domingo, 4 de marzo de 2018

El chavismo acabó con Venezuela

Desde 1999 Venezuela no ha sabido lo que es la paz. Es cierto que durante los gobiernos anteriores a Chávez se vivieron momentos difíciles y de tensión social, pero ninguno de ellos se podría comparar con la explosividad que ha imperado en estos diecinueve años.
El cambio de la Constitución de la República para darle soporte al nuevo estado chavista lanzó al país por el barranco de la inestabilidad. La concentración de todo el poder político en manos del Presidente de la República pavimentó el camino a la tiranía al negar la separación de los poderes públicos como expresión de una verdadera democracia.
Valiéndose de improvisadas coartadas legales que ahora tendrían rango constitucional Chávez se fabricó un estado a su medida con Consejo Moral y todo. El resultado sería una perversión política en virtud de la cual no importa cuantas veces el régimen se cuente en elecciones estas están diseñadas para que siempre gane y jamás entregue el poder. Todo con el soporte de adefesios constitucionales y legales.
A la modificación de la estructura del estado se sumarían el cambio del nombre de la república agregandole el apellido de “Bolivariana”, el cambio del escudo, la caricaturizacion de la imagen de Simón Bolívar y la partidización de las fuerzas armadas.
Todos estos cambios fueron destruyendo la unidad del estado venezolano y la integridad de la república. Hoy cualquiera que sea adversario político del régimen puede ser acusado y sentenciado de traición a la patria, o sea a la patria chavista y todos los antivalores que ella representa. Por supuesto los jueces ni se inmutan ante actos evidentes y materiales de entrega de la patria como el regalo de las concesiones del arco minero a multinacionales o el control de las fuerzas armadas venezolanos bajo las órdenes de militares cubanos.
El rápido deterioro de las condiciones materiales de vida y la imposibilidad del gobierno de garantizar la seguridad de sus ciudadanos alimentan más aún la desesperanza al extremo de llevar a millones de venezolanos a cruzar las fronteras y buscar otras formas de subsistencia. Esto está afectando la capacidad operativa misma del gobierno al enfrentar renuncias masivas de empleados, obreros y hasta militares para quienes sin duda el salario no alcanza nisiquiera para asegurar un nivel mínimo de supervivencia.
Así el país se nos ha convertido en un inmenso desierto con salones de clase vacíos, empresas cerradas, y gente deambulando por las calles buscando algo para subsistir. Esta es la cara del país que el chavismo-madurismo niega con absurda necedad. Y al mismo país que siendo rehén de su propio estado la oposición electoral quiere arrastrar una vez más a una ilusoria salida electoral.
Lamentablemente el discurso político ha fallado en caracterizar correctamente a este régimen como una dictadura y a su legado como uno de destruccion total. Por el contrario la narrativa políticamente correcta prefiere hablar de un “autoritarismo competitivo” que hace un mal gobierno. Y con esas falacias intentan llevar a la  gente por la fracasada senda electorera con musiquita de campaña, serpentinas y papelillo como si en Venezuela no hubiese un duelo permanente por el genocidio perpetrado contra su población civil.
En este punto parecen coincidir tanto el régimen como la oposición electoral a la hora de negar la realidad de destrucción durante el chavismo. Para el régimen es un asunto esencial no admitirlo, para oposición admitirlo implicaría la necesidad de buscar salidas definitivas y extremas que no está dispuesta a asumir. Sin duda, el daño que el chavismo le ha hecho a Venezuela es brutalmente superior al de la Guerra Federal. En aquel entonces quedo un país en ruinas, pero quedó algo. En la etapa poschavista ni siquiera a las ruinas podremos aspirar.- @humbertotweets

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