jueves, 19 de mayo de 2022

¿Negociación o rendición?

            Tanto el régimen chavista como la falsa oposición, amarrados por intereses y negocios comunes, están obligados a venderle a Venezuela y el mundo las bondades de los que ambos insisten en llamar una “negociación”. Pero estos intercambios que ocurren a la vista de todos y hoy tienen por escenario la Ciudad de México están rodeados de mitos e inexactitudes que enmascaran la verdadera naturaleza estafadora de dos bandas cuyo único logro ha sido destruir a Venezuela.

            Lo primero que hay que establecer es que no existe una oposición real que le haga contrapeso al régimen chavista. Lo que hay son candidatos a presidir un gobierno que deje intacto todo el aparato político, financiero y militar del estado chavista. En otras palabras lo que busca la falsa oposición por la vía electoral es que se les permita gobernar dentro del Estado chavista en una suerte de alternabilidad democrática. Por eso cuidadosamente la falsa oposición siempre ha buscado un cambio de gobierno, no el cambio del régimen chavista que sí sería una política de verdadera oposición.

            Entre estos dos grupos, que dicen representar intereses opuestos pero que en realidad buscan la estabilidad del estado chavista, se han dado varias jornadas de negociaciones en un proceso que parece no tener fin. Pero estas llamadas negociaciones entre el chavismo y la falsa oposición no podrían llamarse como tales porque nunca han ido más allá de pequeñas concesiones que buscan oxigenar y maquillar la imagen del régimen. Sin embargo, cada vez que el chavismo y la falsa oposición se sientan en la misma mesa ambos insisten en que se trata de una “negociación”.

            Uno de los problemas prácticos que han tenido estas llamadas negociaciones es la representatividad. Mientras el estado chavista representa los intereses de sus mafias políticas financieras y militares la falsa oposición hundida en el descrédito no puede atribuirse la representación de los venezolanos que están en contra del régimen. La masiva asistencia a marchas y protestas en la calle fue usada como una forma para validar esa representación. Hoy la asistencia es precaria porque la gente está cansada del engaño y la traición. Los resultados electorales podrían ser una forma de atribuirle representación a la falsa oposición, pero con un sistema electoral fraudulento como el venezolano solo se puede hablar de las adjudicaciones que el propio régimen le hace a los candidatos de la falsa oposición. Igualmente la abstención militante se ha convertido en la peor pesadilla de una falsa oposición que está urgida en mostrar apoyos en la calle y que solo puede negociar presentándose a sí misma.

            Luego está el tema del objeto de la negociación. ¿Hay realmente algo de valor político para intercambiar entre el chavismo y la falsa oposición? El chavismo que controla todo el aparato del estado dispone de varias fichas de valor negociable para la oposición. El chavismo tiene el poder para cambiar las reglas de juego, alterar resultados electorales, adjudicar votos, cargos y contratos. Cualquier pequeña concesión que el chavismo le haga a la falsa oposición en perspectiva representa cuotas de inmenso valor político y económico.

            Por la otra parte se dice que la falsa oposición tiene al gobierno interino de Juan Guaidó y el apoyo de los Estados Unidos y la comunidad internacional a una política de sanciones contra el régimen chavista. El llamado interinato nunca logró ser más que una agencia de cargos y contratos sin la categoría de un gobierno capaz de hacerle contrapeso al régimen chavista. Aun manejando a discreción los activos de Venezuela en el exterior, pero sin controlar ni siquiera la oficina donde funciona, el valor negociable de esta posición es casi cero. Esto quiere decir que a los efectos de la política real el interinato de Guaidó podría seguir operando, como en efecto el propio régimen chavista lo ha permitido, sin que esto haga mella o sea verdaderamente relevante para la supervivencia del chavismo.

            Las sanciones internacionales en contra  pretendían aislar al régimen chavista y eventualmente provocar su caída. Pero estas sanciones no fueron efectivamente aplicadas y en la mayoría de los casos fueron burladas por el chavismo amparado por la propia ambigüedad y desgano de los Estados Unidos y la comunidad internacional. Las petroleras norteamericanas siguieron comerciando petróleo venezolano a través de empresas y estados proxy y otras como la ExxonMobil hasta lograron un estatus especial para seguir operando, sin interrupción, en aguas de Venezuela y Guyana. Sin que jamás hayan producido algún resultado ya se anuncia que las sanciones al régimen chavista están virtualmente suspendidas.

            En realidad no hay nada que la falsa oposición tenga en su control para obligar al chavismo a negociar. Por eso a la falsa oposición no le queda más alternativa que aceptar mansamente cualquier concesión que el chavismo le quiera dar. Hay negociación porque conviene para reciclar la imagen del régimen chavista y les presenta la oportunidad de lograr bonos extras como sacar a Erik Malpica Flores de la lista de sancionados por los EEUU y hasta lograr la liberación del “diplomático” Alex Saab.

            Pero no habiendo nada que la falsa oposición pueda ofrecer de valor al chavismo, más que su lealtad perruna al régimen, esto más que una negociación tiene las características de una rendición en el sentido de hincarse complacientes ante los pies del tirano sin aliento y sin voluntad para sacarlo del poder.- @humbertotweets

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