El gobierno no quiere el Revocatorio.
Trata de sabotearlo de mil maneras.
La empresa es tan abyecta y siniestra que no se atreve a asumirlo de manera frontal.
El régimen tiene el control del TSJ y el CNE para imponer su voluntad.
Si así lo quisiera el gobierno habría podido despachar el revocatorio hace ya varias semanas y varias instancias atrás.
Cualquier argumento jurídico o técnico podría justificar la atrocidad.
¿Por qué avanzar hasta este punto y continuar dando la razón a la oposición a regañadientes?
¿Por qué crear la expectativa que si el Revocatorio no se realiza en el 2016 es casi inevitable en el 2017?
La apuesta del régimen es ganar por forfeit.
El régimen anhela que sea la oposición misma la que abandoné por su propia cuenta la solicitud para así cubrir las huellas de su crimen político.
Por esa razón el gobierno y el PSUV han insistido desde el principio en el argumentos “La oposición no solicitó el Revocatorio a tiempo porque nunca tuvo la intención que se convocara”.
En esa estrategia encajan todos los esfuerzos para hacerle sentir no sólo a la oposición sino a toda la sociedad que insistir en el Revocatorio no tiene sentido porque el régimen tiene todo el poder para suspenderlo en cualquier momento.
Cada palabra y cada acción del régimen y sus operadores está dirigida a desmovilizar y desalentar a las fuerzas democráticas en su deseo de cambio.
Pero, la estrategia del gobierno se encontró con la necedad como arma política.
A pesar de las amenazas y el chantaje la determinación de la sociedad parece irreductible.
Poco a poco, venciendo reglas de juego tramposas, la oposición y la sociedad en conjunto han logrado que un CNE controlado por el régimen admita que los requisitos han sido cumplios y el revocatorio debe ser convocado.
El régimen siempre estará blandiendo su mazo para hacer creer que nunca habrá revocatorio.
La lógica del régimen a veces nos arrastra a la duda nos hace preguntar si todo esto tiene sentido, si no estaremos luchando por una causa perdida.
Frente a esta táctica la sociedad debe seguir adelante y asumir que las reglas del juego democrático serán respetadas.
Aunque sospechamos que no sea así.
Si el gobierno decide burlarse nuevamente de la leyes y la democracia que lo haga, pero que lo asuma con su propia responsabilidad política y criminal.
Rendirse ante el desaliento que promueve el régimen sería caer en su trampa.
Es vital seguir insistiendo con terquedad en los mecanismos democráticos y en la movilización de la calle como vías para derrotar la dictadura.
Así ellos digan que es una causa perdida.
Es posible que esta vez la necedad nos haga libres.-
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