Ayer se volvió a reunir el directorio del CNE tratar de decidir cuando se recogeran el 20% de las firmas para convocar el Revocatorio.
Tampoco ayer hubo decisión.
Se dice que la piedra de tranca es la intención de exigir un 20% de firmas por cada estado en lugar de la suma de firmas de todo el país.
También se dice que hay discusión en torno a la cantidad de máquinas para validar las firmas.
Esa es la versión potable para la opinión pública.
Según esta versión pareciera que la sola voz solitaria y el razonamiento del Rector Luis Emilio Rondón logran detener la arremetida de las cuatro rectoras cuadradas con el régimen.
Pero no es así.
Un vez más hay que insistir en esto.
El gobierno tiene todo el poder y los votos en el CNE para hacer lo que le dé la gana.
El gobierno y sus rectoras del CNE han podido resolver este asunto “técnico” la semana pasada, si así lo hubiesen querido.
La presunta discusión técnica es la máscara para ocultar lo que en realidad está ocurriendo.
El problema no es técnico, es político.
El gobierno en este momento no sabe qué hacer con la papa caliente del revocatorio.
O mejor dicho si sabe lo que quiere hacer, pero factores en el régimen, las FANB y el PSUV tienen dudas sobre las consecuencias.
Hacer el Referéndum en las condiciones que establece la ley tal como lo pide la MUD significa entregarle el poder a la oposición.
Imponer condiciones imposibles para la recolección de firmas estrangularia el Referéndum y le abriría las puertas a escenarios inciertos que el régimen no podría controlar.
Hasta Nicolás Maduro tuvo que suspender su viaje a la ONU.
No lo hizo para quedarse en Venezuela hablando con las rectoras sobre el número de máquinas validadoras de firmas.
Lo que está en juego es la supervivencia del régimen y esas cosas no se hablan por teléfono.
Al régimen le llegó la hora de decidir qué hacer con el Revocatorio.
No hay escapatoria.
Tienen que tomar una decisión.
Cualquiera que ella sea traerá consecuencias.
Ese es el problema.
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