela es ingenua, por decir lo menos. Parece marcada por el tipo de doctrina que embarcó a los Estados Unidos en el fracaso de Irak al exitosamente sacar a Sadam Hussein para luego imponer fórmulas políticas democráticas ajenas a la cultura de los actores locales.

Los funcionarios diplomáticos de Trump están anclados en un fundamentalismo democrático que les lleva a buscar salidas para Venezuela dentro de un marco jurídico que ha sido diseñado a la medida de los intereses del chavismo. Por esta vía le otorgan un reconocimiento legal a Guaidó y a la Asamblea Nacional controlados por las mafias de la falsa oposición que mantiene negocios con el régimen chavista a través de la bisagra de los bolichicos. Esto no es interpretación. Se trata de asociaciones públicas y notorias entre la oposición reconocida y los financistas del chavismo  que han sido puestas en evidencia por periodistas de investigación una y otra vez.      

Pero Donald Trump, quien hábilmente se ha desmarcado del lobby de Juan Guaidó, tiene que resolver otra situación adicional a la resistencia de sus colaboradores. Y es que desde la geopolítica de los Estados Unidos resultaría un contrasentido salir por vías de fuerza del socialismo autoritario de Nicolás Maduro para entregarle el poder a otra forma de socialismo suave quizás representado por la falsa oposición de Guaidó. Esto así planteado podría llevar a Venezuela a un caos mayor o vacío de poder como correctamente apuntó esta semana el Senador Republicano Rand Paul.

Los Estados Unidos tienen la tecnología y capacidad militar para ejecutar una intervención militar en Venezuela y en cuestión de horas poner fin a una pesadilla que ya lleva dos décadas. El problema no es tanto sacar del poder al chavismo sino entregarle el poder a sus socios.- @humbertotweets


domingo, 2 de agosto de 2020

La falacia de la sociedad civil en la política

   El descrédito de los partidos políticos en los sistemas de estado de partido es tan grande que ha llevado una degradación de la idea de política a la cual se le atribuyen propiedades perversas e inmorales en la pragmática lucha por el poder. Por esta vía se llega al reduccionismo de asociar la política a lo más sucio y despreciable en una sociedad cuando en realidad es la degeneración del ejercicio de la política lo que resulta condenable. Esta simplificación conduce a la equivocada generalización de “todo en política es corrupto.”
   Sin embargo, el problema de la corrupción asociada al ejercicio de la política es tan real que algunas personas insisten en hacer política adoptando la etiqueta de “sociedad civil” como característica diferenciadora con quienes orbitan en la sociedad política.
   La idea de una sociedad civil que se opone a una sociedad política es un concepto negativo. En este sentido se podría decir que la sociedad civil es aquella que no es política, o mejor dicho aquella parte de la sociedad que no participa en los partidos políticos.
   Pero esta definición es ambigua y confusa.  ¿Cómo quedarían categorizados los militares que por su condición no deben ser parte de partidos políticos?  ¿Son o no son sociedad civil?  ¿Y los menores de 18 años que de acuerdo a la mayoría de las legislaciones no pueden participar en partidos?   ¿Son o no son sociedad civil?
   Los ciudadanos que no participan en partidos políticos son tan heterogéneos y diversos que no podría hablarse propiamente de una sola y única sociedad civil. Habría tantas sociedades civiles no partidistas como grupos en una sociedad. Iglesias, sindicatos, empresas y otras organizaciones podrían calzar perfectamente en la idea de sociedad civil o ser cada una de ellas una sociedad civil particular. Entonces, cuando se habla de sociedad civil  ¿de qué sociedad civil se está hablando?
   El problema se complica aún más cuando algunos grupos con intereses políticos incursionan en la política escondiéndose tras la etiqueta “sociedad civil” con la pretensión de “organizar” a “toda” la sociedad civil. El empeño es tan pretencioso como iluso porque no es posible “organizar” a la sociedad civil como una totalidad homogénea. A estos grupos no les queda otra opción que crear mecanismos que den la apariencia de legitimidad y así asumir la representación de una totalidad que no les corresponde.
   En otras palabras los grupos políticos que se escudan tras la sociedad civil estarían haciendo un ejercicio de vulgar politiquería al tratar de incursionar en política sin el costo de que los llamen políticos. Aquí estamos frente a una forma sofisticada de oportunismo que es igual a las prácticas farsantes de las cuales se quieren diferenciar.
   La presunta distinción entre sociedad civil y sociedad política es una falacia producto de la ignorancia y la manipulación. Siguiendo al filósofo español Gustavo Bueno defendemos la tesis que la sociedad civil y la sociedad política son inseparables, aun cuando se puedan disociar. La sustantivación de la idea de sociedad civil como una fuente positiva de energía política propia no es más que un artificio para sorprender incautos y ocultar agendas partidistas, que no necesariamente políticas.-  @humbertotweets