El movimiento surgido del fallido golpe de estado del 4 de febrero de 1992 fue una fabricación mediática.
Esa creación de televisoras privadas y periódicos mezquinamente
empeñados en desbancar a Carlos Andrés Pérez luego adquirió entidad política propia
y llevó a la presidencia a Hugo Chávez.
Desde ese momento el gobierno trató de inculcar el
4 de febrero como una efeméride patria.
Como el renacimiento de la nueva república y la total negación
de la historia republicana anterior.
“Eso” que justificó el intento de golpe de estado de Chávez
seria luego bautizado como el “espíritu del 4 de febrero”.
Este “espíritu” fue la guía de las acciones de Chávez
y su gobierno.
Fue la base filosófica para justificar el linchamiento
moral de sus adversarios y promover vigorosamente el odio social.
En los primeros años de esta mal llamada revolución el
pueblo embelesado por los manejos mediáticos de Chávez y el auxilio del petróleo
acudía siempre atento a sus convocatorias desde el balcón del pueblo.
Cada 4 de febrero Chávez concentraba a
cientos de miles de venezolanos en las calles para celebrar un aniversario mas de ese "espíritu."
Y no eran pocos los que atendían este llamado.
Claro, era los tiempos del pleno apogeo de las misiones.
Los años en que los petrodólares alcanzaban para pagar
por el clientelismo del gobierno y más aun para llenar los bolsillos de los boliburgueses.
Pero la época de la abundancia fue pasando.
Y en las narices de Chávez, primero, y de Maduro después,
los millones de dólares del petróleo se fueron esfumando sin dejar rastro.
El dinero de la bonanza petrolera se desvaneció sin ni siquiera dejar amarradas lealtades políticas en
el perverso mundo del clientelismo.
Esas magnificas concentraciones de Chávez para
celebrar el espíritu del 4 de febrero con millones de personas en la calle se
ha reducido a modestas concentraciones con funcionarios públicos.
Otros eran los días cuando Chávez salía al balcón del
pueblo y era vitoreado por las masas.
Ayer, Nicolás Maduro y el PSUV lograron hacer una
exigua concentración en las afueras de Miraflores para celebrar, otra vez, el
llamado espíritu del 4 de febrero.
Hasta las fotos de VTV y Telesur son lastimosas.
No más de un centenar de personas, en su mayoría
empleados públicos, cansadas, sin prestar atención al Presidente se hicieron
presentes.
Fue notable y evidente el papel de los “coordinadores”
por organismos públicos pasando lista a los asistentes.
Pero, ni aun así lograron reunir una concentración importante
como en años anteriores.
Un gobierno que pierde el apoyo de su pueblo esta
disminuido y contra la pared.
Un gobierno al que sus propios empleados no le siguen línea
esta...caído.
Del aguerrido espíritu del 4 de febrero solo queda hoy
un fantasma.
Y ese fantasma ya no asusta a nadie.
Ni a sus empleados.
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