Este gobierno es tan malo que hasta su presidente está cansado de sí mismo.
No es una contradicción.
Es normal.
Pasa cuando se está demasiado tiempo en el poder.
Es bueno mientras se disfruta de las buenas comida, los choferes y los escoltas.
Pero luego cuando es la hora de gobernar hay que ponerse serio.
Y eso, a veces fastidia.
Esa es quizás la parte que más le desagrada a Maduro.
Eran mejores los tiempo cuando le llevaba el pesado maletín a Chávez, sin tener encima el peso de gobernar a todo un país.
Pero ahora es él quien tiene que gobernar, comandar y resolver sin tener la menor idea de qué hacer.
Pero el cansancio de Maduro no es sólo derivado del ajetreo de las reuniones y la lidia con pedigüeños en Miraflores.
También está cansado de la crítica por el fracaso de su gobierno.
Está candado que lo comparen como uno de los peores presidentes de Venezuela.
Maduro también está cansado del mismo disco rayado de la inseguridad.
Y es que ni él ni ningún flameado y trilsoleado militar han podido explicar como justamente bajo un régimen militar la delincuencia y la criminalidad se han disparado.
Parecería una maldición.
Pero es así.
Tan insoportable es que Nicolás Maduro no se aguantó y tuvo que regañar al Ministro Reverol en público para que se ocupara de la inseguridad.
Osea, en el tiempo libre que le quede luego de perseguir y torturar opositores.
Aunque no haya sido víctima, Maduro también se cansó de la inseguridad fomentada por su propio gobierno, se arrechó y reclamó en público.
Le damos la bienvenida al llanto y al lamento de millones de venezolanos.
Aunque su sincero gesto de cansancio también admita su propia incompetencia.
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