martes, 29 de mayo de 2007

Iván Pulido Mora, hombre de una sola pieza

Hace unos dias fui sorprendido con la desagradable noticia de la muerte de un querido amigo: Iván Pulido Mora . Al parecer su fallecimiento se produjo luego de padecer una dolorosa enfermedad durante varios meses.

Con esta nota quiero decirle a mis compatriotas Venezolanos, a los amigos, a quienes le conocieron directa e indirectamente que Venezuela ha perdido a uno de sus mejores hombres.

Con la muerte de Iván Pulido Mora termina una vida de lucha continua y vital por el adecentamiento de la función publica en Venezuela. Su obstinada e impecable honestidad le ganaron muchos amigos y no pocos enemigos. De verbo afilado y exacto como el bisturí del cirujano su discurso diseccionaba el pestilente cáncer del despilfarro y la corrupción que desde hace muchos anos devora la riqueza Venezolana.

Desde los tiempos en que ocupo el Vice-ministerio de Hacienda en Venezuela durante la presidencia de Carlos Andrés Pérez, Iván Pulido Mora fue conocido por su férrea oposición al proceso de endeudamiento externo e interno. Abundantes artículos de opinión y entrevistas dan testimonio de la lucha tenaz de este Quijote venezolano contra los molinos del despilfarro y el saqueo del erario publico. En este sentido fue celoso protector del legado histórico de otro venezolano ejemplar quien a su vez fuera su mentor: Juan Pablo Pérez Alfonso.

Iván Pulido Mora nació en la Grita, estado Táchira. Era hijo de Don Cesar Pulido y Dona Marucha Mora viuda de Pulido. Su honestidad inquebrantable ha de tener sus fundamentos y raíces en las lecciones aprendidas en el seno de su familia en la mejor tradición del Táchira culto y civilizador. Su honestidad no era una pose reservada a ciertos aspectos de su vida o un cliché para incomodar a sus adversarios. La honestidad fue para Iván Pulido Mora el ejercicio vigoroso y permanente de una ética social que no admitía dobleces en ninguna faceta de su vida publica o privada.

Quienes le conocieron pueden dar fe de su temple y tenacidad. Con el uno sabia a que atenerse. Se es honesto o no se es, solía decir. Hay cosas en la vida que no admiten medias tintas y la honestidad es una de ellas. Este fue el mismo hombre que al renunciar a su posición como Vice-Ministro de Hacienda fue abordado por varios de los empleados del ministerio para ofrecerle un agasajo como despedida. Siempre celoso y desconfiado de la lisonja y el halago Iván acepto conversar con sus subalternos quienes le expresaron profusamente solidaridad y apoyo a su gestión. Pensando que el gesto era sincero y no contenía alguna factura oculta él agradeció la amabilidad de sus subalternos. Sus palabras, como siempre, fueron breves y exactas que dejaron flotando en el ambiente de la oficina la sensación de algo que aun hacia falta por decir. Uno de los empleados rompe el silencio.

--Doctor, usted se va ¿y como nos va a arreglar?

--Como que como los voy a arreglar...

La respuesta de Iván Pulido Mora iba acompañada de una expresión de sorpresa y angustia adivinando casi inmediatamente que se trataba de una petición inesperada. El funcionario en un esfuerzo por explicar el punto agrega:

--Bueno doctor, es que ha sido tradición en el ministerio que cuando un jefe, como usted, se va el nos arregla, o sea nos sube el sueldo. Usted sabe, como la pasamos los empleados públicos con el costo de la vida...

Sin pensarlo dos veces Iván, recuperándose de la sorpresiva petición, reacciono:

--Lo lamento mucho pero no. A todos los aprecio y aprecio cuanto han hecho por mi gestión frente al Vice-Ministerio, pero conmigo no cuenten. ¿Cómo es eso que el trabajar en el ministerio de Hacienda les otorga a ustedes un privilegio que el resto de los venezolanos no pueden disfrutar? No, eso no esta bien. Eso no es correcto.

El empleado descorazonado y decepcionado ante la lapidaria respuesta de Iván Pulido Mora atino a decir:

--...pero Doctor, si ni siquiera es dinero de su bolsillo...

Visiblemente molesto Iván Pulido Mora miro decepcionado a su subalterno, no respondió, y abandonó la oficina inmediatamente.

En su corta pasantia por la administración publica Venezolana como Vice-Ministro de Hacienda Iván Pulido Mora tuvo que lidiar contra el oportunismo y la politiquería. En una oportunidad, según me lo refirió en vida el propio Iván, recibió en su despacho a un Diputado al Congreso por el estado Táchira. El parlamentario de fluido y rápido verbo después del saludo de rigor abrió inmediatamente dos maletas que contenían cartas y papeles escritos a mano los cuales quedaron apilados en el escritorio de Iván Pulido Mora. No se sabe si fueron seis, siete o diez kilos de papel. Lo cierto es que fue suficiente para ocultar la cabeza del atónito funcionario quien tuvo que levantarse de su escritorio. El diputado en referencia le dice:

--Bueno Ivan, ahí te dejo estas cartas que son peticiones de comunidades y personas del Tachira dirigidas al presidente...tu sabes, pidiendo cualquier cosa, desde un puente, un centro de atención medica, hasta maquinas de coser. En realidad, ellos lo que esperan es un poco de atención, tu sabes, aunque sea una cartica con la firma tuya y el sello del ministerio diciéndoles que la cosa se esta tramitando...

Iván Pulido Mora no oculto su molestia y reempacando las cartas en las mismas maletas le respondió al parlamentario:

--Mire Diputado, yo aprecio el empeño y la diligencia que usted pone en tramitar estas peticiones, pero creo que se equivoco de oficina. Estas cartas tienen que ir a Miraflores y eso queda en la avenida Urdaneta, no aquí. Por favor, llévese sus maletas como las trajo y gracias por la visita.

El parlamentario recogió presuroso sus maletas llenas de papel y abandono la oficina para seguramente ir a la oficina correspondiente a poner la queja sobre la insolencia del novel funcionario de Hacienda.

La vida publica de Iván Pulido Mora siempre estuvo acechada por la paradoja de esa entidad llamada “poder.” Tan cerca y tan lejos del poder. Esa fue la paradoja que marco buena parte de la vida de Iván Pulido Mora. Su puntos de vista siempre polémicos y expresados con irreverencia lo colocaban en la acera de enfrente de quienes ejercieron el poder político en Venezuela durante los últimos 30 años. Pero así como se le tenia por incomoda piedra en el zapato también era solicitado por aquellos pretendientes del poder cuando buscaban consejo para entender el intrincado mundo de la economía y las finanzas publicas. Muchos de ellos se ofrecían como amigos y solidarios de la obstinada causa de Iván mientras ellos eran parte de la oposición política. Cuando llegaban al poder descubrían que era incomodo y casi indeseable llamarse amigo de Iván Pulido Mora. Entonces las afiebradas proclamas de amistad se transformaban en un discreto y apresurado saludo que buscaba evitar a toda costa la aproximación directa de nuestro querido amigo con sus preguntas siempre incomodas e irreverentes. En una oportunidad, a comienzos del año 1999 y en plena euforia Chavista acompañe a Iván Pulido Mora a un evento en el Hotel Caracas Hilton de Caracas donde el entonces Presidente electo Hugo Chávez explicaba su teoría de los polos de crecimiento en su plan de gobierno. Iván le escuchaba con atención. En un par de oportunidades trate de averiguar lo que pasaba por la mente de Ivan Pulido Mora al escuchar el discurso de Chávez pero siempre me atajo con una discreta negativa y una cortes invitación a seguir escuchando el discurso. Al terminar el evento la muchedumbre cual incontrolada marea rodeaba a Chávez y literalmente le arrastraba hacia la puerta de salida. Saludos, besos, abrazos, autógrafos. Sin proponérnoslo un reflujo de la misma marea humana nos arrastro hasta ponernos enfrente de un Chávez sudoroso saludando gente. Discreto, respetuoso y lacónico como siempre Iván le saluda:

--Hola Presidente...

Chavez le miro como quien no quiere que le echen a perder esos valiosos segundos de gloria y al momento que intensifica su saludar a la muchedumbre le responde con viva voz:

--¡Ivan Pulido, Como estas! ¡Te he estado llamando, me interesa hablar contigo hermano, tenemos que hablar! ¡Luego te llamo!

La muchedumbre arrastró a Chávez hasta la puerta conduciéndolo hasta su carro negro el cual abordo segundos después. La marea humana se dispersó poco a poco y nosotros caminamos hacia la estación de Bellas Artes para tomar el metro rumbo a La Florida. Nunca me dijo que opinaba sobre el discurso que escuchamos en esa oportunidad. Tampoco se lo pregunte. El rostro de Iván Pulido Mora mostraba la serenidad de quien esta acostumbrado a lidiar y desafiar el poder. Serenidad de quien sabe que el camino es largo, pero es el camino.

En lo personal siempre aprecie su carácter afable y sincero. Iván Pulido Mora fue un hombre inteligente de una extraordinaria calidad humana. El solía definir a los hombres honesto e íntegros como “de una sola pieza” o sea esos que no se rompen o se quiebran con facilidad. Así, por ejemplo, profesaba su admiración por Juan Pablo Pérez Alfonso cuya obra fue una fuente permanente de inspiración para el. El propio Ivan Pulido Mora encaja en la categoría de hombre sólidos y de una sola pieza. De esos que tanta falta hacen en los momentos cruciales.

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