Para el régimen la palabra Revocatorio es como invocar la visita de una legión de espantos a la casa.
Está claro que el gobierno no quiere hacer el Revocatorio, bajo ninguna circunstancia.
Al menos, no este año.
Pero, ¿Por qué?
Es lógico. Casi elemental para cierto tipo de lógica.
Aceptarlo implica ceder, casi en forma inmediata, el poder a la oposición.
Sin negociación y a calzón quitao. Sin vaselina.
No es la hipócrita invocación de amor a la revolución bolivariana que tanto proclama el régimen lo que los mueve.
Es miedo, puro miedo.
Miedo a ir la cárcel por la fechorías, desfalcos y abusos cometidos.
Miedo a las represalias de la oposición y de miles de venezolanos víctimas de abusos, torturas y linchamientos durante este régimen.
Miedo a que el revanchismo llegue incluso a tocar sus familias.
Si no hay una negociación y un compromiso con garantes confiables no habrá quien le ponga freno al cobro de esos talonarios de factura. Y son muchas.
Frenar, impedir, suspender el Revocatorio, lo que sea, tiene una lógica en el cerebro de los operadores del régimen: Salvar el pellejo.
Y esto es literal, no es una metáfora.
Después de todo, como dijo el líder sindical de AD Manuel Peñalver, por allá en los años 80, es que “no somos suizos…”
El miedo es legítimo.
Ellos saben lo que hicieron y saben que si hay un cambio de gobierno la justicia, bien sea la de los tribunales o la de la calle, será muy severa e implacable.
Liquidar el Revocatorio no es tan sólo un acto reflejo para mantener el poder, cada dia mas debil y fracturado.
Es la única y la última carta que le queda a los operadores del régimen para obligar a la oposición a negociar la salvación de algunos de sus más conspicuos representantes.
El dilema para el régimen no podría ser más dramático: Liquida el Referéndum o está físicamente liquidado.
Y esto justifica todo.
Para los operadores del chavismo oficialista es cuestión de vida o muerte.
No es para menos.
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