El fin está cerca.
De una u otra manera habrá cambios. Habrá transición.
Con referéndum este año o el próximo.
Con elección de gobernadores en el 2017 o en el 2018 o nunca.
Con elecciones o sin elecciones, el cambio y el fin de la era chavista como le conocíamos hasta ahora está muy cerca.
Lo que no sabemos es cómo.
Eso es un asunto reservado para la arcana cábala política.
Lo ideal es que el cambio sea resultado de un esfuerzo conjunto civilizado y democrático de toda la sociedad donde el pueblo es convocado y libremente toma su decisión.
Eso si y sólo si las instituciones y los poderes públicos sujetaran su actuación al estado de derecho.
Pero en Venezuela el destino político de la República no parece determinado por la Constitución y las Leyes.
Todo parece que será decidido en un súbito acto de apuesta política.
En un lance crucial de dados donde algunos operadores del chavismo quizás se animen a hacer respetar las leyes, quizás no.
No se sabe.
Pero, estamos en manos de ellos.
La naturaleza del cambio que viene será determinada por la conducta que asuman dos o tres rectoras del CNE, cinco o seis magistrados del TSJ, cuatro o cinco generales de la república que separadamente o en conjunto decidan que ya está bueno y es hora hacer cumplir las leyes.
Leyes que, por cierto, diseñó el chavismo a su imagen y semejanza y ahora se niega a cumplir.
Lo que viene no debe ser sorpresa para nadie.
Estamos advertidos.
Esta pesadilla comenzó con violencia y la necedad del régimen está llevando a que termine de la misma manera.
Ante los crecientes y alarmantes signos de rechazo popular Nicolás Maduro debe cortar por lo sano, renunciar e irse en santa paz.
Y el rechazo más punzante, el más ponzoñoso, es el de su propia gente.
Sino preguntenle a la gente del Barrio Villa Rosa en Margarita y a la señora Eudys Marcano.
Ese fue por muchos años un potente bastión chavista.
Hasta ayer, cuando la gente caceroleó, abucheó y sacó a empujones a Nicolás Maduro y su comitiva.
Son abundantes y evidentes los signos que indican que el gobierno perdió el favor popular.
Es hora de rectificar y permitir que el pueblo se exprese democráticamente.
El fin está cerca.
Está escrito en la pared.
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