El voluntarismo es una teoría
filosófica y una praxis. Como teoría filosófica el voluntarismo le otorga más
importancia a la voluntad que al entendimiento o la razón. Como praxis política
el voluntarismo hace énfasis en el deseo personal basado en la voluntad, por
encima del análisis racional de las posibilidades reales o del contexto en el
cual se está inserto.
Algunos exponentes del voluntarismo
incluyen a filósofos como Schopenhauer, Nietzsche, y Kierkegaard, entre otros.
En la política el voluntarismo puede
aparecer indistintamente en grupos con concepciones idealistas o materialistas,
o de izquierda o derecha, como un subproducto del ejercicio pragmático y
acrítico de la acción que se enmascara en sofismas seductores tales como
“querer es poder”.
A pesar de las engañosas bondades del
voluntarismo que atribuye el cambio a la única, férrea e indómita voluntad del
hombre la realidad nos plantea una confrontación dialéctica entre nuestros
deseos (planes y programas) y los complejos contextos en los cuales nos
desenvolvemos (la realidad).
Así el voluntarismo se nos revela más
que como una virtud como una verdadera tara para la praxis política desde el
momento en que presupone que la realidad se puede sustituir a fuerza de
voluntad.
Esta es una discusión de total
actualidad en Venezuela hoy, cuando hay fuerzas que insisten en llamar a votar
para lograr el cambio político, a sabiendas de que no existen condiciones ni
garantías políticas o institucionales.
Los voluntaristas dicen que es mejor
ir a votar sin garantías que quedarse de brazos cruzados. Para alimentar su
débil argumento dicen que votar es la única forma de lucha ciudadana para el
cambio político y además ponen toda su fe en un milagro, literalmente.
Lo opuesto al voluntarismo no es el
escepticismo o la resignación a no hacer nada como los voluntaristas falsamente
sugieren.
Una praxis política racional y
materialista, anclada en la realidad, debe partir de un exhaustivo inventario
de lo que hay (correlación de fuerzas antagónicas) y un diagnóstico de las
condiciones (entorno) en un momento determinado (coyuntura) para proponer unas
hipótesis de acción (lucha política).
La dirigencia partidista que solo
piensa en función del calendario electoral, sustrayéndose de la realidad, en la
esperanza que algo milagrosamente cambie a fuerza de buenos deseos, está
incapacitada para ver un horizonte más allá de sus narices y formular una
política viable y sostenible para el largo plazo. Y en eso llevan ya dos décadas.
El voluntarismo es una mala práctica
política con efectos tóxicos que no solo contamina el análisis sino que además
alienta otras desviaciones tales como el mesianismo y la esperanza en un héroe
-¿o heroína? que en forma milagrosa y épica descenderá de los cielos para ganar
la batalla final. El voluntarismo y su componente metafísico solo funcionan en
Narnia. En el mundo real no hay milagros ni atajos. Sólo queda hacer política
con los pies en la realidad.- @humbertotweets
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