En la guerra y en la política hay que saber contra quien se pelea.
A veces el adversario adquiere formas difusas para engañar.
En Venezuela, por ejemplo, donde hay una negación total de las libertades y derechos democráticos la sociedad libra una batalla contra la dictadura bolivariana.
Ha tomado mucho tiempo y no menos discusión en el seno de la oposición entender que se lucha contra una dictadura.
Hoy eso parece estar claro.
Pero aunque lo que tenemos enfrente es la expresión física de ese gorila violento y soberbio el enemigo parece esconderse tras formas más sutiles y letales.
A riesgo de que la llamen represora y de ser ampliamente impopular la dictadura no escatima en usar la violencia y la represión brutal contra la sociedad para imponer su voluntad.
La violencia de las dictaduras tiene una lógica.
Es inspirar miedo y crear terror para inmovilizar física y psicológicamente al adversario.
Esa amenaza permanente, diaria, de agresión física y mental puede paralizar y, en algunos casos, hasta doblegar la voluntad del contrario.
Por eso el régimen no duda a la hora de amenazar públicamente a la sociedad y a sus propios seguidores con usar recursos extremos como la cárcel, la tortura y hasta la muerte.
Detrás de la amenaza se esconde el verdadero enemigo: El miedo.
El temor a que el gobierno va a cumplir sus amenazas más cruentas aumenta cuando vemos que efectivamente hay cientos de presos, torturados, y asesinados por razones políticas en todo el país.
Esta tortura psicológica en forma de amenaza diaria ha hecho tanto daño que la herida en el alma de los venezolanos creo costra y hoy esa fibra parece endurecida como un callo.
Y es que el miedo aumenta cuando sacamos las cuentas de lo que tenemos que perder.
La vida. La propiedad. La comida. La dignidad.
Pero cuando la amenaza y la tortura han sido tan repetidas el miedo a perderlo todo va desapareciendo y se impone la convicción de que ya no hay mas nada que perder.
Alguien lo escribio asi: “Con esta dictadura el pueblo ha perdido todo, hasta el miedo.”
Eso fue lo que pasó en Villa Rosa, en Margarita.
La gente le perdió el miedo al Presidente y su su enfurecida Casa Militar en una dramática protesta que por imprudencia de Nicolás Maduro ha podido terminar en desgracia.
Harta de esta pesadilla, la gente le perdió el miedo a que le quiten la comida o a ir presos y torturados.
Intuitivamente millones de venezolanos comienzan a rebelarse contra lo que consideran al verdadero enemigo.
El miedo que hasta ahora ha sido el mejor aliado del régimen.
Derrotar el miedo marcará la diferencia entre poder o no poder sacar de raíz a esta dictadura.
La batalla de Villa Rosa marcó el comienzo.
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