domingo, 25 de octubre de 2020

Hay que destruir la falsa oposición de los Capriles, López y Guaidó

Este era un tema tabú más o menos hasta el 2013. Pero con el paso del tiempo lo que desde 1999 era una sospecha hoy, en 2020, es una inocultable certeza: La oposición venezolana representada por los partidos políticos ha sido y es colaboracionista del régimen chavista.

Muy temprano se dió cuenta Hugo Chávez que estaba tratando con políticos que querían exactamente lo mismo que el: Dinero. En eso el chavismo y la falsa oposición han coincido en estos veinte años y han hecho de la política un formidable negocio.

Ya casi nadie se acuerda que esta oposición política es la misma que en algún momento nos vendió la tesis de apoyar nada más y nada menos que a Francisco Arias Cárdenas para oponerlo a Chávez. Se pensaba como una jugada estelar para dividir al chavismo. Estelar fue la maniobra de Chávez que comenzaba a probar el globo de ensayo de imponer su candidato a sus propios “opositores.”

Hugo Chávez entendió que con el uso del poder que le daba el estado podía no solo influir sino prácticamente decidir los movimientos y los candidatos de la oposición. En su momento Chávez decidió por ejemplo que el gobernador de Miranda sería Henrique Capriles. También resolvió que María Corina Machado no podría ser diputada. Impuso como candidato a la Alcaldía de Libertador a Antonio Ledezma contra Leopoldo López.

Han sido sucesivas maniobras que el chavismo ha ido perfeccionando hasta convertirlas casi en un arte que involucra inhabilitaciones, entregas directas de dinero e inmunidades y prebendas a los jefes de la oposición.

Pero el caso de Capriles Radonski ha sido quizás el más emblemático. Desde los inicios de su vergonzosa carrera política Capriles ha sido uno de los peones del chavismo plantado en el seno de la falsa oposición. El viciado sistema electoral chavista le entregó a Capriles la alcaldía de Baruta, la gobernación de Miranda e hizo de él dos veces el candidato  presidencial de la oposición.

En cada elección, pero sobre todo en las dos presidenciales, Capriles y la falsa oposición fueron claves para reconocer el régimen político y electoral del estado chavista. El Capriles que hoy llama a negociar sin vergüenza con el régimen chavista y que pide suspender las sanciones financieras en Washington contra Boliburgueses y Bolichicos es el mismo Capriles que en dos oportunidades traicionó, se rindió y le entregó -¿vendió?- las elecciones al chavismo (2012 y 2013). La única diferencia es que ahora, con el paso del tiempo, todo se ve más claro. Además el propio  Capriles ahora se ha quitado la careta y públicamente se asume a sí mismo tal como es: Un mercenario de la política al servicio del chavismo.

Pero no es solo Capriles. Todos son iguales. Leopoldo López, Juan Guaidó, Julio Borges, Henri Falcón, Manuel Rosales, Ramos Allup, y la nueva cepa de jóvenes parásitos que desde Voluntad Popular y Primero Justicia ya comienzan a superar a sus mentores. Al igual que  Capriles todos quieren lo mismo: Ponerle la mano al estado chavista para robar a sus anchas y mientras lo logran hacer de la “oposición” un lucrativo negocio que les paga por un estilo de vida ostentoso con dineros recibidos del propio régimen chavista, de la ayuda humanitaria y de los activos de Venezuela en el exterior.

El que los venezolanos y algunos países reconozcan a ese lumpen político como “la oposición” es lo que les ha facilitado a estos mercenarios de la política hacer negocios hasta con el chavismo en nombre del pueblo que dicen representar. Se trata de un círculo vicioso de elecciones, negociaciones y reciclaje de promesas para volver con el mismo ciclo otra vez: elecciones, negociaciones, etc. Cambian los rostros del chavismo y los de la falsa oposición pero el circulo vicioso se mantiene intacto, cada vez sacando del sombrero del mago una nueva falsa esperanza para estafar a la gente y hacerle creer que ahora sí...en eso se nos han ido 20 años, miles de asesinados, y un ex país que naufraga a la deriva en el mar Caribe.

Para liquidar al chavismo primero hay que destruir a la falsa oposición que es su sostén. Para los venezolanos es un tema vital y existencial. Hay que hacerlo o rendirnos y aceptar que no habrá más Venezuela.- @humbertotweets

 

 

 

  

domingo, 18 de octubre de 2020

¿Por qué Juan Guaidó no apoya a Donald Trump?

Lo que había sido un pequeño entramado para la corrupción, viviendo de las concesiones otorgadas por el régimen chavista, se transformó en una inmensa agencia de lobby político y financiero a partir de enero de 2020. La influencia del llamado gobierno interino cambió desde el minuto en que Donald Trump le levantó la mano a Juan Guaidó y lo presentó el día del Estado de la Unión. 

De ser un aventurero de la política, como su ventrílocuo Leopoldo López, sin criterio político y con ansias de figurar pasó a ser percibido por la llamada comunidad internacional como el legítimo vocero de Venezuela. Este reconocimiento les facilita a los operadores del interinato, fieles cuentadantes de la familia López, ilimitado acceso a los dineros de la ayuda humanitaria donada por varios países y a los codiciados activos de Venezuela en el exterior cuyo control es disputado a los no menos corruptos del régimen chavista.

Levantarle la mano a Juan Guaidó confirma el pragmatismo de la política exterior norteamericana en la búsqueda de las vías expeditas para salir del régimen chavista en Venezuela. Lamentablemente toda la información y los análisis presentados al presidente Donald Trump sobre Venezuela han sido contaminados desde su origen.

Los funcionarios norteamericanos encargados de informarse y tratar de entender la situación de Venezuela se conformaron con conversaciones de pasillo sostenidas con gente vinculada a Voluntad Popular donde se distorsionaba la realidad y se creaban expectativas de un levantamiento militar de elementos chavistas con un supuesto apoyo popular. Este tipo de ligereza llevó a errores de juicio y criterio como la aventura del 30 de abril de 2019.

Tesis como la presentada por Mike Pompeo de proponer un gobierno de transición a seis meses luego de una hipotética remoción de Nicolás Maduro del poder sólo parecen ser calcadas de los memorándum internos de Voluntad Popular. El uso de palabras y cronogramas idénticos no puede ser casual.

Los funcionarios designados por Trump para atender el tema Venezuela no han hecho debidamente su tarea. Empezando por Bolton, pasando por Pompeo, Abrams, Kozak hasta Story se han limitado a repetir las fórmulas fracasadas que salen de las salas del interinato y Voluntad Popular siempre empujando la tesis de negociación y elecciones. Habrían logrado mucho más en menos tiempo de haber empleado sus habilidades e inteligencias investigando y constatando que la oposición que ellos alientan no es más que el otro socio corrupto del régimen chavista.

Es posible que Trump ya haya llegado a esa conclusión antes que sus funcionarios y por eso haya marcado distancia con Juan Guaidó en una de sus visitas al Comando Sur en Miami. Sin embargo, diversas instancias de la administración Trump siguen reconociendo a Guaidó atendiendo las señales que envía el departamento de estado.

También varios voceros del estado norteamericano como el propio jefe del Comando Sur Craig Faller han dicho que Estados Unidos está preparado para apoyar militarmente al interinato de Guaidó. Por supuesto el tema de la intervención militar internacional en Venezuela liderada por los EEUU es convenientemente silenciado por el interinato de Guaidó, quizás por temor a que Estados Unidos acepte la solicitud.

Todo esto ocurre a dos semanas de  las elecciones presidenciales en USA y con muy poca o ninguna expectativa de que el gobierno de Trump haga cambios en su política frente a Venezuela.  Trabajando con el triunfo de Trump como la hipótesis más probable se puede anticipar un cambio en su política exterior dirigida a Venezuela. Es previsible un endurecimiento de las sanciones contra el régimen chavista y algunas acciones militares “quirúrgicas” para neutralizar operadores vinculados al narcotráfico con los inevitables reacomodos dentro del estado chavista que esto podría traer.

También es muy probable que Trump presente nuevas caras que asuman esa política y además busque sincerar las relaciones con el interinato de la falsa oposición en esta nueva etapa que comienza en Enero de 2021. La inevitabilidad de esos cambios es lo único que podría explicar por qué hoy Guaidó le saca el cuerpo a Trump y su grupo ahora esta embarcado en una campaña frenética y desesperada para ayudar precisamente al candidato que no sólo no apoya una intervención militar en Venezuela sino que restablecería inmediatamente relaciones con el régimen chavista, el demócrata Joe Biden.- @humbertotweets

 

 

 

 

domingo, 11 de octubre de 2020

Interinato de Guaidó se hunde en mentiras y corrupción

            Como todas las ilusiones que ha fabricado la falsa oposición en dos décadas de chavismo, lo del llamado gobierno interino no es más que otra ilusión para legitimar la estafa política contra los venezolanos. El fraude consiste en presentarse como alternativa política frente al chavismo cuando en realidad son el indispensable eje sostenedor y colaboracionista del régimen. Hacerle creer a la gente que se lucha contra el chavismo mientras se negocia con él ha probado ser un negocio lucrativo para esta falsa oposición.

Cada vez que los venezolanos han tomado las calles para iniciar la lucha insurreccional siempre se han encontrado de frente con una falsa oposición siempre lista para claudicar al régimen y liquidar la protesta en unas elecciones convenientemente arregladas. Esta ha sido la historia en estos veinte años de chavismo donde el círculo elecciones-negociaciones ha sido no solo vicioso sino destructivo para el país.

A esto hay que agregar el negocio redondo de usufructuar beneficios y prebendas asignadas por el régimen chavista para asegurarse una “oposición” amaestrada en la práctica de obedecer ciegamente la constitución de 1999. La primera etapa del chavismo y hasta el comienzo de la presidencia de Maduro hubo abundantes recursos de PDVSA para poner a estos opositores en la nómina del gobierno.

Pero en los dos últimos años la falsa oposición ha descubierto un negocio mucho más próspero que las mesadas asignadas por Chávez. Reciclando las mismas ilusiones de estos veinte años, ahora la falsa oposición se ha montado sobre esa ficción política y jurídica llamada el gobierno interino de Juan Guaidó. Al principio lo llamaron encargado, interino, transitorio. La verdad no importa. Lo que aquí vale es que con el reconocimiento de varios países esta entelequia política y legal se ha transformado en una realidad financiera inocultable.

La promesa inicial de este llamado gobierno interino fue supuestamente luchar por el cese de la usurpación. Pero al cabo de casi dos años no sólo no ha hecho nada sino que igualmente nada se ha logrado. Maduro sigue en el poder y la situación para Venezuela ahora luce igual o peor que hace dos años.

Lo que no quedó igual fueron dos bolsillos de los operadores del interinato quienes en lugar de luchar para sacar al chavismo del poder, tal como habían prometido, se han dedicado a saquear los activos de venezuela en el exterior y disponer de las donaciones de países para la ayuda humanitaria.

El limbo jurídico en el cual se esconde el interinato le permite escudarse y excusarse de rendir cuentas en Venezuela y en cualquier otro país. Se trata de un gobierno extraño que no ejerce poder soberano en un metro de territorio, que no produce actos de estado que no gobierna pero que curiosamente ocupa su tiempo en darles cargos y contratos a chavistas y bolichitos.

La corrupción y las mentiras crecen como la hierba en el interinato de Juan Guaidó. A las denuncias emblemáticas de corrupción en Monómeros, CITGO y PDVSA ad hoc se suman pequeñas raterías y actos de extorsión de funcionarios de bajo rango. El cobro de comisiones, la malversación de dineros y la apropiación indebida se han hecho tan comunes en el interinato de Guaidó que es muy difícil encontrar alguien en su nómina o en su entorno que no se esté beneficiando.

La respuesta del interinato frente a las denuncias es el silencio. Y la defensa articulada por los operadores de la falsa oposición ha sido justificar la corrupción interina argumentando que los chavistas “han robado más.” Así entre robos, saqueos y mentiras, se hunde el mal llamado gobierno interino de Juan Guaidó. Y con él se disipan las vanas ilusiones, quizás las últimas, de que algún día será posible salir del régimen chavista sin antes ajustar cuentas y liquidar a su falsa oposición colaboracionista.- @humbertotweets

 

 

 

 

domingo, 4 de octubre de 2020

La “oposición venezolana” es un mito

            Desde 1999 hay un grupo de partidos y dirigentes que atribuyen la representación de la oposición en Venezuela. Por esta denominación se había entendido como todos aquellos quienes se oponían al régimen, entonces naciente, de Hugo Chávez. Al principio era muy difícil establecer distinciones entre a quien realmente se oponía esta llamada “oposición” y las formas para hacerlo.

Este periodo de confusión hizo suyas ideas fabricadas por el chavismo tales como “dentro de la constitución todo, fuera de la constitución nada” en referencia a la claridad que siempre tuvo la narco tiranía para someter a sus opositores al cumplimiento de un régimen político que, aunque fabricado a su medida, ofrecía la apariencia de “fiesta democrática.”

Esta forma de hacerle oposición al régimen chavista, respetando rigurosamente sus reglas, es lo que degenero en el círculo vicioso de elecciones-negociaciones a lo largo de estos veinte años. La política de Juan Guaidó y su grupo de negociar unas “condiciones mínimas para unas elecciones libres” es tributaria de los primeros días del colaboracionismo más abyecto que aún sigue buscando salidas dentro del sistema de la constitución chavista de 1999.

En medio de la desesperación y la confusión los venezolanos le dieron crédito a las convocatorias de esta llamada “oposición.” Cuando se les pidió votar lo hicieron, muchas veces, en forma masiva creyendo que así ocurriría un cambio político para luego ver con frustración a los dirigentes “opositores” entregando esas victorias electorales al chavismo sin hacer el menor intento de defender la decisión de quienes decían representar.

Cuando a los venezolanos se les pidió salir a la calle también lo hicieron por millones pensando que eso se transformaría en la insurrección civil y militar que derrocaría a la narcotiranía, solo para ver con indignación como en las mesas de negociación se ponían de acuerdo régimen y opositores para liquidar las protestas. Miles de venezolanos fueron asesinados por esa supuesta política de “oposición.”

El desengaño con unos políticos que han prostituido el término “oposición” para transformarlo en una lucrativa forma de vida, llevó a muchos venezolanos indignados a marcar distancia con la etiqueta y en su lugar tratar de definirse como “resistencia”. Otros tantos más insisten en recuperar la esencia del concepto y han optado por diferenciarse y denunciar a los colaboracionistas del régimen chavista como pseudo oposición o falsa oposición.

Desde el exterior, en el limbo de la llamada comunidad internacional, es aún más difícil apreciar la pérfida naturaleza de la traición y para simplificar una compleja crisis que pueda calzar en un párrafo corto se asume que en Venezuela hay “una oposición” y esta es representada por todos los partidos que dicen oponerse al régimen chavista. En esa maña de conveniente pereza intelectual no se repara que estos partidos sean efectivamente sostenedores del régimen chavista ni que sus dueños se hayan lucrado de concesiones y contratos otorgados por el chavismo.

Con este prontuario podemos afirmar en forma categórica que no hay tal oposición al chavismo en Venezuela. Lo que hay es un grupo de vividores de la política que se abrogan esa representación, sustentada por cierto de la legalidad que el chavismo les concede. Ese tipo particular de “oposición” es una falsificación de la realidad que pretende ser sustantivada para seguir engañando y estafando políticamente a la gente.

Esa “oposición” que jura lealtad eterna a la constitución chavista de 1999 no es más que una apariencia de oposición. Es un mito oscurantista que confunde y de no ser destruido será instrumental para asegurar otros veinte años de chavismo en el poder. Lo que hay en la realidad es una falsa oposición que desde la Asamblea Nacional y el hamponato interino que dirige Juan Guaidó y sus partidos sólo pretende un simple cambio de gobierno, pero dejando intacto el régimen político del estado chavista con sus mafias políticas, financieras y militares. La liquidación del estado chavista nos plantea como pre-condición impostergable triturar la falsa oposición con sus apariencias engañosas y sus ilusiones electorales.- @humbertotweets