Ir a un referéndum
revocatorio implica un esfuerzo de lograr por lo menos un 20% de firmas de
apoyo de electores inscritos y obtener un número mayor de votos al que saco Nicolás
Maduro en las elecciones de 2013.
Pero si esto se lograse
aun habría que lidiar con amparos y otras artimañas jurídicas, posiblemente
orquestadas desde el TSJ, tal como impúdicamente amenazó Hermann Escarrá.
Aun así, de las opciones
en la mesa el revocatorio parece la más viable.
Se podría argumentar que
el esfuerzo de ir a buscar las firmas y lograr esa cantidad de votos es un
riesgo dadas las circunstancias de depauperación y desmoralización que hay en
el país.
El riesgo es entonces
que el pueblo haya sido tan golpeado que la desesperanza le impida ver en el revocatorio
una opción eficiente para el cambio político.
Pero, al mismo tiempo es
una opción que le permitiría a la AN y a
la oposición justamente movilizar a la
calle e ir a un debate en caliente que explique por qué debe salir Maduro de la
Presidencia.
Uno de los problemas que
hay con la enmienda es que la discusión arranca en las 4 paredes del Capitolio
y podría continuar allí hasta que este lista para ser votada popularmente.
Esto llevaría el debate
por las arenas movedizas de aspectos jurídicos que se deben resolver como su aplicación
retroactiva.
Esto aislaría a importantes
sectores del país, que sin ser parte de la AN, seguramente tendrán algo que
decir en este debate.
El revocatorio no esta
exento de riesgos desde el punto de vista jurídico.
El gobierno lo tratara
de torpedear desde el TSJ y el CNE, pero justamente es en ese escenario donde
el argumento político se puede imponer a la artimaña jurídica.
Con un pueblo movilizado
y en sintonía con la AN es posible crear las condiciones de presión necesarias
para vencer el secuestro de los poderes públicos.
Al igual que la
enmienda, el revocatorio plantea un camino complicado y difícil.
Pero nadie dijo que
salir de este régimen iba a ser fácil
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