Por razones no muy claras desde hace años el régimen escogió
como uno de sus blancos favoritos a Lorenzo Mendoza y empresas Polar.
A Mendoza y sus
empresas se les satanizó como “la derecha traidora.”
Desde el punto de vista de la lucha de clases marxista
no hay mucha diferencia entre Lorenzo Mendoza y Pérez Abad.
Ambos representan a una misma clase social. Con la
diferencia que uno esta enchufado y el otro no.
Mendoza y Polar al igual que muchos industriales en
Venezuela sólo quiere seguir trabajando y produciendo.
Incluso a pesar de no recibir los dólares subsidiados
que el gobierno le regala a los importadores de la boliburguesía.
El gobierno siempre vio en Mendoza un potencial adversario
político.
Un hombre inteligente, con carisma y dinero.
Hmmm. Carisma. Dinero. Estas son categorías que
eventualmente se podrían controlar.
¿Pero como se adivinan las posiciones de un hombre
inteligente?
¿Como se puede confrontar
políticamente con un hombre que no es político?
¿Como pelear en el
pantano con un hombre que sencillamente no baja al pantano?
El problema que Lorenzo
Mendoza representa para el gobierno es que con su éxito pone en evidencia la
rotunda incapacidad del régimen para gobernar.
En condiciones normales Lorenzo
Mendoza y Polar deberían, al igual que muchos otros industriales en Venezuela,
estar cerrando sus empresas.
Pero este curioso representante
de la derecha burguesa venezolana en lugar de huir, como muchos otros lo ha
hecho, o en lugar de cerrar sus empresas para proteger su capital, este sigue
aportando e invistiendo en el país.
En contra de todo.
En contra de la falta de
insumos.
En contra de la falta de
divisas.
En contra del colapso económico
y la inseguridad.
En contra del gobierno.
De alguna manera Lorenzo
Mendoza ha logrado inventar una reingeniería empresarial que le ha permitido
navegar a través de estos mares tempestuosos de la política venezolana.
Y por si fuera poco este
insolente burgués, no satisfecho con enrostrarle su éxito a un gobierno
fracasado, tiene el atrevimiento -¿insolencia?- de decirle al régimen en 7 puntos
lo que debería hacer para salir de la crisis económica.
Con el conocimiento de quien
exitosamente ha manejado grandes proyectos económicos.
La cólera de un régimen
reducido a una caricatura mediocre de si mismo no se hizo esperar.
Alguien mal aconsejó a
Maduro en ese momento de cólera irracional a responderle a Mendoza que si no
era capaz de dirigir sus empresas que se las entregara al pueblo, o sea al
gobierno para quebrarla con los consejos de trabajadores que ya una vez quebraron
las empresas de Guayana.
Este reclamo de Maduro más
que un reto fue una lastimosa confesión de la incapacidad del régimen para
hacer algo tan elemental y básico como un plan de medidas económicas de 7 o 10
puntos.
En algún aparte de las
bacanales habituales que se hacen en Miraflores Maduro, Cabello y Rodríguez han
podido pedirle al Ministro Salas que apunte en una servilleta 7 medidas
prioritarias para afrontar la crisis.
Pero no lo hicieron.
No por falta de tiempo.
Por falta de ideas.
Por ausencia total de inteligencia
para entender la gravedad del problema económico y pensar en sus soluciones.
Esa inteligencia que hoy
ni Maduro, ni cabello, ni Rodríguez le puede perdonar a Lorenzo Mendoza.
Es posible que la receta
que propone Mendoza en sus siete puntos sea equivocada.
¿Quien lo sabe?
Pero la diferencia es
que mientras el gobierno pierde tiempo en mesas de trabajo u otras fórmulas para
evadir su responsabilidad Lorenzo Mendoza, a riesgo de equivocarse, hace una
propuesta para enfrentar la crisis económica precisamente en el momento que que
el país reclama respuestas y liderazgo.
Basta ver los insultos
de Maduro a Lorenzo Mendoza para comprender cuanto le dolió la impecable cachetada
que Mendoza le propinó.
Porque hay muchas cosas
que duelen en la política.
Pero, una que le debe
doler a Nicolás Maduro en forma muy particular es quedar en ridículo, sin argumento
frente a sus seguidores.
Y en cadena nacional.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario