miércoles, 30 de mayo de 2018

Las presiones funcionan


Entre los fracasos de la oposición oficialista y la arremetida represiva del régimen contra la población civil, es fácil caer en la tentación de la desesperanza. Ambas situaciones son usadas por algunos para alimentar un sentimiento de inevitabilidad y derrota en los sectores que luchan contra la tiranía. Se trata de los mismos falsos opositores que con razonamientos falaces alientan la vía electoral, descalifican la rebelión militar y niegan la intervención internacional en Venezuela para detener esta tragedia.
Pero la realidad casi siempre es necia y más sabia que los políticos. Ella termina alumbrando el camino en medio de la noche más oscura. Es el balance que nos queda de una sucesión de eventos que, contra todos los pronósticos, terminó con la liberación incondicional del norteamericano Joshua Holt, detenido por más de dos años en el SEBIN, acusado nada más y nada menos que de espionaje.
La valiente, heroica y oportuna toma de la sede del SEBIN por parte de los presos políticos marcó el énfasis del momento político en lo fundamental: Venezuela es una tiranía y hay presos por razones políticas. Todo lo cual puso en justa perspectiva la estafa electoral de Nicolás Maduro. Esto, combinado con la presión inalterable de los EEUU sobre el régimen vía sanciones políticas y financieras, creó las condiciones óptimas para la liberación del rehén  norteamericano. Hay que tomar en cuenta que tan solo 48 horas antes, Diosdado Cabello y otros voceros del oficialismo negaban expresamente la posibilidad de liberar a Holt.
Esta combinación de eventos fortuitos, lamentable, no fue concertada. De haberlo sido, habría podido terminar con la liberación de los demás presos políticos, civiles y militares, en una acción mucho más logística y menos diplomática.
Pero lo que hay que recuperar de este episodio es que las presiones funcionan. La presión interna ejercida por los presos políticos y sus familiares, sumada a la presión externa de los EEUU, condujo a la liberación de Holt. Sin duda.
Frente a la retórica derrotista se impone un abordaje más estratégico del momento político que vive Venezuela. En esta perspectiva, la intervención internacional, la rebelión militar interna y la insurrección civil no se pueden descartar como salidas a la crisis. Son dinámicas que, de ser correctamente concertadas, podrían igualmente acabar con el régimen y conducir a la necesaria ruptura. Las presiones funcionan, pero funcionarían mucho mejor si son coordinadas.  @humbertotweets

domingo, 27 de mayo de 2018

El diablo y su abogado


En la política y el derecho, la muy popular expresión “abogado del diablo” se usa con dos significaciones: primero, para identificar a una persona que defiende una tesis en la que no cree; y segundo, al examinar las debilidades y fortalezas del argumento de la contraparte.
Pero este recurso se ha convertido en una forma frecuente de enmascarar el relativismo, sobre todo en la política, donde el abogado del diablo puede asumir con desenfado dos posturas contradictorias y presentarse como el mediador ideal, el que representa ambas posiciones.
Este es el papel que, desde un principio, el régimen chavista le asignó a José Luis Rodríguez Zapatero cuando lo metió en su nómina de empleados del servicio exterior. Con una retórica vacía, pero fluida (diálogo de civilizaciones), y el encanto de un estafador nato, Rodríguez Zapatero se convirtió en el diligente abogado del diabólico régimen chavista, al tiempo que se presentaba en círculos de la MUD como amigo de la causa opositora con guiño de ojo y todo.
Su trabajo fue efectivo y eficiente. Entre llamadas telefónicas y conciliábulos, embaucó a veteranos y noveles dirigentes de la MUD para ponerlos a trabajar al servicio de la agenda del régimen. Entre una negociación y otra destruyó la poca credibilidad que le quedaba a la MUD, al llevarla a complacer al régimen y luego contradecir sus propias tesis.
Pero su trabajo aún no ha terminado. Hoy intenta justificar la estafa electoral del domingo pasado como un resultado “inapelable”, aunque la evidencia lo desmienta. A pesar de que hoy su credibilidad vale cero, el daño que Rodríguez Zapatero le ha hecho a millones de venezolanos está latente. La suerte del perverso abogado del diablo está indisolublemente ligada a la de su siniestro cliente.  @humbertotweets

miércoles, 23 de mayo de 2018

El último fraude


Lo del 20 de mayo no es sino la culminación de un proceso de fraude electoral continuado que comenzó en 1999. Desde un principio el chavismo puso toda la estructura del estado venezolano a su servicio. La fuerza armada, el órgano electoral, los jueces todo lo que pudiese significar un contrapeso de poderes quedaba sujeto al plan chavista de perpetuarse en el poder.
Esta aberración no fue debidamente denunciada y combatida por la falsa oposición. Por el contrario esta oposición decidió aparearse con el régimen y sus condiciones electorales leoninas con la ilusión de un cambio democrático y electoral. Fue la misma ilusión que le vendieron al pueblo por diecinueve años ayudando de esta forma la agenda del régimen.
Hasta que la gente se canso. Pero quizás más que el cansancio de votar sin lograr nada fue la evidencia incontrovertida que, tal como se venía denunciando desde 1999, sin el fraude electoral no habría sido posible que el chavismo se mantuviera en el poder durante casi dos décadas, con un país y una economía destruidos.
Aunque Henri Falcón y la falsa oposición se logren reunir en el futuro cercano en torno a la desgastada consigna de la vía electoral para salir de la tiranía, el régimen ya sabe que ha quedado en evidencia. Ante los ojos de los venezolanos y el mundo el gobierno de Maduro solo habría logrado apenas un millón de votos en una elección que no será reconocida por nadie.
Es posible que aceptar esta realidad lleve al gobierno a prescindir en forma definitiva de la farsa democrática para aprobar en su Constituyente un sistema más apropiado para un gobierno en minoría como el de una elección de segundo grado a través de delegados.
Millones de venezolanos ahora están conscientes que el régimen es una minoría que sigue en el poder hasta que los militares lo sostengan o hasta que una intervención militar internacional lo expulse. En cualquier caso, no será una salida electoral y menos aún negociada la que los saque del poder.
La del 20 de mayo no solo luce como la última elección, sino quizás como el último fraude que pueda perpetrar el régimen antes de su caída definitiva.-

domingo, 20 de mayo de 2018

Rehacer la República


Es cierto que aún no resulta claro cómo será el final de esta historia. Un levantamiento militar interno, insurrección popular en las calles, o intervención militar internacional. Lo que sí está claro es que el tiempo para salidas “democráticas” y negociadas con la dictadura venezolana ya pasó.
Un régimen cuyos funcionarios tienen manchadas sus manos de sangre no es uno que saldrá luego de ningún diálogo. Hoy se ve con mejor claridad que la estrategia que usó Chávez y siguió Maduro fue la de la negociación para ganar tiempo y entrampar a una oposición débil y pusilánime. 
Mientras los partidos opositores le vendían esperanzas electorales a la gente el régimen aprovechaba para atornillarse sin ningún tipo de contrapeso. Esto acabó con el estado venezolano como institución y con la república misma cuyas fundaciones han sido demolidas por la barbarie chavista.
No es fácil para ningún venezolano verse obligado a pedir ayuda militar extranjera para expulsar al chavismo del poder. Pero el agotamiento de todas las formas democráticas institucionales no deja lugar para más.
La sociedad venezolana no puede confiar en una fuerza armada cuyas armas no están al servicio de la república sino para linchar a la población civil. Los jueces actúan como verdugos al servicio del régimen. El caos social y el colapso de la economía han agotado la resistencia física de un pueblo sofocado por hambre y enfermedades.
Una vez liquidado este régimen por vías de fuerza no quedará más que rehacer la república, esta vez tendrá que ser sobre bases sólidas bases de separación absoluta de poderes y de igualdad de todos ante la ley. Solo así podremos evitar repetir este infierno que comenzó en 1999.-

miércoles, 16 de mayo de 2018

¿Votar? Entre el malo y el peor...


A los politiqueros les encanta emboscar a la gente con pésimas opciones. Primero, hacen del voto un fetiche sacrosanto, el cual habría que venerar a todo trance, incluso al precio de sacrificar la idea de democracia. ¡Votar, votar y votar! No importa que en el fondo no se  pueda elegir democráticamente, porque lo importante es el rito mismo de votar.
Luego, se le presenta a la gente opciones que generan más o menos el mismo rechazo o indiferencia. Pero ante la suspicacia del elector por la pobreza de los candidatos, los politiqueros advierten: ¡“Hay que votar”! No importa que todas las opciones representen los mismos intereses. Entonces, someten a los ciudadanos ante a un falso dilema: hacer lo que se supone políticamente correcto, votar; en lugar de lo moralmente necesario, abstenerse.
Nadie pone en duda que en Venezuela el 20 de mayo habrá otra estafa electoral. El gobierno anunciará unos resultados y le adjudicará un presunto e incomprobable triunfo a Nicolás Maduro. Para esta farsa se ha prestado, torpe y obedientemente, Henri Falcón.
El diseño de la trama requería de dos opciones, aparentemente contradictorias, para fabricarle entusiasmo a la “fiesta democrática chavista”. Pero ese diseño tiene una falla de origen. Los electores que vienen pacientemente apostando por una salida democrática desde hace diecinueve años, saben perfectamente que no hay opción real porque ambos candidatos representan básicamente el sostenimiento del estado chavista con su corrupción y violencia.
Al final da igual votar por uno o por otro. No hay opción real. Votar por Maduro o votar por Falcón es escoger entre el malo y el peor. Da igual quién es quién porque ambos son intercambiables.  @humbertotweets

domingo, 13 de mayo de 2018

Abstenerse es votar contra Maduro, Falcón y la MUD


Algunos intelectuales y operadores desde una supuesta posición opositora solo impulsan la agenda política del régimen. Con un discurso plagado de falacias y medias verdades tratan de argumentar en favor de la supuesta eficacia de la salida electoral.
Los argumentos lucen más como retazos de tela que van pegando en una colcha para arroparse en santa cohabitación con el gobierno de Maduro. Por allí pasan afirmaciones tales como las dictaduras han salido con votos, si no votas Falcón perderá por tu culpa, y no votar es igual a quedarse de brazos cruzados, entre otros.
Aunque la realidad objetiva e incontrastable los desmiente, ellos siguen sordos y necios. Es falso que luego de una votación aunque esta sea masiva una dictadura entregó mansamente el poder. Los casos que se han citado como ejemplo (Chile, Paraguay y Brasil) evidencian elecciones como la fase final para legitimar el resultado de confrontaciones política que han sido violentas.
Decir que si Henri Falcón pierde es culpa de la abstención es darle un certificado de transparencia y solvencia en tema electorales al gobierno más fraudulento de nuestra historia.
Sugerir que no votar es igual a no hacer nada es un intento de negar la única arma política en manos de los venezolanos para confrontar por igual al régimen y sus colaboradores.
Para los venezolanos la abstención es una forma activa de votar en contra del régimen al no avalar su estafa. Igualmente es una manera de quitarle la máscara a la candidatura colaboracionista de Henri Falcón. Pero también es un voto de rechazo contra la MUD y sus traiciones políticas que, aunque no haya postulado formalmente ningún candidato, tampoco tuvo el coraje de asumir con honestidad una posición frontal contra las formas electorales que solo ayudan al régimen.-

miércoles, 9 de mayo de 2018

No hay dilema frente a la tiranía


La tesis colaboracionista de sacar a la tiranía chavista con votos, a veces toma formas insospechadas y aparentemente inocuas. Una de ellas es la manida frase que comienza diciendo: “El dilema no es votar o no votar”, para luego dejar escurrir entre las grietas de la falacia las supuestas razones no solo para votar, sino además hacerlo por el candidato colaboracionista Henri Falcón.
El objetivo real de estas falacias es sembrar con sinuosidad la duda en los venezolanos. Grupos que propagan esta campaña dicen sin rubor: “Es que si todos votamos, ganamos”. No dicen que tenemos diecinueve años votando. No hablan del fraude político y electoral continuado desde 1999. Nada dicen del control que tiene el régimen sobre el proceso electoral y sus inauditables resultados.
Cuando la realidad incontrastable les muestra los huecos de su narrativa, prefieren renegar de la evidencia e insistir, con puro voluntarismo e inspiración metafísica: “Es que si todos votamos, ganamos”. Por supuesto, ganan ellos, cuya apuesta es convertirse en la oposición oficialista, la única tolerada por la tiranía. Incluso, gana el régimen, que necesita mostrar colas de electores en los centros de votación para hacer potable la estafa electoral.
Millones de venezolanos que padecen el infierno chavista ni siquiera se plantean esta lucha como un dilema. Es que para ellos no hay dilema. Solo hay una opción y es luchar, sostenida y progresivamente, antes, durante y después del 20 de mayo, hasta derrocar a la tiranía.  @humbertotweets


domingo, 6 de mayo de 2018

El chavismo acabó con los trabajadores


Hugo Chávez y la camarilla que le acompañó nunca fueron revolucionarios, más bien oportunistas de la política. Con retórica beligerante y fraseología socialista Chávez logró embaucar a la mayoría de los venezolanos en las elecciones de 1998. Y aun bajo los efectos de la borrachera megalómana del chavismo en 1999 los trabajadores venezolanos en su mayoría le dieron un voto de confianza a lo que sería la estafa política más grande del siglo XXI.
Nunca pensaron los trabajadores y obreros venezolanos que su ingenuidad e ignorancia los llevaría a apoya justamente al hombre que acabó, literalmente, con la clase trabajadora.
Detrás de las medidas populistas de misiones, aumentos y bonos se tapaba la corrupción que acabó con todas las empresas del estado y hasta con la propia economía. Una economía que bajo el régimen chavista nunca fue productiva y por el contrario hizo de los guisos cambiarios su actividad fundamental.
Poco a poco la clase trabajadora como tal se ha ido extinguiendo en Venezuela. Los trabajadores abandonan masivamente las empresas públicas porque los salarios no alcanzan ni siquiera para pagar el transporte. Quiénes cobrar sin trabajar ahora solo reciben papel moneda o plástico sin ningún valor de cambio. La empresa privada ha desaparecido prácticamente y con ella los puestos de trabajo.
No es una exageración. El pasado primero de mayo pudimos constatar que la asistencia a las marchas convocadas por el gobierno y la oposición no superaron el centenar de personas cada una. El chavismo acabó con los trabajadores y los pocos que quedan ya no son tales sino más bien oleadas de zombies que recorren el país en busca de comida y medicinas.

jueves, 3 de mayo de 2018

El “arbolito de navidad” de la MUD


En Venezuela hay dos tipos de oposición: la oposición radical al régimen y la oposición estilo MUD. La primera es la respuesta instintiva de millones de venezolanos que comprenden que el fin de esta pesadilla pasa por el derrocamiento de la tiranía y la ruptura innegociable con el estado chavista. Es espontánea e insolente. Es la oposición que ha madurado y aprendido, luego de diecinueve años de engaños y desesperanzas con una dirección política “opositora” que siempre ha colaborado y traicionado.
La otra, es la oposición de siempre, negociadora y colaboracionista con el régimen. Ha sido la responsable de promover la ilusión electoral que atornilló al régimen chavista, al inmovilizar al pueblo y descartar la confrontación directa. Esta es la oposición que intenta cubrir su rastro con maniqueos llamados a protestar en horas de oficina y una insincera proclama por la abstención electoral.
Mientras la semana pasada el Frente Amplio de la MUD convocaba una protesta tipo “arbolito de navidad”, como lo dijo un anodino diputado de Primero Justicia, Venezuela ya tenía más de doce semanas con vigorosas protestas en la calle — continuas y espontáneas— las cuales no ha podido detener el gobierno.
Estas protestas que se salen del guión de la MUD recorren toda Venezuela, y son el resultado de un aprendizaje social y la convicción de que al chavismo se le expulsará del poder solo por la vía de la fuerza. Seguirán, aumentarán, a pesar de la represión del régimen, y de la falsa oposición con su “arbolito de navidad” como icono de la banalidad y la hipocresía política.