jueves, 26 de enero de 2023

Política y culturalmente chavistas

            Hay quienes creen que para salir del régimen chavista en Venezuela no solo hay que parecerse a él sino además tratar de superarlo. Ya en la Venezuela del Estado de partidos el clientelismo y la corrupción administrativa eran una enfermedad crónica que afectaba a Venezuela.

En ese entonces pensábamos que eran niveles definitivos e insuperables de descomposición nacional. Era la Venezuela antes de 1999 y aún no habíamos conocido al chavismo. Hugo Chávez llega al poder precisamente cabalgando en un discurso anti corrupción que etiquetaba a toda la clase política  del momento como saqueadores del tesoro nacional sin mayores diferencias entre ellos que las siglas y los colores de los partidos.

Pero con Chávez la corrupción y el clientelismo se multiplican en forma exponencial dejando a todos los corruptos de la era del Estado de partidos como unos verdaderos niños de pecho.

Toda forma de corrupción y clientelismo, no importa su dimensión o tamaño, es absolutamente condenable porque es una degeneración de la función pública. Pero ciertamente no hay forma de comparar entre aquella y esta porque en nombre de su llamada revolución bolivariana el chavismo se reviste de privilegios e inmunidades que nunca les fueron reconocidas a los corruptos de antes.

La no rendición de cuentas, la incorporación de activistas como empleados públicos, el uso de PDVSA como caja chica para financiar antojos mesiánicos, y otras prácticas similares se convirtieron durante la época chavista en la nueva normalidad.

Los 250 mil dólares de la partida secreta de Miraflores por los cuales el Fiscal Ramón Escovar Salom pidió enjuiciar y destituir a Carlos Andrés Pérez lucen como una modesta propina comparados con los escandalosos niveles de corrupción de hoy.

Como una forma falaz de legitimar el desorden y el desmantelamiento administrativo en Venezuela el chavismo se escuda en la idea de lo popular. En este sentido se justifica la corrupción y el clientelismo si estos ayudan al pueblo en formas de cajitas CLAP o de bonos vía Carnet de la Patria. Con esa premisa se destruyó PDVSA.

Algunos politiqueros que pretenden disputarle el mercado electoral al chavismo están tratando de captar la atención de las masas con promesas más sofisticadas y elaboradas que reciclan el tradicional clientelismo que los chavistas instalaron en Venezuela.

La dádiva y la prebenda como bonos para paliar la crisis económica no son para nada ideas novedosas. Son artificios para influenciar y manipular temporalmente a los incautos. Lo único novedoso es el retórico juego de palabras para justificar regalar dinero como una forma de ejercitar la más heroica justicia social.

Algunos como Antonio Ecarri lo llaman “Mi Barril” o más pomposamente “Renta Petrolera Dolarizada”. Carlos Ocariz por su parte promete su “Cheque Educativo” para poner dinero en el bolsillo de la gente y así puedan pagar por educación y otros servicios. Ambas propuestas rememoran aquella tarjeta “Mi Negra” ofrecida por Manuel Rosales con la misma intención. Todas representan formas chavistas de hacer política sobre la base del clientelismo y la corrupción cuando lo que se requiere es precisamente lo opuesto esto es una recuperación agresiva del comercio y la industria que garantice el pleno empleo y la propiedad privada.

Venezuela no recuperará su destino con “opositores” que política y culturalmente son en esencia chavistas.- @humbertotweets

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