lunes, 29 de mayo de 2023

Las primarias de la falsa oposición ¿Ayudan a sacar al chavismo del poder?

            Solo como un ejercicio estrictamente teórico vamos a suponer por un momento que estamos frente a una dirección política que se autodenomina “la oposición venezolana” conformada por un grupo de partidos y dirigentes que no forman parte del gobierno de Nicolás Maduro y se presentan como alternativa frente a él. Para no contaminar el experimento deliberadamente vamos a ignorar que se trata de los mismos que directa e indirectamente han cohabitado con el régimen chavista en los últimos 20 años.

            Estos venezolanos de buena voluntad, con desprendimiento y generosidad, animados únicamente por el deseo de salvar a Venezuela, nos invitan a acompañarlos en la selección de un candidato presidencial unitario que se enfrentaría a Nicolás Maduro en las elecciones de 2024. Admiten que no es fácil ganarle a Maduro, pero aseguran que el desastre de su gobierno es tal que hasta los chavistas votarían por un candidato opositor.

            Una vez que estos venezolanos de bien se dan cuenta que han captado nuestra atención pero aún no han disipado nuestras dudas, pasan a explicar. La clave para ganarle al chavismo y su maquinaria de fraude está en lograr condiciones y garantías para unas elecciones justas y transparentes. Aunque nos parece recordar que eso lo hemos escuchado antes de oír nuestras objeciones nos atajan asegurando que ya se está trabajando en eso. Que de hecho ya van para casi dos años negociando con el chavismo condiciones y garantías electorales. Aceptan que no ha sido fácil porque el chavismo cada vez que puede agrega más peticiones haciendo prácticamente imposible lograr un acuerdo. Pero hay que insistir, porque la esperanza es lo último que se pierde, dicen.

            Mientras el chavismo se niega a regresar a la mesa de negociaciones para darnos una sorpresa con la fecha de los comicios nosotros ya estamos trabajando convenciendo a la gente de ir a votar y preparándonos para escoger un candidato presidencial único en elecciones primarias, aseveran con gran entusiasmo. Lo mejor de todo es que si la gente sale a votar y vencemos la abstención con un candidato único es posible ganarle a Maduro, aseguran.

Sobre estas bases frágiles y endebles descansan las esperanzas de esa oposición y todos sus candidatos presidenciales. Todo depende de la ilusión metafísica de esperar que el chavismo no entre a manipular directamente la elección del candidato opositor, que además acepte condiciones que afecten sus capacidades de decidir el resultado final, y por si eso fuera poco que se abstenga de usar todo su tinglado militar, judicial y político para desconocer un eventual resultado desfavorable.

Esperar del chavismo todo o tan solo parte de eso es esperar demasiado. Es decir, suponer que el chavismo no se meterá a influir directamente en las primarias de la falsa oposición mediante sus operadores judiciales es una absoluta ingenuidad por decir lo menos. De nada valdrá que se alegue que la inhabilitación de tal o cual candidato es ilegal o que la anulación de este u otro reglamento es inconstitucional. Todo será resuelto en forma legal y constitucional de acuerdo a la legalidad y constitucionalidad chavista ejercitada por sus propios tribunales quedando para la anécdota el puro derecho al pataleo. Y esto es tan solo el comienzo.

Si asumiéramos que la oposición que hoy nos convoca a votar en las elecciones primarias actúa de buena fe entonces tendríamos que, para el beneficio de este ejercicio teórico, preguntarles cómo creen ellos que votando en esa elección y escogiendo un candidato único ayuda a sacar al chavismo del poder. ¿Cuál es el propósito de escoger un candidato para participar en un fraude electoral a sabiendas de que así será? ¿Por qué participar en unas elecciones sin garantías, condiciones, ni fecha? ¿Es que acaso se trata de escoger una candidatura simbólica como la de Rómulo Gallegos en 1941 donde lo que importa son las banderas y el mensaje? Eso sería discutible y quizás hasta aceptable, sin embargo… ¿Cuáles son esas banderas y cuál es la causa que se nos propone?

Lamentablemente tenemos que regresar al terreno de la realidad y dejar a un lado esta experimentación teórica. La realidad es que quienes promueven las primarias de la falsa oposición tienen más de 20 años de fracasos acumulados en sus amagues para tratar de sacar al chavismo del poder y su credibilidad a estas alturas tiene un valor de cero o menos cero. La verdad meridiana es que no habrá forma de derrotar al régimen por vía electoral mientras sea el mismo chavismo quien organice la elección, cuente los votos y decida las impugnaciones.

Quien nos ofrezca la milagrosa salvación electoral lo hará por campante ignorancia o por calculada conveniencia. Pero en cualquier caso demuestra un gran desconocimiento de la grave crisis política e institucional que hoy sacude a Venezuela y menos aún entiende las vías para superarla.- @humbertotweets

jueves, 25 de mayo de 2023

Los militares chavistas también están pasando hambre

            Para nadie es un secreto que en Venezuela así como no hay un Estado nacional venezolano tampoco existe una Fuerza Armada al servicio de la nación. Lo que hay es la Fuerza Armada chavista que, como brazo militar, sostiene al régimen por la vía de la violencia y la represión.

Pero al igual que el régimen chavista necesita recursos económicos para mantener la fidelidad de sus clientelas, también necesita dinero para pagar por la lealtad de una fuerza militar que sin suficientes incentivos podría comenzar a expresar su descontento y entrar en una fase conspirativa.

Sin embargo, en la Venezuela chavista donde el propio régimen destruyó la moneda, desmanteló la economía y dinamitó la industria petrolera no hay forma de pagar a un maestro o a un funcionario público más de 5 dólares al mes. Los recursos por la venta irregular de petróleo en el mercado negro burlando las sanciones internacionales o por la vía del narcolavado se quedan en manos de los intermediadores y operadores del chavismo sin llegar a tocar jamás el tesoro nacional.

Entre la ruina económica nacional y el saqueo de sus propias bandas chavistas el gobierno de Nicolás Maduro tiene serias dificultades para aprobar un aumento de salarios que pague por una canasta básica de más de 500 dólares o inclusive para cancelar los 70 dólares de bonos decretados hace unos días. La pregunta que más inquieta al gobierno de Maduro no es tanto “¿dónde están los reales?” más bien es “¿de dónde saldrán los reales?” para pagar a la burocracia civil y militar que sostiene al régimen.

Y es que la única diferencia entre quienes trabajan para la administración pública y los militares es que aquellos tienen sindicatos para reclamar y estos no. Pero en la propia voz de militares activos y retirados los militares venezolanos al servicio del régimen chavista también están pasando hambre.

Un General al servicio de las Fuerzas Armadas chavistas estaría ganando $40.00, un Coronel $34.00 y un Sargento $24.00. Compárese estos valores con el sueldo promedio de un Coronel en Colombia, Ecuador o Perú que es de más de $3,500 mensuales.

¿Cómo pueden estar pasando hambre los militares chavistas venezolanos si este es un régimen esencialmente militar? Y es que así como no todos los chavistas nacen iguales, tampoco los militares lo son. Están los capos, los jefes de tribus o bandas y sus operadores que forman parte del ecosistema chavista, pero en la base de la pirámide están los ayudantes y peones cuyo valor transaccional es muy poco y son los primeros sacrificados.

Pero la gran cantidad de Mayores Generales, Generales de División, Generales de Brigada y otros altos oficiales  en los cinco componentes militares (Ejército, Armada, Aviación, Guardia Nacional y Milicia) que podrían sobrepasar los 5000 funcionarios son quienes tienen acceso a oportunidades de negocios irregulares dentro del régimen, redondeándose ingresos millonarios en dólares aunque el botín a repartir sea cada vez más pequeño

Por supuesto, menos aún queda por repartir en la pirámide militar desde los Coroneles, Capitanes y Tenientes hacia abajo. Para ellos solo queda que organicen rifas, microempresas y emprendimientos con préstamos del gobierno como públicamente lo han pedido sus superiores o esperar a que los pongan a cuidar una alcabala.

Para los soldados y tropa profesional, bien abajo en la base de la pirámide, un poco más de 5 dólares será suficiente para pagar por los servicios prestados. Este grave desajuste es la razón por la cual han aumentado en los cuarteles los robos de comida, armas y cualquier artefacto que se pueda vender en el mercado negro. Los que no pueden o se cansan de vivir en la mendicidad con uniforme oliva sencillamente optan por desertar, siguiendo los pasos de más de 8 millones de venezolanos.

El régimen chavista y el gobierno de Nicolás Maduro son conscientes de esta bomba de tiempo dentro de sus propias Fuerzas Armadas. Por eso dejan a Vladimir Padrino López al frente del Ministerio de la Defensa para que actúe como el gran apaciguador del descontento. Pero eso ya no basta y ahora el régimen se ve precisado a ejercer violencia y represión sobre su propia estructura militar para no perder el control. Eso explica la proliferación de grupos paramilitares elites (Faes, Sebin, DGCIM, Policía Contra la Corrupción, etc), con funcionarios muy bien pagados, que han sustituido en muchos casos a los cuerpos militares regulares y en otros sirven para vigilar y reprimir a los militares activos.

Hoy hay oficiales en las diferentes jerarquías de las Fuerzas Armadas chavistas que entienden que la razón por la cual muchos militares están pasando hambre es la incapacidad e ineptitud de su propio Comandante en Jefe, Nicolás Maduro Moros. Eso no es poca cosa y es muy importante. Porque lo primero, antes de actuar, es entender.- @humbertotweets 

Venezolanos apátridas

            Hugo Chávez inauguró en Venezuela la odiosa práctica de llamar apátridas a sus adversarios políticos y a todo aquel que no fuera chavista. Se trata de una práctica que ha continuado Nicolás Maduro y sigue a disposición de todo aquel que quiera linchar moralmente a quien no se declare públicamente chavista.

            Habría que apoyarse primero en una idea materialista de Patria como el territorio y sus riquezas (capa basal de la sociedad política, según Gustavo Bueno) donde se desarrollan eventos de carácter histórico que culminan con la apropiación y constitución del Estado. Así diremos que la Patria es anterior al Estado y es el ámbito material de quienes ocupan ese territorio y sus descendientes.

            Siguiendo la premisa anterior podemos decir que un apátrida es una persona sin patria, sin la conexión material, política y económica con ese territorio y su historia del cual formaba parte. Esto es independientemente de los procesos o procedimientos que haya provocado ese nuevo estatus de no tener patria o de ser apátrida.

            Entonces, si hay venezolanos apátridas, lo es no por las razones que dice el chavismo sino más bien por las situaciones que ellos han provocado. Cuando alguien del régimen chavista acusa a un venezolano de apátrida en realidad lo que quiere decir es “vende patria” o “traidor a la patria” en cuyo habría que definir los parámetros de esas expresiones para ver si son procedentes o no.

Si nos atenemos a una definición materialista de la idea de apátrida como una persona a quien se le ha privado de su vínculo político y económico con un territorio y sus riquezas, que ha sido su tierra y fue la de sus padres, entonces podemos identificar dos tipos de apátridas en Venezuela.

Por una parte están los venezolanos que al no ser chavistas son tratados como ciudadanos de segunda o de tercera. Para estos venezolanos no hay seguridad, ni salarios dignos, ni salud, ni educación. Estos compatriotas están condenados a desplazarse internamente en forma infructuosa para sobrevivir, sin poder contar con las ventajas o beneficios de pertenecer a un Estado nacional y quedando reducidos a la condición de verdaderos apátridas dentro de Venezuela.

Por otra parte están los venezolanos que por las mismas razones que afectan a los anteriores se han visto obligados a emigrar y abandonar físicamente el territorio de Venezuela, en contra de su voluntad. Este grupo está conformado por casi 8 millones de venezolanos que deambulan por el mundo tratando de asimilarse a un Estado que les garantice lo que el Estado chavista les negó. Por su visibilidad y notoriedad este grupo es identificado como venezolanos apátridas en sentido estricto.

            Era imposible anticipar que el grito insultante de ¡Apátridas! proferido por Hugo Chávez a quienes no le acompañaban se convertiría, a lo largo de dos décadas, en política de Estado, del Estado chavista claro está.

El empeño del chavismo en negarle a los venezolanos todo, inclusive su patria, no se detiene. La Asamblea Nacional oficialista se dispone a aprobar una ley en virtud de la cual tratará de obligar a los venezolanos que trabajan en el exterior, de los casi 8 millones que han emigrado, a pagar un tributo extra al Estado chavista no importa que sus ingresos ya hayan pagado impuestos en su país de residencia.

El objetivo de esta ley, como otras medidas similares del régimen, no parece ser tanto recaudar dinero extra como presionar a los venezolanos que no puedan o no quieran pagar esa doble tributación a renunciar a su nacionalidad antes que financiar al chavismo con su trabajo.

            Apátrida, más que un insulto, es la condición de millones de venezolanos, dentro y fuera de Venezuela, que han sido despojados por el Estado chavista de la  conexión material y política con su patria.- @humbertotweets

lunes, 22 de mayo de 2023

Los laberintos técnicos y políticos de la falsa oposición

            La falsa oposición venezolana no puede quejarse de que la gente, los ciudadanos, el pueblo no los acompañe lanzándose por el tobogán del fracaso. Y es que la falsa oposición decidió, una vez más, insistir en la inviable tesis de negociaciones y elecciones.

            No hacen falta facultades premonitorias ni sobrenaturales sino un poco de atención y discernimiento para observar y entender lo que ha sido un patrón de conducta sistemático por parte del régimen chavista desde 1999. Negociaciones con la falsa oposición para ganar tiempo y abortar crisis internas y externas. Elecciones automatizadas con resultados inauditables e inapelables donde el chavismo cuenta los votos y adjudica los cargos.

            Esto será así y no cambiará por la vía electoral mientras sea el Estado chavista quien establezca las reglas del juego democrático a su conveniencia y para ello cuente con la bendición de un Tribunal de Justicia chavista, la brutal represión de unas Fuerzas Armadas, también chavistas, y la indiferencia de países amigos y vecinos.

            Así el reto de ejercitar una verdadera y efectiva oposición al régimen político chavista consiste en diseñar formas de lucha y resistencia, civil y militar, que cambien la correlación de fuerzas y logre realmente derrotar al Estado chavista. Esta vía, correctamente planteada, no es expedita, pero combinando apropiadamente diversas tácticas resulta más eficiente al tratar de acumular fuerzas y derrotar al adversario que jugar a entenderse con él o cruzarse de brazos a esperar que algo pase.

            La debacle de la falsa oposición comienza con su cortoplacismo y falta de compromiso en una lucha que busque cambiar, no al gobierno de Nicolás Maduro, sino al régimen chavista en su totalidad. Al reducir el ámbito de la acción política al mero cambio de Hugo Chávez o de Nicolás Maduro la falsa oposición ya va limitando sus propias opciones para ofrecerse como alternativa al verse obligada, por su propia decisión, a tener que jugar dentro del tablero chavista que nunca ofrecerá otras opciones que negociaciones y elecciones.

            Esta vía ha fracasado desde 1999 y a lo largo de estas dos décadas, de una forma u otra, dirigentes de la falsa oposición así lo han admitido para de todas formas regresar a lo mismo. El por qué estos operadores y eternos candidatos presidenciales de la falsa oposición insisten en una vía que ellos mismos admiten como fallida es el resultado de la ignorancia, la ingenuidad o el pragmático interés de hacer negocios con el régimen al tiempo de aparentar ser una oposición que en realidad no es ni será. Ese es un tema que examinaremos en detalle en una próxima oportunidad.

            La falsa oposición hoy está perdida en su propio laberinto, rodeada de calles ciegas que no conducen a ninguna parte. Todos los partidos políticos que forman parte de la llamada Asamblea Nacional del 2015, sin excepción, ejercen una oposición falsa y conveniente al régimen chavista. Todos ellos están asociados al más reciente fracaso del Interinato de Juan Guaidó que no solo no hizo nada para asumirse a sí mismo como un gobierno real frente al chavismo sino que además  saqueo los activos de Venezuela en el exterior y recursos internacionales para ayuda humanitaria con la misma impunidad que el chavismo lo hace en Venezuela.

            Ni el gobierno interino de Juan Guaidó rindió cuentas del dinero que gastó ni los partidos de la Asamblea 2015 lo exigieron. Todos, sin excepción, guardaron silencio ejercitando una solidaridad cómplice y militante. Pero es que tampoco los dirigentes de la falsa oposición y sus candidatos presidenciales han querido rendir cuentas o hacer un balance de su gestión fracasada desde 1999 que insiste en las mismas fórmulas. Lo menos que podrían esperar los venezolanos es un debate que explique cómo y en que se dilapidó el apoyo popular solicitado para elecciones y negociaciones desde 1999. Frente a esto los partidos de la falsa oposición y sus candidatos presidenciales, todos sin excepción, prefieren saltarse la página y pasar directamente al capítulo de las primarias, la farsa electoral del 2024 y sus detalles técnicos.

La inconsistencia e improvisación de la falsa oposición es tal que quieren hacer unas elecciones primarias para elegir a su candidato presidencial  donde votan los venezolanos en el exterior, sin captahuellas y sin CNE. Pero luego ese candidato seleccionado, que podría ser inhabilitado en cualquier momento por el Estado chavista, tendría que aceptar ir a una morisqueta electoral sin los votos del exterior, con captahuelas y con un Consejo Electoral chavista que cuente los votos y adjudique los resultados.

            Entonces ¿Cuál es el sentido de ir a votar si lo fundamental del sistema electoral y político sigue intacto? ¿Para qué ir a votar en unas primarias cuyo resultado ya está siendo influenciado directamente por el régimen chavista con trampas e infiltrados? Y más aún ¿Para qué votar en la farsa electoral del 2024 si los candidatos de la falsa oposición, todos, reconocen con su discurso y su conducta la debilidad de esa opción?

            Mientras la falsa oposición y sus candidatos siguen ensimismados y extraviados en sus laberintos de pequeños tecnicismos e ilusiones recicladas, los venezolanos siguen buscando opciones reales frente al chavismo. La nueva lucha sindical y gremial, liderada por sindicatos independientes, puede hacer mucho más por los venezolanos que los fracasos acumulados de la falsa oposición en dos décadas.- @humbertotweets

jueves, 18 de mayo de 2023

El chavismo mató la gallina de los huevos de oro (negro)

            Hace ya muchos años leímos del poeta griego Esopo la fábula de "La gallina de los huevos de oro”. La breve historia refería a un campesino muy pobre a quien le fue regalada una gallina que ponía huevos de oro. Este inesperado evento cambió la suerte del campesino quien emocionado veía como cada día la gallina ponía un huevo de oro el cual el afortunado hombre llevaba a la ciudad para venderlo por un alto precio.

Según Esopo al campesino, intrigado por la producción diaria de un huevo de oro, se le ocurrió la idea de matar a la gallina para descubrir la mina que habría allí escondida poniendo así fin a su tan inesperada como sorpresiva buena suerte.

La fábula de La gallina de los huevos de oro de Esopo aplica, casi literalmente, a lo que Hugo Chávez y el chavismo hicieron con PDVSA, otrora empresa bandera de la república de Venezuela.

Expertos en materia petrolera (Rafael Quiroz entre otros) coinciden que luego de su fundación en 1976 los primeros 10 años de PDVSA fueron los mejores por su eficiencia y producción que rondaba los 3.5 millones de barriles de petróleo diarios. También fueron los años cuando la naciente empresa tuvo que resistir las presiones y los ataques de un Estado de partidos que nunca disimuló ni descanso en su empeño por ponerle la mano.

De hecho los progresos de la empresa petrolera que eran reconocidos en el mundo al mismo tiempo eran minimizados políticos y operadores mediáticos que apostaban por una PDVSA “al servicio del pueblo” y no de la casta aristocrática y profesional enquistada en su gerencia. Aunque esa “casta” arisca y renuente a seguir líneas de partidos haya sido la culpable de mantener los altos niveles de producción, diversificar sus productos y entregarle jugosas divisas al fisco nacional.

Con la llegada de Chávez al poder en 1999 comenzó el resquebrajamiento del Estado nacional venezolano para convertirse en otra cosa. El populismo y la demagogia chavista fueron la vía expedita para finalmente cumplir el sueño de finalmente “poner a PDVSA al servicio del pueblo”. El sueño de los operadores políticos de sacar a discreción recursos de PDVSA se transformaría con el tiempo en una pesadilla para la empresa estatal y para todos los venezolanos.

En 2002 la mayoría de los trabajadores, empleados y gerentes de PDVSA se sumaron a la huelga nacional contra el gobierno de Hugo Chávez lo cual fue aprovechado por este para despedir a más de 18 mil empleados. Este personal especializado sería sustituido en forma improvisada por militantes chavistas sin credenciales ni experiencia en la industria petrolera.

Luego con la designación de Rafael Ramírez como presidente de PDVSA y Zar del petróleo en Venezuela se reduciría el papel de la empresa estratégica más importante de Venezuela al fomento de areperas sin arepas, la distribución de cajitas de comida en mal estado (CLAP), y pagador de nóminas engrosadas por las clientelas del PSUV.

Ya entonces la PDVSA controlada por el chavismo no podría entregar sus ganancias al tesoro nacional, porque estos recursos comezarían a ser manejados en forma arbitraria y discrecional como la caja chica personal de Hugo Chávez y las mafias que le acompañaban.

Tampoco habría recursos para reinvertir en el mantenimiento de instalaciones e infraestructura y menos aún para la compra o el desarrollo de nuevas tecnologías.

El resultado ha sido el desmantelamiento total de PDVSA. Consultoras especializadas reportan frecuentes desplomes de las plataformas petroleras, accidentes por mal funcionamiento de equipos obsoletos y más de 18 derrames de petróleo cada día. Resulta irónico que para controlar el impacto de estos derrames el régimen se haya visto forzado a quemar gas y petróleo cuya cantidad es desconocida pero que  se estima en cientos de millones de dólares al día.

La PDVSA de hoy es insalvable, porque no hay nada que salvar aunque algunos politiqueros por intereses propios propongan privatizarla (María Corina Machado) sin explicar bajo qué condiciones una empresa privada podría considerar comprar una ruina donde quizás lo único que tenga algún valor comercial sean sus siglas. Este tipo de iniciativas suelen ser aprovechadas por los empresarios de maletín, porque ningún empresario, serio, solvente y profesional se atrevería.

Otros se rasgan sus vestiduras y parten sus lanzas para justificar la salvación de una empresa que es inviable e irrecuperable (Henrique Capriles), abrigando la esperanza de ponerle la mano a cualquier cosa que el chavismo deje de PDVSA para hacer exactamente lo mismo.

Lo que es evidente es que el Chavismo, tal como el avaro de la fábula de Esopo, mató a la gallina de los huevos de oro. De la otrora gran empresa nacional hoy lo que queda es una oficina que maneja papeles y administra contratos para, a muy duras penas, producir unos 600 mil barriles de petróleo diario (según Forbes) de los cuales 100 mil son comprados directamente por los Estados Unidos, vía Chevron, y los otros 500 mil son colocados en el mercado negro en forma irregular a través de operaciones encubiertas como las articuladas por Tareck El Aissami y por las cuales el gobierno ha perdido más de 100 mil millones de dólares.

Luego de matar a la gallina de los huevos de oro el destino del chavismo no es otro que el de entenderse con los Estados Unidos que a la final ha resultado un oportuno y buen comprador de petróleo.- @humbertotweets 

Los problemas insolubles de la Democracia

            Aquí nos referimos a la Democracia de partidos o al Estado de partidos como régimen político. Este es el sistema en el cual unas organizaciones, los partidos políticos, concentran todo el poder para decidir sobre la política aunque lo hagan en nombre de los ciudadanos o del pueblo como más comúnmente les gusta decir.   

            Este tipo de democracia contiene aberraciones y contradicciones muy difíciles de resolver como se ha visto desde que la mayoría de los países del planeta la han adoptado como el modelo político más preferido por sus bondades aparentes.

            Una aberración de esa democracia es la falacia del gobierno de los ciudadanos o del pueblo. Según la teoría democrática son los ciudadanos quienes mediante el voto designan a sus representantes y hasta pueden influir directamente en las políticas públicas mediante instituciones como el referéndum.

            Pero en la práctica lo único que ejercita el ciudadano es la ceremonia del sufragio en la cual este se enfrenta a un menú de candidatos y de decisiones que otros (los partidos políticos) han preparado para él. El vínculo entre elector y elegido queda roto el mismo día de las elecciones. 

            La mayoría de las legislaciones en el mundo exigen que la participación electoral sea exclusivamente a  través de los partidos, negando de plano cualquier posibilidad a candidatos uninominales o iniciativas ciudadanas no conectadas con las organizaciones políticas.

            Cualquiera podría atacar nuestro argumento asegurando que para participar los ciudadanos tendrían que organizarse en torno a ideas (ideologías) o intereses para influir en la dirección de ese Estado nacional que una vez constituido representa a toda la nación.

            Podemos conceder que los partidos políticos como organizaciones de ideas e intereses de los ciudadanos son necesarios en la conducción del Estado. Lo que resulta inaceptable e inconveniente es que los partidos, amparados por una legislación que ellos mismos han aprobado, usurpen el papel decisivo del ciudadano para convertirse en pequeñas oligarquías que gobiernan para sus ideas e intereses, aunque siempre invocando que lo hacen en nombre del pueblo.

            La otra contradicción es derivada del mito según el cual la voz del pueblo es la voz de Dios. Esta falacia pretende santificar la decisión de la mayoría como infalible y libre de errores porque el pueblo nunca se equivoca. Por el contrario, abundan los ejemplos de pueblos cuyos Estados han desaparecido porque la mayoría decidió tomar un camino equivocado.

            ¿Qué pasa cuando por demagogia o populismo se conforma una mayoría que decide democráticamente acabar con el Estado nacional? ¿Se acepta simplemente porque es la decisión de la mayoría?

            Enfrentados a estos problemas, que aún hoy lucen insolubles, los fundadores de los Estados Unidos de Norteamérica diseñaron una República con un sistema más o menos eficiente de pesos y contrapesos de poder donde el papel de los partidos políticos sería limitado y definido. Uno de los mecanismos claves de este régimen es la elección del presidente de la república en elecciones de segundo grado a través de un colegio electoral donde cada estado está representado en forma igualitaria y no en base a su población.

            El régimen político norteamericano no es perfecto y tampoco es inmune a las amenazas de la partidocracia o del estado profundo como allí se le llama. Pero sin duda cuenta con muchos más mecanismos de control y reparación de malas decisiones democráticas que sus vecinos en la América hispana, siempre acosados por la inestabilidad y la brevedad de sus políticas.- @humbertotweets

lunes, 15 de mayo de 2023

Los trabajadores sí pueden, la falsa oposición no

            La falsa oposición agrupada en la MUD-PUD-FA y cualquier otra incomible sopa de letras sigue dando bandazos sin un norte o rumbo definido. Su empeño en hacer unas primarias para escoger quien se enfrentará a Nicolás Maduro en unas elecciones sin condiciones ni garantías así lo demuestran.

            Para maquillar esta postura errática los voceros de la falsa oposición aseguran que se trata de participar sin condiciones ni garantías para lograr condiciones y garantías para una elección transparente. Es una tautología que ni ellos ni nadie cree porque lo único cierto es que una vez más el régimen será quien organice esas elecciones, cuente los votos y anuncie el resultado. El único papel asignado a la falsa oposición en esa nueva farsa electoral es levantarle el brazo y reconocer el triunfo de Nicolás Maduro

            No solo la falsa oposición insiste en una tesis equivocada (la vía electoral) sino que además está totalmente desconectada del momento y de la coyuntura que se vive en Venezuela. El país se levanta desde los cuatro puntos cardinales en contra del régimen chavista para luchar por aumentos salariales y mejores condiciones de vida, pero el tema que ocupa y preocupa a la falsa oposición es si el Consejo Electoral chavista meterá o no sus manos en la selección del candidato falso opositor.

            La falsa oposición se embarcó en la estrategia fallida de elecciones y negociaciones con el régimen chavista. En ya casi dos años de esta última ronda de negociaciones nada concreto se ha logrado que no sea promesas difusas por parte del régimen chavista y el precioso tiempo que sigue ganando entre una pausa y la siguiente. Es más, cada vez que puede el chavismo sigue agregando peticiones haciendo prácticamente imposible e inviable cualquier tipo de acuerdo concreto. La falsa oposición lo sabe porque varias les han tirado la puerta en la cara, los han regañado y hasta le han metido presos sus negociadores. Aun así, la falsa oposición insiste en negociar.

            Mucha gente en Venezuela parece haber llegado a la misma conclusión. No vale la pena, es un absoluto sin sentido, esperar algo concreto y útil de la falsa oposición. Es hora de buscar otros caminos en lugar de seguir firmándole cheques en blanco a los que ya llevan dos décadas de fracaso en fracaso para enfrentar al régimen chavista.

            La grave crisis económica, la destrucción de la moneda y el salario se han convertido en potentes motores para movilizar a los trabajadores venezolanos desde mediados del año pasado. Al margen de la CTV controlada por Acción Democrática y de sindicatos manejados por los partidos de la falsa oposición han surgido numerosas protestas centradas en arrinconar al régimen chavista como el principal responsable de la debacle económica que vive Venezuela y afecta a millones de trabajadores.

            La agenda de estas protestas tiene un carácter socioeconómico y reivindicativo que buscan recuperar el valor de la moneda y del salario, ambos destruidos por el régimen chavista. No son banderas nuevas en la lucha política, aunque nuevos sean quienes las enarbolan.

            Las movilizaciones espontáneas de los trabajadores venezolanos han logrado mucho más en 10 meses que  la falsa oposición en la mesa de negociaciones con el chavismo. Primero la lucha contra el régimen chavista desde la perspectiva de los trabajadores tiene un sentido orgánico y programático que permite organizarse en torno a banderas de lucha concretas y no tras otra figura mesiánica que nos ofrezca sus poderes extraordinarios y desconocidos para milagrosamente salvar a Venezuela.

            Pero además hay que recordar que fue esa presión sorpresiva de los trabajadores la que logró que el propio gobierno de Nicolás Maduro derogara el decreto de la ONAPRE el año pasado. Y fue la fuerza que este año obligó a Maduro a aumentar los bonos a menos de 24 horas de haber sido anunciados. Entonces si hay formas de hacer retroceder al régimen,  si se escoge correctamente el terreno de lucha.

            La cacareada  y fastidiosa consigna de la unidad de partidos de la falsa oposición como fórmula para enfrentar al chavismo ha estado, está y estará condenada al fracaso por irreal, inviable y reducirse a una suma de minorías confundidas y desconectadas del país. Por el contrario las movilizaciones de trabajadores en los últimos meses han contado con la participación de chavistas y no chavistas dejando como resultado lo más aproximado a una unidad verdaderamente nacional que enfrente al gobierno de Nicolás Maduro por las razones que verdaderamente importan.

            Aún es muy temprano para hacer un balance. Es una pelea desigual que tanto el chavismo como la falsa oposición pueden mediatizar usando sus propios operadores incrustados en el movimiento obrero. Se requiere de una gran claridad y disciplina para deslastrarse de la nociva influencia que chavistas y falsos opositores puedan tener en estos movimientos que de su espontaneidad deberán avanzar hacia formas más complejas, orgánicas y mejor coordinadas de lucha social.

            Los trabajadores venezolanos articulados en organizaciones sindicales de nuevo tipo, sin la influencia nefasta de la falsa oposición, son quizás la mejor esperanza para estructurar una plataforma viable, sostenible y exitosa que lidere el cambio político que necesita Venezuela.- @humbertotweets

jueves, 11 de mayo de 2023

Los bonos de Maduro son una estafa y formalizan el esclavismo del siglo XXI

            Poco importa como lo adorne o lo pinte el régimen chavista. Lo esencial en la relación laboral de los obreros venezolanos con el gobierno y las empresas privadas no ha cambiado. El salario mínimo de los trabajadores no fue aumentado y sigue anclado en 5 dólares. Se trata de un salario de miseria y hambre a pesar de los bonos indexados que acordó el gobierno y que llegan a 70 dólares en total.

Con un salario en el abismo del esquema de remuneración el régimen chavista con su socialismo del siglo XXI y su presidente obrero han formalizado la esclavitud en Venezuela, que no es otra cosa que un sistema económico y social basado en el trabajo forzado de mano de obra a cambio de recibir lo mínimo necesario para sobrevivir.

Sin embargo, Jorge Rodríguez aseguró que era casi un milagro de características épicas el que Nicolás Maduro haya aprobado esos bonos para los trabajadores venezolanos. Sin rubor, con su característica desvergüenza Rodríguez, se atreve a exigir infinito e incondicional agradecimiento ante tan insignificante concesión.

Toda la maquinaria de propaganda del régimen y sus sindicalistas esquiroles agrupados en la Central Bolivariana de Trabajadores están tratando de vender la imagen de esos bonos decretados por Maduro como un logro revolucionario del régimen en medio de la supuesta guerra económica. Pero al examinar sus detalles quedan en evidencia los perversos mecanismos que usa el régimen para seguir estafando a los trabajadores venezolanos en nombre de su caricaturesca revolución.

¿Por qué bonos y no aumento general del salario mínimo? Como es lógico y habitual con el régimen chavista no hay puntada sin dedal. Los bonos acordados por el régimen de 30 y 40 dólares, por su propia condición y según lo establecido en la ley, no forman parte del salario y por consiguiente esos ingresos no podrán ser utilizados para el cálculo de las prestaciones sociales de los trabajadores al final de la relación laboral.

El aparato propagandístico del régimen ha insistido sospechosamente hasta la saciedad que estos bonos serán indexados al costo de los alimentos. El problema es que la indexación es un acto discrecional del poder ejecutivo y no está regulada en ninguna ley por lo cual la indexación podría no ocurrir y los bonos desaparecer en cualquier momento en base a la exclusiva voluntad de Nicolás Maduro. Estamos frente a un régimen que en forma sistemática ha incumplido sus promesas a los trabajadores y siempre apela al engaño y la estafa para evadir sus compromisos.

Así como el régimen chavista envalentonó a la falsa oposición en una ronda más de diálogos y negociaciones, en el caso de los reclamos salariales apeló por la misma táctica. Para tratar de frenar y diluir las protestas sociales y laborales que se multiplicaron desde mediados del año pasado el régimen chavista inventó un Foro de Diálogo Social para supuestamente promover una negociación tripartita entre gobierno, empresarios y trabajadores.

La intención de ese foro era, al menos en teoría, acordar en forma negociada un aumento general de salarios y otras mejoras reivindicativas para los trabajadores. Aunque desde el principio resultaba evidente el interés del régimen en diluir las demandas laborales y ganar tiempo, tanto empresarios como el sindicalismo esquirol y los operadores del chavismo celebraron la farsa. A la final Nicolás Maduro sacó sus bonos del sombrero el mago y negó el aumento de salarios del cual tanto se habría discutido en esas mesas técnicas de Diálogo Social.

Lo que hay que tener muy claro es que los bonos decretados por Nicolás Maduro no forman parte del salario de los trabajadores venezolanos y no podrá ser tomado en cuenta para el cálculo de prestaciones sociales. El bono es un ingreso extraordinario y, si se quiere hasta discrecional, que puede ser modificado o eliminado sin mayores implicaciones legales al antojo de Nicolás Maduro. Al dejar el salario mínimo enterrado en la irrisoria cantidad de 5 dólares el régimen chavista, enemigo descarado de la clase obrera venezolana, formaliza una relación laboral basada en la esclavitud.

La retórica estafadora y pseudo revolucionaria del régimen chavista insiste en tratar de esconder su esencia antiobrera con frases huecas vaciadas completamente de contenido político o social como aquella que anuncia un mesiánico Socialismo del siglo XXI. Ese socialismo con apellido sospechoso, con excepciones y acotaciones, hecho a la chavista, lo que en realidad pretende ocultar es la barbárica y dramática realidad de una Venezuela que ha sido enterrada bajo el imperio del Esclavismo del Siglo XXI.- @humbertotweets 

Chavismo neoliberal

            No hay duda que el chavismo es la estafa política más grande que se haya perpetrado contra los venezolanos. Los engaños de Acción Democrática y Copei en la época del Estado de partidos quedan como juego de niños comparados con el chavismo de hoy.

Y en el caso del chavismo es peor porque llegaron al poder bajo la promesa de ser algo distinto a lo que había. En los gobiernos de Jaime Lusinchi, Carlos Andrés Pérez,  Rafael Caldera pensamos, o nos hicieron creer, que los venezolanos pasaban hambre como resultado de las políticas económicas neoliberales de privatización y contracción de la economía. Hasta que llegó el chavismo al poder para destruir la economía y hacer exactamente lo mismo.

Aún quedan en Venezuela algunos socialistas y comunistas de manual que se retuercen y convulsionan cuando los chavistas se enmascaran con el remoquete de Socialismo del siglo XXI. Rojos y enardecidos gritan “pero eso no es socialismo…!”. Tienen razón, aunque ya muy pocos les presten atención.

Así como la campaña electoral de Hugo Chávez en 1998 logró el insólito e inusitado apoyo de la izquierda y la derecha simultáneamente, el llamado Socialismo del siglo XXI es una tizana formulada para mezclar los caprichos y antojos mesiánicos de Hugo Chávez primero  y de Nicolás Maduro después.

Desde entonces cualquier política improvisada, aunque vaya en contra de los trabajadores, recibe el sello de Socialismo del siglo XXI para hacerla potable como una mercancía genuinamente revolucionaria aunque beneficie a las oligarquías financieras de bolichicos y boliburgueses.

Hugo Chávez y Nicolás Maduro en verdad creyeron que se podía gobernar en base a deseos. Ambos pensaron que bastaba etiquetar algo como socialista para instantáneamente cambiar su esencia.

El resultado es un mezclote de retórica pseudo revolucionaria con políticas que están enfrentadas con los intereses que ellos dicen defender. El chavismo ha hecho más por destruir a la clase trabajadora venezolana que todos los gobiernos del Estado de partidos hasta 1999.

Esta contradicción real es resuelta por los chavistas metiendo a martillazos la horma del Socialismo del siglo XXI.

            Negar el aumento de salarios y en su lugar ofrecer bonos indexados es una medida que va en contra de los intereses de los trabajadores venezolanos, los mismos que el chavismo dice defender. Los bonos como un ingreso extraordinario y discrecional del patrono no serán parte del cálculo para las vacaciones y las prestaciones sociales de los trabajadores. Con razón hasta los sindicatos chavistas están protestando contra el gobierno de Maduro.

            La racionalidad de esta política antiobrera parece estar en el desesperado empeño en sostener el mito de un milagro económico que solo existe en la cabeza de Nicolás Maduro. Con una economía destrozada, una moneda megadevaluada y una inflación fuera de control el chavismo ha apelado por una tesis genuinamente neoliberal: Restringir el consumo, disminuir la masa de dinero circulante congelando los salarios, en suma contraer la demanda para controlar la inflación.

            Pero hay otra razón. Si el gobierno chavista decide hacer elecciones presidenciales en el 2024 necesitará poner mucho dinero en la calle para dar la sensación, aunque sea temporal, de prosperidad económica. Si las medidas neoliberales que el chavismo aplica hoy no son suficientes para controlar la inflación y calmar a las descontentas bases chavistas siempre quedará abierta la posibilidad de suspender esas elecciones, aunque para ello haya que echarle la culpa a las sanciones internacionales.- @humbertotweets

lunes, 8 de mayo de 2023

Maduro y el chavismo contra los trabajadores venezolanos

            Los operadores del régimen chavista y el PSUV siempre se llenan la boca con alusiones retóricas al socialismo y a su supuesto compromiso con la clase trabajadora. Han llegado al extremo de rebautizar a Nicolás Maduro como el presidente obrero tratando de establecer alguna conexión de aquel empleado del Metro de Caracas y los trabajadores de hoy.

            La política económica y social de Maduro, si es que se le pudiera reconocer el rango de política, no es más que la continuación y la profundización de las prácticas corruptas y demagógicas que se inauguraron con el régimen de Hugo Chávez en 1999. Se trata de un conjunto de acciones que aparentemente buscaban mejorar la situación económica y social de los trabajadores, pero que en realidad lograron empobrecer y depauperar a millones de venezolanos a niveles insólitos de hambre y pobreza extrema.

            La primera medida que toma Chávez para supuestamente beneficiar a la clase obrera venezolana fue reducir el papel de PDVSA a caja chica de Miraflores. Una cara de esta política consistía en repartir dineros en formas de dádivas, bonos, cajas CLAP, areperas socialistas y muchas otras maneras de dilapidar el tesoro nacional.

            La otra cara de esta política, quizás la más potente, consistía en ocultar los saqueos masivos y sistemáticos perpetrados por los Bolichicos y Boliburgueses siempre protegidos y beneficiados bajo el régimen chavista.

            Esa “política” de repartir dinero al pueblo mientras los operadores del régimen robaban sin compasión fue aplaudida a rabiar por las clientelas chavistas quienes al borde del paroxismo celebraban la piñata del socialismo del siglo XXI. Esos fueron los años del desmantelamiento de PDVSA en manos de Rafael Ramírez siguiendo órdenes directas de Hugo Chávez. Medidas demagógicas similares y la progresiva sustitución del Estado Nacional venezolano por el Estado Chavista sin garantías económicas y jurídicas condujeron irremediablemente a la destrucción de la economía.

            Que hoy la economía venezolana sea realmente una economía de guerra no es el resultado de unas simbólicas sanciones aplicadas por los Estados Unidos y la Comunidad Europea desde hace unos años contra el régimen chavista. La debacle económica comenzó con Hugo Chávez en 1999 y continúa hoy con el gobierno de Nicolás Maduro.

            Si le diéramos crédito a la retórica chavista de su pretendido compromiso con los trabajadores venezolanos entonces de inmediato es inevitable preguntarnos ¿Por qué apostar a la destrucción de la economía y de la principal empresa petrolera nacional que deberían ser los soportes para elevar sustancialmente la calidad y condición socioeconómica de los trabajadores? ¿Por qué en lugar de dilapidar los recursos nacionales regalando bolsas de miseria no se busca un agresivo y masivo desarrollo industrial con los recursos del petróleo? ¿Por qué desmantelar la clase obrera venezolana a niveles de miseria y mendicidad en lugar de convertirla en el motor económico y social de su propio modelo político?

            Y es que al tratar de responder estas preguntas caemos en cuenta que el chavismo nunca ha sido ni será aliado o defensor de la clase obrera. Las políticas de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en 23 años han destruido la moneda, la industria petrolera, la economía y con todo ello a la clase obrera venezolana. Se puede comparar el poder adquisitivo de los salarios a través de los gobiernos del Estado de partidos hasta 1998 y los del régimen chavista a partir de 1999 hasta hoy para concluir que los trabajadores venezolanos jamás habían estado en peores condiciones que bajo el antiobrero régimen chavista.

            Agentes internacionales del régimen chavista que pertenecen a la llamada “Izquierda Caviar” defienden, endosan y celebran el llamado milagro económico de Maduro. Se entiende que lo hagan porque estos operadores reciben dinero a cambio de sus opiniones comprometidas y parasitan con vigor los recursos de Venezuela. Estos epígonos del régimen chavista también le echan la culpa a las sanciones internacionales sin reparar que los venezolanos ya tenemos bajo este régimen de destrucción más de dos décadas.

            Pero tiene que haber alguna forma de racionalizar por qué el chavismo hace lo que hace. Es que ni por el mero interés pragmático de sostener su endeble régimen hay el interés de favorecer a los trabajadores. Parte de la respuesta está en la decisiva influencia y control que bandas de Bolichicos y Boliburgueses han ejercido sobre el régimen chavista a lo largo de estos años. La alianza de los operadores chavistas con estas mafias financieras ha sido históricamente mucho más poderosa que con los trabajadores venezolanos.

            Hoy en medio de la más infame orgia de corrupción y destrucción nacional el balance es el de una economía destruida, una moneda ultra devaluada y un salario sin poder adquisitivo real. La realidad es inocultable a pesar de la propaganda del régimen. Nicolás Maduro y el chavismo son enemigos declarados de la clase obrera venezolana. Por lo cual,  ningún trabajador venezolano con dignidad y sentido de su propia historia podría definirse como chavista, salvo que se trate de una postura tan antihistórica y antinatural, como esencialmente oportunista y mercenaria.- @humbertotweets

jueves, 4 de mayo de 2023

Chavismo antiobrero

Hugo Chávez, el socialismo del siglo XXI y el degredo de su régimen, hoy presidido por Nicolás Maduro, son la estafa más grande que se haya cometido contra la nación venezolana.

La retórica chavista en 1998 insinuaba un presunto proyecto socialista para redimir socialmente a los venezolanos en general y los trabajadores en particular. Pero el mismo hecho de que Chávez recibiera el apoyo de factores de la extrema derecha y de la extrema izquierda venezolana ha debido llamar la atención como la inequívoca señal de la estafa.

Hugo Chávez le hizo creer a ricos y pobres, a obreros y empresarios que gobernara para ellos. No en el contexto de un pacto de unidad nacional, sino que gobernaría atendiendo a los intereses de cada segmento. Así Chávez diseñó un discurso para cada uno, diferente y contradictorio pero al calor de la verbena y la emoción electoral de 1998 convincente.

La promesa del socialismo del siglo XXI no ha sido más que una fachada para engañar incautos y entretener a quienes aún viven los sueños húmedos de un régimen verdaderamente socialista. Hasta el Partido Comunista de Venezuela creyó posible la promesa de un gobierno o sino obrero por lo menos que atendiera a los intereses de la clase trabajadora o quizás que no la mancillara.

Pero hasta los comunistas venezolanos que se tragaron las mentiras de Chávez y el chavismo han tenido que vomitar ante la implacable realidad. Nunca hubo tal gobierno para proteger los intereses de la clase trabajadora. Por el contrario el régimen chavista, con Hugo Chávez primero y ahora con Nicolás Maduro ha sido el gobierno más antiobrero que se conozca en la historia de Venezuela.

La destrucción sistemática de la economía, la reducción del salario a polvo cósmico,  el desmantelamiento de las industrias, incluida la del petróleo, y la inflación que ha liquidado el valor del bolívar son todas consecuencias de las políticas de un régimen que desde el principio le declaró la guerra a la clase obrera.

Hoy el chavismo tiene que enfrentarse a sus propias miserias y limitaciones. En veinte años han saqueado el tesoro nacional y lo que queda no es suficiente para pagar la deuda pública interna que tiene el estado con sus trabajadores, incluidos los militares.

El régimen de Maduro, vapuleado por la realidad, no logra defenderse con coherencia más bien se justifica en forma lastimosa echándole la culpa a las supuestas sanciones internacionales. Pero los trabajadores venezolanos se dan cuenta que en medio de la peor crisis económica ríos de dólares siguen fluyendo directamente a los bolsillos de bolichicos, boliburgueses y operadores del chavismo. Tanqueros rusos, chinos e iraníes siguen cruzando el Atlántico para llevar petróleo venezolano a los mercados negros.

Entonces si no hay dinero no es por el bloqueo simbólico que los Estados Unidos le han impuesto al régimen chavista. No hay dinero porque desde el principio, desde los tiempos de Hugo Chávez, saquearon el erario nacional aunque hoy digan que es por culpa de las sanciones.

Hace unos días Nicolás Maduro se negó a decretar un aumento general de sueldos y salarios. Es evidente que Venezuela se queda sin reservas y ya el dinero no alcanza. El régimen sigue apelando a la estafa de los bonos, que no forman parte del salario, y que con montos de 20 y 40 bolívares son más un insulto que un alivio.

Lo que le preocupa al régimen chavista no es tanto el descontento de los trabajadores venezolanos ante la debacle económica. Para ellos habrá más persecución y represión a través de las Fuerzas Armadas chavistas. Eso no es nada nuevo. Lo que en realidad preocupa al régimen es el descontento de sus propias clientelas, las enardecidas bases chavistas que parasitan del Estado y para quienes hoy tampoco alcanzan los recursos.

Estas bases son las que hacen bulto a la hora de los mítines de Maduro y llenan los centros de votación para las mascaradas electorales. Sin dinero suficiente para pagar por sus servicios mercenarios estas bases se volverán en forma violenta e irreversible contra sus antiguos amos. He aquí una razón material concreta por qué el régimen chavista en lugar de adelantar las fraudulentas elecciones para este año más bien decida cancelarlas en forma indefinida.

El Estado chavista es incompetente para manejar la economía y es inviable como propuesta política. La traición del chavismo a la clase obrera venezolana es evidente y está más allá de toda duda. Este es el momento de confrontar al chavismo antiobrero, pero no haciéndole el juego en una farsa electoral sino en la calle con protestas, como viene ocurriendo desde mediados del año pasado.- @humbertotweets 

Rayma le tomó una fotografía a Juan Guaidó

            Saltaron súbitamente a quejarse las viudas del Interinato cuando la caricaturista Rayma construyó una imagen que capta con fidelidad la frustración de millones de venezolanos con la estafa de Juan Guaidó y la falsa oposición.

Operadores políticos, que pertenecen y orbitan en el área de intereses de la falsa oposición, reclamaron con amargura por el supuesto irrespeto que significa la referida caricatura.

Pero más que un reclamo sincero los defensores de la pulcritud política de Juan Guaidó mostraban la ira de quien se siente desnudo y descubierto a la luz de la mentira. El dolor y la rabia parecían multiplicarse por la extraordinaria conexión con la realidad que finalmente corroboraba la opinión de millones de venezolanos.

Pero ¿que podría ser tan ofensivo para provocar la violenta reacción de las viudas del interinato de Guaidó? Se trata de la imagen de un Juan Guaidó con la nariz tan grande como la de Pinocho, llegando alegre y festivo al castillo de Disney World en el imperio norteamericano.  Café

La contundente y descriptiva imagen va acompañada por el texto “Ni cese de la usurpación, ni gobierno de transición, ni elecciones libres…”. Básicamente se trata de la confirmación del fracaso y la traición de quienes ayer tercamente embarcaron a Venezuela en la aventura del gobierno interino y hoy hacen exactamente lo mismo con la tesis fallida de las primarias de la falsa oposición.

Lo que le duele a las viudas del Interinato es que la imagen de Rayma confirma una dramática realidad. Juan Guaidó forma parte de esa mafia política anidada por décadas en el antro de la falsa oposición que ha engañado y sigue engañando a los venezolanos reciclando cada día formas para amancebarse con el chavismo.

El mantra creado por Leopoldo López, Juan Guaidó y Voluntad Popular fue abrazado por toda la falsa oposición. Contenía tres promesas que desde el principio eran inviables, pero que fueron muy útiles para enmascarar y luego justificar la masiva corrupción administrativa del Interinato. Al final, como era de esperarse, la aventura no podía terminar sino en el más rotundo fracaso.

A Rayma no se le puede acusar de inventar nada. Ni siquiera se le podría a atacar por tratar de decir algo. Porque en el más fino y elocuente ejercicio de la caricatura, más que un dibujo, lo que ella hizo fue tomar una fotografía que no puede ser refutada.

Juan Guaidó con su carita risueña y feliz llega a los Estados Unidos, dando rítmicos saltitos de emoción, mientras deja atrás al olvidado mantra. Y con él también deja enterradas las ilusiones y las esperanzas de millones de venezolanos que, al menos por un instante, sucumbieron ante el irresistible encanto de la estafa del gobierno Interino.- @humbertotweets

lunes, 1 de mayo de 2023

Por un nuevo sindicalismo que defienda a los venezolanos

            El régimen chavista atraviesa en estos momentos por su peor crisis. El aparato burocrático militar en el que se apoya el chavismo se está quedando sin recursos suficientes para pagar a sus clientelas. Tampoco el Estado chavista tiene los recursos para pagar sus compromisos administrativos y salariales.

            Y no es por las sanciones simbólicas que los Estados Unidos y otros países le han impuesto al gobierno de Nicolás Maduro quien a seguido traficando petróleo en el mercado negro a través de Rusia, China e Irán y recibiendo divisas. Se trata de la colosal corrupción del chavismo que ha saqueado el tesoro nacional en estos veinte años al extremo de desmantelar a la propia PDVSA.

            Con una economía destrozada, sin industrias y con un bolívar mega devaluado el régimen chavista se enfrenta no solo al rechazo popular general sino además al rechazo de sus propias clientelas, civiles y militares, que viven en la holgazanería parasitando del Estado.

            Poco importa que los venezolanos rechacen al régimen chavista porque no hay condiciones ni garantías institucionales para expresar ese rechazo. Además, las fuerzas militares del régimen, incapaces para defender la soberanía territorial sobre el Esequibo, son muy efectivas a la hora de someter por las armas a la población civil.

            Lo que sí importa es el descontento que aumenta en las bases clientelares del chavismo al recibir cada vez menos bolívares devaluados en pago por su lealtad al régimen. El chavismo ha intentado campañas de propaganda para darle cierto sustrato cultural y moral a la relación mercenaria que existe entre el régimen y sus seguidores. Ese es precisamente el sentido de echarle la culpa de la debacle económica de Venezuela a las sanciones o de perseguir selectivamente a unos chavistas corruptos y no a otros.

            La realidad nos está mostrando que hay descontento y resentimiento en las clientelas chavistas que no les ha quedado otra salida que unirse a otros venezolanos para reclamar por aumentos de salario, sin renunciar a su filiación partidista, sin cambiar de bando. Al menos no por ahora.

            Pero es precisamente en este momento en el que la protesta laboral aumenta en forma exponencial y espontánea, potenciada por el apoyo de chavistas decepcionados, cuando los Estados Unidos y la falsa oposición venezolana están desesperados en negociar con el régimen chavista. La política de los Estados Unidos de regularizar sus relaciones comerciales con Venezuela, Vía Chevron, y la decisión de la MUD-PU de participar a toda costa en el venidero fraude electoral del 2024 no se pueden interpretar sino como un salvavidas preciso y oportuno para un Estado que de otra forma estaría destinado a hundirse.

            Por razones que solo pueden ser explicadas porque convienen a la eutaxia y a la geopolítica de los EEUU se entiende que este país quiera restablecer sus relaciones con Nicolás Maduro, aunque retóricamente digan en forma altisonante todo lo contrario.  Aquí aplica perfectamente la llamada doctrina Maisto cuando refiriéndose a Hugo Chávez sugería que a este había que juzgarlo por lo que hacía, no por lo que decía. Es lo que hacen los Estados, no lo que dicen que van a hacer lo que en definitiva cuenta en política y lo que no hay que perder de vista en la confrontación aparente entre Washington y Caracas.

            Lo que no se puede entender es que los partidos de la falsa oposición y los sindicatos que ella controla renuncien a jugar un papel decisivo en la conducción de la lucha social reivindicativa para mejorar las depauperadas condiciones de vida de los venezolanos. El eje de la confrontación política con el régimen en esta coyuntura debe ser el reclamo salarial motorizado por gremios y sindicatos, no el empeño de aupar unas elecciones primarias desconectadas de la realidad que se vive y que en definitiva no van a ninguna parte.

            Es demasiado tarde para plantearse la recuperación de la Confederación de Trabajadores de Venezuela que perdió credibilidad y liderazgo al ser reducida a un apéndice burocrático del partido Acción Democrática. Otras centrales sindicales han corrido suerte similar al comprometer sus siglas con agendas partidistas o proyectos personales.

            Sin partidos políticos que lo enfrenten y sin un movimiento sindical organizado el decadente régimen chavista parece encontrar un alivio más que en su propia fortaleza en la debilidad o ausencia de adversarios verdaderos.

Así parecía ser hasta mediados del año pasado cuando el hambre y la miseria unió a todos los venezolanos, a chavistas y no chavistas, para protestar contra el gobierno de Nicolás Maduro. Pero estos focos de oposición real son aún incipientes y sus promotores tendrán que adquirir las destrezas y experiencias que les permita deslastrarse de agendas partidistas y colaboracionistas para estar en condiciones plenas de liderar una lucha sindical que, al ser una por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, se asuma en forma inmediata como una lucha en defensa de todos los venezolanos.- @humbertotweets