viernes, 2 de diciembre de 2022

Política desde el escepticismo

            Por los momentos Venezuela parece condenada a tomar partido entre el régimen chavista o su oposición oficialmente reconocida, en cualquiera de sus versiones. Aunque esto es lo que muestra la apariencia vertida a través de las redes y los medios, la realidad social y política es mucho más compleja para admitir este tipo de simplificación dicotómica. El resquebrajamiento de las instituciones ha fomentado la descomposición en los ámbitos social y económico a un nivel que desborda la mera alternabilidad entre el chavismo y su oposición. Esto es, se requiere de otras opciones, que parecen no visibles ahora, para emprender una recuperación agresiva y definitiva de la República que corrija por vía constitucional los errores que se han cometido hasta ahora y que nos han arrastrado al borde de la desaparición como nación.

            La ausencia de un discurso y una propuesta política que interprete la necesidad de salvar la integridad política e histórica de Venezuela es lo que ha llevado a muchos venezolanos a dudar en forma militante tanto del chavismo como de su falsa oposición.  Mientras Venezuela se derrumba moral y físicamente estas dos formas políticas siguen enredadas en la manía burocrática de gastar presupuestos por inercia y apostar a que la gente vaya a votar para, básicamente, seguir haciendo lo mismo. Cuando se evalúa la gestión de un alcalde o gobernador del chavismo o de la falsa oposición realmente es muy difícil apreciar las diferencias, sencillamente porque no las hay. Lo único en lo que quizás podrían diferir es que cada uno le otorga prebendas a su respectiva clientela.

            En el plano presidencial tanto Nicolás Maduro como quienes pretenden disputarle el poder por vía electoral parecen hablarle a sectores del país que viven protegidos y aislados en sus burbujas financieras. Pero ese discurso que intenta ofrecer una nueva normalidad donde las cosas no son tan malas como parecen no conecta con los millones de venezolanos condenados a vivir en condiciones infrahumanas y de mera subsistencia porque carecen de los más elementales servicios y garantías que hoy están disponibles en la mayoría de las sociedades occidentales. Cosas tan elementales como la comida, el agua y las medicinas no están al alcance de la mayoría en la Venezuela de hoy.

            Al contrastar con la realidad el discurso político de los chavistas y los falsos opositores no es difícil apreciar la desconexión con las expectativas más básicas y elementales que tienen los venezolanos. Las expectativas de una vida digna, decente y sostenible nunca vendrán empaquetadas en cajitas CLAP con el logotipo del PSUV o de la MUD. La promesa y la propuesta tiene que ser históricamente más ambiciosa para romper lo que ha sido la vieja práctica política clientelar y emprender sin pérdida de tiempo un replanteo del modelo político que asegure el sostenimiento de la República de Venezuela haciendo a un lado las alcabalas de las viejas franquicias partidistas.

            La ausencia de una propuesta viable que interprete la necesidad de este cambio político profundo es lo que ha movido a millones de venezolanos a refugiarse en el escepticismo. Este escepticismo se expresa como la duda y la desconfianza sistemática con las opciones ofrecidas al momento por ser similares o carecer de valor. Algunos epígonos del chavismo y de la falsa oposición han etiquetado esta posición como “apatía” o “desinterés” por la política. Pero muy lejos de eso, el escepticismo militante se muestra muy interesado en conocer las diferentes opciones políticas ofrecidas para criticarlas y desecharlas. Igualmente es una expresión activa que se puede apreciar en formas más concretas tales como la abstención y la emigración que de alguna manera también constituyen un ejercicio de la política, aunque sea desde las trincheras del escepticismo.- @humbertotweets

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