No hay duda que Venezuela vive una tragedia.
La escasez de comida y alimentos y las interminables
colas dan testimonio que la economía esta en su punto de quiebre.
El gobierno dispone de un amplio repertorio de leyes y
organizaciones para afrontar la crisis, si así lo quisiera.
Pero el gobierno esta secuestrado por su propia visión
ideológica del problema.
El gobierno quiere resolver la crisis haciendo lo mismo
que la produjo: Más control y más estatismo.
Y eso en sana lógica, es sencillamente imposible.
La tragedia se agrava cuando el gobierno decide jugar
con la crisis para de alguna manera tratar de usarla en favor de su agenda política.
El decreto declarando la emergencia económica ha
debido ser el resultado de un proceso de negociación y concertación con el país.
Pero el régimen no quiere dialogar con nadie.
El gobierno quiere tratar de salir de la crisis ignorando
a las fuerzas productivas del país e imponiendo su visión única de la realidad.
Es lamentable que la declaración de la emergencia económica
haya sido banalizada por la falta de seriedad y de urgencia del gobierno.
La Asamblea Nacional interpretó correctamente la coyuntura
y el momento político. Sobre esa base la única decisión posible era no aprobar
el decreto.
La consecuencia jurídica es que los efectos de ese
decreto cesan en forma inmediata.
La consecuencia política es que una vez mas el
gobierno queda en evidencia ante el país que sus intereses políticos siguen
siendo mas importantes que el interés nacional.
¿Cual es la ganancia a corto o mediano plazo que justificaría
ese costo político?
Mientras nos distraemos en estas consideraciones los inventarios de comida se agotan y con ellos la paciencia de la gente.
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