Tibisay Lucena y sus comadres están convencidas de su verdad.
Y esa no es otra que hacer lo indecible para tratar de evitarle al régimen un destino que parece definitivo.
Ellas están tratando de servirle a su amo de la mejor manera.
Aunque esto implique para ellas el riesgo de responder penalmente por los fraudes cometidos.
Claro, cuando las cosas cambien.
Y ese es el pánico reptiliano que estremece columna y órganos internos de las rectoras.
La posibilidad de rendir cuentas ante la justicia por sus actuaciones al frente del CNE produce un pánico que justifica hacer cualquier cosa.
Ese es el mismo pánico que se apodera por igual de magistrados judiciales, Generales y otros operadores del régimen cuya responsabilidad civil y administrativa en algún momento será juzgada.
Por eso actúan con absoluta impunidad, apostando a que ese día nunca llegue.
Es un lance de dados inspirado en la desteñida consigna “patria o muerte”
Si la disyuntiva es morir civilmente en una cárcel o servirle al régimen, mejor servirle al régimen por unas semanas más.
Porque si las cosas cambian, si de verdad llegaran a cambiar, todo estaría perdido para ellos.
El miedo es el único y el último recurso que le queda al régimen bolivariano para que sus propios operadores mantengan la moral y no abandonen.
Es la prédica semanal de Diosdado Cabello por TV adornada con amenazas e insinuaciones.
El miedo a rendir cuentas ante la justicia es lo que produce decisiones arbitrarias y absurdas desde el TSJ y el CNE.
Pero también puede producir acciones desesperadas basadas en un instinto natural y primario de supervivencia.
Entonces la lógica que se impone es tratar de negociar primero para “salvar el pellejo.”
Son comportamientos inevitables.
Siempre pasa en los días finales de las dictaduras.-
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