No hay otra.
De todas las opciones que le quedan al gobierno ir al Referéndum Revocatorio y perder con dignidad es la única que podría, quizás, eventualmente, garantizar su supervivencia como movimiento político.
Todas las demás conducen al suicidio.
Todas.
Aferrarse al poder y no hacer el Revocatorio por el único hecho de perderlo es jugar a la combustión inmediata de un régimen que hace tiempo perdió la calle.
Y no hay gobierno popular sin apoyo del pueblo. Sería una contradicción.
Esa es una premisa fundamental que el régimen trata de ignorar.
El golpe o autogolpe de estado tampoco es una opción viable para el gobierno.
Si algo aprendió Diosdado Cabello en su contactos televisados con los militares es que no hay ambiente para apoyar una aventura militar de ningún signo.
Ni siquiera del gobierno.
Sin capacidad orgánica para articular un golpe militar y sin apoyo popular al gobierno solo le queda una cosa: Asumir el revocatorio y tratar de hacerlo en sus propios términos, en el tiempo que mas les convenga.
Eso es otro juego.
Y en eso andan.
Todo apunta a una maniobra ejecutada por el CNE oficialista para diferir el Revocatorio para el 2017 en un punto en el tiempo que le garantice al chavismo sustituir a Maduro sin entregar el gobierno.
La jugada casi perfecta. Usar la energía de la oposición para saldar pases de factura internos en el PSUV.
Por esa razón Diosdado y El Aissami han estado jugando sombra con Maduro en las últimas semanas.
No lo sueltan ni para ir al baño.
No sea cosa que entre una diligencia y otra se le ocurra nombrar al nuevo Vicepresidente que en la práctica sería, según el plan, en el nuevo Presidente.
Esa es la única y la última jugada que le queda a Maduro por lo cual está sometido a fuertes presiones de sus propios compañeros.
Pero esa jugada se está tropezando con la cada vez más creciente presión de la calle que no soporta un dia mas de este régimen.
La presión es sobre los magistrados del TSJ, las rectoras del CNE y los militares en general.
No para que sean parte de un golpe de estado.
Lo único que se espera de ellos es que entre las órdenes del régimen y la presión popular se inclinen por una conducta esencial y definitiva: Cumplir la ley.
El Psuv, por su parte, también está sometido a fuertes presiones de su base que ha perdido fe y credibilidad en sus líderes y ve con impotencia cómo la revolución se desvanece en sus narices.
Cada día son más los activistas y dirigentes del PSUV que le preguntan a sus líderes y se preguntan a sí mismos ¿Si somos mayoría por qué no contarse y vencer? ¿Por qué temer al Revocatorio si movilizamos casi un millón de personas en Caracas el 1S?
A menos que...todo sea una mentira.
El gobierno tiene que resolver esa contradicción fundamental con su gente.
Se es o no se es.
Se tiene mayoría o no se tiene.
Mejor encarar la realidad cuanto antes y soportar una derrota democrática, honorable, que evadirla y ser expulsados del poder y la historia.
Para siempre.
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