martes, 20 de agosto de 2024

Sin confrontación no hay negociación ni transición

            Desde hace tiempo hemos defendido la tesis de que la lucha contra el régimen chavista reducida estrictamente al ámbito electoral ha sido un error. Los epígonos de la vía electoral saltan de inmediato a decir que somos radicales y los chavistas, por supuesto, a acusarnos de promover golpes de estado y salidas de fuerza.

            Antes de entrar en materia le responderemos a ambos bloques que constatar los hechos (la inevitabilidad de una salida de fuerza) no significa que abogamos por una opción específica. De hecho nunca hemos apoyado iniciativas improvisadas, voluntaristas y espontáneas que involucran a civiles en acciones militares para las cuales no están preparados.

            También diremos que lo electoral no agota lo político. Esto quiere decir que una estrategia comprensiva y sostenible contra el régimen chavista debe incluir opciones no necesariamente electorales, más bien de tipo social como regresar a la recuperación del movimiento sindical y gremial con su agenda específica de luchas en Venezuela.

            La ausencia de un movimiento social organizado en sindicatos y gremios ha probado ser una de las debilidades cruciales de la oposición a la hora de emprender negociaciones con el régimen chavista. Mientras el chavismo dispone de todo el aparato del Estado a su servicio su contraparte carece de formas institucionales o de hecho para poder ejercer presión y avanzar hacia una negociación que permita alcanzar algo significativo.

            Y aquí entramos en el eje de este artículo. Pareciera que la oposición de la MUD está presa de una concepción pacifista que le ha llevado a creer que es posible sacar al chavismo del poder sin conflicto y sin pelear. El conflicto dirimido electoralmente dentro del marco institucional de la legalidad que ofrece  el chavismo no permite llegar a ninguna parte porque el árbitro electoral, y todos los órganos del Estado, responden en su totalidad al régimen.

            No hay duda, ni siquiera para los operadores chavistas, que Nicolás Maduro perdió en forma aplastante las elecciones del 28 de julio. El debate sigue siendo cómo se logra reconocimiento institucional para esa decisión expresada por los venezolanos. La lucha para hacer valer la decisión de las mayorías se pierde y se diluye en los intrincados laberintos de la legalidad chavista.

            No se puede hablar de ir a una negociación con el chavismo si ellos mismos no tienen el menor interés de negociar. ¿Y por qué tendrían interés en negociar si su posición actual es inmejorable? Hay quienes equivocadamente creen que ofrecer incentivos al chavismo abriría la puerta a una negociación para que abandonen el poder. Es posible que un esquema de “incentivos” funcione en operaciones sencillas de compra-venta de bienes y servicios. Pero las negociaciones de tipo político son mucho más complejas y responden más a presiones y correlaciones de fuerza que a una oferta infantil de incentivos para rendirse.

            Además, si el paquete de incentivos para abandonar el poder viene de un sector que carece de la fuerza para materializarlo entonces la oferta queda de hecho reducida a papel mojado.

            En política las negociaciones son precedidas de inevitables procesos de confrontación que se manifiestan en formas diferentes y con distinta magnitud. Con toda certeza se puede asegurar que sin un conflicto que alcance su plena madurez es imposible lograr las condiciones para que una o ambas partes perciban la necesidad de negociar. Y por supuesto sin una negociación precedida por una confrontación menos aún es posible hablar de una transición que sería en este caso el desarrollo lógico del proceso de negociación.

            Invocar la negociación y la transición en Venezuela en estos momentos luce más como meros deseos o música celestial por parte de quienes insisten en saltarse la inevitable etapa del conflicto.

            Se podría discutir si en la actual coyuntura existe un conflicto real o una confrontación, entendido esto como dos o más bloques que luchan por el poder, o si por el contrario lo que hay es un acto masivo y sistemático de linchamiento físico de la población civil desarmada por parte de quienes controlan el aparato del Estado.

            Entender en qué etapa estamos y valorar las capacidades reales de las fuerzas sociales que se enfrentan al régimen chavista es clave para replantear la lucha y evitar la irreparable pérdida de vidas humanas. Porque tanto en la política como en la guerra la prioridad elite siempre será preservar la vida para poder continuar.- @humbertotweets

lunes, 19 de agosto de 2024

Negociar sin poder negociar

            Este título es tan absurdo como la realidad que intenta describir.

            La idea general de una negociación implica la existencia de dos o más partes que tienen algo que representa un valor para la contraparte.

            Puede ser el intercambio de bienes y servicios por un precio, el reconocimiento a cierto estatus o mutuas concesiones.

            Las negociaciones de tipo político se mantienen apegadas a los principios generales, pero incorporando las complejidades propias de la lucha por el poder o el control de un Estado las cuales no se pueden comparar con la compra-venta de un bien.

            Para que exista una negociación es fundamental que todas las partes expresen su acuerdo en participar.

            De no ser así ¿Cómo se podría obligar a una parte a negociar?

            Cualquier negociación resulta materialmente imposible si una parte quiere negociar y la contraparte simplemente no tiene interés en participar.

            Y el interés que motiva a una parte a negociar no es otro que lograr algo en contraprestación de la otra parte u obtener una concesión o reconocimiento.

            Basta que una de las partes no perciba valor alguno de dicha negociación para promover el desinterés y por consiguiente el fracaso de esa operación.

            Es posible que objetivamente hablando el potencial de lo que se puede obtener sea inmenso, pero esto no es suficiente para animar una negociación.

            Si una de las partes, incluso la que podría salir enormemente beneficiada, no percibe desde su óptica beneficios concretos esa negociación está condenada al fracaso.

            En la política, a diferencia de lo que ocurre en el comercio, el detonante de una negociación es el conflicto, no la paz ni la normalidad.

            En el comercio la dinámica de incentivos y descuentos funciona muy bien para negociar y lograr acuerdos.

            Eso pasa todos los días.

            Pero no en la política, donde se impone otro tipo de dinámica que responde a correlaciones de fuerza en la lucha por el control del Estado.

            Por eso, casi sin excepción, en la política las negociaciones y los acuerdos son el resultado de diversos tipos de conflictos. 

            Sin una confrontación que obligue a replantear la correlación de fuerzas no existe el clima o el interés suficiente para negociar.

            Es posible que exista una situación de control y dominación que es aceptada por la contraparte pero que carece de los elementos materiales para conducir a una negociación.

            ¿Por qué?

            Porque quien está siendo dominado no tiene la fuerza para revertir esa dinámica y tampoco puede forzar la negociación.

            Y el bloque que está en control no tiene ningún interés objetivo en negociar porque su situación actual parece cómoda e inmejorable.

            Esto intenta explicar lo absurdo del título de este artículo, no menos absurdo que la situación en la que una parte insiste obstinadamente en negociar a toda costa, sin poder negociar. Porque su contraparte no tiene el menor interés o sencillamente no quiere.- @humbertotweets

domingo, 18 de agosto de 2024

Tácticas chavistas para la guerra psicológica y la represión

            El régimen chavista está empleando eficientes y perversas tácticas de propaganda y de guerra psicológica para avanzar en su propósito de atornillarse en el poder. A pesar de que esto ocurre las 24 horas del día los analistas, influencers y operadores políticos presuntamente alineados con la oposición no parecen reparar en ello y por el contrario hacen el papel de tontos útiles al servicio de las campañas mediáticas diseñadas por el G2 cubano y ejecutadas por los agentes del régimen.

            El ya desaparecido dirigente del chavismo Carlos Lanz Rodríguez, asesinado en extrañas circunstancias, durante varios años escribió artículos denunciando y explicando lo que desde su punto de vista sería la implementación de estrategias de guerra psicológica por parte del gobierno de los Estados Unidos contra el régimen chavista. A pesar de lo bien documentado de sus análisis Lanz nunca aportó pistas o pruebas de que los EEUU estarían utilizando a Venezuela como un teatro de operaciones para probar sus técnicas de guerra psicológica.

            Sin embargo, un minucioso examen de los escritos de Lanz sobre este tema, que se pueden encontrar en el portal Aporrea.org, permite encontrar similitudes en las técnicas denunciadas y las que hoy usa el régimen chavista para enfrentar a sus adversarios y someter por la fuerza a la población civil desarmada. Es como si alguien en el alto mando del régimen se hubiera dado a la tarea de recopilar estos artículos y organizarlos en forma de manual para servir de guía para los órganos represivos del Estado chavista.

            El objetivo fundamental de estas tácticas de guerra psicológica es desmovilizar y fracturar al adversario sujeto del ataque. Pero al mismo tiempo estas tácticas buscan mantener cohesionadas las fuerzas propias. Pero en ambos casos esto no se podría lograr apelando a un discurso o unos mensajes que respeten escrupulosamente la realidad o que sean tolerantes con el adversario.

            La piedra angular de estas tácticas de guerra psicológica que hoy emplea el chavismo en contra de los venezolanos es la mentira y la falsificación de la realidad. De esta forma se procede a negar verdades hasta hoy aceptadas por su valor histórico pero que ahora hay que destruir para imponer una nueva versión de la historia y de los hechos sin mayor sustentación que el enunciado mismo de la mentira.

            Así como el chavismo asegura que ganó las elecciones del 28 de julio, sin ser cierto, con el mismo desparpajo dice que en el caracazo fueron asesinadas más de 40 mil personas y que el río Guaire quedó teñido de rojo, abarrotado de cadáveres. Este tipo de invenciones es endosada a todo aquel que se oponga al chavismo para luego proceder a acusarle de ser peor que Hitler y Mussolini.

            Las redes sociales hoy están plagadas de millones de mensajes que contienen mentiras, falacias y tergiversaciones de la realidad que favorecen el discurso del régimen y que son eufemísticamente calificadas como posverdad. Esto mensajes tratan de satanizar a quienes se oponen al chavismo sin importar su rango o relevancia etiquetándolos como agentes de la extrema derecha, pero como la velocidad de las redes sociales no permite explicar o aclarar esta noción esas palabras pueden ser llenadas con cualquier significado tales como asesino, fascista, enemigo de la humanidad o simplemente un elemento sub humano cuya eliminación estaría plenamente justificada.

            El chavismo está combinando lo mejor, o lo peor, de las estrategias de guerra psicológica de los norteamericanos con las técnicas más refinadas de propaganda nazista y fascista para neutralizar por razones políticas a todos aquellos venezolanos percibidos como adversarios o simplemente indiferentes a su causa.

            El desarrollo de estas técnicas para el control social reconoce dos momentos claramente definidos. El primero es lo que podríamos denominar el linchamiento moral. En esta fase la propaganda trata de satanizar al adversario para presentarlo como un ser despreciable, un apátrida, que no merece el reconocimiento de sus derechos. La intensidad y la profusa repetición de estos mensajes buscan crear una actitud psicológica permisiva a otro tipo de ataque ya no de tipo psicológico sino físico.

            El segundo momento de este patrón es el linchamiento físico. Una vez que se ha logrado imponer en el grupo la idea de que la persona o las personas objeto del ataque son despreciables y desechables entonces se procede a su desaparición forzada, sin mayores requisitos legales, en operativos que pueden conducir a su tortura o asesinato. Pero como ya el linchamiento moral ha logrado su objetivo la agresión física, que bien podría ser calificada como terrorismo de Estado, en este caso es presentada como plenamente necesaria y justificada por los más altos intereses de la patria.

            Por eso el régimen chavista se jacta de tener más de 2 mil venezolanos desaparecidos los cuales son acusados de ser traidores a la patria cuando en realidad son adversarios y oponentes del PSUV. La confesión de tener en sus mazmorras esta cantidad de detenidos debería producir rabia e indignación, pero en realidad lo que hay es miedo, mucho miedo frente a un Estado que es capaz de asesinar inocentes para seguir en el poder.

            El miedo no es una reacción con balance negativo si este conduce a la preservación de la vida. Pero el miedo que se respira en Venezuela es de otro tipo. Es un miedo que lleva a la desmoralización y a la paralización ante la ausencia de estrategias concretas para la autodefensa y quizás lo más grave para el contraataque.

            El chavismo parece seguir con férrea disciplina el manual para la guerra psicológica y la represión. Su contraparte luce errática, sin plan, ni estrategia. Mientras esto siga así cada nuevo intento para sacar al chavismo del poder será más doloroso y letal que el anterior.- @humbertotweets

martes, 13 de agosto de 2024

Las esperanzas de Venezuela en manos de los amigos de Maduro

            El fraude electoral de esta temporada perpetrado por el chavismo fue tan tosco y tan burdo que es literalmente indefendible por los operadores chavistas civiles y militares y menos aún por sus aliados internacionales.

            Lo grotesco de la maniobra obliga a reconsiderar la caracterización de fraude a una más precisa como robo a mano armada ejecutado por Elvis Amoroso y el directorio del CNE. Una cosa es la red sistemática de trucos y engaños para simular un resultado electoral y otra muy distinta es aceptar la palabra de Amoroso como el único sustento para proclamar a Nicolás Maduro ganador del 28 de julio.

            El reclamo que desde el 28 de julio en la noche se le ha hecho al CNE no es otro que fundamentar los números que leyó Elvis Amoroso con base a cada mesa y cada Centro de Votación. La respuesta del CNE chavista no solo ha sido negarse a entregar un resultado discriminado por mesa sino que adicionalmente canceló todas las auditorías mandatorias luego del acto de votación. Nadie puede garantizar hasta ahora que las cajas que deberían contener los papelitos, necesarias para un cotejo manual, también hayan sido destruidas en una acción expedita y coordinada entre el CNE y los operadores militares del Plan República.

No es casual que Vladimir Padrino López, Ministro de la Defensa chavista, y otros operadores civiles y militares del régimen antes y después del 28J han repetido hasta la saciedad que se debe respetar la decisión legal que emita el CNE. Este estribillo deliberadamente deja a un lado una precisión de carácter institucional y constitucional que apunta a respetar la voluntad soberana de los ciudadanos expresada en votos y no la voluntad caprichosa del CNE.

La derrota de Nicolás Maduro y el intento de taparla con el robo de las elecciones son hechos tan públicos, notorios y evidentes que no es posible encontrar a un solo testigo electoral del PSUV dispuesto a mostrar su copia del acta reflejando la votación obtenida por Maduro en esa mesa.

Así como los operadores civiles y militares del chavismo están pasando trabajo para explicar y justificar el robo de las elecciones ante sus propios pares, de la misma forma los aliados internacionales del régimen chavista tienen una gran dificultad para comprometerse a defender algo que es indefendible. Siendo los más conspicuos los gobiernos de Brasil, Colombia, y México.

Los gobiernos de estos países sin renegar de sus compromisos políticos e ideológicos con el chavismo tomaron la iniciativa de emprender una suerte de gestión de buenos oficios para tratar de mediar y encontrar una salida negociada mediante el diálogo, tal como ellos lo aseguran. Si bien es cierto estas diligencias no surgen desde el ámbito de la neutralidad y la buena fe no es menos cierto que inclusive para estos gobiernos aliados de Nicolás Maduro es difícil asumir un nivel significativo de compromiso con lo que algunos operadores diplomáticos no han dudado en calificar como un asalto a la voluntad de los ciudadanos por parte de los chavistas.

Las motivaciones que tienen estos gobiernos son distintas y diversas. Los tres coinciden en tratar de evitar cualquier asociación pública con el asalto chavista frente a sus propios electores quienes no dudarían en castigarlos con el voto. Pero mientras Colombia se mueve para tratar de evitar nuevas olas migratorias de venezolanos hacia su territorio, Brasil aliado militar de Guyana país que mantiene una disputa territorial activa con Venezuela, estaría buscando aumentar su influencia en la región con propósitos ulteriores. El gobierno de México por su parte estaría tratando de satisfacer sus recientes acuerdos migratorios con los Estados Unidos para impedir que su territorio sea una canal de paso para millones de Venezolanos que salen huyendo de Venezuela rumbo a Norteamérica.

Las gestiones de Brasil, Colombia y México tienen unos límites impuestos por la propia realidad. Y eso está claramente enunciado en el comunicado que firmaron en forma conjunta el 8 de agosto donde se deja muy claro que la solución final a este conflicto político siempre tendrá que salir de Venezuela.

Esta declaración de realismo no fue impedimento para que en forma clara e inequívoca los tres gobiernos le exigieran al Consejo Nacional Electoral la presentación de los resultados “desglosados por mesa de votación”. Esto es lo que casi todo el mundo ha pedido y es precisamente lo que Elvis Amoroso se ha negado a hacer hasta ahora.

Pero esto podría cambiar si la intervención del TSJ chavista termina “exigiéndole” al CNE que entregue las actas que tiene en su poder luego de otorgarle más de una semana para, en forma conveniente, fabricar unas a la medida.

En una vieja táctica ya usada por el chavismo en otras oportunidades se presentaría una situación en la cual las actas “oficiales” en poder del CNE no se parecen a las actas en manos de los testigos de la MUD. Esta inconsistencia tendría que ser resuelta dentro de los espacios institucionales del régimen chavista tales como el propio CNE o el TSJ. Es improbable que el chavismo se arriesgue a una verificación “imparcial" de los resultados tal como pide el comunicado de los tres países y menos si esta verificación es realizada por alguna instancia internacional.

El mismo día que Brasil Colombia y México entregaban su comunicado Delcy Rodríguez se reunía con el cuerpo diplomático acreditado en Venezuela para explicarles que, según el derecho electoral chavista, las actas de votación por mesa no tienen ningún valor legal y su función es otra que ni siquiera sirve para la totalización. Quien ponga en duda esta aseveración está invitado a buscar el video en YouTube del 8 de julio donde Rodríguez ilustra a los diplomáticos sobre este tema.

Pero aunque esto parezca lo más grave de la intervención de Delcy Rodríguez no lo es porque ella misma muestra las pistas de la siguiente jugada del régimen. Con la certeza de saberse ganadora en un juego con cartas marcadas Rodríguez asegura que las actas en poder de la MUD y que María Corina Machado publicó en una página web son todas forjadas. Para probar su tesis la Vicepresidenta le muestra a los diplomáticos varias actas que dan ganador a Edmundo Gonzalez pero que, curiosamente, no contienen la firma del operador de la máquina ni las firmas de los testigos electorales.

Si esto es cierto la única forma de explicarlo sería que en el diseño del robo electoral el régimen intencionalmente manipuló la emisión de esas actas en las mesas con la intención de desconocerlas posteriormente  por presuntos vicios de forma.

Veremos si cuando el CNE chavista presente sus actas al TSJ y hasta las muestre en público esta maniobra satisface plenamente la petición de los res gobierno de publicar los resultados mesa por mesa. El problema no es que se publiquen sino que reflejen la realidad expresada el 28J. Como en todo contrato celebrado de mala fe, nuevamente la clave siempre estará escondida en la letra pequeña y casi invisible del texto.

Nos atrevemos a adelantar la hipótesis que la gestión de Brasil, Colombia y México está condenada al fracaso si lo que se espera es algún tipo de diligencia que lleve a una negociación y en forma consecuente a una transición política. Igualmente diremos que esta gestión podría ser percibida exitosa si como resultado el régimen chavista muestras las actas. Aunque solo sean las suyas. En estas condiciones no se puede aspirar a más.- @humbertotweets

lunes, 12 de agosto de 2024

Ver lo que conviene o lo que es

            El ejercicio de la praxis política como una lucha por el control del Estado plantea por lo menos dos dimensiones distintas en las que el político tiene que moverse.

            Una de ellas es una caracterización fría y brutal del adversario y del contexto en el cual esa lucha se desarrolla.

            La otra es mantener la moral elevada, el optimismo y la esperanza de sus seguidores que a pesar de la adversidad la victoria final es posible.

            Una correcta caracterización es esencial en el diseño de una estrategia para la toma del poder.

            Un mensaje que incentive la acción y la movilización es vital para ganar y mantener posiciones tanto en la guerra como en la política.

            Pero existe una delicada y sutil frontera entre ver lo que es (realidad) y ver lo que conviene (deseo).

            Los políticos tienen que hacer múltiples calibraciones y valoraciones de una realidad dada para plantear estrategias y tácticas que permitan trabajar con ella y eventualmente influir en su transformación.

            Pero muchas veces en la formulación de estos análisis y estrategias hay que constatar niveles de dificultad que una masa no informada podría interpretar como una lectura pesimista llevando a la parálisis y no a la acción.

            Esto es lo que conduce a que generalmente los políticos asuman un tono exageradamente optimista en su discurso y deliberadamente oculten a la masa cualquier elemento que pueda ser considerado como negativo.

            Esta aproximación plantea varios problemas.

            Uno de ellos es que tratando de desestimar niveles reales de adversidad el político termina propagando expectativas e ilusiones que luego son barridas por la realidad.

            Otro problema es que el discurso optimista y esperanzador como elemento de propaganda termine siendo utilizado como insumo para el análisis en sustitución de la realidad contaminando cualquier intento serio de diagnosticar una situación.

            Varias veces hemos explorado estos temas en esta columna porque continúa siendo una práctica recurrente por parte de los bandos enfrentados en la lucha política venezolana.

            Falsificar la realidad es hoy un recurso propagandístico muy usado en Venezuela con el doble propósito de mantener convencidas a las fuerzas propias y promover la ruptura en las del adversario.

            Haciendo abstracción de consideraciones de tipo moral podemos decir que es un uso de la propaganda que ha probado su utilidad a lo largo de la historia.

            Lo que sí con casi total certeza se puede garantizar son los desastrosos resultados de ver lo que conviene y no lo que es la realidad a la hora de formular tácticas y estrategias.- @humbertotweets

jueves, 8 de agosto de 2024

FANB chavista se compromete con Maduro y su fraude electoral

            Hace dos semanas en esta columna de La Razón planteamos la tesis que dada la dificultad para conocer lo que ocurre dentro de las Fuerzas Armadas chavistas su comportamiento orgánico e individual el día 28 de julio nos daría pistas concretas sobre lo que se podría esperar de ella en esta coyuntura y en la etapa que sigue.

            Nuestro planteamiento se basaba en dos premisas que siempre hemos defendido por muchos años a la hora de analizar la situación de Venezuela. La primera es que bajo el régimen chavista jamás han existido ni existirán elecciones limpias. Las elecciones en Venezuela han quedado reducidas a un ejercicio de fraude continuado y sistemático para dar cierta legitimidad al régimen chavista.

            La segunda premisa es que la degradación de las Fuerzas Armadas a un mero brazo armado al servicio de la oligarquía gobernante pulveriza cualquier intento democrático o institucional para buscar el cambio político y solo deja abiertas vías de hecho, muy posiblemente violentas, bien sean estas de orden interno o internacional.

            Sin embargo no se podía pretender que con el enunciado de estas dos premisas la realidad quedaría agotada. Era preciso agregar otros elementos al análisis para tratar de entender cuál exactamente podría ser el rol decisivo del componente armado en el sostenimiento o la caída del régimen chavista.

            Entonces, coincidiendo con otros analistas y observadores, señalamos que no se podía ignorar tanto la corrupción generalizada en las FANB chavistas como el estado de depauperación material de los oficiales y la gran mayoría de los soldados que junto a sus familias sufren los rigores de sobrevivir en un país cuyo sistema social y productivo ha sido destruido por el chavismo.

            En otras palabras, era necesario asignarle un peso específico en el análisis al papel que podría jugar la situación de deterioro de la vida de los militares que en promedio no ganan más de 9 dólares al mes y sus generales algo más que miserables 40 dólares. En teoría, una tropa y una oficialidad pasando hambre sería el caldo de cultivo perfecto para fermentar oportunidades de rebelión.

            Sin embargo, este factor tampoco podría explicar toda la realidad que se vive dentro de esa FANB si no se incorpora el hecho público y notorio que el aparato policial y represivo del régimen chavista también reserva importantes recursos y energías para vigilar y someter a sus propios efectivos militares y policiales. Sin duda, un clima donde todos son tratados como sospechosos bajo un sistema donde todos vigilan a todos es muy difícil potenciar el clima de conflictividad mediante una coordinación que adquiera el rango de una rebelión viable y exitosa.

            La combinación de todos estos factores bajo las dos premisas ya antes explicadas es lo que nos presenta como resultado el comportamiento individual y orgánico de las FANB chavistas el 28 de julio y durante los días siguientes. Los hechos han permitido constatar que si bien la gran mayoría de los venezolanos votaron por Edmundo Gonzalez eso no significó absolutamente nada para las Fuerzas Armadas quienes en la voz de Padrino López siempre aseguraron que respetarían la decisión legal del CNE chavista. Peligrosa y delicada sutileza que descartaba de hecho lo opuesto, esto es respetar la voluntad de los electores.

            También se ha podido verificar, por lo menos hasta ahora, que si bien es cierto que existe gran malestar e insatisfacción entre los militares de bajo rango por las pésimas condiciones socioeconómicas que sufren, este descontento no es suficiente por sí solo para provocar una rebelión. La falta de un liderazgo que agrupe y coordine el rechazo al régimen en el sector  militar es evidente y tiene un peso importante que no se puede ignorar. La ausencia de opciones viables para cambiar esta situación dentro de las FANB es lo que en buena medida explica los altísimos niveles de deserción que se ven estos días. La mejor evidencia es que para poder operar el Plan República a escala nacional el Ministerio de la Defensa tuvo que acudir a las policías regionales y las milicias chavistas dándoles uniformes y credenciales.

            Estamos frente a unas Fuerzas Armadas que a pesar de su deterioro interno sigue actuando como el único componente que sostiene al régimen chavista mediante la violencia y la represión. Esta es una situación que muy probablemente no cambiará en el futuro inmediato.- @humbertotweets

lunes, 5 de agosto de 2024

¿Cómo se cobra en tiranía?

            Bien temprano en la campaña electoral que culminó con el fraude del 28 de julio María Corina Machado acuño dos frases que vencieron el escepticismo de millones de venezolanos renuentes a votar bajo la tiranía chavista, otra vez. Machado aseguraba con certeza y vehemencia que esta vez “ganamos y cobramos” y vamos “...hasta el final”.

            Esas frases fueron un intento serio para disipar las dudas de quienes habían votado decenas de veces para toparse con que el sistema electoral chavista torcía el voto y siempre ponía a ganar al candidato del régimen.

            Las frases también revelan que María Corina Machado siempre estuvo consciente de que para arrebatarle el poder al chavismo los votos no son suficientes. En cualquier régimen político democrático es innecesario hablar de ganar y cobrar porque se sobreentiende que todo aquel que gana cobra sin mayores problemas y es reconocido por el que pierde.

            Ciertamente, ese no es el caso del régimen chavista cuyos voceros han prometido que jamás entregarán el poder, ni por las buenas ni por las malas. En esta constatación es que siempre hemos basado nuestro rechazo a votar sin condiciones ni garantías. No pocos han caído en la ingenuidad de asegurar que una avalancha de votos en contra de Nicolás Maduro habría sido suficiente para que el chavismo entregara el poder.

            Una vez llegado el 28 de julio se ha podido comprobar que el chavismo no entrega el poder civilmente, por las buenas, sino que además ha escogido la peor forma, la más grotesca, para hacerlo.

            El problema que se plantea para resolver la actual crisis política es que no existen en Venezuela instituciones que puedan tramitar y resolver conforme a derecho y justicia las denuncias de fraude electoral. Habría que acudir al CNE o al TSJ ambos de indudable filiación chavista y esperar con toda certeza una decisión favorable al régimen y justificando el fraude.

            Hay quienes proponen presentar toda la documentación del fraude ante instancias internacionales y países para dejar en evidencia al régimen. Esto tendría un alcance limitado, casi simbólico que no iría más lejos que unas condenas diplomáticas y en el mejor de los casos alguna suerte de embargo comercial con el cual el régimen ya ha demostrado que puede lidiar.

            Las formas de ganar y cobrar, dentro de la camisa de fuerza legal que el chavismo le impone a la oposición, son muy limitadas, casi inexistentes. Mientras tanto el tiempo va pasando con el riesgo de que la protesta se ahogue por la superioridad militar que tiene el régimen.

En realidad, la única forma de cobrar en tiranía son vías de hecho que desafíen en forma abierta la pseudo legalidad en este caso del régimen chavista. Una rebelión cívico militar con un plan insurreccional es la única forma de cobrar en las actuales condiciones.

Dicho esto también diremos que no estamos de acuerdo con protestas espontáneas e improvisadas alentadas por el mito de un pueblo que tumba gobiernos.  Turbas y barricadas no tumban gobiernos. Civiles y militares coordinados sí, como históricamente se ha demostrado.

La actual dirigencia opositora y la propia María Corina Machado se debaten en este momento entre la tesis de insistir en todos los medios pacíficos para que el chavismo entre en razón y entregue el poder. O caer en la tentación del espontaneismo, el voluntarismo y la improvisación. Ambos extremos, peligrosos e inconvenientes, podrían ser corregidos con la conformación de una dirección política que tenga la claridad de orientar la lucha en esta coyuntura. A esta dirección le correspondería la tarea de agotar todos los esfuerzos para completar el factor militar indispensable en la ecuación que permita cambiar la correlación de fuerzas. Este factor no se podría completar plenamente sin una participación cualitativa y cuantitativa significativa de componentes militares de la actual FANB. Se trata de una dinámica muy difícil y compleja por la imposibilidad material que hoy existe para comunicarse con militares activos.

El punto central de esta tesis es que sin una rebelión cívico militar es prácticamente imposible cobrar un triunfo electoral en tiranía. Y con el chavismo menos.- @humbertotweets