Henry Ramos lo dijo, quizás por ironía.
Es su inefable manía de meterle el dedo en ojo al gobierno, cada vez que puede.
Pero, Henry, en el fondo, tiene razón.
El diálogo y las negociaciones gobierno-oposición avanzarán cuando estén dadas las condiciones.
Mientras tanto solo serán escarceos, amenazas, pero nada concreto.
Parte de esas condiciones para el diálogo-negociación es establecer quién dialoga y en nombre de qué intereses.
Nicolás Maduro es el Presidente de la República, pero no está muy claro si es efectivamente él quien está moviendo los hilos del poder en Venezuela, o es alguien más.
Las cosas no parecen estar decidiéndose en Miraflores.
Quizás en Fuerte Tiuna o en otra parte, pero no en Miraflores.
Este vacío de poder que se respira llev a El Nacional a preguntarse en su editorial de hoy ¿Quién manda aquí?
Maduro quita y pone ministros, pero alguien más está tomando las decisiones.
No es aventurado sugerir que a partir de cierto punto el General Vladimir Padrino López o seguramente su representante sean incorporados a las negociaciones.
Aún no hemos llegado a esa instancia, pero estamos muy cerca.
Hay mucho tabú en torno a la cultura militar, sobre todo en torno a la cultura de los militares chavistas.
Se podría pensar que es imposible negociar con los hombres en armas que han jurado lealtad al socialismo y a la memoria del Comandante eterno.
Pero en esencia estos chavistas en armas también son militares.
Formados, al menos en teoría, para los asuntos de la guerra, para calibrar cuando la correlación de fuerzas es favorable y cuando no y actuar en consecuencia.
De ellos se pueden esperar decisiones más pragmáticas y menos suicidas que el resto del régimen.
Pero claro, esto es algo que nadie podría garantizar.
Sin embargo, tomando en cuenta que la corporación armada es el sustento principal de poder del régimen el diálogo y la negociación para resolver la crisis debería ser con ellos, no con sus títeres.
De todas formas, en cualquier momento habrá que sentarse a conversar lo fundamental.
Y esto es temas tales como la cohabitación de un nuevo gobierno civil con la casta de militares chavistas o los mecanismos de justicia transaccional mediante los cuales unos operadores del régimen serán juzgados por sus delitos y otros no.
Esos son los asquerosos y nauseabundos temas de la política real que en algún momento hay que sentarse a discutir con quien efectivamente manda en Venezuela.
Mejor temprano que tarde.
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