Hasta 1998 pensábamos que no podrían existir gobernantes más corruptos que los de la llamada IV República.
Y los de la I, la II, y la III.
La corrupción antes de de Chávez fue calificada como la peor de todas.
En efecto, Hugo Chávez ganó las elecciones de 1998 en medio de una profunda crisis del sistema político venezolano debilitado por su incapacidad de luchar contra la corrupción administrativa.
Los llamados “notables” de esa época endosaron las banderas de Chávez contra la corrupción y la inmoralidad.
Frente al cuestionamiento ético de la IV República insurgia un Chávez como campeón de los pobres y de los honestos.
Lo que no sabíamos en ese momento es que la medicina sería peor que la enfermedad.
Muy poco sabíamos de Chávez para entonces.
Solo trascendió el mito que hipnotizaba a las masas y no permitía explorar en el laberinto ético del Comandante.
Con una formación militar muy básica Hugo Chávez fue arrastrado a la política por su delirante ambición personal de sustituir a Bolívar en la historia.
Su vida militar fue una contradicción permanente.
A Chávez se le iba el tiempo entre conspiraciones para derrocar al gobierno democrático y actos en la academia militar donde tuvo que besar la bandera nacional firmemente sostenida de la mano del presidente Carlos Andrés Pérez.
En esa vida afanada, azarosa y contradictoria Hugo Chávez tuvo muy poco tiempo para desarrollar un criterio de la moral y la ética.
El nadar clandestinamente en dos aguas por muchos años lo llevó a asumir una visión muy pragmática y utilitaria de la política y la vida.
Allí nunca hubo espacio para la moral y la virtudes.
Solo viveza, oportunidad y revanchismo.
Ese Chávez pragmático, con un discurso seductor para cada sector de la sociedad y con una fibra moral muy débil, es el que se hace presidente por la vía electoral en 1998.
Ese fue el Chávez que no pudimos evaluar en su justa dimensión en ese momento.
Fue a partir de 1999 cuando el Comandante comienza a mostrar lo que tiene y lo que quiere.
A pesar de aparecer los primeros signos de una terrible debilidad moral, la sociedad para ese entonces aún estaba bajo los efectos del licor chavista.
En nombre del extraordinario apoyo popular recibido en las elecciones Chávez comienza a gobernar pidiendo cheques en blanco para todo.
Así, de la mano de Chávez, llegaron a la administración pública civiles y militares que nunca fueron evaluador por su capacidad o su fibra moral.
Solo su lealtad incondicional a la figura de Chavez seria el requisito exigido.
Muchos de estos funcionarios en todos los niveles de la administración pública se convirtieron rápidamente en eficientes operadores de complejos y sofisticados esquemas de saqueo y corrupción.
Pero todos se cubrían de inmunidad tras el escudo de su apoyo servil e incondicional al comandante.
El Plan Bolívar 2000 con el General Cruz Weffer a la cabeza sería el primero y el más emblemático en los comienzos de la era Chávez.
Aún esperan en la Contraloría General de la República por la rendición de cuentas de este plan que manejó con discreción militar cientos de miles de millones de bolívares.
Luego vendrían más, muchos más, hasta que el gobierno se convirtiría en una inmensa maquinaria de saqueo y corrupción.
Sólo caerían en desgracia y serán juzgados aquellos civiles y militares que cometieran el atrevimiento de salirse del culto chavista.
Luego Chávez trató de ponerle un poco de orden a las pandillas en su gobierno, pero ya el mal se había expandido a niveles fuera de control.
Chávez sabía perfectamente quienes estaban robando en su régimen.
También sabía que ellos al mismo tiempo eran sus operadores fieles, obedientes e incondicionales patria o muerte como el los calificaba.
Frente a signos de preocupación y crítica que comenzaban a surgir en el seno del propio chavismo, hábilmente, Chávez decidió asignarle recursos, sin control ni supervisión, a las juntas comunales.
De esa forma Hugo Chávez se brindaba con su propia gente haciéndolos cómplices y poniéndolos a comer donde había.
Claro, en ese entonces había petróleo a buen precio para financiar esos antojos.
El pragmatismo político incubado en la psiquis de Chávez en los 80 se impuso sobre cualquier consideración ética o moral a la hora de juzgar a sus operadores.
En lugar de honrar las banderas de la honestidad y la moral pública Hugo Chávez prefirió justificar, premiar y hasta glorificar los más perversos actos de corrupción como el robo y el peculado de los bienes públicos.
En ese degredo moral muere Chávez y asume el poder Nicolás Maduro quien estaba conciente del flagelo porque venía de sus propias entrañas.
La primera declaración de Maduro como Presidente de la República fue justamente en contra de la corrupción del régimen (el de Chávez, que ahora él heredaba).
Pero Maduro tampoco pudo.
Las mafias instaladas en todos los niveles y sectores del gobierno demostraron ser más fuertes y hábiles que el nuevo presidente.
Como las mafias cambiarias que venían manejando extraordinarios negocios desde 1999 y aumentaron aún más su influencia bajo el gobierno de Maduro aprovechándose de su ignorancia en temas financieros y económicos.
Hoy la corrupción y la bancarrota moral del régimen no son un tema para la exquisita discusion teorica.
Miles de millones de dólares para financiar la compra de comida y medicinas fueron brutalmente saqueados bajos los auspicios del régimen bolivariano.
Millones de venezolanos pasan hambre y viven en la miseria por culpa de la corrupción bolivariana.
El conflicto moral adquiere aquí una dimensión práctica al impactar la propia habilidad que tiene el gobierno para resolver los problemas.
Sencillamente no hay recursos y los que provienen del petróleo no son suficientes.
Se lo robaron todo, o casi todo porque aún les queda el arco minero.
Un cambio administrativo de gobierno no será suficiente para acabar con la corrupción endógena que crece y se reproduce cada instante en las entrañas del régimen.
Se requiere de una impecable e implacable limpieza genética que extirpe del ADN las cepas cancerosas de la corrupción.
Desde su raíz.
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