Ningún régimen comunista
o socialista podría sobrevivir en este mundo globalizado aferrado a arcaicas
premisas marxistas y de espaldas a la realidad.
No pudo la Unión Soviética.
Ni China.
Y los regímenes que no
se adaptaron a la dinámica de la nueva encomia global cayeron.
Ese pudo ser el destino
de Cuba de no ser por el legendario pragmatismo de los Castro.
Cuba se adaptó para
sobrevivir en un mundo gobernado por relaciones económicas complejas que van más
allá de los desteñidos conceptos marxistas.
Al hacer a un lado su
querella con los Estados Unidos Cuba se abre a un mundo de posibilidades que
antes le estaban negadas.
Claro, eso no viene sin
costo.
Hay un costo político en
términos de redefinir los intereses y la agenda del gobierno cubano.
Pero para este régimen
cuyos líderes ya casi desaparecen físicamente se trata de sobrevivir unos años más
a la inevitable transición política a la democracia.
La transición vendrá, es
inevitable.
Los Castro lo saben,
pero no será a empujones.
Sera una transición
pacifica, progresiva y negociada.
No será un proceso
abrupto y para el momento en que esta se concrete ya los Castro estarán muertos
y sus camarillas habrán mutado a nuevas formas de hacer política para seguir
operando.
Ese sentido pragmático
de adaptarse para sobrevivir es lo que le hace falta al régimen venezolano.
El chavismo oficialista
sigue gobernando como si mañana nunca va a llegar y como si la tuerca nunca fuese
a girar.
Esa visión reduccionista
de la historia todo lo simplifica en blanco y negro no les permite ver otras opciones.
Ese todo o nada
expresado en la consigna primitiva de “rodilla en tierra” o “patria y muerte”
es lo que ha arrinconado a este régimen y sus operadores políticos.
Por eso a la hora de
sacar las cuentas ni siquiera Cuba es un sitio seguro para los chavistas del régimen
cuando salgan del gobierno.
En sus círculos íntimos
dicen que prefieren irse para Rusia pues en un mundo de traiciones allá se sentirían
más seguros.
La política a la cubana
inspirada en el pragmatismo le permitiría al gobierno ser flexible en su desteñida
agenda económica y construir un acuerdo de unidad nacional.
Pragmatismo bien
entendido no necesariamente quiere decir renunciar a todo el cuerpo de principios
ideológicos, pero si lograr consensos con el país para recuperar la economía,
por ejemplo.
Y quizás por la vía del
pragmatismo, el gobierno encuentre un punto de apoyo en la oposición y haga la situación
del país más gobernable.
Pero el beneficio
ultimo, el que podría resonar con los operadores del oficialismo, es abrirse a posibilidades
de una transición política pacifica, progresiva y negociada.
Sin persecuciones y sin
facturas.
Sin empujones.
A la cubana, pues.
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