Aún están frescas en la memoria de actores políticos y analistas el desarrollo de las negociaciones gobierno-oposición en el 2014.
Este proceso coincidió con lo que ha sido hasta ahora un patrón inalterable en la conducta del régimen: Cada vez que afronta una crisis política la aborta diluyendo en mesas de diálogo y negociaciones que nunca concretan nada.
Bueno, no concretan nada para la sociedad que espera ansiosa cambios y avances.
Para el régimen estas tramas siempre producen dividendos.
En forma muy acertada el Secretario General de la OEA puntualizó los logros que obtuvo el gobierno en el 2014:
- Consolidar el status quo e impedir el cambio político;
- Desmovilizar a la oposición; y
- Levantar la presión internacional sobre Venezuela
Una vez más estamos frente a la misma escena, con los mismos actores y con una trama más o menos similar.
El régimen está acosado por la presión interna y externa para que cumpla con sus propias leyes y el estado de derecho.
Esto define obligaciones muy específicas como darle curso al Referéndum Revocatorio y la liberación de todos los presos políticos.
El problema es que el régimen entiende que una vez que abra las puertas para que el soberano se exprese ese cauce no tiene vía de regreso.
En gobierno sabe perfectamente que permitir lo que pide la comunidad internacional y lo que exige el pueblo en Venezuela equivale a renunciar al poder.
Por eso, una vez más, el régimen apela al socorrido recurso del diálogo y la negociación.
Esta edición más burda que la anterior, con unos negociadores que no ocultan su intención de favorecer a gobierno hasta para escoger el tipo de silla donde se sentaran.
Esta parcialidad de Rodríguez Zapatero y los otros ex presidentes ha generado una total desconfianza en la gestión mediadora lo cual abre la posibilidad que la comisión se amplíe con participación de otros factores menos cuestionados como países miembros de la OEA y el Vaticano.
El empastelamiento que quiso orquestar el gobierno para promover un diálogo que concluya en la nada ahora se revierte en su contra.
Hoy hay muchos más ojos en el mundo siguiendo con atención lo que pasa en Venezuela.
También hay una total desconfianza a la palabra del régimen venezolano por su manía consuetudinaria de mentir a todo trance y en todo terreno para manipular.
Esta vez pareciera que las lecciones de los diálogos y las negociaciones de 2014 han servido para mantener un estado de alerta ante las maniobras del régimen venezolano.
A pesar del resquebrajamiento de su posición política externa e interna el régimen sigue apostando a abortar salidas a la crisis politica con un dialogo que asi como esta planteado no llegara a nada.
Al menos no por ahora.
El fracaso del diálogo es el escenario más probable y con este la agudización de la crisis política ante la decisión, ya casi tomada por el régimen, de diferir el Revocatorio para el 2017.
Esto no es del todo malo.
Esto vendrá con graves consecuencias para el régimen cuya posición será más frágil aún y cuyo margen de negociación a partir de ese punto será cada vez menor.
Este será el momento de quiebre cuando el régimen decida romper definitivamente con la OEA y con sus obligaciones jurídicas internacionales como estado.
Esta situación crearía las condiciones para el desarrollo de una grave crisis política en Venezuela con una dinámica que, por la vía de la fuerza, obligue al régimen a negociar en serio para tratar de salvar a algunos de sus más preciados operadores.
Solo presionado por circunstancias inevitables es que el gobierno se verá precisado a abrazar el diálogo y la negociación con una actitud honesta y sincera.
Solo por necesidad.
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